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Tokio/Japón


Tsubasa, líder de los Yakuza de la ciudad de Tokio, está alistándose para salir a una fiesta que su mujer brindara por el cumpleaños de su madre.

Está casi listo, acomoda su camisa, toma la corbata, pero decide no usarla, camina hasta donde se encuentran sus armas y se queda pensando que debe llevar.

Toma dos cuchillos simples y luego sale de su habitación.

—¿Estas seguro que quieres ir sin compañía? —lo cuestiona Ravi, mientras lo acompaña al auto.

—Es una celebración privada y familiar —comenta Tsubasa, acomodando su saco. —¿Qué tal mi apariencia? —se detiene el líder de Tokio, frente a su mano derecha.

—Si cambiaras tu cara, lucirías genial —bromea Ravi, para luego esquivar a su jefe.

—Envidioso —lo acusa Tsubasa.

—¿Qué decidió Jimin, con el asunto de los ataques? —pregunta Ravi.

—Les dará una semana —contesta Tsubasa.

—Son unos imbéciles —espeta Ravi, para luego escupir.

—Lo sé —Tsubasa abre la puerta del auto.

—Lo revise y también lleva un arma, solo por si la llegases a necesitar —le hace saber su mano derecha.

—No es necesario —dice el líder de Tokio.

—Puedo acompañarte y esperar afuera —se ofrece Ravi.

—Solo quiero que ella no esté incómoda —confiesa Tsubasa, refiriéndose a su pareja.

—Como quieras —alza sus manos, Ravi.

—Te llamaré si algo sucede —dice el líder de Tokio, para luego entrar al auto.—Nos vemos mañana —alza su voz Tsubasa, para luego arrancar.

Viaja en un Mercedes Benz color blanco, el cual le había obsequiado su sobrino en su cumpleaños pasado.

Solo algunos allegados saben que ese auto le pertenece al líder de Tokio, y es que Tsubasa al ser un líder Yakuza, no se debe fiar de nadie.

Cuando está frente al restaurante de su suegra, apaga el auto, toma el enorme regalo además de los que ya le ha enviado por adelantado, se observa en el retrovisor, y antes de salir mira hacia todos lados, cuando cree que no muchas personas miran a ese lugar, abre la puerta del vehículo y sale de forma rápida, cerrando de un fuerte azote la puerta.

Trota hasta la puerta del restaurante, el chico que se encarga de recibir a la gente le abre la puerta y sin dudar un solo segundo, entra.

—Ella está con su madre —le informa el chico.

Tsubasa solo asiente y se adentra al restaurante.

—Ha llegado —dice la mujer al verlo entrar.

—Al fin —murmura la suegra con desagrado.

—Perdón por la tardanza —se disculpa el japonés.

—Ven acá —la mujer le quita el regalo de las manos, entregándoselo a su hermano.

La mujer besa los labios del líder de Tokio con descaro, su madre niega desaprobando la acción, pero a ella no parece importarle.

—Akira —susurra Tsubasa, sobre los belfos de su pareja.

—Esta bien, lo siento —la mujer limpia los labios de Tsubasa para retirarle los restos de su maquillaje.

—Vamos a sentarnos.

Akira, toma la mano del líder de Tokio y lo guía hasta quedar frente a su madre.

—Feliz cumpleaños —dice Tsubasa.

—Gracias, ahora vamos a comer. Toma asiento —habla la señora, mientras esboza una sonrisa para el acompañante de su hija.

Todos se alimentan mientras hablan, y escuchan algunas anécdotas de la madre de Akira.

La señora parece congeniar un poco más con Tsubasa y eso al japonés le agrada.

La puerta se abre y observan a uno de los cargueros entrar con reservas de comida congelada.

Akira, mira a su hermano y niega, Tsubasa ve a su mujer y le toma la mano.

—¿Todo bien? —indaga Tsubasa.

—Sí —responde nerviosa.

La hora de partir el pastel llego, todos se ponen de pie a excepción de la madre de Akira, le cantan el feliz cumpleaños y luego la agasajada sopla las velas.

Todos toman asiento, Akira, decide sentarse en las piernas de Tsubasa y abrazarlo fuertemente.

—Estas muy cariñosa —dice el líder de Tokio, sobre el cuello de la mujer, mientras una de sus manos se encuentra sobre sus piernas.

—Te extrañe demasiado —se limita a decir la mujer.

Akira, presiona su cuerpo contra el de Tsubasa.

—Tu madre me odiara más —comenta, haciendo reír a su pareja.

—Ya te dije que no te odia —le recuerda, Akira.

El hermano de la mujer se pone de pie y empieza a motivar a todos a bailar, Tsubasa sonríe mientras pasa tiempo con Akira.

—Vamos, saca a bailar a tu hombre —le pide su hermano.

Akira niega.

—Estamos bien aquí —responde la mujer sin siquiera observar a su hermano a la cara.

—Vamos, Akira, es la fiesta de mamá —insiste su hermano.

Tsubasa solo escucha y observa todo.

—He dicho que no —replica molesta la mujer.

—Pero antes dijiste que querías hacerlo, y ahora te estás retractando —habla en voz alta su hermano debido al fuerte volumen de la música.

—He cambiado de opinión —suelta Akira.

—Akira, necesito tu ayuda —se acerca una de sus empleadas novatas.

—Ve, no iré a ningún lado —le pide Tsubasa, dejando un casto beso en los labios de la mujer.

El hermano de Akira se aleja dándole la espalda a su cuñado, una mujer se acerca a él lanzándole la invitación de bailar a Tsubasa.

Decide no negarse cuando siente la mirada de la madre de su mujer sobre él, bailan un poco distanciados y sonríen debido al baile de las demás personas.

Akira, regresa y se encamina a pasos rápidos a su pareja, más cargueros entran y está vez no van directo a la parte de la cocina del restaurante. Dos de ellos caminan hacia Tsubasa.

Akira, niega repetidas veces y acelera más sus pasos esquivando a los invitados, cuando está por llegar a Tsubasa, su hermano la retiene.

—Suéltame —le pide la mujer a su hermano. —No quiero que lo hagan —logra hablar, Akira.

—Demasiado tarde, Akira, ya firmaste un contrato —le recuerda su hermano, tapando la boca de su hermana para impedirle que alerte a Tsubasa.

Cuando los dos hombres están detrás del líder de Tokio, uno de ellos toca su hombro.

—Tsubasa Shiromatsu —habla el otro hombre.

El jefe de los Yakuza de Tokio se gira, observa a uno de los tipos apuntarle con un arma directo a su sien.

Tsubasa, lleva su mano hacia sus cuchillos, pero el otro hombre le da dos punzadas con un pica hielo justo en el abdomen.

—Fue un gusto conocerte en persona —dice el hombre, para luego darle un disparo en su sien al líder de Tokio.

El cuerpo de Tsubasa cae al suelo, los invitados sorprendidos se quedan en shock. La madre de Akira se dirige a la cocina sin decir nada.

El hermano de Akira, la suelta cuando observa que dos japoneses entran con dos maletas y las dejan sobre una de las mesas.

—¡No! —grita Akira, arrastrándose por el piso hasta el cuerpo de Tsubasa.

—Gracias por la ayuda, linda.

El que le ha quitado la vida a Tsubasa, le guiña uno de sus ojos a Akira y luego sale del restaurante.

—Te dije que no —se dirige la mujer a su hermano, entre sollozos.

—No seas estúpida, Akira —su hermano camina hacia ella. —Habías aceptado, ya no podías decir que no —le recuerda. —Si te negabas ahora, los muertos seríamos nosotros —dice el hombre.

—Piensas que no moriremos, Eguchi —lo confronta su hermana. —Estamos muertos, ese estúpido dinero no nos servirá de nada —dice alterada, Akira.

—Cálmate —le pide Eguchi.

—Tú no sabes nada, no debí haber aceptado —la mujer lleva sus manos a su cabello y tira de este. —Lo hice por ti y mamá, pero moriremos —dice llorando, Akira.

—Nos vamos —dice Eguchi, tomando las dos maletas. —¡Madre! —alza su voz.

La señora aparece nerviosa.

—Hora de irnos.

La señora asiente.

—Ten.

Eguchi le entrega una maleta de dinero a Akira.

—Lo siento —dice entre murmuros la mujer, viendo por última vez el cuerpo de Tsubasa.



Kobe/Japón


Jimin y su esposo se encuentran en la cocina horneando galletas para el pequeño Dai.

Jungkook, rellena los moldes con figuras de animales mientras el rubio introduce un molde ya listo al horno.

—Jungkook, no embarres todo —lo reprende el chico.

—Ven y enséñame —le pide Jeon.

El rubio, niega, limpia sus manos en el mandil que utiliza para no manchar su ropa, toma la mezcla y el pelinegro se hace a un costado.

—Deberías ayudarme a no ensuciar más, pero eres como Dai o peor —habla Jimin, concentrado en no salirse de los moldes.

—Te ves precioso —el pelinegro se coloca detrás del rubio, abrazándolo por la espalda.

—Puedes concentrarte —le pide el menor.

—Estoy concentrado —dice Jung, dejando pequeños besos sobre el hombro del rubio.

—Listo —Jimin aleja a su esposo. —Llévalo al horno —le ordena.

—¿Qué recibiré a cambio? —pregunta Jungkook, tomando la bandeja con los moldes llenos de mezcla.

—Te ganarás el no estar sin sexo, ahora apresúrate —responde Jimin a su esposo.

—Iba hacerlo de todos modos —dice Jeon, encaminándose al horno.

El rubio, empieza a enjabonar los trastes que ha ensuciado, Jungkook, empieza a limpiar la mesa de la cocina sin que su esposo se lo pida, cuando el rubio se da cuenta sonríe al saber que el pelinegro se esfuerza por trabajar en equipo en su matrimonio.

Cuando el chico ha terminado de enjabonar, seca sus manos con papel toalla y toma un trapo para secar los trastes.

Jeon, se acerca y se para frente a su esposo.

—Terminemos con esto y descansemos —dice Jung.

El rubio, asiente y cada traste que seca se lo pasa a Jungkook para que lo coloque en su respectivo lugar.

Cuando han terminado, el rubio se quita el mandil y camina hasta su apuesto pelinegro.

—Te amo —murmura Jimin, sobre los labios de Jungkook, mientras se encuentra de puntillas.

—Sabes que yo te amo más —Jeon lo abraza apegándolo más a él. —Voy a besarte —le avisa el pelinegro.

—¿Estas pidiéndome permiso? —pregunta entre risas, Jimin.

—Por supuesto que no. Eres mío, rubio, solo mío —dice Jungkook, para luego besar los labios de su esposo.

Ambos no dejan de besarse y acariciarse, aprovechan el momento en que su hijo está jugando con la ama de llaves.

El celular de Jimin suena, y una queja por parte de Jeon se escucha.

—Debo atender —dice el rubio, entre el beso.

—No —es lo único que dice Jung.

—Jungkook, no seas imbécil, debo atender.

El chico rompe el beso.Saca su celular de su bolsillo y atiende.

—Enciende la televisión y busca las noticias, ahora —escucha la voz de Ryuu.

Jimin hace que Jeon deje de abrazarlo y camina hacia la pequeña televisión de la cocina.
Busca el canal de las noticias y se queda sin decir nada, cuando observa el encabezado de la noticia de última hora.

Muere supuesto líder Yakuza de Tokio.

La respiración de Jimin empieza a acelerarse.

—¿Sucede algo, cariño? —indaga Jungkook.

Cuando ve la televisión se queda en silencio, la cámara enfoca el lugar de la muerte.

—Tengo otra llamada, Ryuu, no cortes —le pide el rubio a su mano derecha.

—Mierda —espeta Jeon, sacando su celular en el momento que esté empieza a sonar.

—Ravi —atiende Jimin. —¿Qué mierda es esa noticia? —cuestiona el rubio.

—Estoy en el lugar, Jimin. Es cierto —le confirma, Ravi.

—No —es lo único que logra decir el rubio, mientras intenta procesar todo. —¿Cómo fue? —pregunta el menor.

—Una bala en la sien.

Jimin camina hacia la mesa de la cocina.
Jungkook lo observa mientras mantiene una llamada telefónica con Yoongi.

—Voy a viajar a Kobe —habla el chico. —Investiga quiénes estaban en ese maldito lugar, me haré cargo de esto yo mismo —dice más relajado por fuera, pero molesto en su interior.

—Ryuu —articula Jimin. —Ravi acaba de confirmármelo, alista el jet privado, viajaremos a Tokio —le ordena al japonés.

—Esperare por ti en la pista —dice Ryuu.

—Nos vemos pronto —Jimin cancela la llamada.—Voy a viajar a Tokio —se dirige el rubio al pelinegro.

—Dame un segundo —le pide Jeon a su primo.

—Voy contigo —dice Jungkook.

—No, no lo harás —niega Jimin. —Escucha, Jungkook, esto es algo entre Yakuzas y sabes lo que pienso de que te involucres y te expongas —le hace memoria el rubio, de las de peleas que han tenido debido a ese tema.

—Solo quiero ser tu ayuda —suelta el pelinegro.

—Lo serás, quédate en Kobe y dirígelo en mi ausencia.

El rubio empieza a caminar hacia la puerta de la cocina.

—Jimin —lo llama Jeon.

—Sabes que no cambiare de opinión, Jungkook. Quédate en Kobe y sé mi refugio cuando regrese porque voy a necesitar de todo tu amor —es lo último que dice el rubio.

Va por su Katana y su caja de cuchillos curvos, cuando llega a la puerta principal de su casa observa a Jungkook esperando por él.

—Odio esto —espeta el pelinegro—. Pero lo haré.

—Gracias —el chico se queda de pie frente a su esposo.

—Se fuerte —le pide Jung.

Jimin, asiente.

—Estaré aquí para ti cuando regreses —le hace saber el pelinegro, abrazando a su pareja.

—Lo siento, Jungkook —se disculpa Jimin, al saber que Jeon odia que no lo haga parte de sus problemas.

—Vete —susurra el pelinegro, sobre la sien de su esposo.

Jimin, asiente con sus ojos llorosos, empieza a sentir dolor, pero sabe que debe controlarlo y dejarlo para después.

Sube al auto con dos japoneses acompañándolo, sabe que debe encontrar al culpable y saber el por qué del ataque tan repentino y cobarde a su tío.

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