🎪Chapitre VIII🎪

Llegamos al circo y yo me aproxime a mi habitación cerrando la puerta de un portazo. Me lancé en mi cama y con mi almohada cubrí mi rostro para ahogar un grito de frustración. La alejé y la abracé de medio lado sintiéndome una completa idiota, casi cometía una verdadera estupidez y si no fuera por la soga ya habría engañado a Matt. Oh Dios, ¿pero en qué demonios me he convertido?

Suspire afligida y me acuesto boca arriba en posición estrella mientras pasaba con suavidad las yemas de mis dedos sobre mis labios recordando el beso.

¿En serio había besado a Morgan? ¿Cómo rayos un simple beso pudo sentirse así de bien?

Tal vez sea un beso del cual no podré sacar de mi cabeza. Sé que no lograré librarme de ese momento apasionado que vivimos hace un rato. Siento la suavidad de sus labios sobre los míos y éstos comienzan a cosquillear, pero cada vez que tal escena ronda por mi mente, lo que hace es enterrar un puñal en mi alma, al recordar a Matt.

La puerta se abre y Annie entra a la habitación lanzándose a su cama cansada e ignorando categóricamente mi presencia. De un momento a otro comienza a roncar y ahí supuse que se había quedado dormida.

Bajé de mi cama y tomé una manta para arroparla. Ella respiró profundamente removiéndose en el colchón y soltando otro ronquido, reí un poco al oírla y sonreí quitándole el cabello del rostro.

—Sabes que no es la bella durmiente, ¿Cierto?—cuestionó la voz de Chaniel a mis espaldas y miré a Annie con una sonrisa de boca cerrada.

—Se ve cansada—murmure y él entró a la habitación por completo.

—No es fácil cargar con el peso—dijo mirándola dormir, y la verdad es que me sorprendió ver una sonrisa nostálgica sobre sus labios en vez de una burlona, como la que acostumbraba llevar.

—¿Qué peso?—pregunté sin comprender.

—Hoy se cumplen trece años desde que los padres de Annie fueron asesinados—confesó y miré a la azabache que dormía plácidamente.

—¿Qué?—formule perpleja y él me observó suspirando—¿Cómo? ¿Cómo murieron?—solté bastante perdida.

Chaniel pareció meditarlo unos minutos y luego se sentó en el sofá haciéndome un espacio junto a él.

—No soy nadie como para decírtelo, pero como me agradas al igual que a Annie, te lo contaré—volvió a ver hacia la cama—Annie tuvo un pasado muy trágico al presenciar el asesinato de sus padres por deudas. Antes ella era una niña feliz y expresiva, totalmente lo contrario a la chica hostil y tajante que conoces ahora.

—Si ella presenció el asesinato ¿Cómo logró....?—me cortó.

—¿Quedar viva?—completó mi frase—ella al ver como uno de los asesinos comenzaba a apuñalar a su padre sin piedad mientras él le rogaba por su ayuda, a pesar de que se encontraba asustada en un inicio, ella se convenció de que este mundo era una completa mierda, y con toda la valentía que recolectó, tomó el revólver del cinturón de uno de los hombres que apuñalaba a su padre y sin más que esperar apretó el gatillo, volandole los sesos de un solo tiro al sujeto. Empezó a dispararle a todos los hombres que asesinaron a sus padres, hasta que ella quedó rodeada de cinco cadáveres, sola.

Un dolor se presentó en mi estómago, un horrible sentimiento se apoderó de mi cabeza al saber lo que tuvo que presenciar.

—Que triste historia...—musité viendo a Annie.

—Todos los que estamos en este circo tenemos una historia que nos marcó. No vinimos a este lugar solo por placer propio, todos nosotros somos una familia, ya que nos apoyamos cuando más lo necesitábamos. Por eso cuando Morgan oyó sobre lo que te hizo Katie, exigió inmediatamente una reunión con todos. Nuestra cuarta regla en el circo es no atacarnos entre nosotros mismos—explicó y luego se levantó con una sonrisa de oreja a oreja como si lo que me hubiera contado hace unos minutos no fuera una historia trágica—bueno, ahora te diré a que vine. Morgan pidió que entre tú, Isaac y Harry vayan a las mazmorras a hacer la limpieza semanal, les toca a ustedes tres—comentó cantarín.

—¿Limpieza semanal? Tienen dinero de sobra para contratar a miles de hombres que los resguarde, además que tiene para crear tal lugar que resulta más lujoso que mi propia casa, ¿Y no tienen dinero como para contratar a alguien que limpie?—inquirí con sorpresa.

—Nah, si hay dinero para contratar personal, simplemente que a Morgan le gusta vernos ocupados y no vagando sin hacer nada—se encogió de hombros—Isaac y Harry te esperan fuera del circo. Te recomiendo que te apresures—y salió de la habitación.

Me quedé observando a Annie un momento antes de salir, pensando en que estará sintiendo en este momento, y luego salgo apagando la luz detrás de mí para que descanse.

Hice lo que Chaniel me pidió y salí del circo encontrándome con Isaac y Harry en la entrada esperando por mí.

—Hola Anastasia—saluda Isaac con un tono cordial, pero a la vez coqueto.

—Hola—correspondí y miro Harry el cual permanece callado—¿Qué haremos?—pregunté con curiosidad.

—Limpiar las mazmorras. El hijo de perra de Morgan es un maldito grano en el trasero, ¿A caso le cuesta mucho contratar a alguien que limpie por nosotros? O al idiota le gusta vernos sufrir—gruñe indignante mientras comenzaba a caminar en medio de Harry y yo.

—Creo que la segunda. Conociendo lo imbécil que es, ésta es la más viable—comenté y él rio con jovialidad.

—Me agradas mucho Anastasia—admite mirándome a los ojos de forma encantadora y me ruborizo bajando la cabeza—bueno....—cambia de tema—empecemos a hacer el trabajo del capullo. A veces me pregunto si lo habrá parido un teletubi o algo así—negó con la cabeza encaminándose a la parte trasera de la carpa.

Isaac se acercó a una puerta de metal blindado y nos invitó a pasar a través de ésta. El primero en bajar fue Harry y después yo, seguida de Isaac.

La puerta se cierra de golpe y doy un pequeño brinco en mi sitio al oírla cerrarse. Todo había quedado muy oscuro y no podía ver nada. De pronto una luz se enciende y veo a Isaac con una linterna en la mano, siendo poseyente de una sonrisa chancera.

Harry empezó a bajar la escalerilla rápidamente y detrás de él fue Isaac, y como mis piernas me lo permitían, corrí tras ambos para no quedarme sola en la espesa oscuridad.

Cuando llegamos al suelo, Isaac oprimió un encendedor y en todo el lugar se encendieron pequeños faroles, aunque no hicieron mucho efecto, ya que el color piedra de las paredes y el óxido de las rejas le quitaban el brillo al lugar.

Esto olía asqueroso, era repugnante, tanto así que sentí un escalofrío del asco. Era como una mezcla de orina, heces y vómito. Intento contener la respiración para no desmayarme gracias a esta horrible peste.

Pasamos por una de las primeras celdas y veo tres cuerpos comenzando a descomponerse. La comida se me devuelve y siento la necesidad de vomitar, pero me contengo.

En la mayoría de las celdas hay cadáveres y eran muy contadas las que no tenían. Desde algunas se oían llantos abrumantes y gritos de agonía.

Tragué grueso intentando calmarme y apegándome un poco más hacia Isaac.

Varios brazos salen de las barras de las celdas a medida que paso, pobres personas rogando por mi ayuda y yo aquí sin poder brindarselas.

En una de ellas, una chica se encontraba con las rodillas contra su pecho, soltando un grito aterrado mientras se tapaba las orejas con las palmas de las manos. Su cara estaba ojerosa y llena de moho junto con gusanos arrastrándose sobre una de sus heridas abiertas cerca del labio. Ella rogaba por ayuda en tanto se repitía a sí misma que morirá y no podrá salir.

Al llegar al final de las mazmorras Isaac me explicó lo que haría y con algo de desagrado acepté sin otra alternativa.

Me tocó limpiar las últimas celdas.

Me adentre a la primera que limpiaria y allí se encontraba un cuerpo en el suelo, me acerqué a éste y con el palo de escoba lo toqué para ver si seguía con vida. Al asegurarme de que si era un cadáver, le di vuelta y solté un grito tan fuerte que tuve que ponerme las manos sobre la boca para retenerlo.

La cara del cadáver estaba sin sus ojos y el vacío que éstos dejaron estaban llenos de insectos. La boca estaba cosida con hilo y aguja y su nariz estaba rota.

Estire mis guantes y me los acomode bien para recoger el cuerpo y ponerlo dentro de una bolsa de basura negra. Con mucho asco logré meter el primer cadáver para dejarlo frente a su celda y que los hombres enmascarados vinieran para incinerarlo. Empecé a limpiar la prisión y a quitarle todo el hedor y así sucesivamente empecé a ayudar.

Al terminar con la última celda, bote los guantes al basurero y me limpié el sudor de la frente agotada.

—¿Ya te cansaste niña bonita?—inquirio una voz a mi lado y casi muero del susto al ver a Katie junto a mí, detrás de las rejas.

—Bueno, jamás había intentando desechar cadáveres, ¿Qué se podía esperar?—solté con sarcasmo.

—No me agradas—masculla viéndome a los ojos.

—¿En serio? Mira que no me he dado cuenta—comenté irónica.

—Sé que planeas algo y haré todo lo que esté a mi alcance para hacer que tu propósito no se cumpla. Y al hacerlo, te tortutare tanto que tu única alternativa será rogar de rodillas para que me apiade de ti.

—¿Por qué no te ahorras todo eso y simplemente me matas?—la encare y ella suelta una risa amarga.

—Porque después de todo no puedes matar "al héroe de la historia" ¿No?

Su frase me dejó desbalanceada por un segundo.

—¡Anastasia! ¿Ya terminaste?—preguntó Isaac del otro lado de las mazmorras.

—¡Sí! Voy en un momento—exclame y volví a mirar a Katie.

—Vete y disfruta con tus nuevos amigos mientras tengas tiempo—fue lo último que dijo antes de alejarse y adentrarse a su celda.

Corrí en busca de los chicos al oír las amenazantes palabras de Katie y cuando los encontré, miré hacia atrás con cierto temor.

—¿Ya terminaste?—interrogó Isaac y asentí con la cabeza.

—Sí, aunque la verdad tengo cierta duda, ¿Cómo es que son tan creativos para desfigurar cuerpos?—consulté con sarcasmo y él soltó una carcajada ronca.

—Años de experiencia—alegó con gracia.

—Ya veo. Ya sé a quienes acudir cuando necesite ayuda para desfigurar un cadáver y que nadie lo reconozca—alcé mis cejas divertida.

—Amo a esta chica—murmura Isaac dando un paso hacia mí.

—Isaac—intenta sermonearlo Harry al notar sus intenciones.

—¿Qué?—lo atisba el nombrado.

—No cometas ninguna estupidez.

—No haré nada—finge inocencia.

—Ella es de Morgan.

—¡Que no soy de nadie!—replicó y veo como el de orbes grises y con formas de almendra sonríe de medio lado.

—Es cierto, ella no es de nadie—Isaac acaricia mi mejilla con gentileza.

—Nos meteremos en problemas si haces lo que planeas hacer—se preocupa Harry.

—Debemos aprovechar que el idiota no está ¿Cierto?—alterna sus pupilas dilatadas entre el moreno y yo—Cuando el gato se va, los ratones hacen fiesta—musita seductor acercándose cada vez más a mí.

Por inercia doy un paso hacia atrás chocando con el pecho de Harry, quien me toma de los hombros para evitar que caiga sentada en el suelo.

—Isaac, si le haces algo, Morgan te sentenciara a un peor castigo que el de Katie—advirtió el más cuerdo.

—Me vale una mierda lo que Morgan diga, ¿Aún no te ha quedado en claro, Harry?—brama Isaac y miro al oji azul que está a mis espaldas asustada—tranquila, Anastasia, nosotros somos mejores que Morgan. Ese hombre no ha hecho nada más que lastimarte desde que llegó.

—¿Q-Qué haces?—titubeo al ver como toca mi clavícula con sus dedos.

Nota mental: Carga un bate siempre que salgas con alguien de este lugar, nunca sabes cuándo puede serte necesario.

—Solo queremos divertirnos—explica Isaac cautivado.

El rompe el espacio entre nosotros y junta sus labios con los míos para pasarme su mano por mi cabello, dándome un beso lleno de avaricia. Estigmizando mi nuca y moviendo su boca con agilidad.

Estoy tan perpleja que no respondo al beso y me quedo estática mientras él se separa y lo observo completamente aturdida.

—¿Qué te gustaría que te hiciera? Dímelo—preguntó con una voz tan baja que me hizo estremecer.

Quedé estática sin saber que hacer o decir.

—Morgan nos matará—dijo con los nervios a flor de piel Harry.

—La vida es solo una, así que cagala cuanto puedas—es lo último que dice antes de volverme a besar apasionadamente.

Mi mente no da señales de respuesta, y simplemente me dejo llevar por el beso. Tal vez si probaba otra boca podría quitarme el hipnótico sabor de los labios de Morgan de la cabeza.

Siento como Isaac desciende por mi cuello dejando besos húmedos, deteniéndose en el camino de mis pechos y acariciando la parte baja de mi abdomen.

—Solo se vive una vez—murmura Isaac observando a Harry mientras me atraía más hacia su pecho firme.

De repente, siento otro par de brazos rodeando mi cuerpo y diviso a Harry empezando a subir mi cabello para comenzar a besar mi nuca con delicadeza. Con su mano libre me cubre los ojos y sigue bajando sus besos hasta mis hombros en donde al final se acerca a mi oído y respira cerca de él provocando que tiemble en mi lugar. Muerde mi lóbulo y me atrae más hacia su cuerpo, haciéndome sentir su dureza.

Isaac me da vuelta y me obliga a enfrentar a Harry, quien tiene las pupilas dilatadas y los ojos entornados. El chico también arremata contra mi boca con un beso tan lujurioso y salvaje que me deja viendo estrellitas.

Mi mente estaba más perdida que el Titanic y veía como toda mi dignidad se iba al pique.

Besé a Isaac dándole a su paso un mordisco en el labio bajando lentamente y después beso Harry haciendo una danza sincronizada con nuestras lenguas.

Probaba una boca, luego a la otra, y así íbamos hasta que Isaac comenzó a besar la cara interna de mis muslos al subir una de mis piernas a su hombro y Harry empezó a desabotonar mi camisa poco a poco dejando al descubierto el brasier de encaje blanco que traía bajo la ropa.

Estaba muy excitada, eso no lo podía negar, pero el maldito beso de Morgan no se borra.

Tal vez engañe a Matt con esto, pero la culpa de lo que hice con Morgan es más grande, porque su manera tan exquisita y especial de mover su boca me dejó delirando.

En ese momento un gran estruendo se oye, la puerta de las mazmorras fue abierta a la par dejando que la luz del exterior se colara dentro de aquella área subterránea.

Harry se separó de mí al instante al oír el ruido, en cambio Isaac, me toma de la cintura, acorralándome contra la pared y siguió besándome en tanto sus manos tocaban mis caderas y guiaba a mis piernas para que se enrollaran en su cuerpo.

—¡Les pedí que limpiarán las mazmorras, no que la convirtieran en un prostíbulo!—replica la voz de Morgan al final de las escaleras.

Intento separarme de Isaac al escuchar su tono colérico, pero éste no me suelta.

De repente, todo pasa tan rápido, que veo a Isaac en el suelo cubriéndose la nariz ensangrentada y a mi contra el pecho de Morgan, quien me rodeaba de brazos en modo de protección.

—No la vuelvas a tocar, no la vuelvas a mirar, ¡Y mucho menos....! La vuelvas a besar—rechisto amenzante y diviso como Isaac ríe tendido en el mármol.

—¿No decías que era un simple cebo, Morgan? Ella no nos rechazo, así que no encuentro la necesidad de tu enojo—reclama Isaac limpiándose la sangre que caía de sus fosas nasales.

Morgan tensa la mandíbula y después siento como me carga sobre su hombro y me saca de las mazmorras.

Empiezo a patalear y a golpearlo por la espalda exigiendo que me baje, pero me ignora y simplemente sigue con su camino hasta dentro del circo. Caminó por el pasillo dando zancadas y entró a su oficina sentándome sobre el suelo. Sinceramente esperé a que me soltara bruscamente, pero no fue así.

De la pared junto mí, tomó unas cadenas con grilletes y me esposo a su escritorio. Forcejeo contra él, pero el muy imbécil me deja en el suelo sin tener movilidad a más de un metro.

—¡Sueltame!—exclame y él se acercó a su escritorio para sentarse a revisar unos papeles.

—No te irás de aquí hasta que yo lo decida—decretó distante—eres mía, eres mi cebo y eres mi juguete, ¿Te quedó claro?

—¡No soy tuya!

—De todos modos no te soltare. Te quedarás aquí.

—Pero, ¿Por qué?—pregunté alterada.

—Porque literalmente estabas a punto de hacer un trío debajo de mi circo—enfatizó con enojo—¿Y sabes qué es lo peor? ¡Que lo aceptaste gustosamente! ¡A mí me diste una bofetada y me dejaste caliente!—exageró y rodé los ojos ante su pataleta.

—Ellos no son los que me tienen encadenada en estos momentos por celos—dije encolerizada y se cruzó de brazos mirándome de forma irreverente.

—Yo fui el que te dejó con vida y no te vendió, pero como veo, no estás a gusto aquí conmigo, así que tranquila, volveré a llamar al chico que quiso comprarte antes y te vendere—amenazó buscando su móvil para marcar a su número.

No me inmute sabiendo lo orgulloso que es Morgan. No lo llamará.

—¡Al menos con ese chico podré estar mejor!—exclame furtiva.

—¡Bueno!, si tanto te gusta ¿Por qué pediste mi ayuda?—me reclamó levantándose de su silla.

—¡Porque no conocía la mierda de persona que eres!—escupí y todo quedó en silencio por mis palabras retumbantes e hirientes.

Mi respiración descontrolada era lo único que se oía. Había un silencio tan sepulcral que hasta se podría escuchar el sonido de una aguja cayéndose al suelo.

Morgan tensó la mandíbula y apretó sus puños a los costados.

—Ya veo—murmuró regañadientes, sin apartar sus ojos de mí—no puedo entenderte, no sé que es lo que quieres. Primero pides mi ayuda como si fuera tu ángel celestial y ahora me gritas en la cara que soy una mierda de persona. Claro que se que lo soy, pero es muy bipolar de tu parte. ¡Eres una maldita loca!

—¡Y tú eres un desgraciado!—lo miré desabrida.

—Esto es una porquería—se quejó—debí haber oído a Isaac y tuve que venderte ese día.

Me quedé viéndolo con dolencia y él se acercó a mi posición sacando su arma detrás de la chaqueta para empuñarla y apuntarme la frente.

No bajé la cabeza, lo encare con todo el orgullo que sentía en ese momento y presenciaba el aura oscura que emanaba su cuerpo contra el mío.

—Voy a matarte para terminar con toda esta estupidez. Es lo que debí haber hecho desde un principio.

—¡Hazlo!—pedí—¡Estoy cansada de todo esto! Solo aprieta el gatillo.

Él no movió un solo músculo.

—¡Solo hazlo!—exigí poniéndome el arma en la boca y en sus ojos noté cierto brillo de decepción.

—¿Estar a mi lado te asusta y este revólver no?—soltó una risa sin chispa bajando el arma y lanzándola sobre su escritorio—esto es una mierda—salió de la oficina cerrando la puerta de un solo golpe.

Me quedé en el suelo viendo por donde se fue y solté un grito de furia junto a un vano intento de quitarme las cadenas.

Esto era absurdo, él era un maldito celopata enfermo. Yo puedo hacer lo que quiera, él no es nadie para mantenerme aquí encerrada por eso.

Sintiéndome una fracasada, me dejé caer poco a poco contra la pared, poniendo mis rodillas en mi pecho e insultándolo internamente.

Pasé horas sola y encerrada en su oficina, muriéndome del frío porque el aire acondicionado estaba muy bajo. Me hice bolita en el suelo y con mis manos temblorosas busqué entre mi cabello un gancho para poder abrir las cerraduras de mis cadenas. Pero no sirvió. En las películas se veía más sencillo.

Lancé el gancho al otro lado de la habitación ya frustrada y la puerta se abre mostrándome a Morgan sin su sombrero de copa y con la corbata suelta.

Él no me dirige la mirada y solo entra sentándose en su escritorio para hacer papeleo. Lo miro en busca de sus ojos, pero él no parece prestarme atención.

Bueno, es mucho mejor. Tampoco tenía ganas de seguir hablando con ese idiota.

Hago un mohín viendo mis piernas extendidas en el pavimento mientras movía de un lado a otro mis pies. Volví a atisbar a Morgan con recelo y él aún seguía serio revisando sus documentos.

Es extraño verlo callado, más y cuando él acostumbra a molestar con su mera existencia cada tres segundos.

Creo que Morgan sí tiene razón, soy una bipolar.

—¿No dirás nada?—hablé rompiendo el silencio, pero me sorprendió ver que no respondió—el que seas lindo no te da derecho a ser grosero—replique y guardó unos papeles dentro de una gaveta.

—No fui grosero, solo honesto—murmuró sin verme y después se detuvo en seco para levantar la cabeza y dirigir sus ojos hacia mí—espera, ¿Dijiste que era lindo?—sonrió de manera encantadora—eso si que es inesperado.

—¿Y yo era la bipolar?—cuestioné.

—Olvido muy rápido las cosas—se encogió de hombros y me río por su drástico cambio de actitud.

—Para ser un psicópata eres bastante manso—me burlo y él se encoge de hombros.

—Sí, ya me lo han dicho.

—Quiero que sepas que mi vida es mía y no puedes hacer lo que quieras con ella. Y si yo quiero, puedo arruinarla cuanto quiera.

—Lo sé—respondió pesaroso.

—Eres pésimo discutiendo—dije con vehemencia.

—¿Y que te gustaría que te dijera?—suspiró sin comprender.

—Acabas de follar ¿Cierto?—inquirí enarcando una ceja y él me miró inocentemente.

—¿Por qué lo preguntas?

—Es la única manera con la que puedes estar de tan buen humor.

—Me siento halagado de que me conozcas tan bien—se puso una mano en el pecho con dramatismo.

—¿Eso es un sí?

—Absolutamente.

Una pequeña punzada de celos se apodera de mi pecho, pero no le tomé importancia.

Recuerda Anastasia, Morgan es el enemigo.

Me repetí continuas veces en la cabeza y asentí convenciéndome a mi misma de tales palabras.

—No me gusta pelear contigo—admite cruzando miradas conmigo y su confesión me tomó por sorpresa.

Solté un largo suspiro.

—No fue en sí una pelea, más bien lo consideraría como una conversación. Es donde uno de nosotros habla y el otro escucha y resolvemos el conflicto.

—Es que así funciona para ti—sonrió divertido.

—Es algo loco ¿Cierto?

Ambos nos quedamos en silencio viéndonos el uno al otro.

En ese momento tocan a la puerta de su oficina, un hombre enmascarado aparece y se coloca frente Morgan con la cabeza en alto.

—Habla—exige neutral su jefe mientras firmaba unos papeles.

—El Duque Andrew falsificó los billetes—informó el hombre y pude ver como el bolígrafo que Morgan sostenía entre su mano se rompe en dos.

—¿Cómo que los falsificó?—consultó su superior con ímpetu.

—En los análisis lo descubrimos—explicó.

—¿Cuantos millones eran?

—Ciento ochenta—responde y Morgan lo detalla sonriendo agridulce.

—Traelo al circo y encierrenlo en el cuarto blanco. Y traiganme a su esposa a mi oficina—ordena arrojando a la basura el bolígrafo que rompió—ese imbécil no me verá la cara de estúpido.

—¿Ahora?

—¡Sí, ahora!—demandó y el enmascarado asintió con temor.

—Ya se los traeremos—concluye saliendo de la oficina.

Morgan apoya sus manos al borde de su escritorio y sonríe de lado de una manera retorcida tan retorcida que asusta.

De repente, me mira y sus orbes verdes son tan filosos que me intimidan.

—Irás conmigo al cuarto blanco para que veas que cosas le hacemos a las personas que intentan pasarse de listos con nosotros, aquí en el The Circus Of The Forest.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top