16.EL SECRETO DE SEBASTIÁN


Después de haber compartido aquel trozo de paraíso, Sebastián y yo compartimos un hermoso baño a la luz de la luna, donde jugueteamos como dos adolescentes enamorados.

No escatimamos en besos y abrazos mientras reíamos como dos locos. Me sentía feliz y plena; aquel horrible dolor que sentía fue sustituido por unos dulces hormigueos ajo mi vientre que más que dolerme me hacía sonreír al pensar en nuestro momento compartido.

Los ojos dorados de Sebastián brillaban más que nunca, percatándome que eran distintos. Lo miré extrañada y él se dio cuenta de ello:

-¿Por qué tus ojos son tan distintos esta noche?

-Es el efecto del lago preciosa; la luz de la luna hace que parezca que los ojos se vean distintos.

No me convenció en absoluto su explicación pero no le di más vueltas al asunto. Me promete a mi misma darle una oportunidad a Sebastián para confiar en él. Si algo más había, estaba segura que me lo contaría.

-Debemos de salir de aquí para prepararnos para la fiesta; eres la invitada de honor y si seguimos aquí voy a pedirte el segundo asalto-Dijo sonriéndome lascivamente, lamiendo mi cuello indecentemente.

Emití un gemido que hizo que Sebastián se pegase a mí como si ambos fuéramos imanes. Yo acaricié su rostro con dulzura mientras que sus manos se posaron en mi trasero.

-No te preocupes, en casa podemos seguir más tarde de la fiesta.

La sonrisa de Sebastián se hizo aún más amplia, relamiéndose los labios conforme iba saliendo del agua y veía cada parte de mi cuerpo desnudo. No podía evitar sentir escalofríos ya que la vergüenza la había perdido. Me puse el vestido que ahora estaba lleno de tierra al igual que el de Sebastián y caminamos de nuevo al pueblo con las manos tomadas.

Cuando pasábamos al lado de alguien nos sonreían aún más efusivamente que de costumbre. Algunos que estaban bebiendo, alzaban sus copas en señal de brindar a nuestra salud. Yo estaba realmente confundida.

-Cielo, he de decirte que no eres nada silenciosa; es normal que se hayan enterado de nuestro encuentro y lo celebren a nuestra salud.

Comencé a atragantarme de los nervios mientras que les sonreía incómodamente a todos los que nos saludaban.

Sebastián se inclinó a mi oído y me dijo con su voz ronca:

-Me encanta que seas tan salvaje y escandalosa; lejos de ser un defecto para mí es una gran virtud.

-¡Sebastián!-Le grité con la voz aguda a causa de los nervios.

Él comenzó a reírse y me tomó en brazos el resto del camino. El pueblo entero nos miraba ilusionados y felices, como si el amarnos fuera motivo de la mayor de las alegrías.

Cuando llegamos llamé a Minerva para saludarla y darle las gracias por haberme cuidado pero en su lugar había dejado dos platos de comida junto con una nota que era para mí:

"Te dije que él te ayudaría a sentirte mejor. Os he dejado algo para reponer fuerzas antes de la fiesta, no os entretengáis demasiado.

Con cariño, Minerva"

-Creo que esa mujer es bruja o algo-Dije sorprendida.

-No es eso, simplemente ella pasó por lo mismo que tu y sabía lo que necesitabas-Me dijo Sebastián dándome un tierno abrazo que tenía intenciones más oscuras.

-Sebastián... ¿No leíste la nota?, No podemos entretenernos, nos esperan!

-Lo sé, pero luego no te librarás de mí.

-No tenía intención de hacerlo-Le dije mordiéndole el cuello antes de salir corriendo a mi cuarto y cerrarme con llave. La voz excitada de Sebastián sonó al otro lado de la puerta.

-Ábreme Serena, debo de decirte un par de cosas...

-¡No Sebastián, llegaremos tarde!-Dije riéndome mientras estaba apoyada en la puerta.

-Vamos hermosa, ábreme la puerta y te prometo que no te arrepentirás...

-¡No, me tengo que vestir!

-¿Sabes que una puerta no puede detenerme de lo que quiero?

-¿Ah no?¡Pues yo veo que sí!

Comencé a reírme mientras que iba al armario y comenzaba a buscar un vestido para esta noche. De pronto escuché como la puerta corredera que daba al exterior se abría y yo corrí a por una sábana para taparme. El rostro de Sebastián apareció en mi cuarto, tirándole mi almohada en señal de molestia.

-¿Sabes el susto que me diste?¡Pensaba que era alguien del pueblo que se estaba colando!

-Nadie se atrevería a colarse en mi casa y menos en los aposentos de mi reina. Saben que las consecuencias serían terribles.

-Dime qué quieres y vete, que si no llegaremos tarde....

Él caminó hacia donde yo estaba, tomando la sábana y deshaciéndose de ella. Me tumbó en la cama y se puso encima de mí, oliendo y lamiendo mi cuello mientras que yo me agarraba a su musculosa espalda.

El aliento de Sebastián me provocaba escalofríos y jadeos; si seguíamos así íbamos a comenzar algo que teníamos que acabar. Noté como su cuerpo se puso rígido, parando lo que estaba haciendo, sintiéndome confundida.

-Sebastián, ¿Qué te ocurre?

-Serena...no te asustes por favor...prométeme que después de esto me vas a seguir queriendo...

-Sebastián...me estás asustando, ¿Qué te ocurre?

-No te muevas preciosa, agárrame con fuerza y respira hondo.

No entendía nada y comenzaba a asustarme. El agarre de Sebastián se hizo más intenso, sujetando mi cabeza para dejar mejor acceso a mi cuello. Mi pulso palpitaba con fuerza y rapidez sin saber lo que iba a pasar.

Entonces unos pinchazos comenzaron a quemar mi cuello, sintiendo como Sebastián tomaba mi sangre mientras suspiraba de placer. Yo estaba asustada pero excitada, no pudiendo evitar soltar unas lágrimas de confusión al descubrir que Sebastián no era el humano que yo pensaba que era.

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