🎪Chapitre XVII🎪

Cerré la puerta detrás de mí cuando salí de la habitación de Zazel, ella se había quedado dormida y el doctor dijo que debía descansar.

Sentía mucha pena por ella, estaba muy herida por dentro, tanto así que esas mismas la han obligado a exteriorizarlas.

Daba cortos pasos por el pasillo pensativa, con la cabeza gacha y con mis manos jugueteando sobre mi regazo. A lo lejos pude oír un pequeño alboroto, entre ellos el sonido de varias cadenas chocando entre sí. Alcé la mirada y a lo lejos percibí la brillante cabellera castaña de Katie, junto con unos enmascarados que le comenzaban a quitar las esposas y ella les lanzaba un feroz bramido. Me quedé inmóvil en medio del pasillo lleno de muchos cuadros de arte dramático y la observé con los ojos bien despiertos.

Ella cuando fue desencadenada, agitó su cuerpo como si hubiera llevado años encerrada, y se acarició las muñecas sobre las marcas que le habían dejado las esposas.

En ese instante, su mirada fugitiva chocó con la mía y una sonrisa de disgusto con las comisuras tensas fue lo que obtuve de su parte, pero a continuación me obsequió una risilla maliciosa, mostrándome a la perfección sus alineados dientes.

—Ce sera intéressant—murmura con un tono de voz delicado y cruza en una esquina del pasillo con los dos enmascarados detrás de ella mientras que salía con una postura digna de una modelo.

Estaba tan petrificada viendo a aquella figura femenina alejarse, que no me percaté que a mi lado se encontraba la presencia de Chaniel.

—Hola brillitos—saludó con una ancha sonrisa en sus labios y al escuchar su voz fue que pude reaccionar.

—¿Brillitos?—repetí incrédula y él soltó una risa baja.

—Es que por donde vas brillas, tómalo como un cumplido—me guiña un ojo con cierta chispa de diversión.

Reí ante su lindo comentario.

—Que gran manera de iniciar la tarde fue esta—bromea cuando comenzamos a caminar juntos por el pasillo.

—Casi me desmayo al ver tanta sangre—musité viendo mis pasos.

—Creo que cuando asesinaste a ese hombre había más—ríe y me cuesta hacer lo mismo que él.

Observo mis manos y manchas de sangre las llenan por completo. Parpadeo un par de veces y mis palmas vuelven a estar limpias. Aún me es inevitable no sentir cierto remordimiento al recordar lo que ocurrió con el hombre. Mis pensamientos me atormentan y mi mente no deja de mostrarme aquella desquiciada escena como si de una película de terror repetitiva se tratase.

—Lo siento, no quería que te sintieras mal—murmura y lo miro dejándolo pasar.

—Tranquilo, no puedo negar lo que es cierto—sonreí un poco, pero aquella sonrisa no llegó a mis ojos.

Vuelvo a bajar la cabeza.

—Falta poco para el gran evento—intentó cambiar de tema.

—Sí...

Otro terrible tema que también me ahogaba desde que hablé con J.

—Será muy entretenido—comenta cantarin.

—Para ustedes—pienso, pero sin darme cuenta lo dije en voz alta y Chaniel me clavó los ojos con una ceja alzada—d-digo, que para ustedes será bastante divertido ver como todos nos vestimos de payaso—suelto una risita nerviosa y ruego a mis adentros que no se haya dado cuenta de mi nefasta actuación.

—¡Sí!—chilla alegre y suspira con relajamiento—será el mejor evento.

—Claro—susurro con ironía.

—Iba a decirte algo, pero creo que se me olvido—hace un mohín entristecido, pero luego fue como si una bombilla apagada sobre su cabeza diera un gran chispazo y ésta se encendiera por completo recordando lo que me diría—¡Ah! Cierto, Morgan me pidió que te dijera que vayas a su oficina—asiente con la cabeza afirmando sus palabras.

—¿Está bien?—respondo insegura y él me da una palmadita en el hombro.

—Buena suerte, la necesitarás.

—¿Por qué lo dices?—inquiero temerosa.

—Morgan a estado muy cabreado desde que se despertó, pero aún no sé el por qué—se encoge de hombros restándole importancia—¡Nos vemos, Anastasia!—se despide y se aleja de mí dando brinquitos como si estuviera en un prado rodeado de flores y mariposas.

Me doy vuelta sobre mi eje y camino sobre mis pasos para ir a la oficina de Morgan. Voy con tranquilidad hasta dichoso lugar cuando de repente, al estar frente a la puerta, se oye el sonido de varias cosas cayéndose al suelo y luego de eso un quejido de dolor femenino.

Me quedo de pie sin entender nada y abro un poco la puerta para ver que sucede adentro. Del otro lado, Morgan tenía a Katie contra la mesa y él le tenía las manos rodeadas sobre su cuello, la chica soltó un inevitable quejido de dolor, pero al mismo tiempo poseía una leve sonrisa egocéntrica.

—Eso es lo que te molesta—masculla Katie con cierta dificultad—no puedes controlarlo todo Morgan, ¿Cuándo entenderás eso?

—Mejor cállate si no quieres que te maté aquí mismo por lo que hiciste—brama el contrario forzando más su estrangulamiento.

Ella intenta quitarle las manos del cuello, pero no lo logra.

—No debiste hacer eso—le espeta Morgan colérico.

—¡Todo lo que haces es por una perra que no te ama!—exclama ella y ahoga un grito cuando Morgan le hunde sus dedos en la clavícula—estás cegado, no te das cuenta, Morgan. Abre los ojos, ella es de otro.

Morgan no dice nada.

¿De quién hablaban?

Katie se empieza a poner morada por la falta de aire y en ese momento Morgan alza la cabeza al sentir mi mirada, él al verme, su ceño deja de fruncirse y sus músculos se relajan, soltando a Katie de una vez por todas.

La castaña se revuelca en el escritorio y comienza a toser descontroladamente. Ella se logra estabilizar y se aleja de Morgan para mirar hacia la puerta encontrándose conmigo. Katie se acaricia el cuello y sonríe de lado con reacio.

—Vete—le ordena a Katie y ésta lo detalla con mucho resentimiento.

—Eres una mierda, pero ¿Sabes qué es lo peor?—cuestiona secamente y Morgan no contesta—que eres la única mierda que quiero en mi vida.

Rodea el escritorio y me pasa por un lado chocando intencionalmente mi hombro con el suyo.

—Pasa—me pide intentando calmar su potente tono de voz cuando Katie se va.

Entro a la oficina.

—Cierra la puerta—ordena dándome la espalda y lo hago—con seguro—su voz se oyó un poco más ronca en aquella frase.

Le paso el pestillo y me coloco del otro lado de su escritorio.

—¿Ocurre algo?—interrogo y él se da vuelta para verme y sentarse en su silla.

—Necesito que me digas por qué lo hiciste—apoya los codos sobre la mesa.

—¿Hacer qué?—lo miro confusa.

—Lo de las jaulas, Anastasia. ¿Por qué lo hiciste?—el tono que utilizó me hizo temblar en mi lugar.

Paso saliva.

—Si te enterabas ibas a asesinar a Peter—murmure apenada.

—¿Y por qué lo haría?—alza las cejas y no digo nada—porque está prohibido ¿Cierto?—asiento levemente—¿entonces para qué te metiste en ese asunto si lo sabes? Muy bien Peter podría acercarse a mí y comunicarlo conmigo.

—Morgan, solo mira lo que le estabas haciendo a Katie, ¡Imagínate lo que le hubieses hecho a Peter!—espeto encolerizada.

—No es lo mismo—intenta defenderse.

—¡Porque eso era peor!—exclamo con frustración—no quería que nada malo le pasara.

Él ladea la cabeza y me repara con los ojos, con una expresión que no podía comprender.

—¿Por qué siempre te preocupas por los demás y nunca por mí?—consulta y realmente su pregunta me dejó flotando en una gran incógnita—siempre apoyas a todos en este circo menos a mí, es como si yo fuera el peor de tus tormentos y no sabes todo lo que he hecho yo por ti.

—Morgan, no los compares contigo—niego con la cabeza.

—¿Por qué? ¿Tan cara de hijo de perra me ves?—inquiere y resoplo agotada.

—Morgan, tú más que nadie sabes como eres.

—Sí y por eso te estoy preguntando el por qué eres así conmigo.

—No lo entenderías—murmuro.

—Para ti nunca entiendo nada—me mira a los ojos con cierta dolencia.

—Porque es cierto. Si quiero decirte algo siempre dirás que no porque son las reglas del circo—imito su voz.

—Porque los son.

—Al menos esas personas que tienes como compañeros tienen más sentimientos que tú—lo encaro.

—¿Y qué te hace creer que no los tengo?—cuestiona tajante.

—Libera a Milla—lo reto con los ojos—si al menos tienes un poco de corazón supongo que podrás ayudar a esa pobre chica y a Peter—sus pupilas se dilatan.

—¿Te estás escuchando? Lo que dices es una completa locura—espetó hostil.

—Entonces por lo que veo tu descripción de ti mismo está más que errónea—escupo.

Y me doy vuelta para alejarme de él, no quería que siguiera metiéndose con la relación de los chicos. Espero que al menos ellos si puedan ser felices juntos.

—¿Sabes qué es lo que más me molesta de todo esto?—su voz me detiene a mitad de camino.

—No—contesto de espaldas.

—Que siempre los preferirás a ellos antes que a mí. Y me indigna bastante saber que después de todo, a pesar de que esté estrictamente prohibido, Peter si tuvo la oportunidad de estar con una de las mercancías y yo, que a penas trato de acercarme a ti, y eso que ahora formas parte de nuestro circo, ya recibo más de mil desprecios—refunfuñó como un niño pequeño y me giro a verlo.

—Porque ella si lo quiere a él, en cambio yo no a ti—respondo cortante.

Una siniestra sonrisa se ensancha en sus labios y me toma de la cara con una mano para acercarme a él.

Me quedo realmente sorprendida viéndolo a los ojos y con mis mejillas siendo apretadas por sus grandes manos.

—Esa es la gran diferencia entre ellos y nosotros, principessa—habla de manera ronca—que tú y yo no nos queremos, nos deseamos. Y nos deseamos tanto que queremos fundirnos en la piel del otro y explorar cada milímetro de nuestros cuerpo hasta que el mundo se acabe. Tal vez ellos sean la parte dulce y linda de un romance, pero ese no es nuestro caso. Ambos estamos dominados por lo eros y lo salvaje, no somos ese típico romance tan vainilla que todos tienen, nosotros somos la pasión que todo el mundo desea.

No sé que responder ante sus palabras, ya que si era cierto. Tal vez con Matt sentí el amor que cualquier chica desearía, pero con Morgan he sentido el salvaje deseo de lanzar todo por la borda y perderme en sus labios y cuerpo, una y otra vez. Es como una trampa seductora en la cual es imposible no caer, y ya ambos estábamos yendonos juntos al vacío.

Él era todos aquellos pecados que no era capaz de cometer.

—Es mejor que el diablo se cubra los ojos o empiece a tomar apuntes, porque ni siquiera él se imagina todo lo que te quiero hacer—murmura cerca de mis labios.

—¿No crees qué eres bastante exagerado?—sonrío con arrogancia.

—¿Quieres ponerme a prueba?

Con una agilidad inhumana me rodea de la cintura con un brazo, me aprieta contra su cuerpo y me atrapa los labios con sus dientes, bajándolos de una manera tan lenta, torturante y caliente, que hace que mis piernas tiemblen en su lugar; me es impresionante saber cómo aún sigo de pie.

Me toma del rostro obligándome a verlo a los ojos y luego me besa de una manera muy fugitiva y posesiva, dejando en claro en aquel beso que él era mejor que cualquiera que intentara entrar a mi vida.

Nuestros labios se juntaban en un tango oscuro e íntimo en ese instante.

Tardo un momento en darme cuenta de que le estoy devolviendo el beso con las mismas ansias, y termino siguiéndole el juego. Le rodeo mis brazos por el cuello y chocamos contra la pared al empujarme con su cuerpo.

—No sabes cuento extrañaba besarte—musita lentamente y sus manos acarician la línea baja de mi espalda con delicadeza.

Le muerdo los labios y lo vuelvo a besar con un millón de sentimientos transitando por nuestras lenguas. El muy imbécil me estaba dando el beso francés más maravilloso que nunca experimenté.

Me separo un poco de él para tomar aire y con un fino hilo de saliva juntando nuestras bocas.

Mi respiración está tan descontrolada que cada suspiro que soltaba resonaba por estas cuatro paredes.

Morgan se apoya contra mí y me vuelve a besar con la misma ansiedad. Sus mechones azabache me acarician la cara y su boca no deja danzar contra la mía. Hace demasiado calor. Tengo la cara ardiendo por la gran llama que crece entre ambos.

Toca mi boca, con uno de sus dedos roza mis comisuras, dibujando en ella un largo trazo mientras que al mismo tiempo la entreabre. Y de pronto, mis labios rodean sus dedos y lo veo a los ojos con los míos llenos se oscuridad. Aquella mirada que radiaba perversión y travesura me observaba realmente sorprendida, pero nada disgustada.

Y de pronto, me da un toque fuerte en el hombro que me obliga a agacharme, tanto así, que fue hasta el punto de dejarme de rodillas frente a él.

Levanto la cabeza para verlo y esos ojos oscuros llenos de deseo me incitaban a ir más allá. Aquella mirada tan dominante y altiva me dejaba flaqueando, y la pose que mostraba frente a mí se me hacia similar a la de un Dios griego esperando a que le den sus ofrendas.

Empecé a dejar besos suaves sobre la tela de su camisa y a pasear mis manos por todo su cuerpo con lentitud. Lo torturo un rato haciendo un juego con mis besos y él parece estar disfrutándolo, ya que respira fuertemente y trae consigo un fuerte suspiro con una risita que me deja viendo estrellitas. Echa la cabeza hacia atrás y gruñe cuando mis manos bajan desde su cuello hasta su ombligo. Su nuez de Adán se remarca en su cuello y lo diviso pasar saliva varias veces.

Una socarrona sonrisa se plasma en mi rostro al oír un bajo jadeo proveniente de su garganta y voy desabotonando su camisa botón por botón hasta dejar su esculpido torso al descubierto. Mis ojos brillan lujuriosos y con las yemas de mis dedos viajo por la línea de sus cuadros hasta la V de su pelvis. Se le eriza la piel igual que a mí y la boca se me seca al atisbar con la presión de su pantalón.

Paso mi lengua por su abdomen hasta llegar a sus labios y vuelvo a besarlo deseosa en esa zona. Desciende nuevamente con mis manos sobre su cinturón y depósito un beso justo arriba de él. Alza su bastón poniéndomelo abajo de mi cuello para levantar mi mentón, obligándome a que lo mire a los ojos.

—Si sigues jugando así mi pantalón explotará—jadea tomándome del cabello y le regalo una sonrisa entretenida.

Acaricio su pantalón y poco a poco voy subiendo las manos hasta su pretina.

Nuestros ojos se conectan y él parecía estar ansiosi, esperando a que por fin hiciera mi cometido.

Me relamo los labios y él me toma del cabello preparado.

En serio a veces pienso que el universo nos detesta a ambos, porque en ese mismo momento, Harry entra a la oficina de Morgan haciendo que la puerta rechine.

El moreno no muestra ninguna sorpresiva expresión ante la incitadora escena que sus ojos presenciaban, yo de rodillas frente a Morgan mientras que él me tiene agarrada del cabello. Harry solo se limita en quedarse de pie con las manos detrás de la espalda, observándonos fijamente.

Morgan y yo seguimos completamente choqueados, que ni siquiera tuvimos la iniciativa de separarnos y actuar como normalmente lo hacíamos.

—Llevo diez minutos tocando—informa con su tono neutral—disculpen si...—alterna la mirada entre los dos y carraspea—...si interrumpí su entretenida tarde, pero te necesitamos en la sala de conferencias para hablar sobre el evento.

Después de mucho Morgan reacciona y se separa de mí, soltando el agarre que tenía en mi cabellera para mirarlo e ir a abrocharse la camisa. En cambio yo me levanto del suelo hecha un tomate andante, ni siquiera podía verle la cara a Harry.

—Dame cinco minutos—pide Morgan y Harry asiente con la cabeza ojeándome.

—Te esperamos—nos da la espalda y sale de la habitación.

Morgan y yo volvemos a mirarnos y nuevamente él se acerca a mí, volviendo a besarme con la misma ferocidad de antes.

Él empieza a esparcir besos por mi cuello, y sinceramente para mí, ese punto es una de las zonas más erógenas de mi cuerpo. Era como mi talón de Aquiles.

—Morgan....—jadeo su nombre y trato de cerrar los ojos intentando no caer en la tentación del tacto de sus labios.

—¿Ujum?—murmura y un pequeño gemido se escapa de mi garganta.

Él estaba explorando sensualmente esa parte de mi cuerpo. Por la nuca, debajo de ésta y atrás de las orejas. Me derretía de placer al sentir como succiona mi piel cerca de mi clavícula y lame con suavidad sobre esa zona.

—T-Te están e-esperando—titubeo como puedo.

—Me estoy divirtiendo más aquí—vuelve a besarme y no saben toda la fuerza de voluntad que tuve que sacar para apartarme de él y verlo a los ojos.

—No los hagas esperar—le sonrío y él suelta un bufido resignado.

—Lo estaba disfrutando. Pero no te preocupes, volveré para que sigamos arreglando nuestros asuntos—me guiña un ojo—no me gusta dejarte a medias luego de haberte provocado.

—¿Y quién dijo que has provocado algo en mí?—lo reto desafiante—tal vez simplemente quiero llegar hasta aquí.

Él me muestra una de sus sonrisas más coquetas y retorcidas que jamás había visto y toma uno de los mechones de mi cabello y se lo enrolla en el dedo mientras da un paso hacia mí, provocando que mis pechos chocarán con su torso.

—Sé que te excita pensar hasta donde puedo llegar—murmura y me besa la mejilla dejando que me sonroja—ci vediamo principessa.

Cuando habla en italiano su voz se hace más grave y sensual, y literalmente hace que todo mi sistema deje de funcionar en un dos por tres.

Él me guía hasta la salida tomándome de la muñeca y cierra la puerta de su oficina con llave para después separar nuestras manos y alejarse por el pasillo hasta la sala de conferencias.

Al él desaparecer de mi campo visual, reacciono y suelto un inevitable chillido de indignación.

Me sentía una ingenua e idiota, y no es por él, sino por mí. No puedo estar cinco segundos cerca de Morgan porque caigo justo en sus brazos como una urgida. Y simplemente no puedo controlar mis hormonas frente a él, es como un pecado andante que te obliga a caer en sus jueguitos de romance. Con él me vuelvo más fácil que la tabla del uno. Y lo peor es, que ni siquiera con el gran cariño que le tengo a Matt, puedo mantener mis ovarios quietos. Me es realmente imposible verlo y no sentir la gran necesidad de besarlo, y honestamente creo que es algo loco, enfermizo y retorcido todo esto, pues a veces nos odiamos tanto que podemos decirnos miles de cosas horrorosas, pero el mutuo deseo y ganas que nos tenemos, terminan obligándonos a olvidar todo y a morirnos por el otro como si nunca antes hubiéramos estado con alguien más.

¡il m'a jusqu'à la putain de mère! Me duele sentir esto y lo peor es que yo solita soy la que se está hundiéndose más en esta miseria.

Es que todo esto me crea un horrendo sentimiento en el lado izquierdo de mi tórax, ahí mismo. Y lo siento si parece que estoy exagerando, pero es cierto. Creo.... Que me estoy acostumbrando a su forma de ver las cosas.

Solo terminé abriendo mis ventanas para una feroz tormenta como él.

—Que gran berrinche es el que está haciendo—comenta una voz a mis espaldas y hago un mohín girándome a ver a la persona que habló.

—No lo entenderías—musité mirando a J.

—Espero que no tome esa actitud en la noche—me mira a los ojos.

—Soy una profesional—alardeo.

—El señor Hampson me ha pedido que la trasladara a su habitación—me toca el hombro cuando otros dos enmascarados pasaron junto a nosotros merodeando la zona.

—Claro—mascullo siguiéndole el juego.

Ambos caminamos hombro a hombro hacia mi habitación.

Unos cuantos enmascarados han pasado por nuestros lados, pero no sospechan nada ya que fingimos captar una orden.

—Vendrá hoy ¿Cierto?—pregunta en el vacío del pasillo.

—Sí—afirmo.

Pasamos frente a la sala de conferencias y las voces de todos se oían con fuerza hablando. J me hace una seña para que me detenga, porque la puerta se encontraba abierta, después con su dedo índice me pide silencio y nos quedamos a un lado oyendo de lo que hablaban.

J se asoma un poco y yo hago lo mismo debajo de él, todos estaban concentrados viendo a Morgan en el cabezal de la mesa mientras fumaba de un puro y detrás de él la luz del atardecer se colaba de las ventanas dejando su silueta más oscura.

—Matenla—ordena Morgan y la sala quedó en silencio.

—Morgan, la esposa del ministro Dinklage ha sido una gran compradora estos últimos años junto con el ministro—reprime Isaac.

—Es una gran mujer, aporta mucho—interviene la fina voz de María.

—Una muy buena—apoya Chaniel codicioso.

—Entonces si es tan buena como ustedes dicen se irá al cielo ¿No creen?—sonríe macabramente y le da otra calada de lado a su puro.

—¡Eres un imprudente!—brama Isaac—no puedes cometer esa estupidez solo porque te da la maldita gana Morgan—reprocha y un sonoro suspiro se oye de parte de Morgan.

—La vida es demasiado corta para lidear con gente como tú, Isaac—se queja agobiado.

—¡Imbécil!—exclama Isaac, apuntándole con el dedo acusadoramente.

—Y uno muy grande, sí—contesta con burla e Isaac vuelve a sentarse echando humo por las orejas como una tetera.

J me hace una señal para que nos devolvamos y me llevará a mi habitación por el camino de atrás, asiento con la cabeza antes de meternos en problemas y nos devolvemos por donde vinimos.

—De la mujer de la que hablaban, ¿Era la esposa del hombre al que..... Al que....?—las palabras se traban en mi garganta junto con una punzada en el pecho.

—¿Al que asesinó?—sigue por mí y muevo la cabeza suavemente de arriba a abajo en un asentimiento—efectivamente, Morgan desea eliminar cualquier amenaza del circo. Y su esposo se ha metido con usted, y obviamente a Morgan no le agradó la idea de saber que sería por poco abusada por el ministro.

—Ya veo—murmuro ante sus palabras y nos detenemos frente a mi habitación.

—Espero verla esta noche—me dice en voz baja y le regalo una casta sonrisa.

—Vale.

Él se da vuelta y a mitad de camino se detiene para verme sobre el hombro.

—No me falle, señorita.

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