10.LA LUNA DE NUESTRA NOCHE
Este capítulo me dió mucha ternura escribirlo, espero que os guste (L)
https://youtu.be/ePz3QSfJiuc
Mientras tenía aquella carta entre mis manos, las lágrimas brotaban con intensidad pero era por un profundo sentimiento de emoción y también de culpa al haberle juzgado tan mal. Doble la carta de nuevo dejándola en su lugar exacto para que él no sospechara que había mirado entre sus cosas. La noche era preciosa con la luna iluminando la noche estrellada. Abrí la puerta trasera para ir a por agua para llenarla; debía de darme prisa para que Sebastián no me pillara. Después de 9 viajes al rio, que daba gracias a que estaba jsuto detrás de casa, pude conseguir llenar la bañera. La temperatura era perfecta justo Como Sebastián me dijo; "fresca para beber y perfecta para bañarse"
Tomé varios pétalos de los rosales que rodeaban la casa, dándole al agua un tono rojizo. Con la pastilla de jabón que había sobre el lavabo comencé a hacer espuma.
Cuando estaba listo el baño, salí para encenderle la chimenea y así estuviera caliente cuando saliera del baño. Justo cuando la encendí, Sebastián entro al cuarto mirándome con sorpresa.
-¿Serena, qué haces aquí? ¿Te equivocaste de habitación?
-No...no es eso, pensé que como viniste cansado te vendría bien un baño.
Los brazos de Sebastián se abrieron quedándome atrapada en aquel torso que desprendía fragancia a madera recién cortada y manzanas. Cerré los ojos para disfrutar de su aroma y calidez; me relajaba tanto que podría dormirme sobre aquel torso tan suave y cálido.
Sebastián me tomó de los hombros mostrando una gran felicidad en sus ojos brillantes y risueños.
-Me hiciste muy feliz, enséñame lo que me has preparado-Dijo tomándome de la mano y arrastrándome hasta el baño.
Los ojos de Sebastián mostraron una profunda alegría; era un hombre que se contentaba con pequeñas cosas al igual que yo. Cada vez, veía más similitudes conmigo y no sabía si era fruto del sentimiento creciente que palpitaba bajo mi piel o porque realmente era así.
Sebastián abrió los ventanales del baño para que la brisa nocturna se filtrara. Era agradable y levemente fresca sin provocar escalofríos. Los brazos de Sebastián acariciaban mis brazos mientras que su mirada dorada se clavaba en mí con intensidad. Mis manos fueron hacia sus hombros, acariciándolos poco a poco descendiendo hasta sus manos, enlazándolas levemente con las suyas.
-Ven conmigo Serena, no haré nada que tu no quieras pero al menos déjame disfrutar de este baño en tu compañía.
Comencé a sentirme nerviosa ya que nunca me había desnudado delante de un hombre, ya me daba vergüenza delante de las criadas. El averiguó lo nerviosa que me sentía, por lo que me intentó calmar acariciando mi mejilla y besándome en la otra mejilla con ternura.
-Me da vergüenza Sebastián, no puedo hacerlo-Le dije con voz temblorosa.
-Yo te ayudaré amor mío-Dijo con suavidad.
Sus manos comenzaron a desabotonar mi vestido con lentitud mientras que su mirada no se apartaba de mí. Yo miraba aquel torso desnudo con nerviosismo, nunca había estado tan cerca de alguien semidesnudo y menos tan fornido.
Mi vestido se deslizó completamente al suelo quedando mis senos al descubierto, ya que prometí no llevar corsé. Mi pequeña pieza de encaje era lo único que cubría mi cuerpo. Sebastián comenzó a echar aire de su boca de forma entrecortada, cerrando los ojos con fuerza.
-¿Estás bien, Sebastián?-Le pregunté preocupada.
-No quiero que pienses que soy un pervertido, hermosa, pero es difícil contenerse delante de una diosa como tú.
Yo le sonreí avergonzada aún de estar así delante de él. Tomó mis manos y las llevó al cierre de su pantalón, provocando que casi me atragantara con la saliva.
-Ahora te toca a ti, Serena-Me dijo con una sonrisa pícara.
-No...no sé si podré...me mata la vergüenza.
-Conmigo no sientas eso; debes de confiar en mí totalmente.
Asentí sin poder mirarle a los ojos, comenzando a desabrochar los pantalones de Sebastián y deslizándolos hasta el suelo. Ahora ambos estábamos en igualdad de condiciones con una pequeña pieza de tela que ocultaba nuestras partes más íntimas. Él me sonrió tomándome de la mano y me dijo:
-No seré malo, te dejaré que la última prenda te la quites tú.
Sebastián se sentó en el borde de la bañera esperando a que yo lo hiciera. Sentía aún más vergüenza que antes ya que ahora me prestaba aun más atención que antes.
Sin apartar mi vista de la suya, deslicé mi pieza de encaje hasta el suelo. Sebastián siguió su recorrido a lo largo de mis piernas y se mostró realmente satisfecho.
Entonces, él se puso de pie y se quitó aquel trozo de tela con rapidez dejando expuesto totalmente su cuerpo. Mi vista se sobresaltó al ver aquello, ruborizándome al extremo y apartando la mirada cuando Sebastián se daba cuenta que lo miraba descaradamente.
-Serena, tienes todo el permiso de mirar lo que quieras, no sientas vergüenza o que está mal, porque no lo está. Ven conmigo.
Tomándome de la mano comenzamos a sumergirnos en aquella fragante bañera. El agua suavizaba mis nervios haciéndome sentir mejor.
Sebastián se sentó justo en frente de mí con mis piernas a ambos lados de sus muslos. Me sentía tan intimidada frente a su mirada de cazador, pero él prometió no hacerme nada que yo no quisiera, pero, ¿Qué no quería que él me hiciese?
Desde que llegué aquella noche era la noche en la que mi venda se cayó al suelo junto con mi ropa. Miraba a Sebastián de la misma forma que él me miraba a mí sin apenas darme cuenta.
-Serena...no me mires así...me es muy difícil no abalanzarme sobre ti....
Mi mirada no se volvió menos tímida, ya me sentía totalmente desinhibida por primera vez en mi vida. Sentía mi sangre burbujear con fuerza recorriendo mi cuerpo. Pero una idea terrorífica cruzó mi mente; el terror de quedarme embarazada. Si me acostaba con Sebastián, tarde o temprano quedaría embarazada de él. La idea de que alguien dependiese de mi me abrumaba y el saber que mi libertad quedaría reducida hasta la mínima expresión me ahogaba. Deseaba tanto entregarme a sus brazos en aquel momento, pero la posibilidad de tener hijos me hacía echarme para atrás.
Me obligué a respirar hondo, dulcificando mi mirada para no provocar más a Sebastián, aquella noche no me entregaría a él.
-¿Ocurre algo, Serena? te noto distante...
-No, es solo que nunca he estado así y bueno, me siento un poco no se...extraña.
-No te preocupes hermosa, yo me encuentro igual que tú, pero me puede más la felicidad que siento que la vergüenza.
Ambos nos sonreímos durante un buen rato, hasta que me entró sueño.
-Vayamos a la cama; debes estar cansada y mañana hay una fiesta en el pueblo en tu honor, así que debemos estar frescos.
-¿Una fiesta?, nadie me dijo nada...
-Lo siento hermosa, pero todo el pueblo está tan emocionado que estés aquí que se les pasó decírtelo. Vamos, voy a secarte.
Sebastián salió primero de la bañera y me tomó en brazos para evitar resbalarme. Al sentir si piel contra la mía, solté un pequeño gemido que hizo que Sebastián se tensara como la cuerda de un arco. En vez de dejarme en el suelo, me apretó más contra él. Mi mano instintivamente fue a su mejilla y sus labios vinieron a los míos esta vez, de forma amorosa pero pasional. Mi mano fue a su cabello azabache, agarrándolo con fuerza mientras que nuestro beso se hacía más profundo. Las manos que sujetaban mi espalda, me acariciaban el estómago con suavidad. Permanecí agarrada a sus labios en aquella dulce burbuja durante no se cuanto tiempo, deleitándome de la paz que de él emanaba.
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