7
Un par de ojos verdes le vio salir de su casa, con sorpresa por verlo vestido, ya no del inmaculado color blanco de antes, si no, esta vez, con una bonita combinación de amarillo y aun azul tan tenue como el cielo, pensó por un momento en llegar a él, se detuvo cuando le vio acompañado de su padre, no podía darse el lujo de provocar un enfrentamiento entre él y el padre de Shaka, tenía que esperar, vio como aquellos dos hombres se separaban justo a la entrada del templo, justo dónde aquel juramento se completaba, lo vio entrar y lo siguió.
Ahí estaba él, esperando por aquel joven de ojos color de cielo, ahí estaba, expectante de las personas que enraban y salían, ahí se había quedado, un par de horas antes del amanecer, solo para no perder tiempo, Kanon lo había dejado ir, no porque quisiera si no porque le había insistido tanto; entonces lo vio, lo vio entrar y se apresuró a su encuentro.
—Buenos días — saludo extendiéndole su mano.
—Buenos días — le respondió — ¿Cuánto tiempo llevas aquí? — pregunto Shaka.
—Poco más de una hora — se encogió de hombros y entonces comenzó de nuevo.
Shaka tenía un par de dudas acerca de las deidades griegas, por lo que sus preguntas se resolverían en ese momento, momento en el que Milo comenzó a relatar aquellas historias de héroes y dioses, de semidioses, maldiciones, guerra, muerte y un sinfín de cosas, los ojos de aquel rubio se abrían de la sorpresa, nunca creyó que aquel hermoso panteón de Dioses fuese tan violento, algunas historias le hicieron reír como nunca, cosa que le hizo sorprenderse.
A lo lejos, justo en la entrada de aquel templo, el par de ojos verdes que hasta ese punto lo había seguido, no cabían de la rabia, estaba ardiendo de celos, Shaka nunca había sido suyo y nunca lo seria porque había preferido mantenerse puro antes que casarse con él y eso le enfurecía, había escuchado la risa de aquel muchacho y entonces no lo resistió más, si no era él, nadie, absolutamente nadie iba a acercarse a Shaka; se acercó hasta donde estaban y con brusquedad levanto al rubio del suelo donde yacía sentado.
—Aioria — su nombre salió de los labios de Shaka — ¡Suéltame! Me haces daño.
— ¡¿qué crees que haces?! ¡Tu lugar es dentro del templo, dónde nadie pueda tocarte! — hizo caso omiso a lo que le decía, no le importaba dañarle y tal parece que algo andaba mal.
— ¡Suéltalo! — un sonoro golpe se escuchó por aquel recinto, Milo había golpeado al castaño, Shaka estaba libre de aquel agarre, sobó un poco su brazo mientras veía como Aioria se levantaba más que furioso.
—Estaba hablando con él, es solo un turista que ha preguntado por la historia de este templo — dijo el rubio un poco más calmado.
Aquellos ojos verdes le miraron con furia, nunca creyó sentirse así, Shaka lo sabía, lo había rechazado porque no quería pasar sus días sometido ni quería inclinar la cabeza ante él, nunca lo aceptaría y ahora, que se sentía libre por fin, libre de hablar de tantas cosas como se le ocurriesen... aparecía de nuevo, solo esperaba y rogaba al cielo que nada malo pasara, sabía de qué era capaz Aioria y por ello también había decidido permanecer puro, para no sufrir a su lado, para ser, al menos, libre de aquello que no quería hacer.
— ¡Que se vaya! — Gritó furioso — ¡no lo quiero ver aquí, ni mucho menos cerca de ti!
—Tú no vas a decidir que tiene que hacer, ¡no tienes derecho sobre mí ni sobre lo que haga o deje de hacer! — Shaka estaba de a poco perdiendo la paciencia, no quería salir de sus casillas pero Aioria lo estaba obligando a ello.
Milo se sentía atrapado, no sabía qué hacer, como actuar, que decir o cómo hacerlo, no estaba seguro de nada, estaba entre la espada y la pared, algo le decía que esos dos ya se conocían pero algo no le quedaba claro, sabía que Shaka había hecho un voto de castidad y por ello estaba en aquel templo entonces... ¿Quién era Aioria? Y ¿Por qué peleaba con Shaka?, algo hizo "clic" en su cabeza, quizá y Shaka había rechazado al otro chico y por ello había hecho el voto.
— ¡SHAKA! — aquella potente voz le puso los pelos de punta, conocía el temperamento de Aioria y en ese momento lo había despertado con aquella inocente acción de hablar con Milo.
— ¡Basta! ¡Déjalo en paz! — Milo le empujo, ahora sabía lo que tenía que hacer, esa no era la manera de tratar a una persona y mucho menos cuando, como había dicho Shaka, no tiene derecho sobre él. — te ha dicho que soy un turista, solo tengo curiosidad — se encogió de hombros — además, estas perturbando la paz de este lugar sagrado.
Apretó los puños, quería golpear a ese joven porque le había dado justo en el orgullo, justo donde más le dolía, su mano se abalanzó sobre el brazo de Shaka para aprisionarlo otra vez pero su cometido fue detenido por aquel que estaba junto a ellos, su mirada penetrante le decía que estaba dispuesto a defender a aquel muchacho de ojos color de cielo.
—Te he dicho que lo dejes — volvió a decir Milo, enojado salió de ese lugar, ya sabía a donde ir, Shaka conocería de que era capaz.
Shaka suspiró aliviado, nunca antes había sentido miedo y coraje a la par, nunca antes había querido golpear a alguien como en este momento, ahogo un grito, estaba furioso y se sentía ofendido, ¿Por quién lo tomaba Aioria?, sabía muy bien cuál era su responsabilidad, Milo se encargó de calmarlo, él también tenía ganas de salir tras ese joven y hacerle saber que esa actitud altanera no le quedaba, ni a él ni a nadie.
Aioria caminaba furioso, pasó como rayo por todas las calles y se dirigió a aquella casa, tocó a la puerta un par de veces y esperó, pacientemente a que la puerta se abriera, cuando esto hubo sucedido, aquel que estaba frente a él abrió los ojos sorprendido mientras sentía como las manos de Aioria le tomaban del cuello con brusquedad.
— ¡Es tu culpa! ¡Tú lo aconsejaste y ahora pagarás!
🦂👧
Esto se va a poner bueno, pueden pegarle a Aioria.
Dan R
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