Capítulo 7: Zylia
Parecía ser de mediodía cuando llegamos a una aldea mucho más grande que la de Isleen, se encontraba en la ladera de una montaña pero con casas muy similares.
Esta vez, los aldeanos nos miraron con expresiones distintas, con curiosidad y recelo. Avanzamos sin ser interrumpidos primero por un improvisado puente y luego por entre las casas. Niños corrían y gritaban emocionados por un juego, mientras que sus padres estaban vigilándolos o sumergidos en sus deberes.
-¿En dónde estamos? -No pude evitar preguntar. Klaus caminaba junto a mí a paso decidido como si conociera muy bien el lugar.
-Zylia.
Nos detuvimos frente a lo que sería el centro del pueblo y con semblante serio se dirigió a mí:
-Quédate aquí y no hables con nadie.
-¿Por que no?
-Porque es peligroso.
No esperó respuesta y siguió caminando.
¡Pero que frustrante es este hombre! No entiendo quien se cree que es para venir a callarme. Peligroso o no, el no debería mandarme. Ni siquiera lo conozco.
Mi estomago gruñía deseoso de comida y mis labios curtidos pedían algo de beber.
Alrededor mío sólo había gente que me observaba desconfiada pero visualicé a mi izquierda, una carreta que estaba repartiendo comida. Me dirigí hacia allí.
Un hombre intercambiaba comida a cambio de otro tipo de alimentos o algo de valor. No sé que podrían considerar de valor en este lugar.
-Disculpe- hablé confiando que mi voz sonara natural. Estaba orgullosa de mi misma- me gustaría una manzana, dos quizás.
- ¿Qué me darás a cambio? –preguntó aburrido.
-Verá...- no sabía como decirle- no tengo nada para ofrecerle.
Chasqueó la lengua.
-Entonces piérdete.
Hijo de p...
-Yo pagaré por lo que quiere la joven- ofreció una voz masculina mientras que le pagaba con algo que no pude ver que era. Era un anciano canoso mucho más bajo que yo. Tenía el rostro anguloso y lleno de arrugas, parecía de más de cien años. El hombre del carruaje tomó las dos manzanas y me las tendió.
-Muchas gracias- sonreí agradecida al anciano. Al fin un alma decente. Me alejé en dirección a donde había visto por última vez pero él me llamó:
-Joven- no había gritado pero escuché su voz a la perfección. – ¿se puede saber de dónde vienes?
-De Daelyn- respondí recordando lo que había dicho Isleen.
- Oh, he escuchado que la aldea fue destruida- mi corazón pareció detenerse ante el descubrimiento. – Lo siento, pensé que sabías.
Negué con la cabeza.
Me sentía una cobarde por haber huido y dejado que se enfrentaran solos, pero una parte de mi sabía que no hubiera podido hacer nada. Sin embargo, eso no me hizo sentir mejor.
-Escapé de allí.
Mi voz salió con un dejo de tristeza.
-Ven, puedes acompañarme a mi casa. Se ve que estas agotada.
No sé que fue lo que me llevó a confiar en ese extraño pero me limité a asentir. Algo en él parecía mostrarme que era digno de confiar. Esperaba que mi decisión no fuera equivocada.
Nos detuvimos frente a una casa muy parecida al resto y me hizo ademán para que ingresara.
-Adelante, siéntate, debes estar muy cansada.
-Gracias al cielo- murmuré agradecida cuando tomé asiento en el suelo. Extrañaba la comodidad de los sillones y la cama. Estaba mental y físicamente agotada. Hice un esfuerzo para no caer rendida en ese momento.
-Te he estado esperando – informó una voz desde la oscuridad. Di un respingo cuando vi a Klaus salir de una esquina de la casa, mirándome fríamente pero sin dirigirse a mí agregó: - tenemos una charla pendiente, Alden.
-Eres aún más insistente de lo que creí joven.
-Todavía no sabes de lo que soy capaz anciano.
-No te olvides que yo también fui un guardián del rey. Tú sólo eres un mocoso principiante.
Se podía sentir la tensión en el aire y yo no paraba de mirar de una persona a la otra intentando descifrar de qué hablaban.
Rememoré lo que había escuchado de ello, si ambos eran sirviente del Rey, habían asesinado a las sacerdotisas y contribuyeron a la muerte de los elegidos. Esto se había vuelto más complicado de lo que creí.
-No te conviene desafiarme, sólo vine en busca de información.
- Siempre vienes a lo mismo, ¿Por qué crees que está vez será distinta? Te he dicho que no diré nada.
-Ya no estoy más para juegos- se acercó desafiante Klaus y desenfundó su espada. Era increíble, se veía el gran filo de la hoja acompañada por una empuñadura de plata. Sin pensarlo me levanté rápidamente y me interpuse entre ellos. Sería una desventaja para el anciano y además, no podía limitarme a observar semejante barbaridad.
-Detente Klaus.
El joven se sorprendió al escuchar su nombre pero su mirada volvió a ser de frialdad.
-Muévete.
-No.
-¿Acaso quieres terminar como él?
- No me moveré- estaba decidida a ser valiente, pero tuve que apretar los puños para evitar que las manos me tiemblen. Nos miramos desafiantemente a la espera de la reacción del otro.
- Ya es suficiente- sentenció el anciano ferozmente colocándose a mi lado. Su voz sonaba fuerte y decidida, parecía que había rejuvenecido muchos años- Sabes el destino que te espera niño si haces algún movimiento contra ella o contra mi. Piensa en las consecuencias.
-Quiero que respondas mis preguntas.
Se produjo un movimiento de silencio en donde nadie dijo nada, solo se escuchaban las respiraciones.
-Esta bien, pero baja el arma.
Cuando Klaus obedeció, yo exhalé soltando todo el aire que estaba atrapado en mi garganta. Sin apartar sus ojos de los míos, se dirigió hacia el rincón de donde había salido y se limitó a apoyarse sobre la pared.
El anciano se sentó en una especie de banco que supuse que fue hecho por sus propias manos. Se dejó caer y masajeó sus piernas.
Yo me senté otra vez donde estaba anteriormente y junté mis manos intentando calmar el temblor. Realmente me había asustado y lo peor es que Klaus me había amenazado. Se que lo decía enserio, que no dudaría de arrancarme como fuera de su camino. Sentí en todo momento su mirada sobre mí.
-Ten niña.
Acepté el tazón con agua que me ofrecía Alden y bebí de a sorbos para calmar mis ansias. Mientras lo hacía, el anciano me preguntó:
-¿Cuál es tu nombre?
-Amairani- respondí repitiendo prácticamente por enésima vez mi nombre.
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