66
Mientras la pelirroja conduce a toda prisa, Jeon constantemente mira hacia atrás para asegurarse de dos cosas.
La primera; de que su pequeño y la señora Kim estén bien. La segunda; de no ser perseguidos por alguien más.
Jungkook mira hacia atrás y observa como Dai se sostiene de la blusa de la madre de Taehyung. Ve al castaño y se percata que sostiene un revolver en una de sus manos.
—Júrame que no vas a lastimarte a ti mismo —le pide el pelinegro con semblante serio.
—Se utilizarlo. Yoon, me enseñó —responde cortante y directo, Taehyung, ganándose una mirada de confusión por parte de su madre.
—Creo que alguien tendrá que dar muchas explicaciones, después de ser regañado —se burla Jungkook, regresando su mirada al frente.
—¡Mierda! —dice desesperada la chica, al observar un auto en medio del camino.
—Voy a disparar —alerta Jungkook, sacando la sub ametralladora por la ventanilla. —No te detengas —le pide a la pelirroja.
La chica suspira, da un golpe al volante y continúa conduciendo.
—Vira un poco a la izquierda cuando te lo diga —le indica
La chica, asiente a la orden.
—Abajo, madre —le pide el castaño a la señora, la cual, abraza el pequeño cuerpo de Dai y se agacha tras el asiento del conductor.
—¡Ahora! —le indica Jungkook a la japonesa. —Son míos —dice, sacando la mitad de su cuerpo por la ventanilla, para luego empezar a disparar.
La pelirroja pierde el control del auto por unos segundos, pero luego lo recupera. Pasan a dos metros del vehículo que les impedía pasar con los hombres muertos sobre el asfalto, y el conductor en el auto.
—Necesito el radio —dice la chica, señalando el compartimiento del auto.
El pelinegro lo saca y se lo entrega a la chica.
—Voy hacia allá —es lo primero que dice la japonesa.
—Entendido —escucha la voz de alguien más.
Jungkook saca su celular y marca el número de Jimin, no recibe respuesta y continúa marcando.
—Cruce el límite —informa la chica, ganándose la atención de Jungkook y Taehyung.
Un motor se escucha tras la combi, Kim y Jeon miran hacia atrás y ven un auto atrás de ellos.
—¡Maldición! —exclama Taehyung.
—Tenemos compañía —articula Jeon, guardando su celular y preparando su arma.
—Tranquilo Rambo, son nuestros —la pelirroja señala hacia adelante.
Jungkook mira y se percata de dos motocicletas adelante de la combi con dos acompañantes en cada moto, ambos conductores llevan una Katana en su cintura y el acompañante una ametralladora.
—Nos escoltan —les hace saber la chica, sonando más relajada.
La combi cruza una entrada a toda prisa, tanto Taehyung y Jungkook desconocen el lugar. La pelirroja estaciona, apaga el automóvil y observa brevemente a todos.
—Pueden salir, están a salvo.
Taehyung no se mueve, solo observa a Jungkook, el cual, asiente y abre la puerta de la combi.
—Abajo —ordena el pelinegro.
Kim abre la puerta de atrás de la combi y ayuda a salir a su madre.
—Papá —lloriquea Dai.
Jeon lo toma y ve a la chica, Taehyung toma la mano de su madre y se mantiene atrás de Jungkook.
—Amaya —verbaliza la japonesa.
Todos miran sin entender a la chica.
—Mi nombre es Amaya, esta casa es el santuario de los Ángeles Negros.
Jungkook lleva su mirada a la casa con toques antepasados y dragones adornando el patrimonio por doquier.
—Soy la encargada de la casa y de velar por el cuidado de la familia de nuestro líder —expresa con total libertad y confianza la japonesa—. Ryuu, si me escuchas, tengo todo bajo control. Repito, tengo todo bajo control.
Amaya empieza a caminar hacia la entrada de la casa.
—No toquen nada, no salgan de la casa y no entren a habitaciones que no se les indique.
Jungkook se ríe y mira desafiante a la pelirroja.
—No sé qué te provoca risa, pero son órdenes impuestas por Jimin y en esta casa, todos obedecemos —la chica se aleja de los visitantes y se detiene frente a una señora—. Llévalos a la habitación más grande y entrégales ropa limpia.
—Por favor, síganme —les pide la señora.
Taehyung y su madre se mueven, pero Jungkook no.
—Vamos, Jeon, deja de ser un imbécil —le pide el castaño.
—Señor Jungkook —se dirige la señora con voz suave y tenue al pelinegro—. Por favor acompáñeme, le aseguro que Jimin-San vendrá pronto.
Jeon suspira, abraza el cuerpo de Dai y decide seguir a la señora.
En la enorme mansión de los Yakuza de Kobe, se encuentra una batalla. Jimin pelea con su Katana intentando sobrevivir y defender su territorio.
—Quiero a uno vivo —ordena el rubio, cuando está al lado de Ryuu.
—Yoon, uno vivo —le pasa la indicación al coreano.
—Me encargo de eso —dice el mayor de los Jeon.
—La policía está llegando —informa un Yakuza, sin bajar la guardia.
—Quiero que los maten a todos —da la orden Jimin, para luego ir a pelear contra Yakuzas, que al parecer estan en su contra.
—Repito, tengo todo bajo control —escucha Ryuu a lo lejos el intercomunicador.
El japonés observa a Park luchando contra dos tipos, empuña con fuerza su Katana y trota hasta llegar a donde el rubio se encuentra.
—Amaya, tiene el control —dice entre la batalla el japonés.
En un ágil movimiento, Jimin desliza en el abdomen de su oponente su Katana, haciendo una herida horizontal, larga y profunda.
El ruido de las Katanas y disparos cesa, el rubio observa aturdido la casa desordenada llena de cuerpos muertos y agonizando, la cerámica y paredes llenas de salpicadura de sangre, cierra sus ojos por unos breves segundos.
—Tráeme al asesino de mi tío —le ordena Jimin al japonés.
—Claro —el japonés en funda su Katana.
—Tengo a tres imbéciles —dice Yoon, regresando a la enorme sala.
El jefe de policías se acerca a Jimin.
—Los quiero muertos —le ordena el rubio. —Págale —le pide a Ryuu. —Llévame con los rehenes —se dirige a Yoon.
—Por supuesto —el chico de piel blanquecina se gira y camina hasta el garaje. —¿Sabes cómo están? —pregunta Yoon, refiriéndose a su pareja, a su suegra, a su primo y sobrino.
—Amaya, lo tiene todo bajo control —responde con seriedad el rubio.
—Acá están —el coreano señala a los rehenes.
—Solo tendrán una maldita oportunidad para hablar, no estoy de ánimos para sus jueguitos de mierda —habla Jimin, encendiendo la luz del garaje, para poder observar a los tres rehenes—. Su jefe.
Los tres permanecen en silencio.
Jimin lleva sus manos a la cintura, se acerca a uno de los rehenes, alza su pie y golpea el pecho del hombre.
—Eres malditamente sexi —escuchan todos.
El rubio gira su rostro hacia la izquierda y localiza al responsable de ese comentario.
—Y tú, un estúpido —masculla Ryuu, al llegar al garaje y reconocer el rostro del tipo.
—Serás un completo idiota —Jimin camina hasta el rehén que se ha dirigido a él.
—Tenía que verte otra vez —sonríe el tipo, como si hubiese conseguido un gran logro.
—Felicidades —dice con sarcasmo el rubio, toma un cuchillo curvo mediano y golpea con la empuñadura dos veces la sien del tipo. —Él vino solo —dice Jimin, observando a Ryuu.
—Yoon, súbelo al baúl —el coreano asiente.
—Lo haré, ve al auto —el japonés le retira el seguro a su arma, espera a que el rubio salga del garaje y luego les dispara a los dos tipos a quema ropa.
Cuando todos están en la camioneta, Yoon arranca y sigue el camino que Ryuu le indica. Jimin, por su parte saca su móvil, mira las llamadas perdidas de su esposo, suelta un largo suspiro, abre el chat y decide escribirle un mensaje corto al pelinegro.
Lo envía, guarda su celular y lleva sus manos llenas de sangre seca a su cabello.
—Mira eso —dice Yoongi.
Los tres observan el automóvil en medio del camino y los hombres muertos, lo esquivan y aceleran.
—Amaya, estamos cerca —habla el japonés por el intercomunicador.
—Entendido —responde la chica.
—Que prepare el sótano —le pide Jimin.
—Prepara el sótano —comparte la orden, Ryuu.
—Como digas.
Los chicos de las motocicletas aparecen nuevamente, los escoltan y luego desaparecen.
Entran al santuario, Yoon, ve la combi y ahora respira tranquilo. Sale de la camioneta dejando la puerta abierta.
—Sacare al idiota —informa Yoon.
—Dime lo que piensas, rubio —le pide Ryuu a Jimin.
—Son solo suposiciones vagas —comenta el menor. —Necesito el reporte de las cinco ciudades de donde empezaron los saqueos —le ordena Jimin.
Su celular suena, lo saca y observa el nombre de Ravi en la pantalla y atiende sin dudarlo.
—Jimin, fuimos atacados —es lo primero que escucha el rubio.
Su respiración se acelera, presiona de forma fuerte sus dientes haciendo que su mandíbula se tense.
—¿Lograron sacarte de Tokio? —pregunta el rubio, saliendo de la camioneta.
—No —responde Ravi.
—También fuimos atacados —confiesa el menor.
—¿Qué mierda sucede, Jimin?
—cuestiona su amigo.
—Aún no lo sé, pero lo averiguaré —el rubio, cancela la llamada. —Tokio también fue atacado —le hace saber Jimin a Ryuu. —Siento mucho no haberte escuchado —dice el rubio, mientras caminan hasta el garaje.
—Jimin —saluda Amaya, haciendo una reverencia ante su líder.
—Dobla la seguridad —le ordena a la pelirroja. —Despiértenlo —pide furioso el rubio, señalando el cuerpo del tipo.
Yoon toma un galón de gasolina, le retira la rosca y deja caer el líquido sobre el rostro del tipo.
El hombre empieza a toser y a removerse en el suelo del garaje.
—Bienvenido —dice Jimin, con una sonrisa fingida.
Ryuu saca un encendedor de su bolsillo y lo enciende.
—Arderas sino respondes —le adivierte el japonés.
—Si él hace las preguntas, las responderé sin ninguna molestia y oposición —dice el chico chino.
—¿Quiénes son? —empieza con el interrogatorio, Jimin.
—No sé con exactitud, pero sí sé que vienen a por todo —responde Wang.
—¿Por qué estabas con ellos? —realiza otra pregunta el rubio.
—No lo hago de gratis, me pagan y como lo dije antes, debía volver a verte —sonríe el tipo.
—Voy a borrarte de un disparo esa maldita sonrisa —lo amenaza Jimin. —No creas que he olvidado que mataste a mi tío, hijo de puta —lo señala molesto el rubio.
—Déjame matarlo —le pide Yoongi.
—Cállate —interrumpe Ryuu. —Él nos ayudará —habla el japonés, luego de haber callado al coreano.
—No, no lo haré —se niega Wang.
—Sí, sí lo harás —asevera Jimin.
—¿Qué ganaré yo? —pregunta el chico chino.
—La vida, no te mataremos y podrás verlo seguido —la mirada de Ryuu viaja hasta Park.
—Te daremos dinero —agrega Jimin, observando a Ryuu con el entrecejo fruncido.
—Me conformaba con lo segundo, pero si deseas darme dinero no me opondré —habla Wang.
—Desátalo —le ordena Jimin a Yoongi.
—No te le acerques o te mataré —lo amenaza Yoon.
—¿Qué es lo que deseas que haga? —pregunta el chino.
Amaya aparece con una tableta en su mano.
—Tu nombre —le pide la chica.
—Wang He - di —habla el chico observando a Jimin.
—Sobreviste porque eres un asesino independiente, cobraras tu pago y conseguirás información que sirva.
—No haré eso, sexi —se niega a lo que el rubio le ha planteado.
—Tiene dos hermanas, la mayor vive fuera de Japón, la menor tiene quince años y vive en Japón —suelta Amaya, sorprendiendo a Wang.
—No sé nada de mi hermana mayor —agrega el chino.
—Un viaje a Tailandia y tenemos a su hermana mayor junto a sus dos hijos —sonríe triunfante, Amaya.
—Lo que no entiendo es porque aún sigues mezclado con los Yakuza —dice el rubio.
—Su hermana menor tiene un anuncio de secuestrada en la oficina de policías.
Jimin se acerca a la chica y toma la tableta.
—No secuestramos niñas, no nuestros clanes —le hace saber, Yoongi.
—Es una maldita broma —se burla el chino.
—No, no lo es —interviene Jimin.
—Mis clanes no secuestran niños, ni adolescentes, tienes mi palabra —habla con seriedad el rubio.
—Si los clanes contrarios la tienen, no podrás rescatarla solo —le hace saber, Ryuu.
—Es mi maldito problema —espeta Wang.
—Bien, entonces haz lo que te ordene o date por muerto —es lo último que dice Jimin, para luego salir del garaje.
El rubio entra a la casa por la puerta trasera, la señora lo observa y hace una reverencia ante él.
—Está en la pequeña sala, habló con Amaya y ella se lo permitió —le indica la señora a Jimin.
Se detiene en la habitación grande, abre la puerta y Taehyung se pone de pie.
—Estaremos bien —susurra el menor a su amigo.
Mira a Dai dormido junto a la señora Kim, suspira y asiente.
—Yoon, vendrá pronto.
El castaño asiente.
Jimin se retira la cincha de su cintura para luego tomar su Katana con su mano derecha, llega a la pequeña sala, abre la puerta y observa a su esposo de pie caminando impaciente dentro de la pequeña sala.
Los pies de Jungkook se detienen en el momento que sus ojos color negro profundo, miran a su lindo rubio de pie mirándolo.
Jimin da dos pasos y entra a la habitación, deja caer su Katana al suelo y camina a toda prisa hasta ser sostenido, contenido y abrazado por los fuertes brazos de su esposo.
—Estoy bien —susurra el menor, aferrándose al cuerpo del pelinegro.
—Jimin —murmura Jeon, sobre el cabello del menor.
—Lo siento —se disculpa el rubio.
—No lo haré de nuevo —le hace saber Jungkook a su chico—. No pasará de nuevo, no voy a dejarte una vez más.
El mayor, toma la barbilla de Jimin para conseguir que lo observe.
—Lo sé —musita el menor.
El pelinegro, besa los labios del rubio sin doble intención, se acomodan en un pequeño sofá, el mayor abraza a Jimin fuertemente y permanecen de esa manera hasta que logran cerrar sus ojos, aferrándose al amor y aprecio que los une y fortalece a ambos.
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