THE BOY and his secret


Ellos no lo saben pero guardo un arma debajo de mi cama.

Si mamá se enterara probablemente moriría de un infarto, y aunque no me importaría, no quiero que muera si no he conseguido un empleo que me mantenga.

El arma bajo mi cama pertenecía a mi padre y aún hay sangre seca en ella porque no me atrevo a limpiarla. El apellido Jeon está garabateado en la corredera como si hubiera sido tallado en un árbol pero casi no logra verse por las manchas vinotinto que la recorren. Da la impresión de tener un aspecto pegajoso pero la verdad es que se siente rugosa en mi mano.

Encaja y me da seguridad porque aún está cargada.

Sé que papá mató muchas personas con esa arma, pero mamá dice que eran personas malas y que padre solo estaba limpiando la ciudad junto a ellos.

Ellos. Los hombres de traje elegante.

Hay muchos por toda la ciudad y trabajan en el negocio de las metanfetaminas.

No se sabe demasiado acerca de ellos pero matan a una que otra persona el segundo viernes de cada mes y dicen los vecinos de mi cuadra que lo hacen para cobrar deudas.

Hay meses en los que nadie muere porque, supongo, que todos tienen para pagar y, de la misma manera, hay meses en los que se encuentran algunos cuerpos por las calles, de repente bañadas de sangre y con olor a muerte mañanera.

Los hombres de traje elegante a veces vienen a casa a guardar sus cosas porque mi padre era uno de ellos y aún no han perdido la costumbre. Sin embargo, nunca los he visto. Mamá no me deja verlos porque dice que les gusta jugar y ella no quiere que jueguen conmigo.

Ella no sabe que me gusta jugar

Está lloviendo como si el cielo llorara y no puedo evitar imaginar un dios vengativo blandiendo un enorme cuchillo y desgarrando las nubes haciéndolas sangrar gotas trasparentes.

Sangre que no es sangre pero que duele de la misma forma.

Suspiro, empañando el cristal de la ventana.

Mis mejores amigos, los Kim, llevan ya cerca de una hora jugando en mi habitación con la consola pero yo estoy aburrido. Solo escucho sus risas como si los observara detrás del vidrio mojado y no pudiera seguirlas.

Es difícil porque nunca he sido como ellos. Ellos no pueden entender por qué encuentro más divertido mirar por la ventana de mi habitación en el primer piso de la casa mientras las nubes se desangran sobre el jardín.

Seokjin hyung, el Kim mayor, se ha levantado hace unos minutos y me mira desde donde está, en medio de mi habitación, observándome por la ventana.

Sé que lo hace porque puedo ver su reflejo a través del cristal, pero decido ignorarlo porque he pasado la última media hora imaginándolo desnudo y me da vergüenza mirarlo a la cara ahora.

Me gusta Jin hyung, pero él dice que solo estoy confundido porque en realidad no hay muchas personas que me traten bien.

Se acerca y toma entre sus dedos un mechón de mis cabellos castaños y dice que desde que cumplí los dieciséis años me parezco mucho a él, solo que mis hombros son más angostos y él me lleva un poco más de cinco años de diferencia.

Hyung no es mi amigo, sin embargo, es más como un hermano mayor para mí, pero viene a vigilar que Tae y Nam no hagan que me meta en problemas, porque a ellos les gusta jugar agresivo y yo siempre me mantengo en silencio.

Son mis únicos amigos y no quiero que me dejen.

— Es viernes trece Jungkookie — dice con una sonrisa en sus labios mientras se sienta a mi lado en el banco que está bajo el alfeizar de la ventana de mi habitación. La ventana da justo al patio que conecta con el jardín trasero de los Kim y desde donde estoy puedo mirar hacia el ventanal del cuarto de Hyung. Él siempre mantiene las cortinas cerradas.

Lo miro y sigue sonriendo. Seokjin me gusta mucho.

— ¿Qué tiene, hyung? Es solo viernes

— Es la noche en la que los locos salen a saludar — lo observo con mayor interés. Jin hyung sabe que estos temas me gustan pero no los logro comprender del todo, él cree que es porque me causan alguna clase de miedo pero la verdad es que me dan curiosidad. Hyung los ha llamado locos igual que mamá llama a los hombres de traje elegante — ya sabes — continúa y yo solo quiero que siga hablando mientras me mira con sus pequeños ojos inocentes. Seokjin es inocente, él cree que sus padres se aman hasta el infinito y vive proclamando que su amor es eterno, aunque he visto al señor Kim venir tarde en la noche para encerrarse con mi madre de vez en cuando en la habitación — las películas de viernes trece ¿las has visto? — Niego con la cabeza y él vuelve a sonreír con mayor brillo — haremos una maratón esta noche ¿te parece? por lo general le temo a esas cosas pero no debemos dejar morir la tradición ¿de acuerdo? y aquellos dos monstruos de allá ya no se divierten en mi compañía

— Es por la universidad, hyung — digo bajito y su sonrisa se borra un poco. Siento la necesidad de decir cualquier cosa que haga que vuelva a sonreír porque eso me quita el aire, y me gusta que me quite el aire — ellos creen que ya no quieres estar con nosotros pero sé que es porque no tienes tiempo — su mirada se suaviza y los latidos de mi pecho se aceleran, incluso puedo sentir las sangre correr más rápido por mis venas y tengo la impresión de que, si me hago una pequeña cortada, las salpicaduras correrían rápido y me desangraría con facilidad.

Quiero acercarme y tocarlo. Pero no lo hago porque tengo miedo de que me rechace. No quiero que Seokjin hyung se aleje de mí tampoco.

— Entonces vendré esta noche — mira por la ventana y observa la lluvia como yo. Sé lo que piensa porque le gusta sentir las pequeñas gotas en su rostro. Entonces logro escuchar a mi madre en la cocina, abriendo y cerrando cajones en la despensa y comienzo a negar repetidas veces cuando lo recuerdo: es el segundo viernes del mes — ¿no? ¿No quieres ver películas con tu hyung? — Levanto mis manos en señal de disculpa pero no respondo — ¡Aigoo! Sacrificaré mi estabilidad mental por ver películas con este dongsaeng malagradecido y aun así me rechaza — sé que finge estar dolido, hyung es muy dramático, por eso sonrío y él lo hace también. No tengo que decir nada porque él siempre entiende lo que quiero trasmitir sin que lo exprese en palabras — está bien, pero no te librarás el treinta y uno ¿de acuerdo? Esa es la noche en la que los demonios salen a saludar y a alguien tenemos que saludar este mes.

Ríe, y yo rio un poco también. Hyung hace una mueca luego y me mira con preocupación porque él sabe que los hombres de traje vendrán esta noche y no quiere dejarme encerrado solo.

Me gusta mucho Jin hyung y cuando lo pienso, solo puedo desear que el día que hyung muera, no le duela.

Nos quedamos en silencio unos cuantos minutos más mientras la lluvia empeora. Está comenzando a atardecer y los Kim deciden que es hora de irse a casa mientras me prometen que vendrán mañana a jugar otra vez.

No les creo pero igual asiento con la cabeza.

Hyung se da la vuelta y me observa una vez más. Siento su escrutinio como si fueran sus propias manos y no puedo evitar sonrojarme mientras dice: — vendré esta noche, veremos películas y jugaremos un poco.

Sonríe y me da la espalda.

Quiero responderle pero entonces un estrépito que viene de la cocina me saca de mis pensamientos justo cuando los chicos salen por la ventana, mojándose con la sangre de las nubes y mojando un poco mi habitación.

Abro mi puerta con cuidado y me molesta el ruido que hace, me pone un poco nervioso y sé que advierte a mi madre de que he salido en su búsqueda porque grita: — ¡Cariño, estoy bien! Sólo fue una cacerola, Jungkookie.

Mamá es dulce, ha intentado mantenernos a salvo de los hombres elegantes desde que papá murió en un accidente del cual no sé nada. Pero por más que lo intento no logro tener sentimientos fuertes por ella y eso me desespera porque tampoco sé mentir.

— ¿mamá? — murmuro, porque hablar en voz alta también me molesta, o cualquier ruido fuerte en general — ¿ellos vendrán hoy? — pregunto mientras entro en la cocina. La encuentro con un cuchillo enorme en la mano y una expresión que me descoloca un poco. Ella corta carne de cerdo pero luce como si estuviera despedazando un cadáver. Hay un poco de mancha oscura en su rostro y sus ojos están tan abiertos que parece que se saldrán de sus cuencas, haciendo lucir sus pupilas pequeñas y ausentes.

— Esta noche sí, cariño — dice con su voz más queda y no puedo evitar pensar que dista mucho de su aspecto. Como si su voz saliera de algún otro lugar menos de su boca — pero es una noche diferente — esto último lo susurra, como si temiera decirlo en voz alta

— ¿por qué? — me acerco un poco más porque está hipnotizándome. El cuchillo se mueve de un lado a otro mientras habla y parece que eso la hace feliz. Mamá luce enajenada pero no lo digo, no quiero preguntar si está bien porque es obvio que no lo está.

— Tengo una deuda, Jungkookie — y sonríe, pero es más una mueca que divide su rostro mientras sigue moviendo el cuchillo hacia mí — ellos vendrán a cobrar

— ¿deuda? — pero sé qué pasa, ella lo sabe ahora

— ¿Saliste a jugar, Jungkookie?

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