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Al cruzar el umbral de la puerta y quitarse los zapatos para ponerse unas pantuflas y no ensuciar el piso, se encuentra con la mirada enojada de su hermano mayor y la pareja de éste.

—¿Buenas tardes?, ¿que hacen tan temprano en casa?

—Chuuya Nakahara –empezó el rubio y la mención de su nombre completo hizo al pelirrojo encogerse en su lugar–. Me puedes explicar ¿en qué te has metido ahora?

—¿En... nada? –no tenía idea de lo que estaba hablando, eso era en serio–.

Aquella respuesta pareciese que hizo al mayor mirarle de una forma aún más molesta, abrió una carpeta que se encontraba frente a él en la mesilla de centro y le mostró unos documentos.

—Estas castigado.

Apresurado, Chuuya se acerca a ver de qué va la cosa, con una escaneada rápida se da cuenta que es un documento oficial de la escuela en donde le suspenden por dos semanas al involucrarse en actos de "vandalismo" y "delincuencia juvenil", tales acciones podrían perjudicar la imagen de la institución, además de que venía una copia de su boletín de calificaciones, las cuales sin duda alguna, venia reprobando.

La mirada del pelinegro se suavizó, él no acostumbraba a ser tan estricto, entendía que el chico aún era joven, pero éste pequeño capricho ya estaba empezando a afectarle de manera negativa, debía de parar de inmediato para no sufrir peores consecuencias después.

—¡Todo es culpa de algunos maestros! Ni siquiera explican bien algunas materias, ¡e inclusive varios me tienen asco por ser mestizo! –se excusó a como pudo, ¿que mejor que diciendo la verdad a medias?–. No puedes culparme a mi por eso.

—No Chuuya, esto es otro nivel, sigues siendo parte de esa pandilla ¿no?, son una mala influencia para ti.

—¡No metas a las ovejas en esto!, ¡no han hecho nada!

—¡¿Que no han hecho nada?!, ¡dime cuantas veces tuve que ir a pagar tú fianza!, ¡dímelo, Chuuya! –levantaba cada vez más la voz–. ¡Todo por echarte la culpa de sus actos!

—¡Tu no sabes lo que ellos sufren al no tener a nadie!

De la nada, todo se quedó callado, el ambiente se sentía helado y la tensión era demasiada, asfixiaba, el pelinegro solo temblaba en su lugar por el frío que sentía y algo aturdido por la pelea.
Con la voz más fría que alguna vez le escuchó hablar, Paul se dirigió a su hermano menor.

—Ve a tu habitación, es una orden.

—No eres mi madre como para obligarme –le devolvió la mirada llena de rabia–.

—Irás a tu habitación y no saldrás de ella más que para comer, no tienes permiso para salir a ningún lado y cuando regreses a la escuela te llevaré y te recogeré yo mismo, nada de permisos para salir y estaré al pendiente con tus horarios escolares.

Parecía que el menor estaba a punto de seguir con aquella discusión, pero el suave tacto del de largos cabellos lo detuvo, éste negaba suavemente, a regañadientes, Chuuya obedeció mientras que decidía que les aplicaría la ley del hielo y haría huelga de hambre.

Una vez el pelinaranja se encerró dando un fuerte portazo, el rubio se dejó caer en el sofá, cubrió su rostro con su antebrazo mientras recargaba la cabeza en el respaldo tratando de contener las lágrimas de impotencia.

—Amor... –murmuró su pareja–.

—¿Escuchaste lo que dijo, Arthur? –habló con voz quebrada–. Que yo no sé cómo se siente vivir en las calles... que yo no sé cómo se siente...

—Ambos eran muy jóvenes, tú eras un niño y el un bebé, por supuesto que no recuerda –se acercó a sentarse junto a él para abrazarlo y tratar de tranquilizarlo–. Estoy seguro de que si lo hiciera, no reaccionaría de esa manera.

—Ya no se que hacer amor... estoy tan cansado y tan frustrado.

—Shhhh... –le calló suavemente–. Ven.

Se acomodó en el sofá atrayendo al ojiazul de tal manera en que éste quedará recostado sobre su pecho mientras le daba mimos en la cabeza y deslizaba sus dedos entre las hebras doradas.

—Lo resolveremos juntos, como siempre, recuerda que ahora nos tenemos uno al otro.

Y así entre mimos y arrullos, Paul quedó dormido entre los brazos de su prometido.

Por otro lado, el pelirrojo estaba a punto de querer romper todo lo que tenía en su habitación, pero no dejaría que años de terapia se fueran al caño tan rápido, así que solo optó por tirarse boca abajo en su cama y gritar en su almohada mientras la golpeaba incesantemente hasta el cansancio.

Poco después le llegó un mensaje de parte de Shirase.

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Silver Bitch 👻

𝑬𝒚 𝑹𝒂𝒑𝒖𝒏𝒛𝒆𝒍, 𝒔𝒂𝒍𝒅𝒓𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝒕𝒖 𝒕𝒐𝒓𝒓𝒆 𝒉𝒐𝒚?
✔️✔️

¿𝑨 𝒒𝒖𝒊é𝒏 𝒎𝒊𝒆𝒓𝒅𝒂 𝒍𝒍𝒂𝒎𝒂𝒔 𝑹𝒂𝒑𝒖𝒏𝒛𝒆𝒍, 𝒄𝒐𝒑𝒊𝒂 𝒃𝒂𝒓𝒂𝒕𝒂 𝒅𝒆 𝑬𝒍𝒔𝒂?
✔️✔️
𝒀 𝒏𝒐, 𝒏𝒐 𝒑𝒖𝒆𝒅𝒐 𝒊𝒓. 𝑪𝒂𝒔𝒕𝒊𝒈𝒂𝒅𝒐 🙄
✔️✔️

𝟏) 𝑶𝒖𝒄𝒉
𝟐) 𝑸 𝒉𝒊𝒄𝒊𝒔𝒕𝒆?
✔️✔️

𝑴𝒊 𝒉𝒆𝒓𝒎𝒂𝒏𝒐 𝒓𝒆𝒗𝒊𝒔ó 𝒎𝒊𝒔 𝒃𝒐𝒍𝒆𝒕𝒂𝒔 𝒚 𝒍𝒆 𝒍𝒍𝒆𝒈ó 𝒖𝒏 𝒓𝒆𝒑𝒐𝒓𝒕𝒆 𝒅𝒆 𝒔𝒖𝒔𝒑𝒆𝒏𝒔𝒊ó𝒏 𝒑𝒐𝒓 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒆𝒔𝒄𝒖𝒆𝒍𝒂, 𝒔𝒂𝒃𝒓á𝒔 𝒄ó𝒎𝒐 𝒔𝒆 𝒑𝒖𝒔𝒐.
✔️✔️

𝒀𝒐 𝒅𝒊𝒈𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒙𝒂𝒈𝒆𝒓𝒂 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒔𝒖𝒆𝒓𝒕𝒆 𝒆𝒏 𝒕𝒖 𝒆𝒏𝒄𝒊𝒆𝒓𝒓𝒐
✔️✔️
𝑨𝒉𝒐𝒓𝒂 𝑹𝒂𝒑𝒖𝒏𝒛𝒆𝒍 𝒔𝒊 𝒕𝒆 𝒒𝒖𝒆𝒅𝒂 𝒋𝒂𝒋𝒂𝒋𝒂𝒋𝒂
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🙄🖕🏻
✔️✔️
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Suspiró ya un poco más tranquilo, al menos lo suficiente para ya no querer atentar contra nada en su habitación ni arrojar el celular por la ventana, solo espera que este pequeño teatro de parte de su hermano termine pronto para poder salir, no recuerda la última vez que se quedó el día en casa sin tener alguna enfermedad o tarea que hacer.
Revisó su celular, apenas eran las 6, todavía era muy temprano y no sabía que podría hacer en esas dos semanas, sin ganas se acercó a su ventana, al menos tal vez así se le ocurriría algo para calmar a Paul o al menos alguna idea para escapar sin que se dé cuenta, solo saltar no era buena idea, vivía en un segundo piso.

Nunca lo había notado, pero la ventana de su habitación daba directamente a los columpios que por muy raro que pareciese, no eran ocupados por los niños que regularmente salían a jugar alrededor de esa hora, ni siquiera por algún otro adolescente de su edad que haya visto en la preparatoria del pueblo. Lo que vió fue a un chico castaño con ondas en su esponjoso cabello, vestía con una sudadera y unos jeans negros, parecía estar cubierto en vendas incluyendo una parte de su rostro y traía audífonos puestos así que suponía que escuchaba música.

—Nunca lo he visto, ¿será que solo vino a columpiarse?

Sin darse cuenta se quedó un largo rato viendo al chico balancearse cada vez más y más alto, logró ver a detalle cómo pasaba de un rostro muerto a una sonrisa algo infantil y un brillo ambarino en los ojos, así pasó su tarde hasta que le vió parar de golpe y después irse.

"¿Quién era ese chico y por qué parecía muerto en vida?" se preguntó mientras se alejaba de la ventana y cerraba ésta para disponerse a hacer sus cosas.

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