33. Y PARÓ LA TORMENTA
DROGO
Después de darle toda la poción a Sebastián comencé a sentir como su temperatura iba elevándose, una buena señal para nosotros los lobos. El color pálido de su piel comenzó a tornarse de su color normal y su sangre dejó de salir.
Su respiración era ahora constante pero le costaba despertarse. Intenté zarandearlo, llamarlo a gritos pero no respondía, ¿Y si le decía que Serena lo necesitaba?, no había nada para sacar el genio de un hombre lobo que saber que tu amada está en peligro.
-¡Eh tío despierta, Serena se puso de parto!
Peter me miraba con los ojos desorbitados. Vale era una excusa muy pobre pero podría funcionar; era una mentirijilla para que no despertara demasiado sobresaltado.
La cabeza de Sebastián comenzó a moverse como si tuviera una pesadilla. Vale, estaba funcionando.
-¡Oh mira que ricura!, creo que me lo voy a quedar...
Los ojos de Sebastián se abrieron de par en par agarrándome del cuello. Sus ojos eran completamente dorados y sus dientes estaban afilados con una expresión de tremenda ira.
-Como toques a mi hijo o a mi mujer perderás la cabeza literalmente.
-¡Tío, tranquilo; lo hice para que despertaras!
Él soltó mi cuello respirando de nuevo con dificultad. En la cara de Peter se leía claramente: "eso te pasa por tonto".
Sebastián vio a la loba a su lado reconociéndola al instante.
-¡Serena! ¿Qué te ocurre mi bella? ¡Háblame por favor!
Peter se acercó a Sebastián y le tomó de los hombros para que se tranquilizara.
-Eh Sebastián, ella te necesita. Debes darle su sangre porque ha sufrido un desgarro y solo tu sangre puede curar sus heridas. Si no lo haces, los perderás a ambos.
No tardó un solo segundo en cortarse la muñeca y acercarla al hocico de su loba. Ambos decidimos marcharnos ya que ella se convertiría en humana lo que significaría que estaría desnuda y Sebastián no iba a tomarse bien que dos lobos solteros la vieran así.
Bueno aunque, yo ya no estoy soltero, pero eso nadie lo sabe.
SERENA
Aquel sabor se hacía cada vez más intenso. Era tan delicioso como la última vez que lo tomé. Sentía el calor de Sebastián inundar cada parte de mi cuerpo, bañándome de energía y fortaleza. Abrí los ojos lentamente, viendo el rostro preocupado de Sebastián. Cuando se percató que había despertado, apartó su muñeca y me abrazó.
Miré a mi alrededor percatándome que estábamos en casa de Minerva, ¿Qué había pasado? ¿Y por qué estaba desnuda?
-Dios Santo Serena; casi os pierdo...
-¿De qué hablas Sebastián?-Pregunté preocupada.
-La primera transformación siempre es la más peligrosa y tu estabas embarazada. Sufriste un desgarro pero te curaste gracias a mi sangre. No sabes el miedo que he pasado.
-¿Dónde...donde están todos?
-Drogo y Peter están fuera porque ibas a transformarte en humana y evidentemente no pueden verte desnuda. Minerva y Nicolae no sé donde están; no hace mucho que desperté.
-Espera,¿ A ti también te pasó algo?-Le pregunté preocupada.
Él me sonrió tomando mis manos y poniéndolas sobre su pecho. La mano que estaba sobre su corazón la estrechó con fuerza.
-Si siento que estás en peligro yo también sufro contigo. Mi cuerpo te pertenece cielo; soy totalmente tuyo y siento lo que tú sientes. Si tú estás bien, yo lo estoy.
Lo abracé con fuerza aún con el miedo en el cuerpo. Daba gracias a que los tres estábamos bien y lo mejor de todo es que la transformación ya la había pasado por lo que el mayor de los peligros ya acababa de pasar. Ahora podía defenderme y defender a los míos y eso me aliviaba.
NICOLAE
Acosté a Minerva sobre el húmedo suelo de la orilla del rio, sumergiendo parcialmente su cuerpo para que estuviera en contacto con las aguas mágicas de aquel lugar. Ella lloraba con fuerza, sintiendo un terrible dolor en su bajo vientre. Ella había roto aguas de camino al lago, por lo que el bebé estaba a punto de salir.
Estaba aterrorizado, no sabía qué hacer para que ella se sintiese bien. Ella me tomó la mano y me dijo con apenas fuerzas.
-Llama a Drogo...él sabrá lo que hacer...
-No querida, me niego a que él te vea...no puedo permitirlo...
-Nicolae...por favor...nuestro hijo tiene que salir...por favor llámale...
-Yo te ayudaré querida, no te preocupes.
Abrí sus piernas levantando su vestido hasta la cintura. Acariciaba sus piernas para infundirle ánimo y cariño.
-Vamos cielo, empuja; yo estoy aquí contigo.
Ella comenzó a empujar con fuerza mientras su bello rostro se contraía de dolor. Sus manos se agarraban al suelo mientras que levantaba una y otra vez las caderas.
-Llama a Drogo, Nicolae...por favor...
-No puedo Minerva... ¡No soporto que nadie te vea!
-¡Hazlo por tu hijo, piensa en él!-Me gritó desesperada.
Bajé la cabeza en señal de rendición; ella tenía razón, necesitábamos a Drogo.
Me acerqué a ella y besé su frente.
-Volveré pronto con ayuda, resiste querida.
Corrí con todas mis fuerzas hasta mi casa, encontrando a Drogo y Peter hablando en la puerta.
Cuando me vieron llegar noté como comenzaron a preocuparse.
-Drogo tienes que venir conmigo...
-Eh calma, ¿Qué es lo que ocurre?
-Minerva...Minerva está de parto, necesito tu ayuda....
Drogo me miró impresionado. Sabe perfectamente lo celosos que somos los lobos por naturaleza, sabía el gran esfuerzo que había hecho por mi amada. Sentí como su mirada llena de respeto se depositaba sobre mí, sonriéndome ligeramente.
-Por supuesto que voy a ayudarte, vamos rápido.
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