37.REINA DE LOBOS,EXCLAVA DE VAMPIROS
SEBASTIÁN
Mientras que dormía plácidamente un estruendo se oyó en el exterior de la casa. Me levanté en guardia por si había algún tipo de enfrentamiento que solucionar, dejando a Serena dormir ya que no deseaba preocuparla por nada.
Al llegar a la cocina, un ruido en la puerta me sobresaltó. Al abrir me encontré a Drogo visiblemente preocupado.
-¡Sebastián, debes ayudar al resto a evacuar a las mujeres, niños y ancianos a las zonas seguras! ¡Han llegado avistamientos de enemigos viniendo hacia acá!
-No puedo irme Drogo, no puedo dejar sola a Serena y menos si el enemigo está cerca.
-Yo me quedaré con ella; tú eres el alfa y debes ayudar al resto. Necesitamos tus habilidades, Sebastián.
Comencé a sentir impotencia al tener que dejar a Serena y no poder protegerla yo mismo pero Drogo tenía razón; me debía al pueblo.
Ella no me perdonaría que yo abandonara a todos por ella. Mi pequeña loba era leal y fiera, adoraba proteger a los suyos y yo como su alma gemela debía de demostrarle que ella había sabido elegir bien. Quería demostrar a mi hijo la clase de padre que tiene y el tipo de hombre que debía de convertirse.
Lo miré a los ojos con enorme tristeza y le di una palmada en el hombro antes de salir.
-Cuídala como si fuera lo más preciado que tienes, Drogo.
-Es nuestra reina Sebastián; no dudaría en hacer cualquier cosa por protegerla.
Entonces me transformé más fuerte y decidido que nunca en busca de mis enemigos los cuales iba a reducirlos a cenizas. Nadie iba a escapar de mi ira.
DROGO
Cuando Sebastián se marchó me quedé cerca de las ventanas para observarlo todo con detenimiento. Debía de proteger con todas mis fuerzas a la que iba a darnos un heredero y un futuro próspero. Con la unión de Serena y Sebastián no había duda cual sería la manada más fuerte y consolidada por lo que nos respetarían por encima de todos. Los conflictos acabarían, tendríamos más aliados para protegernos; prosperaríamos y creceríamos hasta hacernos invencibles.
De pronto, la puerta de casa cayó abajo con un estruendo ensordecedor. Me transformé de golpe para encarar al enemigo con garras y dientes.
Era un maldito vampiro, podía sentirlo y verlo. Sus ojos se tiñeron de rojo al verme y sus dientes salieron como dagas afiladas. Se me tiró encima y comenzamos a rodar por suelo provocando miles de destrozos por cada rincón del salón.
Estaba ganándole terreno, mordiéndole justo en la yugular, pero un descuido hizo que me clavase el atizador de la chimenea justo en el pecho. Aquel vampiro se tambaleaba por toda la habitación dejando un reguero de sangre. Al verme con aquella vara de hierro atravesada, la tomó y la clavó más profundamente provocando un dolor tan insoportable que me hizo desmayar.
-Muere maldito perro...
No escuché nada más.
SEBASTIÁN
Los gritos y aullidos de dolor de mi gente se oían con más intensidad. Fui directamente a la casa de Nicolae ya que necesitaba a mi mano derecha para poder evacuar a todos.
Al tocar la puerta, Minerva abrió una rendija para ver de quien se trataba. Al ver que era yo, me abrió totalmente la puerta y se echó a mis brazos.
-¿Qué ocurre Minerva? ¿Y Nicolae?
-Él...él se fue...me dijo que iba a buscarnos un lugar seguro para el bebé y para mí. Pero él no volvió...ha pasado mucho desde que se fue...-Dijo respirando tan fuerte que temía que se desmayara.
-Escúchame atentamente, la casa de Drogo ha sido declarada como uno de los refugios. Coge a tu hijo, debemos de marcharnos y poneros a salvo. Yo buscaré a Nicolae pero antes debo de ponerte a salvo. Si algo te pasara a ti o al bebé Nicolae no me lo perdonaría y yo mismo menos.
Minerva cogió a su hijo, envolviéndolo en una pequeña sábana cubriéndole casi totalmente. Ambos comenzamos a correr no sin antes mirando cada flanco descubierto para evitar algún ataque sorpresa.
Al llegar a la casa de Drogo, comencé a aporrear la puerta, abriendo una llorosa Lorelai.
Al vernos comenzó a temblar más aún.
-¿Dónde...donde está Peter...? ¿Donde está mi hermano?...-Preguntó con voz temblorosa.
-No lo hemos visto Lorelai pero estoy seguro que estará bien.
-Él...el me dijo que iría a por Minerva...a casa de Nicolae...
Aquello comenzó a preocuparme. Nicolae y Peter habían desaparecido; esperaba que Drogo estuviera bien.
La marca de mi cuello comenzó a quemarme como si me indicara que algo malo estaba ocurriéndole a Serena. No me lo pensé dos veces y comencé a correr hacia nuestra casa. En el camino me atacaron varios de los vampiros intrusos que habían entrado a nuestras tierras. No entendía la razón de que ellos nos atacaran; ambas especies nos tolerábamos cada una en nuestro territorio. No habíamos hecho nada que les hiciera sentirse amenazados, al menos que supiésemos. Hacía muchos años que no veíamos vampiros por la zona, ya que ambas especies eramos igualmente fuertes y podíamos masacrarnos mutuamente sin ningún tipo de problema, pero ninguna de las especies deseaba eso sino tener su territorio lleno de paz.
Pero al haber entrado a mi tierra y haber hecho daño a los míos era señal de que la paz había sido anulada. Ese ataque no iba a tomarlo a la ligera; esos malditos demonios iban a morir uno por uno.
Al llegar a casa, la puerta estaba totalmente despegada del marco. El cuerpo de uno de esos asquerosos vampiros yacía en el suelo totalmente desangrado. Comencé a sentir el pánico hervir dentro de mí, ¿Dónde estaba Drogo?¿Porqué había tanto silencio?
Al acercarme a la chimenea, vi a Drogo acostado con la respiración débil atravesado por el atizador de la chimenea.
Me arrodillé con la voz temblorosa...no podía creer que Drogo estuviera así....
-Eh, eh amigo mío...despierta...-Le dije con un hilo de voz mientras que acariciaba su cabeza. Las lágrimas caían fuertemente por mi rostro; no podía perder a mi gran amigo.
Él emitía quejidos de dolor en su forma de lobo. Su energía era tan baja que no podía convertirse en humano. No sabía qué hacer; con Peter y Nicolae desaparecidos y Drogo herido me sentía perdido, hundido en el más profundo abismo. Entonces me levanté con violencia; dios mío Serena...
Que no le hayan hecho algo...
Con el alma partida y la sangre corriendo rápida por mis venas, entré a nuestro cuarto sin verla en la cama; se la habían llevado...
Los vampiros se habían llevado a Serena...
Un rugido de rabia hizo reventar las ventanas de mi casa, haciendo que mis sentidos se amplificaran como nunca antes lo habían hecho. Cuando salí al exterior no quedaba un solo maldito vampiro, sino muchos de los de mi manada heridos o corriendo a por sus familias que estaban en los refugios. Comencé a llamar a varios hombres de la manada que tenían nociones de medicina y les indiqué donde estaba Drogo para que hicieran lo posible para salvarse. No iba a decirle nada a Lorelai; no deseaba preocuparla ya que los lobos tenemos buena capacidad de curación y Drogo lo más seguro es que estuviera bien en poco tiempo.
Me acerqué a un grupo de hombres que se encargaba de la vigilancia del pueblo.
-Escuchad atentamente, necesito que encontréis a Nicolae y Peter como si vuestra vida dependiera de ello. Ambos han desaparecido y necesito que cuando los encontréis los llevéis a la residencia de Drogo.
-Sí mi señor-Me contestaron al unísono.
Comencé a correr a través del bosque en mi forma de lobo. Mis poderosas patas me llevaban raudo y veloz en dirección al castillo de Serena; aquellos malditos cabrones habían contratado a unos vampiros para arrebatarme a Serena. Lo más extraño de todo es como sabían donde localizarnos si Serena no había salido de las inmediaciones del pueblo.
La idea de que uno de los nuestros nos hubiera delatado sonaba cada vez más en mi cabeza. Ese asunto iba a arreglarlo justo cuando diera con mi reina y me la llevase de nuevo a casa.
Pero entonces, la energía poderosa que bullía dentro de mí se agotó de golpe, como si se hubiera desconectado de mí.
Dejé de sentir a Serena.
Ya no podía saber donde estaba.
Y caí al suelo.
PENÚLTIMO CAPÍTULO...
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