La Maldicion de la Niñez: Los Héroes.
David estaba donde ella lo dejó, en la habitación de sus padres bajo el hechizo. De por si, parecía que David se estaba descomponiendo, como si su tiempo se acaba y se estuviera volviendo polvo. Al acercarse, David levantó la mano parándola y sólo se quedó con la cabeza apuntando hacia ella; ya que, no podía ver.
—Al parecer, te diste cuenta que no estoy aquí solo para atormentarte. El chico atrapado está apunto de ser finalmente libre, si fallas ocuparás mi lugar y sino de todo modos seré libre.
—¿Hay más gente tratando de lastimarme?
—No lo sé, todo depende de cuántos miedos tuviste de chica. Supongo que tú niñez no fue tan sorprendente, mi hermana vivía encerrándote para no dejarte explorar el mundo. Sólo para que vos no le tuvieras miedo, y la maldicion no tuviera nada de ventaja. Lástima que tú mayor miedo estaba bajo tú mismo techo; de todos modos, eso no fue suficiente para que te convenciera de prepararte. Obviamente conmigo toda esa preparación fue en vano, fallé y pagué con la pérdida de mi alma y descanso, hasta que tú te dignaras a hacerlo voluntariamente. O hasta que la maldicion te eligiera, de ambos modo servía.
—¿Donde está el muñeco con los hilos negros? ¿El gato blanco que me guiaría?
—Aún no sabes a qué se refiere, ¿cierto? El gato era algo muy secundario, lástima que no durará; la magia negro se dio cuenta de la presencia de la magia camuflada de Freya y las brujas blancas; y eliminaron todo lo que representaba una debilidad en el hechizo, empezando por ellos. Por otro lado, no te recordaba tan ingenua, el muñeco está en la casa; la maldicion dice que está conmigo pero no se refiere en modo físico, refiriéndose a que está al lado mío. Sino...
—Tu lugar favorito... mi pieza.
Corriendo se dirigió allí, abrió su placar y observó a uno de sus viejos juguetes: un títere. Viejo y lleno de mugre, con un arco iris en su pecho izquierdo; pero tambien tenía un hilo que se jalaba.
—Al parecer haz llegado al final de esta prueba, pero todo lo esta dicho. Debes abrir la caja que se encuentra al lado mío, no te asustes. Sólo debes responde a una simple pregunta: ¿Darias todo por salvar a todos los siguientes elegidos de esta maldicion? ¿Quieres terminar la maldicion?
—Sí —murmuro Amelia mientras abría la caja, de ella salieron mil sombras oscuras que la rodearon. Una tomo una forma en particular... la de ella misma; esa sombra era el reflejo mismo de Amelia.
—Dulce Amelia, siempre salvando a todos. Dulce pero ingenua y tan fácil de convencer, deberías haber escuchado a tu instinto de no venir.
—Pero no tenía opción...
—Siempre la hay, sólo que eso no está en discusión; Amelia has tomado la decisión que te cambiará la vida. Has dado tu vida por el resto.
—¿Mi vida?
—Seria muy injusto que todo el resto haya muerto o en todo caso, haya decidido no salvar al mundo y salvarse a si mismo.
—¿Qué?
—Amelia no deberías haber confiado en Freya, ella fue la que propuso la maldicion. Ella quería tener una vida humana y envidiaba a los humanos por desperdiciarla en basura. Creó está maldicion y se camufló dentro de las brujas blancas para que crearán una forma de romperla, pero sólo el más bueno de corazón daría su vida por los demás. ¿Quién crees que te cubrirá en la Tierra? Exacto, Freya.
—¡NO! Por favor, te lo ruego.
—Demasiado tarde, dulce Amelia. Los héroes siempre ganan, pero siempre dan sus vidas por los demás.
La oscuridad la atrapó, encerrándola en aquella casa donde el tiempo sería eterno y donde su vida no podría terminar. Nunca vería a Kara o Derek de nuevo, Amelia nunca volvería a ser ella. Porque ella misma dejo de tener sentido, Freya sería ella en la Tierra y su esencia se iría. Y todo por tener una corazón puro.
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