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Despertó pensando que era un sueño, para su desgracia, todo era real, era palpable e irreversible, se acercó y tomo a Asmita entre sus brazos, sin importarle que la sangre que aun brotaba de su pecho le manchara el sari, había tormenta en sus ojos y dolor en su corazón, negaba con su cabeza, aun o aceptaba la triste realidad de su vida, un grito desgarrador atravesó aquellas paredes, era su culpa o al menos eso pensaba, peino los cabellos de su maestro y sintió como las manos de Milo se posaban en sus hombros.

—Es mi culpa — su casi inaudible voz salió como si estuviese dictando su condena.

—Eso no es cierto — hizo un poco de presión en sus hombros — estoy seguro que lo hizo por tu bien — ahora sí, lo rodeo con fuerza, él también había perdido, no solo a sus padres sino también a su hermano mayor.

El sari se había manchado pero no le importo, las lágrimas descendían de sus mejillas hasta perderse en el rostro sin vida de Asmita, la frialdad de su cuerpo se sentía a través de su ropa y no había nada más que el corazón roto de Shaka y los intentos sin resultado de Milo quien comprendía poco de lo que pasaba, de un momento a otro, Shaka alzó la vista y aun con lágrimas en los ojos mostró al aire una mirada llena de furia y con sed de venganza.

—Aioria — apretó los dientes, Milo se percató y supo entonces que había pasado ahí, la sangre le hervía como nunca antes.

Las sirenas de la policía local se escucharon a lo lejos y cada vez más cerca, al parecer, alguien que no era ninguno de ellos, había reportado aquel incidente y había dicho, que muy probablemente, el asesino estaba cerca, aquellos oficiales llegaron a aquella casa, hicieron lo necesario para encontrar el arma homicida pero tal parecía que esta había aparecido, sin más que hacer, más que poner a Asmita en un lugar más cómodo, Milo acompaño a Shaka a su casa importándole poco la mirada furiosa que caía sobre ellos.

Una vez que Shaka se perdió entre el jardín de lotos en aquel patio, Milo regreso al cuarto de hotel, encontrando a su compañero sentado en el sofá, esperándolo con una mirada no tan agradable, trago saliva, el noticiero estaba en todas partes y no había pasado desapercibido para él, así que apenas lo vio entrar le ataco con preguntas, algunas incomodas y otras que no supo cómo responder.

— ¿tienes idea de lo que acabas de hacer, ¡idiota!? — pregunto casi sacudiéndolo

—No fue mi culpa, Kanon, además no creerás lo que dicen, yo no fui, ni siquiera lo conocía, me entere esta mañana que era mentor de Shaka— se encogió de hombros y se lanzó a la cama, importándole poco lo que su compañero le decía.

—Contigo no se puede — soltó un suspiro y se sobó el puente de la nariz.

Ninguno de los dos hizo nada, nada más que pensar en el mañana, en aquello que podía pasar despues de aquella mañana, estaban en peligro, ambos o quizá solo uno de ellos, pero vamos, todos tenemos que seguir nuestras convicciones, Milo daba vueltas en su cama sin poder dormir, porque su mente aun le recordaba, primero, a ese muchacho castaño de ojos verdes que le puso furioso y luego, el rostro lleno de tristeza y pena de Shaka.

...

Justo una semana despues, se veía entrando de nuevo a aquel templo, siendo seguido de Kanon, quien muy a su pesar lo acompañó, aquel recinto parecía más frio que de costumbre, el sol que se colaba por la pequeñas ventanas parecía solo un fantasma que podía atravesarse y que de su calor, no quedaba más que el recuerdo, y ahí, justo en el fondo, a los pies del altar principal estaba él, con los pies descalzos, con la mirada caída y las manos sobre el corazón, sin ganas de nada, sin poder asimilar que Asmita ya no estaba, las telas rosa pálido se confundían con las flores de loto que ponía en el suelo, se acercó a él.

— ¿Cómo estás? — pregunto poniendo una mano en su hombro.

—Harto de toda esta mierda — frunció el ceño y aventó contra la pared con furia la última flor — ese sinvergüenza me ha quitado a mi maestro. — bajo la mirada.

—Se lo que sientes — se sentó a un lado de él y le sonrió — pero no puedes aferrarte al pasado, ese desgraciado pagará, tarde o temprano.

—Eso espero, pero la justicia humana nunca podrá hacerle algo, ese imbécil tiene más que tú y yo juntos.

—Me lo sospechaba — hablo Milo. — esa actitud lo delata, ¿Por qué no te vas de India?

Esa pregunta lo sacó de su nube, ¿irse? ¿A dónde?, nunca había pensado en eso, no tenía otro lugar, tampoco quería dejar a sus padres, a su cuna, a las pocas personas que conocía pero también quería alejarse de Aioria, aunque sabía que si se iba, él lo segura, incluso hasta la tumba, sus ojos color de cielo se posaron en Milo y negó con la cabeza. 

—No, no puedo hacerlo, más bien, no sé si debería — agachó la mirada y sus ojos se llenaron de lágrimas de nuevo.

—No llores, todo va a estar bien, ya lo verás — le limpió las lágrimas y le sonrió de nuevo, Shaka le devolvió la sonrisa de manera tenue, ya no tenía a su maestro pero tenía a Milo y sabía que, aunque aún era un extraño, se podía apoyar en él y quizá en aquel chico que los veía apoyado en uno de los pilares.

El tiempo, como todo, pasa, y estaba pasando, despues de aquel encuentro, no se supo más de Aioria o al menos, no lo habían visto, cada día, Milo y Shaka se encontraban en el templo, bajo la mirada de Vishnu, Shaka había usado ya, casi todos los colores existentes en sus saris, desde azul como el de sus ojos, hasta un marrón tan oscuro como el barro cuando apenas está en elaboración, nunca lo dijo y nunca lo diría, pero las palabras de su maestro, tenían más sentido ahora, su corazón había encontrado al indicado y al parecer Milo también sentía lo mismo; desde ese día habían pasado casi dos meses, meses en los que Kanon veía con orgullo como su amigo iba cada vez más cayendo en aquel sentimiento que llaman amor, dos meses habían pasado con tranquilidad y paz.


🦂👧
Lamento el retraso, pero mejor tarde que nunca. 

Dan R  

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