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Ryuu sale de la casa, espera a Jimin y luego ambos suben juntos a la parte trasera de una camioneta color negra.

—Ahora —musita el japonés.

—Mañana —susurra Jimin, revisando los mensajes de su celular—. Habla con Yoon y Ravi, deben estar listos para lo que se viene.

Ryuu asiente.

—Y habla con los demás clanes, solo por si algo no sale como lo hemos planeado.

—Entendido —dice el japonés.

—Hablare con el líder de Kamakura, necesitamos que le den paso libre a los hombres que irán junto a Jungkook al santuario, y que se encarguen de los que se queden fuera.

—¿Qué hay de Yoon y Ravi?

Jimin, suspira y asiente.

—Debería uno viajar a Okinawa y otro a Nagano para encargarse de los Yakuza que están en nuestra contra —el rubio marca el número del líder de Kamakura.

—Llamaré a tres clanes más, para que visiten las demás ciudades, si piensas acabar con ellos, debemos acabar con todos —le recuerda Ryuu.

—Tienes razón —murmura Jimin.

—Será mañana, necesito que le den vía libre a los Yakuzas, que piensen que están en mi contra —le especifica el rubio. —Cuando estén confiados, ataquen a todos los que se queden fuera, no dejen a ninguno con vida —ordena el líder de los Ángeles Negros, al líder de Kamakura.

Park cancela la llamada, mira hacia el frente y observa a la pelirroja que conduce.

Su celular suena, baja su rostro y lee el nombre que la pantalla le muestra.

—Cariño —atiende.

—¿Cómo estás? —pregunta Jeon.

—Bien, ¿y tú? —responde el menor.

—Estaré mejor cuando terminemos con todo esto —contesta Jungkook.

—Mañana —susurra Park.

—Ok —dice el mayor en tono bajo. —Necesito verte, rubio —suelta Jungkook.

—Yo también —confiesa el menor.

—Te veo en la casa de Yoon, por la noche, lleva a Dai —le pide el pelinegro.

—Está bien —se limita a decir, Jimin.

—Debo reunirme con Washi, te amo —es lo último que dice Jeon, y luego termina la llamada.

—Jungkook, se reunirá con Washi, les dirá que ataquen mañana —le informa el rubio al japones.

Amaya, estaciona el auto frente a la escuela especial de Dai.

—No salgas —le ordena Ryuu a la chica.

—Vamos nosotros —añade Jimin, abriendo la puerta de la camioneta, para luego salir junto a su mano derecha.

El japonés rodea la parte trasera de la camioneta, mientras camina mira hacia todos lados cerciorándose de que todo este despejado, se detiene al lado de Jimin, el menor, toma su mano y entrelaza los dedos de ambos.

—Sé que disfrutas tomar mi mano —bromea el rubio, mientras empiezan a caminar.

—Por supuesto. Desearías que eso fuera cierto —habla entre dientes, el japonés.

—No tengo que desearlo, porque sé que es cierto —el rubio, deja reposar su rostro en el hombro de Ryuu, mientras continúan caminando.

—Como sea —dice Ryuu, riendo.

Ambos se detienen detrás de una madre de familia que recoge a su hijo, cuando se marcha Jimin se acerca a la puerta.

—Hola, vengo por Dai —dice respetuosamente, el menor.

—Dai, tus padres están aquí —anuncia la maestra.

Dai, sale arrastrando el bolsón con muchas figuras de super héroes en él.

—Ok —dice Jimin, mirando de reojo a Ryuu.

—Yo te ayudo, amigo —se dirige el japonés al pequeño, mientras toma el bolsón y lo coloca en su hombro derecho.

—Ven acá —le pide el rubio, tomando la mano de su hijo.
—¿Te portaste bien? —lo interroga.

El pequeño asiente, mientras mira hacia todos lados.

Ryuu toma la otra mano de Dai, pero la suelta cuando ve una camioneta estacionarse de forma abrupta.

—Toma a Dai —le ordena Ryuu a Jimin.

Park carga a su hijo en brazos, Amaya sale de la camioneta con una mini usi, mientras que el japonés se coloca frente a Jimin y Dai, resguardándolos.

Las puertas de la camioneta se abren, Ryuu lleva su mano a su espalda baja, palpa su arma, la toma y de forma discreta le retira el seguro.

—Dai, debes obedecerme en todo lo que te diga —le ordena Jimin al pequeño.

El niño asiente, rodeando el cuello de su appa con ambas manos.

Jimin mira a Amaya, la cual, se encuentra en una llamada, sabe lo que eso significa, dentro de poco tiempo tendrán refuerzos.

—Cuando salgan, corre. Corre hasta la camioneta —le ordena el japonés al rubio.

—Sujétate, cariño —le pide Jimin a su hijo.

En el preciso momento que Ryuu observa como los sujetos colocan sus pies sobre el asfalto, palpa el antebrazo de Jimin, y le da unas cuantas palmadas.

—¡Corre! —alza su voz el japonés.

Mientras el rubio corre a toda prisa hacia la camioneta, Ryuu y Amaya lo cubren.

El japonés saca su arma y dispara al resto de japoneses.

—Vete —le pide Amaya a Jimin.

El rubio sube a Dai en la camioneta, le coloca el cinturón y cuando está por entrar en la puerta del copiloto una bala cae en el espejo del carro, causando que Dai se asuste y que Jimin se lleve pequeñas esquirlas en su antebrazo derecho.

—Hijos de puta —espeta, molesto Park.

Abre uno de los compartimientos de la camioneta, toma una nueve milímetros, le coloca el cargador, le retira el seguro y empieza a disparar contra los japoneses que se cubren en un auto color gris, bloqueando el paso de la camioneta.

—Están cerca —alza su voz, Amaya.

Ryuu corre hacia la camioneta, mira hacia adentro del vehículo y observa a Dai, el cual, se encuentra dentro llorando desconsolado, cierra la puerta, recoge el cargador que la pelirroja le ha lanzado y continúa disparando.

—Los veo —dice Jimin, para luego acurrucarse y resguardase contra la puerta del copiloto.

Una bala quiebra el parabrisas, Park, ahora escucha el llanto más potente y lleno de temor de Dai.

—Mierda —masculla.

Se pone de pie de nuevo y dispara las últimas balas que quedan dentro de la recamara y el cargador.

—¡Munición! —grita el rubio.

Amaya le lanza un nuevo cargador, se lo coloca a su arma y continúa disparando.

—Estamos rodeados —informa la pelirroja por medio del intercomunicador.

Jimin y Ryuu continúa disparando a todo aquel que quiere acercarse a la camioneta.

—Debemos sacarlos de aquí —le dice el japonés a Amaya.

—Lanzaran granadas —anuncia la pelirroja. —Hay que cubrirnos —Ryuu, asiente y camina hasta Jimin.

—Entra a la camioneta —le ordena el japonés.

El rubio lo mira desconcertado.

—Confía en mí —le pide Ryuu.

Park, entra a la parte trasera mientras Amaya y Ryuu lo cubren.

Jimin toma a Dai en brazos, y lo apega a su cuerpo lo más que puede.

—¡Abajo! —grita Ryuu.

Park, abraza a Dai más fuerte mientras se tira al piso de la camioneta, unas potentes detonaciones se escuchan. Esperan que unos segundos pasen y luego el japonés abre la puerta de la camioneta, Jimin saca su arma y apunta hacia la puerta.

—Tranquilo, soy yo. Date prisa es hora de irnos —le indica el japonés.

Jimin baja de la camioneta junto a Dai, el pequeño se sostiene con fuerza de la camisa del rubio, mientras recarga su cabeza entre el cuello y su hombro.

—Amaya, ve atrás, voy adelante —da las órdenes Ryuu.

La pelirroja recarga la mini usi, se coloca detrás de Jimin y Dai y empiezan a trotar, mientras se escuchan disparos.

Jimin carga a Dai con su mano izquierda, mientras que con la derecha sostiene el arma, y apunta cuando cree tener un buen ángulo.

—Vamos, vamos —dice Ryuu, mientras cubre a su jefe y al pequeño.

—Listo —dice Amaya.

Ryuu corre hasta quedar de nuevo frente a Jimin.

Los Ángeles Negros comienzan a dispersarse en el lugar, algunos cubren a Jimin y otros corren a enfrentar al resto de japoneses que han atacado a su líder.

—Yo me encargo —dice Ryuu, subiendo a Jimin y a Dai en la parte trasera de una camioneta blindada.

—Espera, no, sube —le pide el rubio.

—Voy a terminar con ellos —asegura el japonés—. Nos vemos en Kamakura.

—Prométemelo —le suplica el menor.

—Lo prometo, rubio —afirma el japonés, tomando la puerta.

—Ryuu —lo llama Jimin, antes de que cierre la puerta. —Mátalos a todos —le pide Park.

El japonés asiente, cierra la puerta y se asoma a la puerta del copiloto, que tiene la ventana abajo.

—Amaya llévalos con Yoongi, estoy seguro que Jeon estará allí volviéndose loco.

La chica asiente, encendiendo la camioneta.

—No dejes que nada les pasa —le da una última orden a la pelirroja.

—Entendido —dice la chica.

Ryuu se aleja, Amaya sube la ventana, arranca la camioneta a toda velocidad dejando a la mitad de los Ángeles Negros destruyendo a los japoneses que atacaron a su jefe.

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