🎪Chapitre XI🎪
Salgo a las gradas exteriores, el viento frío de la tarde impacta contra mi cuerpo y me obliga a temblar un poco. Era un día gélido.
Llegué al centro de las gradas, podía contemplar el bosque en su máximo esplendor desde aquí. El extenso cielo azul irradiaba vitalidad desde las alturas.
Mi mente se perdió en la figura que yacía sentada en todo el centro de las gradas, suceso que mis ojos fríos, observaban. Cuanto más caminaba, más me acercaba a la persona.
Los rayos del sol penetraban mucho en esta área, en el corazón del bosque, dejando que mis pupilas miraran directamente como las nubes jugaban a la cuerda.
Muchas personas, encuentran en los bosques encantos misteriosos. Pero yo no, y ahora más luego de esta terrible experiencia. Las grandes espesuras siniestramente negras de este lugar me asustaban, y aún más con aquel silencio glacial parecido al de un cementerio. Todo este fatídico escenario me llena de un pueril terror.
Se alza un viento pesado, y por mi espalda pasa un escalofrío de horror, al ver como la figura se levanta mostrándome sus cuchillos.
Él se acerca a mí y respiro con dificultad cuando se detiene justo a unos escasos centímetros de mi cuerpo, dejándome sentir la dureza de su pecho. Se me seca la boca y alzo la cabeza para verlo asustada y nerviosa.
—¿Estás lista?—preguntó con su típico tono lleno de frialdad.
Asentí con la cabeza.
—Ya todos se fueron, así que podemos comenzar—argumentó alejándose de mí.
Harry caminó hasta el ojo de toro que se encontraba en el centro de las gradas y me llamó para que me acercara.
—Soy un ex knife thrower, así que sé manejar los cuchillos. En cambio los invitados solo harán todo lo posible por clavarte uno de estos en el cráneo—me apuntó con un cuchillo de cierra—te enseñaré a esquivarlos y hasta puede que llegues a tomarlos entre tus manos así como hiciste en el show pasado.
Comencé a asentir con la cabeza y él empezó a caminar en círculos mientras yo lo seguía desde atrás como una niña pequeña.
—A partir de ahora no habrá nada de comidas exóticas, solo comerás huevos y espinacas—dijo e hice una mueca de desagrado.
—¿Y en qué me ayudará comer huevos y espinacas?—inquiero arrugando la nariz.
—Estos alimentos son altos en tirosina, un aminoácido no esencial que mejora la transmisión entre el cerebro y músculo, pero además es un activador de la dopamina y la adrenalina.
Solté un bufido por lo bajo.
—También deberemos mejorar tu visión periférica. Este tipo de visión nos permite abarcar un ángulo de 180º y hace que, a pesar de que estemos mirando a un objeto que tenemos delante de nosotros, podamos ver lo que está a nuestro alrededor.
—Suena difícil—murmure.
—No lo es, solo debes comenzar a prestar más atención a los objetos que están en tu ángulo periférico, así podrás aumentar tu capacidad cognitiva y a la vez estar más preparada para la percepción de los cuchillos.
—¿Puedo hacerte una pregunta?—consulté y él asintió—¿cuantos cebos han sobrevivido a estos juegos?
—Eres la primera que ha sobrevivido a más de uno—admite y tomé eso como ventaja—pero eso no te asegura que a la tercera vayas a sobrevivir.
Me quedé estática por el miedo.
Él se acercó a un barril lleno de tomates y se sentó sobre una silla detrás de éste, tomó uno de los tomates que habían adentro y comenzó a jugar con él.
—Ubicate frente al ojo de toro—pidió y con rapidez cumplí su petición—comenzaremos con la primera práctica. Para este ejercicio, yo deberé lanzarte estos tomates. Me encuentro a tres metros de ti, así que deberás esquivarlos con rapidez. Esto te ayudará a mejorar tus reflejos.
—Entiendo—asentí temerosa.
—Comencemos.
Me lanzó el primer tomate y éste me cayó en la cara.
—¡Oye!—replique limpiándome el rostro.
—Debes tener tus ojos sobre el tomate—explica y estire mi cuello preparada.
—Vamos.
Volvió a lanzarme otro y lo logré esquivar, pero al segundo volvió a darme en la cara.
—Podrías dejar de lanzarlos a mi cara—reproche.
Y lanzó otro, pero esta vez cayó en el medio de mis pechos.
—¿Así?—consultó y lo miré ceñuda—si quieres esquivarlos debes concentrarte más en el tomate que en replicarme—sugirió y coloqué mis manos sobre mis rodillas viéndolo retadora.
—Dale con todo lo que tienes—desafíe mirándolo como un toro a punto de atacar.
—¿Estás segura?—preguntó sin ninguna sombra de preocupación.
—Sí—afirmé y él se encogió de hombros.
—Si tú lo dices—murmuró.
Y me arrepiento haberle dicho que le diera con todo, el muy estúpido se lo tomó de verdad y sentí que me iba a matar con esos tomates.
Me cubría el rostro mientras los esquivaba dando gritos agudos al momento del impacto. Lanzaba de dos en dos y no entendía cómo sacaba tal rapidez tan inhumana al lanzar.
Cuando el barril de tomates quedó vacío, yo quedé hecha bolita en el suelo en modo de defensa. Estaba toda llena de pulpa de tomate, mi ropa estaba roja al igual que el suelo y el ojo de toro. Parecía como si hubieran masacrado a muchos en un solo punto.
Harry negó con la cabeza y se acercó a mí, me miró desde arriba de brazos cruzados y yo sonreí con inocencia.
—Veo que esto tomará más tiempo del que imaginé—musita y me levanto del suelo limpiándome el rostro.
—Para ser mi primera vez no lo hice tan mal—mencioné buscando el lado positivo.
—Lograste esquivar solo cinco tomates, y eran quinientos—replicó y suspire afligida—veamos si con el siguiente ejercicio te va mejor—enunció y asentí siguiéndolo al interior del bosque.
Nos ubicamos en un sendero natural de camino ancho.
Harry se dirigió hacia mí.
—Lo que haremos será correr. Los puntos de apoyo irregulares y la imprevisibilidad de las raíces y las rocas que deberás evitar, generarán diversos estímulos a los que tu cuerpo deberá reaccionar con rapidez. Tus reflejos se harán más rápidos si practicas en estos senderos con mayor frecuencia.
Miré la profundidad del bosque y asentí con la cabeza.
—Iré junto a ti en todo el trayecto, así que tendrás que estar al tanto de cualquier obstáculo que se nos presente.
—Entiendo—contesté con mis piernas flaqueando.
Empezamos a correr a una velocidad baja. Con este tipo de senderos naturales, por lo general se corre un mayor riesgo de sufrir lesiones.
Elegiamos senderos diferentes para cambiar un poco las cosas. Según Harry, que al acostumbrarme demasiado a un solo camino, mi cerebro recordará los obstáculos, por lo que no mejorará mis reflejos.
En eso comenzamos a aumentar la velocidad, esquivaba ramas, rocas, raíces y animales, ya estaba sumamente agotada. Pasamos sobre un pequeño río a través de un caminillo de piedras y me caigo al agua soltando un bufido mientras miro como Harry se detiene en mi espera. Me levanto con dificultad y lo sigo tiritando del frío.
Me agarro de las rocas cuando atravesamos dos paredes de piedras altísimas, miro hacia arriba y solo logro divisar un pequeño rayo de sol.
Sigo corriendo siguiendo al chico frente a mí, el cual no parecía dar señales de cansancio.
Estábamos subiendo una montaña empinada. Mis pasos eran lentos y pesados, el sudor bajaba por mi frente en grandes gotas, tenía los labios entre abiertos soltando unos que otros jadeos de cansancio intentando seguirle el paso a Harry.
Caí de rodillas en el suelo, me aferre a una roca y miré con lasitud lo que faltaba. Él seguía corriendo como si no hubiéramos estado dando vueltas por más de una hora.
Estaba agotadísima.
Pero no podía parar, no ahora.
Si quería salir de este lugar debía poner todo mi empeño en esto, debía luchar si quería volver a ver a mi familia.
Me levanté con dificultad y proyecte mi punto final.
Debía alcanzar la cima de la colina.
Comencé a tomar mínimo.
No podía rendirme. Tenía que hacerlo bien si deseaba salir, aunque necesite intentarlo una y otra vez, no puedo detenerme ahora. No ha este punto.
El mayor obstáculo ahora es el rigor. Pero no puedo dejar que esto me derrote. Si sigo subiendo lo puedo lograr.
Corrí con más fuerza y de manera más firme y decidida.
El viento impactaba contra mi cuerpo como un torrente al ir con mayor rapidez, mi cabello danzaba con el aire fusionándose con él.
avanzaba rápidamente y con tanto impulso que, entre un paso y el siguiente, mis pies quedaban por un momento en el aire.
Pasaba los árboles con tanta velocidad que los pájaros salían volando asustados de sus copas.
Corrí y corrí tan rápido que sobrepase a Harry.
Corrí como si una manada de leones hambrientos me seguía.
Seguí paso a paso hasta que lo logré.
Llegué a la cima.
Alzo mis brazos con victoria y luego me desarmo cayendo sobre el suelo de bruces.
Me di vuelta sobre el césped para quedarme boca arriba y contemplar el cielo mientras sonreía para mi misma.
Lo logré.
Harry llegó a mi lado y me miró extendida en el suelo con sorpresa.
—Lo logré—deleite feliz—¡Lo hice! ¡Llegué, Harry! ¡Lo logré!—exclame felizmente y solté un aullido de alegría.
—La verdad que me has sorprendido—confiesa.
—Ven, siéntate—le pedí—descansemos unos minutos.
Él lo pensó unos segundos, pero luego asintió sentándose a mi lado con los pies extendidos sobre el césped.
Cerré mis ojos inhalando el puro aire del bosque y sonriendo ante aquel momento de relajación. Veo a Harry, quien mira con sus ojos perdidos el cielo, se acostó en el suelo con las manos detrás de la cabeza viendo el atardecer.
Me quedé hipnotizada por su perfil, observando sus ojos azules que reflejaban el cielo, sus pestañas largas y rizadas, su pequeña nariz fina y perfilada, y sus labios gruesos que no acostumbran a llevar una sonrisa. Las hebras de su oscuro cabello volaban con suavidad entre el viento. Sus pobladas cejas estaban levemente fruncidas y su cuerpo estaba algo tenso.
Me arrastre hacia él y me apegue más a su costado. Él me miró un poco sorprendido, pero no se quejó.
Seguimos admirando el atardecer y sin darme cuenta mis ojos poco a poco comenzaron a cerrarse hasta quedarme dormida.
No sé ni cómo ni cuándo pasó, pero al despertar me encontraba en mi cama con la pijama puesta y arropada. ¿Quién me ha traído? ¿Habrá sido Harry? Oh Dios que no sea él quien me cambio. Que vergüenza.
Miré el reloj que estaba en la pared y eran las cuatro de la mañana.
Bajé de mi cama y salí de mi habitación sin hacer mucho ruido para no despertar a Annie. El pasillo estaba vacío y tan solo habían unos que otros enmascarados merodeando la zona.
Fui hasta la cocina y tomé un poco de agua mientras volvía a salir y caminaba por el pasillo.
Pasé junto a la oficina de Morgan y la puerta del sitio estaba abierta, pude divisar al dueño de aquella habitación en el fondo, dormido sobre un montón de documentos.
Entré a la oficina con sigilo y busqué algo con que abrigarlo, parecía estar muriendo de frío y aún era muy temprano para despertar.
Tomé una sábana que conseguí sobre uno de los muebles y se la pasé sobre los hombros.
Su sombrero de copa reposaba junto a él en la mesa y su chaqueta estaba en el espaldar de su silla. Él comenzó fruncir el ceño y a murmurar cosas con algo de miedo. La verdad que si lo vi raro, pero no quise darle mucha importancia.
Iba a salir de la habitación para dejarlo dormir, pero de repente siento como me toman de la muñeca. Me detengo y veo a Morgan somnoliento aferrándose a mi mano.
—¿Ya te vas?—preguntó con voz ronca y cansada.
—Seguiré durmiendo—murmure y noto como suspira lastimero.
—¿Puedes quedarte un poco? —consultó de una manera tan vulnerable, que me hizo dudar de que si estaba o no en estado de sonambulismo.
—No creo que sea buena idea—respondí y él me detalló con algo de melancolía soltando mi muñeca.
Le sostuve la mirada unos segundos y mi lado débil me jugó en contra, y terminé aceptando yéndome con él al sofá que se encontraba al otro lado de su oficina. Él me abrió sus brazos y sin otra opción me acurruque contra su pecho.
Sus firmes bíceps me rodearon y por un instante me sentí verdaderamente protegida en medio de ellos.
—¿Por qué murmurabas cosas dormido?—pregunté al sentir la suave caricia que le da a mi cabello.
—Tuve una pesadilla...—confesó en voz baja.
—¿Por eso me has pedido que me quedará?—pregunté y él tardo unos minutos en responder.
—Sí—admitió sin dejar de jugar con mis hebras.
Su toque era tan suave y delicado que podía quedarme así toda la madrugada.
—Morgan—lo llamé.
—¿Sí?
—¿Por qué haces todo esto?
—¿Qué cosa, principessa?
—Todo esto del circo—respondí girándome sobre su cuerpo para verlo.
—No lo sé.... Tal vez porque es mi única manera de estar libre de la persona a la que más le temo—confesó y lo reparé sorprendida.
—¿Y quién es esa persona a la tanto le temes?
—Yo.
Su respuesta fue tan simple y directa que me dejó perdida por unos segundos.
Su aliento me hace cosquillas. Sus manos están sobre mi abdomen y dejo de respirar al sentir sus dedos sobre mi piel, debajo de la camisa de mi pijama.
Está tan cerca que puedo sentir el calor de su pecho en mi espalda.
Nos quedamos otro rato largo en silencio y supuse que ya se había dormido otra vez. Me muevo un poco para acomodarme y de pronto oigo su ronca y seductora voz cerca de mi oreja.
—Anastasia, si sigues moviéndote así mi amigo no podrá dormir—comentó y mis mejillas se sonrojaron.
Tenía razón, un gran bulto se había formado debajo de mi vientre, y podía sentir la grandeza desde aquí. Quise levantarme por la vergüenza, pero Morgan no me lo permitió, atrayéndome más hacia él.
Dios, sentirlo así de cerca hacia que mis hormonas se alborotaran y actuaran como las de una adolescente.
Apreté un poco mis labios y lo miré de reojo.
Auto control, Anastasia. El auto control es muy importante.
¿A quién pienso engañar? A la mierda el auto control.
Doy un sobresalto en el sofá y me siento a horcajadas sobre Morgan para besar su cuello con urgencia. Él abre los ojos sorprendido, pero luego una sonrisa pícara se dibuja en sus labios.
Alcanzo su boca en un beso lleno de hambre, fuego y deseo. Besarlo la primera vez fue un gran error, porque ahora su boca se ha convertido en una gran necesidad para mí.
Él se abre paso entre mis labios, enreda su lengua contra la mía y me estrecha más hacia su anatomía.
Lo disfruto, claro que lo hago. Mierda. Es una explosión de deseos que le hace estragos a mi cuerpo.
Comienzo a hacer movimientos circulares con mis caderas. Él me toma de la cintura y me coloca debajo de su figura con una gran agilidad que no me dio tiempo de pensar.
—¿Y este cambio repentino de actitud?—muerde mi labio y me toma de la barbilla—¿No era que me odiabas?
—Y lo hago—nuestros ojos conectaron y él rio.
—Tus besos no parecen decir lo mismo.
—Es un amor-odio.
Lo tomó del cuello y lo sigo besando.
Los mordiscos comienzan, sus besos empiezan a descender hasta la parte baja mi abdomen y su mano empieza a acariciar mi muslo mientras suelto un pequeño gemido viéndolo a los ojos, éstos estaban oscurecidos. Sentía que tenía frente a mí al pecado de la lujuria viviente.
Mete su mano dentro de mi pijama y ahogo un jadeo al sentir sus dedos sobre mis bragas.
—Dime que soy el único que te pone así, principessa. Que ni siquiera ese novio tuyo logra hacer que te mojes de esta manera—me toma del cuello obligándome a alzar la cabeza—fallo, principessa—exigió en italiano.
—Sí.... Eres el único—confesé entre jadeos.
Vuelve a arremeter contra mis labios, me da un beso salvaje y largo que me hace darme cuenta de que yo misma estoy cayendo en su trampa. Toma mis caderas y las aprieta entre sus manos encajando a la perfección, mientras me obliga a sentir la gran erección que posee.
Él comenzó a desabotonarse la camisa y yo estaba ahí para ayudarlo, mi cuerpo reclamaba su cercanía y mis labios ansiaban en volver a besarlo. ¿Desde cuándo no me sentía tan deseada y desenfrenada?
Morgan lanzó su camisa al otro extremo de la habitación y después me obligó a recostarme sobre él, como antes de que lo comenzara a besar.
Espera.
¿Qué mierdas?
Lo miré indignada y perpleja mientras que él sonreía con un gramo de narcisismo.
—¿Qué? ¿Eso.... Es todo?—cuestioné creyendo que íbamos a hacer algo más—pensé que... Tú ya sabes.... Pero ¿Qué?—murmure totalmente desconcertada.
—¿No es divertido cuando te dejan a medias verdad?—rio y ahí comprendí todo.
Se estaba vengando por lo del auto.
—Imbécil—masculle dándole un golpecito en el pecho.
—Eres fuerte para ser tan enana—soltó con gracia.
—Enana tu abuela—refute cruzada de brazos.
—Amore, yo pienso con esto—señaló su cabeza—no con esto—se tocó la entrepierna—y no soy tan idiota como para que me dejes caliente de nuevo.
—Sigues siendo un imbécil—farfulle levantándome del sofá.
—¿A dónde vas?—preguntó riendo.
—A mi habitación, al menos mi cama no es tan traicionera como tú—le saqué mi dedo medio—ni judas se atrevió a tanto—dije por última vez antes de dirigirme a mi cuarto cascarrabias, oyendo su gran carcajada al atravesar el umbral.
Camino por el pasillo echa una bola de fuego por dejarme así. Solo se separó y dijo "Ya" ¿Quién se cree para dejarme calenturienta? O sea, yo tenía mis excusas cuando se lo hice a él, tenía la cuerda debajo de mi ropa y me podía exponer, pero él no tiene ¡Nada! Lo hizo solo por mero gusto.
Hasta ya se me fue el sueño.
Todas las puertas del pasillo están cerradas y solo pequeñas luces sobre el techo iluminaban el corredor de manera tenue.
En una de las puertas del lado izquierdo se oían unas risas y voces. Por la orilla de la puerta se podía ver que las luces estaban encendidas, y eso significaba que estaban despiertos del otro lado.
Me acerco a la puerta y si no me equivoco esta es la habitación de los mellizos, doy tres toques y cuando oigo el pase no lo pienso dos veces al momento de entrar.
Al abrirla, no me encuentro solamente con los mellizos, sino que Chaniel, Rory y Junior –como le dicen a su muñeco– también estaban en la habitación.
—Era un niño tan feo, pero tan feo, que cuando nació el médico dijo: - Si no llora en diez minutos, es un tumor.
Todos ellos comenzaron a reírse del chiste que había dicho Chaniel y cada uno tenía la cara roja de la risa, hasta unos que otros tuvieron que poner sus manos en el estómago porque les comenzaba a doler de tanto reír.
Jules es la primera que logra cesar su risa y dirige su tierno rostro hacia mí mientras regulaba su descontrolada respiración.
—Anastasia—se limpia una lágrima—que bueno es verte. Has llegado justo a tiempo, Chaniel nos está contando unos chistes muy graciosos—sonríe divertida.
—¿Qué hacen despiertos a las cuatro de la mañana?—inquiero alzando una ceja.
—No podíamos dormir—habla Junior.
—¿Los muñecos duermen?—consulta Chaniel.
—Sí, y te digo que se ve mejor dormido que despierto—masculla Rory y el muñeco gira su rostro hacia él, acusadoramente.
—¡Te oí!—le da un manotazo.
—¿Por qué tienes cara de que te han dejado con las piernas abiertas?—interroga Chaniel y me contengo las ganas de lanzarle una silla.
—Por nada—digo regañadientes sentándome entre Jules y Peter.
—No me digas, no me digas, que yo adivino—pide Chaniel dramáticamente—¿Morgan te ha dejado calenturienta y estás enojada por eso?—me miró en busca de que le haya atinado.
—¿Eres brujo o algo así?—cuestioné y su sonrisa se ensanchó.
—¡Lo sabía!—exclama con victoria.
—Tranquila, Morgan es así muchas veces—me anima Jules y veo como todos los ojos se posan sobre ella.
—¿Y tú cómo lo sabes?—interroga Peter y su hermana lo mira con obviedad.
—Porque siempre le hace eso a Katie, a María y a Annie—comenta mirándonos a todos.
—¡Espera! Alto, alto y stop—interviene Chaniel—¿Cómo que a Annie?—enfatiza con los ojos muy abiertos.
—Ya hablé mucho—dice la menor con las manos sobre su regazo y la cara seria.
—Jules, esto es de vida o muerte—suplicó Chaniel.
—¿Y por qué quieres saber si Annie se acostó con Morgan?—consulta Junior y todos posan sus ojos sobre Chaniel, quien sonríe con nerviosismo y se le tiñen las mejillas de rosado.
—Sí, ¿Por qué?—cuestionan los mellizos al mismo tiempo.
—Yo sé el por qué—sonrío con malicia.
—¿Ah si?—dicen los mellizos.
—¡¿Ah si?!—se exalta Chaniel.
Me acerco un poco a él y pongo mi dedo en el centro de su tórax.
—Te gusta Annie—maulle y el rostro de Chaniel se puso de todos los colores del arcoíris.
—Pfff, para nada, p-pero que cosas tan graciosas dices Anastasia—finge desconcierto.
—Entonces no te importaría saber que esta haciendo Annie en estos momentos con Morgan—mencioné desinteresada y veo como se le prenden los humos.
Di en el blanco.
—¿Cómo que ahora con Morgan?—se levantó yendo directamente hacia la puerta y comencé a carcajear.
—Entonces si te gusta—ronroneo empalagosa.
—Solo no quiero que mi mejor amiga salga lastimada por culpa de Morgan, él es todo un Don Juan y no deseo que caiga en sus atrayentes garras, es todo—se cruza de brazos indignado.
—O tal vez no quieres saber de que Annie tuvo algo con Morgan y contigo no—me encogí de hombros y él me miró un poco entristecido.
—¿Si tuvo algo con Morgan?—sus orbes claros observaron a Jules y ésta se limitó a asentir con la cabeza—¿Cuándo?
—Un día antes de que Anastasia se uniera al circo—murmuró.
—¿Lo.....—Chaniel tragó grueso—....hicieron?
—No, no lo hicieron. Por eso ellas me dijeron que es como un microondas, calienta la comida, pero no se la come—dice rápidamente la chica con la intención de no lastimarlo—ellos se estaban besando como animales salvajes detrás de la carpa, pero no llegaron a nada, te lo juro.
Chaniel meditó las palabras de Jules y luego me miró de una manera extraña, su típico brillo divertido desapareció de un momento a otro, y su típica sonrisa alegre se esfumó sin más.
—Ya veo—murmura bajando la cara y tomando el pomo de la puerta—yo.... Yo mejor me iré a dormir—sonríe débilmente.
Y salió sin más nada que decir.
—¿Qué acaba de pasar?—rompe Junior el silencio que quedó en la habitación.
—Eso fue extraño—murmuró Rory—iré a ver que le pasa.
—Espera—lo detuve cuando se iba a levantar—iré yo, yo fui la que quiso molestarlo—pedí y el contrario asintió lentamente con la cabeza volviendo a su asiento—ya vuelvo.
Salí de la habitación y cerré la puerta con cuidado.
Busqué a Chaniel por todo el lugar, pero no lo encontraba por ningún lado. Desapareció tan rápido que creí que lo poseyó Flash.
Lo busqué por todos lados, hasta que lo encontré en la parte exterior del bosque, en donde algunos enmascarados deambulaban entre los árboles haciendo vigilancia.
Él estaba de pie en medio de las gradas con la cabeza hacia arriba contemplando las estrellas, su silueta se veía oscura y su cabello se movía suavemente por el viento.
Me acerqué a él desde atrás y Chaniel pareció sentir mi presencia,ya que se volteó y me detalló. Sus ojos estaban opacos y caídos, sus labios descansaban en una línea fina y sus brazos estaban tendidos a sus costados de una manera vaga; ya se parecía a Zazel.
—Chaniel....—musité y él miró el suelo por un microsegundo—yo... Lo siento, no debí molestarte con eso—me apene.
—Tú no hiciste nada, Anastasia—respondió en voz baja.
—¿Entonces por qué te fuiste?—pregunté preocupada.
—Solo quería tomar aire libre—fuerza una sonrisa.
—Chaniel—me acerco más a él—¿Qué te pasa? ¿Es por Annie?
Me sostiene la mirada por un momento, pero ésta no expresa nada.
—Es triste darme cuenta que tiene tiempo para todos los demás, pero no para mí—confiesa y siento algo de tristeza por su estado.
—Oh Chaniel, no.... Yo sé que a Annie también le gusta pasar tiempo contigo—lo intenté animar—¿Por qué te sientes así ahora?
—No lo sé.
—¿Cómo que no lo sabes?—cuestioné sin comprender.
—No me entiendo, estoy bien, me río y me divierto con Annie, pero muy en el fondo siento un vacío que no desaparece—se toca el pecho con los ojos brillantes.
Es una imagen que me rompe en pedazos.
No lo soporto más y lo abrazo, él tarda en corresponder, pero luego se aferra a mi cuerpo llenando de lágrimas mi hombro. Acaricie su espalda y él soltaba inaudibles sollozos mientras que sus manos apretaban mi pijama con impotencia.
Después de un largo rato él se separa de mí más calmado y se limpia la cara con los antebrazos.
—¿Sabes?—se sorbe la nariz—gente como tú vale la pena, eres de las que pide perdón y vuelven a hablarte después de una pelea por miedo a perder a las personas. Personas como tú, es la que todos necesitamos.
Le sonreí y volví a abrazarlo.
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