8
Jimin
Los rayos del sol entran por la pequeña ventana de mi habitación haciéndome odiar el no haber colocado una cortina. Me remuevo en el colchón envolviéndome como un rollo de suchi en la sábana, abro mis ojos de manera lenta queriendo continuar durmiendo en mi vieja cama, pero cómoda cama.
Dejo salir un sonoro suspiro, me estiro en la cama y los recuerdos de la noche vienen a mi mente.
—Mierda, Jimin —susurro para mí mismo.
Me siento en la cama y observo detenidamente toda mi pequeña habitación esperando que el tipo alto no esté dentro.
Me levanto y me coloco una camisa que le robé a Taehyung, desde hace mucho. Un pequeño dolor en mi espalda llama mi atención, camino hacia la mesa vieja de noche, abro la primera gaveta y saco el bote de medicamento para el dolor, agarro una píldora con mi dedo pulgar e índice, antes de salir de la habitación me calzo las pantuflas con las que salí de la casa del tipo pelinegro.
No hay ninguna de sus prendas en la habitación y la casa está en silencio, abro la puerta de mi habitación y salgo arrastrando mis pies de manera lenta, llego hasta el fregadero, cojo un vaso y lo lleno de agua, coloco la píldora en mi lengua y luego bebo un sorbo de agua para poder tragar el medicamento.
—Hermosa vista —escucho.
Mierda, esa voz, esa maldita voz.
Dejo el vaso en su lugar y de manera lenta me giro para encontrarme con el tipo alto frente a mí. Está vestido a excepción que lleva su camisa desabotonada mostrando su trabajado abdomen y sus pectorales. Mierda, Jimin, concéntrate me regaño mentalmente.
—¿Qué haces aquí? —pregunto, intentando concentrar mi mirada en su rostro.
—Debo educarte también —suelta socarronamente.
Introduce sus manos a los bolsillos de su pantalón y se dirige a una de las sillas para luego tomar asiento.
—¿Por qué sigues aquí? —continúo cuestionándolo, acercándome a él pasando por alto mi vestimenta.
—¿Por qué no saludas, rubio? acaso debo enseñarte como ser educado también.
Rio ante su comentario.
Imbécil, quien se cree.
—Primeramente; no creo que seas el indicado para hablar de educación —me cruzo de brazos. —Vienes, entras a mi casa, me tratas como un prostituto, me dices que hacer y ahora esperas que te dé los buenos días después de lo hijo de puta que has sido conmigo —agrego indignado.—Hazme el favor y lárgate de mi casa —le pido.
Sus ojos me miran de pies a cabeza fijamente, deteniendo su mirada en mis muslos.
—¡¿Acaso no escuchas?! —alzo mi voz, rompiendo la distancia entre ambos, hasta que quedo frente a él. —Lárgate —demando molesto.
El maldito no dice nada, solo deja escapar una risita, desciende su mirada, abre sus piernas y lo siguiente que siento es como sus manos se posan en mis muslos.
—Te ves demasiado sexi de esta manera —comenta.
Con mis manos golpeo sus brazos y hago que deje de tocarme.
—Lárgate, ha sido suficiente al dejar que me veas como un prostituto, te recuerdo que no lo soy, ahora vete.
Intento girarme, pero sus piernas me atrapan empidiéndomelo.
Golpeo sus hombros, pero es inútil soltarme.
—¿Terminaste tu berrinche matutino? —inquiere serio, mientras lo veo asombrado.
—Esto —hago hincapié—. No es un maldito berrinche.
—Cállate y siéntate —me ordena, dejando de hacer presión con sus piernas a los costados de mis muslos.
—No te equivoques conmigo, las únicas órdenes que sigo son las de mis empleadores —digo molesto.
Mi sangre se ha calentado y mi corazón late, pero de molestia.
—Ese es el puto problema —replica, sonriendo socarronamente, me suelta para luego ponerse de pie.
Introduce su mano derecha al bolsillo de su pantalón, saca un fajo de billetes no muy grande, alza los billetes y luego los lanza a la mesa sin dejar de mirarme.
—Todo resuelto. Ahora siéntate y cállate —se dirige a mí con aires de superioridad.
—En serio te crees mejor que yo, maldito estúpido —espeto furioso. —Tú me hablas de educación cuando ni siquiera sabes tratar a una persona —extiendo mi mano hacia la mesa y tomo el fajo de billetes.
—No necesito tu maldito dinero —coloco el fajo de billetes en su pecho desnudo, y me alejo unos cuantos pasos de él.
—Eso no fue lo que dijiste la primera vez que te follé. ¿Lo recuerdas?
Camina hacia mí, pero no retrocedo.
—Lo sé, no soy estúpido —acoto.
—Te follé anoche —recalca. —Aquí está tu paga —agita el fajo de billetes.
—No lo quiero, te daré gratis la follada. Ahora lárgate de mi casa y espero nunca volver a verte —pronuncio.
Paso de largo caminando hacia mi habitación, pero antes de poder entrar siento como sus fuertes brazos rodean mi cintura, me levantan del suelo y me cargan hasta la silla.
—Te callas y te sientas —me exige, dejándome caer de manera brusca en la silla de madera, colocándose frente a mí con su entrecejo fruncido. —¿Por qué lo complicas todo, rubio? Me haces enfadar siempre —habla molesto.
—¿Por qué no te largas? —lo confronto agotado. —Solo lárgate de una puta vez —le pido.
—Tengo algo que proponerte —dice ignorando mi pregunta y mi orden, con su tono de voz más relajado.
—No —mascullo, sin siquiera escuchar su propuesta.
—Ni siquiera has escuchado mi propuesta —menciona con una maldita sonrisa ladina en su rostro.
—No me acostare contigo de nuevo y mucho menos por dinero —le aclaro.
Su mirada de sorprensa cautiva mi atención, pero no lo suficiente para creérmela.
—No sere como mi madre, y sé que te importa poco lo que digo, pero en serio no sere tu puta. Hay muchas mujeres y chicos como yo, la diferencia es que ellos sí estarán dispuestos a dejar que los trates como tú gustes —paso saliva—. Pero yo no lo hare, no de nuevo.
Recordar a mi madre duele, pero es necesario que ese dolor me recuerde que no hay necesidad de prostituirme por dinero cuando puedo matarme trabajando para conseguir una buena cantidad de dinero.
—Rubio, con lo que te pagare puedes pagar las deudas de tu padre y mudarte a un mejor lugar —insiste.
—¿Acaso no escuchaste lo que te dije recién? —me pongo de pie y observo sus ojos color negro. —No soy ni sere como mis padres, así que deja de ofrecerme tu dinero porque no pienso aceptarlo —tomo el fajo de dinero de su mano y lo llevo hasta el bolsillo de su pantalón.
—No entiendes nada, rubio —suspira.
—Lo entiendo todo, créeme —hablo entre dientes, sonriendo forzadamente.
—Eres mío —verbaliza seguro de sus palabras.
Él en serio habla estupideces, creo que gana dinero por cada una de sus palabras sin sentido.
—No soy tuyo ni de nadie ¿Estás loco? —lo señalo con mi dedo índice, furioso.
—No sabes con quien hablas —comenta molesto, acortando nuestra poca distancia.
—Claro que si lo sé. Hablo con un idiota que cree que soy un prostituto desde el día que me conoció. Y si eso no es suficiente, también cree que soy de su propiedad —añado con ironía.
—No hables como si no disfrutaste nada, rubio —refuta en su defensa.
—No he dicho lo contrario ¿o sí? —lo cuestiono, cuando nos encontramos demasiado cerca el uno del otro.
—Buen punto, rubio —coloca una de sus manos en mi cintura, me remuevo un poco evitando caer en sus malditas seducciones.
—No hare nada que no me permitas hacerte —dice, elevando mi rostro con la mano que no sostiene mi cintura.
—No dejare que vuelvas a tocarme —le aseguro, seriamente.
—Lo estoy haciendo, rubio —dice burlonamente, acariciando mi cintura con sus dedos.
—Me refiero a como lo hiciste anoche —específico.
—Eso lo veremos —susurra con confianza.
Acerca sus labios a los míos, pero antes de que hagan contacto con los míos giro mi rostro y sus labios se posan en una de mis mejillas.
—No bromeo... —trastabillo un poco al no recordar su nombre.
—Jeon Jungkook —me recuerda su nombre con orgullo. —No lo volvere repetir —murmura en mi mejilla.
—Es tiempo de que te vayas, Jungkook —coloco una de mis manos en su pecho desnudo y lo alejo un poco.
—Antes de irme te recordare algo —suelta mi cintura y se aleja con una estúpida sonrisa en su rostro.
Me cruzo de brazos y espero a escuchar lo que tiene que decir.
Abotona su camisa a la misma vez que dice sus estupideces.
—Serás mío de nuevo, te follare cuando quiera y donde quiera.
—Si lo permito —replico mientras le guiño mi ojo izquierdo.
—¿Estas provocándome? —pregunta coquetamente—. Porque si es así voy a follarte ahora mismo.
Camino hacia la puerta, retiro el pestillo y antes de abrir lo observo.
—Tu follada gratis termino anoche, espero la hayas disfrutado porque será la última —sonrió.
—No será la última, rubio —camina hacia mí. —Cuando llegue hasta a ti, si la puerta no está abierta voy a besarte esos malditos labios —me amenaza.
Llevo mi mano hacia la manija y observo como Jungkook se acerca a mí, trato de girar la manija, pero pareciera como si mi mano no reaccionara. Giro mi rostro hacia la puerta y veo como mi mano continúa sin reaccionar, siento unas manos grandes en mi cuello y como estas hacen que mire hacia el frente.
—Te lo advertí —musita cerca de mis labios.
—No lo hagas —suplico, mordiendo mi labio inferior.
—Tus labios lo piden a gritos, rubio —habla en voz baja.
Intento alejarme, pero solo consigo acorralarme más entre la puerta y su cuerpo.
Siento su lengua sobre mis labios y como esta los recorre de manera lenta.
—Malditos labios —susurra sobre ellos, para luego besarme.
Dejo mis manos estáticas por unos segundos, pero estas no resisten y las coloco en su cintura mientras mis labios empiezan a responder ante los de Jungkook, intentando seguir el ritmo.
Unos segundos o quizás minutos pasan y ambos continuamos besándonos, las manos de Jungkook no viajan a ninguna otra parte de mi cuerpo por primera vez.
El sonido de su celular hace que abra mis ojos y que deje pequeños golpes en su espalda baja para que deje de besarme.
Se detiene molesto, sin alejarse saca el celular de su bolsillo y atiende, no logro escuchar nada del aparato electrónico, desvío mi mirada al observar que me mira fijamente.
—Voy para allá, deja de gritar —habla Jungkook, cuelga y guarda su celular de nuevo en su bolsillo—. Debo irme, rubio.
No digo nada y solo asiento.
—Pero antes de eso... —dice vacilando, acercándose a mí para besar mis labios nuevamente sin previo aviso, sorprendiéndome por completo.
Lo alejo de manera rápida, me observa con una sonrisa de "demasiado tarde, rubio", bufo molesto y abro la puerta.
—Dame tu número —me pide exigente.
—No tengo celular, y créeme que, aunque tuviera uno no te diera mi número —espeto.
—Rubio, rubio —recita serio, caminando hacia la salida. —Aunque no te guste y no lo aceptes, eres mío. Debo recordarte que soy tu primera vez en todo —se detiene cuando está fuera de mi casa y se gira para observarme y agrega—. Nadie toca lo que es mío. Nadie.
—Debo recordarte que no soy tu puta y que no te pertenezco —contra ataco.
—¿En serio no quieres el dinero? —indaga, sacando de nuevo el fajo de billetes de su bolsillo.
Salgo de la casa y camino hacia él mientras una lujosa camioneta se estaciona en frente.
Tomo el fajo de billetes, lo veo con cautela, alzo mi mano y la estrello en su mejilla derecha.
—No soy tu puta y nunca lo sere, Jungkook —le recuerdo.
Con su mirada furiosa seguro me ha matado y golpeado muchas veces, pero no me interesa en lo absoluto.
Guardo el dinero en su bolsillo, tomo su rostro con mis manos y dejo un pequeño beso en sus labios. Ni siquiera sé por qué lo hago, sus manos se posan en mi cintura y la presionan un poco.
—Si vuelves a golpearme voy a...
Acaricio la mejilla que golpeé y guarda silencio.
—¿Vas a qué? —lo cuestiono retadoramente. —¿Vas a golpearme? ¿Vas a matarme? ¿Vas a obligarme a que te la chupe y luego me darás dinero? ¿Vas a seducirme a follarme y luego me lanzaras tu puto dinero? o ¿Vas a... —mis palabras se ven a calladas sus los labios.
—Debes ir a pagar, imbécil —se escucha una tercera voz.
—Hablas demasiado, rubio —dice Jungkook, separándose de mis labios.
Retira sus manos de mi cintura y retrocedo de manera lenta hacia el marco de la puerta, observando como la mirada asombrada de Taehyung escanea a Jungkook.
—Nos vemos pronto, Jimin —se despide, baja el escalón de mi casa y camina hacia a la camioneta.
—Quiero una explicación —habla Taehyung, subiendo el escalón.
—Dile todo con lujo de detalles, rubio. No tengo ningún problema —habla Jungkook, desde la camioneta.
—¡Lárgate! —grito molesto, para luego entrar a la casa con Taehyung detrás de mí y su sinfín de preguntas.
Tuve que explicarle todo a mi amigo, y para mi incomodidad darle detalles del buen sexo que he tenido con Jungkook.
—¿Entonces esta vez sí fue bueno? —pregunta curioso, observando como me coloco ropa limpia luego de haber tomado una ducha.
—Sí —respondo —bueno, eso creo —tartamudeo.
—¿Vio tu tatuaje?
—No, fui cuidadoso con eso —contesto, saliendo de mi habitación. —Y antes de que preguntes, no, Taehyung, no acepté su dinero porque no soy un prostituto —tomo mi chaqueta y me la coloco.
—Ok, ok, entiendo —dice mi amigo alzando sus manos—. ¿Volverás a verlo?
Odio que Tae, sea demasiado preguntón.
—Creo que sabes la respuesta, Taehyung.
—Bueno, si lo dejas a mi criterio apostaría a que no quieres verlo de nuevo, pero por la forma en la que él te beso, apuesto a que volverá a buscarte —habla Tae.
—Debemos irnos —pronuncio tomando la llave de la casa e ignorando a mi amigo.
—Jiminie —me llama.
Me giro observando a mi amigo, el cual, cierra la puerta de mi casa, y le pido molesto—. Basta, Taehyung, y lo digo en serio.
—Está bien —desciende su rostro y camina hacia mí.
Durante todo el día buscamos empleo, un trabajo con buena paga sin importar el horario de entrada y salida. Necesitamos el dinero así que no nos interesa mucho el maldito horario.
—Creo que no encontraremos trabajo —se queja Tae.
Un pequeño bar con un señor de avanzada edad adentro de él acomodando las sillas del lugar llama mi atención.
—Taehyung, detente —llamo a mi amigo. —Creo que encontramos trabajo —digo, dando por hecho que conseguiríamos nuestro objetivo. —Solo se atento —le pido.
Mi amigo asiente y luego entramos al bar.
—Buenas tardes —saludamos y empezamos a bajar las sillas y acomodarlas.
—¿Buscan trabajo? —pregunta el señor.
Ambos asentimos mientras bajamos las sillas.
—Necesito personal, pero el bar ha perdido su esencia. Lo poco que gano no me alcanzaría para pagarles —expone el señor.
—Bueno, eso lo podemos solucionar —habla Taehyung.
Mierda, tiene algo en mente y estoy casi seguro que no me gustara, pero estoy dispuesto a intentarlo.
—Tengo dos chicas que no dudarán en venir a bailar en esos tubos —escucho decir a Tae.
Ok, mi amigo esta demente, ¿dijo dos amigas? bien, eso incluye a las únicas dos mujeres parecidas a amigas que tenemos. Tzuyu y Dahyun, las cuales no se negaran con tal de ser folladas por viejos que utilizan viagra para que su pene tenga una erección.
—Los meseros los tiene aquí, también podemos preparar bocadillos y servir los tragos —continúa hablando, con una sonrisa enorme en su rostro. —Soy Kim Taehyung —se presenta, haciendo una reverencia para luego estrechar su mano con la del señor.
—Y yo Park Jimin —imito a mi amigo y saludo al señor.
—Soy Kim Jong-il, dueño de este lugar —dice suavemente.
El señor nos observa como si ambos fuésemos la maldita salvación de su ruina, y a mi me parece estúpido que confíe en nosotros.
—¿Qué necesitarán? —pregunta el señor.
No respondo nada y simplemente observo a Taehyung.
—Bueno, primero necesitaremos unos uniformes.
Niego al instante.
—Ni de coña, Taehyung —me opongo.
—Debemos parecer atractivos, Jiminie, queremos que este lugar cobre vida —recita emocionado.
Maldigo a mi amigo una y otra vez mentalmente.
—Si hacen que esto funcione todas las propinas serán suyas —dice el señor.
—Está bien —acepto.
Es una buena oferta ya que en otros lugares solo nos dan la mitad de nuestra propina.
—Necesitaremos un letrero que brille y volantes para promover la nueva imagen de este bar.
Taehyung, está feliz y yo simplemente quiero trabajo, dinero y estar con mi mejor amigo.
Ese día el bar cerro, el señor Jong-il nos llevó como sus acompañantes para que eligiésemos cosas para el bar. Imprimimos volantes llamativos y de nueva apertura para el bar.
El bar se tardaría en re abrir ya que observándolo internamente necesitaba unos retoques y de eso me encargaría yo.
Después de todo no es tan malo que Taehyung y yo siempre estemos dispuestos a aceptar cualquier trabajo, siempre aprendemos de cada uno, y ahora en este bar pondremos en práctica todo y será la sensación de este maldito lugar.
El señor Jong-il, nos invitó a cenar y luego nos llevó a casa en su auto, antes de bajar de su auto me percato de que Jungkook no este cerca, cuando observo que tengo el camino libre bajo del vehículo y corro hacia mi casa.
Abro la puerta y la cierro rápidamente con pestillo, enciendo la luz y veo un trozo papel en el suelo.
—Nos veremos pronto, rubio.
Niego un par de veces, hago bolita el papel y lo lanzo al cesto de la basura para luego dirigirme a mi habitación a dormir.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top