4
Jimin
Después de abandonar la tienda y de haber escuchado al tipo de la noche anterior llamándome, continuamos junto a Taehyung hasta llegar a mi casa.
—Bien, abajo —dice Tae, soltando mis muslos.
Rebusco en el bolsillo de mi pantalón la llave de mi cuarto, la introduzco y me doy cuenta que no tiene seguro, veo a Taehyung y abro de una sola vez.
—¿Papá? —dudo, con un pie dentro de la casa y el otro en el pasillo de afuera.
—Parece que no abrió él —menciona Tae, entrando al cuarto con las bolsas en sus manos.
Estoy a punto de entrar al cuarto cuando escucho que alguien sale del baño, me detengo unos segundos, pero luego decido no prestarle atención.
—Mi hermoso, Jiminie —escucho la voz de mi padre.
Me giro de forma rápida y lo veo frente a mí con sus brazos extendidos esperando recibirme.
—¡Papá! —exclamo.
Dejo caer la bolsa con las compras al suelo y corro hasta los brazos de mi padre.
—¿Estás bien? —lo cuestiono, ocultado mi rostro en su pecho.
—Sí —responde con una sonrisa.
Me alejo un poco de él y lo veo de nuevo, tomo su rostro con mis manos le giro un poco su cabeza para cerciorarme de que no tiene golpes en su rostro o su cuello.
—Estoy bien, chim —dice mi padre entre risas.
—Tu padre está bien, Jimin, ahora entren que muero de hambre —habla Taehyung, mientras guarda las compras en la pequeña refrigeradora.
Mi padre prepara la comida junto a Taehyung mientras yo me encargo de armar una cama con las pocas sábanas que tenemos, las extiendo en el suelo y las acomodo. Sino hago que esto sea cómodo tendre que utilizar ropa para estar más cómodos.
—Señor Park —dice Tae, llamando la atención de mi padre mientras toma su plato y el mío.
—Solo Jay —le pide mi padre, caminando hacia mí junto a mi mejor amigo.
—Ok, señor Jay —se corrige Tae, mientras me entrega mi plato.
—Estudiaremos —suelta mi amigo, contento.
—¿Tú también? —me pregunta mi padre mientras me observa muerde un pedazo de pan.
Asiento.
—Eso es bueno —pronuncia mi padre.
Cenamos y nos divertimos. Sí, tal vez no tenemos un lugar enorme donde vivir. Sí, tal vez no tengo a mis padres juntos y no son los mejores. Sí, tal vez no gano lo suficiente en mi trabajo. Sí, tal vez muchas veces tengo que sacrificarme el doble por mí y por mi padre, pero todo vale la pena al saber que puedo tenerlo frente a mí sonriéndome y apoyándome en lo que decida.
Cuando terminamos de cenar, mi padre se ofrece a lavar los platos, gesto que agradecemos demasiado con Taehyung, ambos salimos y nos dirigimos al lavabo para cepillar nuestros dientes, entre risas y juegos regresamos a la habitación encontrándonos con mi padre sentado en el suelo con una caja no muy grande y delgada en sus manos.
—Jimin, necesitamos hablar —lo escucho decir cuando observa que cerramos la puerta, y colocamos nuestros cepillos en la mesa desgastada.
—Claro —musito.
Tomo asiento frente a él, y Taehyung a mi lado, mientras mi padre lo observa como si fuera un intruso.
—Vamos papá, no lo mires así es Taehyung, al final se entera de todo —replico mientras abrazo a mi amigo y beso su sien.
—Está bien, lo siento —se disculpa.
—Discúlpame por dejarte solo por mucho tiempo —inicia—. Viaje a Japón.
Ensancho mis ojos y tomo la mano de Taehyung fuertemente.
—¿Trabajo? —inquiero.
—No —susurra mientras me mira con dulzura en su mirada.
—¿La viste? —indago, refiriéndome a mi madre.
Asiente y contesta. —Hablé con ella —lo escucho atentamente. —Me dijo algo que es de tú interés —añade.
Hago un chasquido y coloco mis ojos en blanco como reproche a lo que he escuchado salir de la boca de mi padre.
—Sé que estas molesto con ella, Jiminie —extiende su mano y toma la mano que Taehyung, no me sostiene. —Mírame —me pide con voz tenue.
Suspiro resignado y lo observo sosteniendo la mano de mi mejor amigo fuertemente.
—Es sobre tu tatuaje —confiesa.
Mi padre suelta mi mano y acaricia mi mejilla derecha.
—No pedí hacérmelo —protesto molesto.
—Lo sé, cariño _musita mi padre, frustrado—. Tu tío Tsubasa, tu madre y yo tuvimos una larga charla.
El que él nombre a mi tío llama mi atención, es el único, que puede darme una buena vida si lo veo desde un ámbito paterno.
—¿Qué sucede con el tatuaje de Jimin? —pregunta curioso, Taehyung, ganándose un pellizco de mi parte.—Eso dolió —chilla. —Pero debemos saber, Jiminie —dice mi amigo, justificando su interés.
—Habla de una vez papá —le pido de mala gana.
—Tu tatuaje es hermoso —comenta mi padre, halagando lo que mi madre había pedido que me hicieran en la espalda.
—Papá —me quejo.
—Tu tatuaje no están malo como parece, Chim. Tu madre lo hizo con buenas razones.
—Quisiera saber las malditas razones para emborrachar a su único hijo, y ordenar que lo tatúen —pronuncio exasperado y dolido.
—Ese tatuaje, Park Jimin —alza su voz mi padre, mientras me señala con su dedo índice. —Puede ser y es tu salvación, cariño —lleva su mano a mi rostro de nuevo y acaricia mi mejilla como siempre suele hacerlo.
—Pero... _agrega, descendiendo su rostro con un poco de tristeza en su mirada.
—¿Pero qué? —indago curioso.
—También puede ser tu muerte y martirio si personas incorrectas lo ven —contesta.
Suelto la mano de Taehyung y retiro la mano de mi padre de mi rostro.
—¿Qué estas tratando de decirme papá? —lo cuestiono y agrego—. Que mamá hizo el cincuenta por ciento bien en pedir que me tatuaran y el cincuenta por ciento mal porque pueden matarme. ¿Es eso lo que quieres decirme?
Intento ponerme de pie, pero Taehyung me lo impide.
—Tranquilízate, Jimin —me ordena Tae, molesto.
—Tu madre te envía esto —verbaliza mi padre, entregándome la caja que sostenía en sus manos con anterioridad—. Es un regalo de tu abuelo.
Lo tomo dudoso y decido no abrirla.
—Las respuestas a tu tatuaje están dentro de esa caja, junto con el regalo de tu abuelo —me explica.
Asiento y trago grueso.
—Solo una pregunta —masculla mi amigo, mientras alza su mano derecha. —Los números en el tatuaje de Jimin ¿son malos? —interroga Tae.
—¿Cuántos números son? —pregunta mi padre a mi amigo, mientras me observa con diversión en su mirada.
—Son tres —responde con seguridad, Taehyung.
Y sí, no me equivoco, Taehyung, conoce a la perfección mi tatuaje.
—Esos números son mi salvación y mi muerte ¿no es así papá? —bromeo, mientras guardo la caja que mi madre y abuelo me han enviado en la caja más grande que se encuentra bajo mi cama.
—No eres el único que tiene ese tatuaje, cariño. Cuando decidas leer lo que tu madre y tu abuelo te envían te enteraras de todo —dice mi padre.
Asiento y luego abrazo a mi padre mientras Taehyung, nos observa divertido.
Jungkook
Mientras espero que la tienda se vacíe, pienso en que jamás me habría imagina que uno de los clientes sería el rubio de la noche anterior, el cual, no sale de mi cabeza.
Cuando choca contra mí espero que intente hablar conmigo, pero es todo lo contrario. Veo como se aleja con el chico de cabello castaño y antes de salir me dirijo a él.
—Rubio —lo llamo.
Sin detenerse, me observa sobre su hombro y continúa caminando mientras miente al decir que no me conoce, una sonrisa ladina se forma en mi rostro.
Hoseok me observa con un poco de curiosidad, cuando sale de la tienda llego hasta el marco de la puerta. El chico de cabello castaño lo carga en su espalda mientras el rubio, sonríe.
—Rubio —lo llamo por segunda vez.
Esta vez soy ignorado por completo.
—Jeon —escucho la voz de Hoseok, llamarme.
Exhalo y luego entro de nuevo a la tienda hasta llegar donde Hoseok se encuentra junto a Jin. De todos los lugares que hemos visitado esa maldita tienda es la última, luego de ver al rubio, lo que más quiero es dejar todo y volver el día de mañana.
—Terminemos rápido con esto —digo desesperado, tratando de borrar el rostro del rubio de mi cabeza.
—Estamos aquí por las nuevas reglas —le explica Hoseok, mientras yo continúo con la lucha de deshacerme de la hermosa imagen del rubio, relamiendo sus labios con su lengua observándome fijamente.—Jeon —llama mi atención Hoseok de nuevo.
—Sí, claro —pronuncio vagamente.
—Habla —me pide, con una sonrisa burlona en su rostro.
—Sí, bueno, las reglas son simples, si alguien quiere robar esto —señalo la tienda. —Si tratan de cobrarte renta o hacerte daño, me lo informas a mí —el dueño de la tienda asiente.
—Sino quieres pagarme —ladeo mi cabeza. —Me lo informan a mí —sonrío. —Busan me pertenece, así que tratare de hacer lo que mi padre y mi tío no lograron hacer. Ayudaré al que lo necesite, si necesitan de mi ayuda y se dejan ayudar. Las reglas son simples como siempre, sino se meten con nosotros no nos metemos con ustedes, ustedes colaboran con nosotros y nosotros colaboramos con ustedes, así de simple —explico.
Son reglas que mi tío siempre quiso emplear, y no lo logró debido a su enfermedad.
—Todo el que se oponga será echado de Busan y si es posible de Corea, el que me ataque y no quiera abandonar de buena forma el país, lo mataré, reglas simples —palmeo el hombro izquierdo del dueño de la tienda y luego le doy la espalda.
—Vámonos —le ordeno a Hoseok.
Espero que Hoseok encienda el auto y luego subo a este observando el camino por el cual, el rubio, se ha marchado.
—¿Hacia dónde? —pregunta Hoseok, observándome por el retrovisor.
—Solo conduce y cuando diga que te detengas, hazlo —respondo.
Pone en marcha el auto, por mi parte, observo hacia los lados para ubicarme en qué lugar nos encontramos.
—Detente —ordeno.
Estamos frente al motel del placer, el rubio, debe estar en su cuarto ya que no se encuentra fuera. Sonrío, ya que si tiene un cliente lo sacare del maldito cuarto a la fuerza.
—Puedo conseguirte mejores chicas y chicos —me informa Hoseok.
—Vete &espeto, antes de salir del auto.
—Como digas, hermano —arranca el auto y me deja solo.
Camino hacia el cuarto en que el rubio, se encontraba fuera la noche anterior, toco la puerta dos veces y espero a que esta sea abierta.
—¿Si? —dice una pelinegra con su cabello recortado arriba de los hombros vistiendo solo lencería.
—Creo que me equivoque —susurro, mientras veo hacia dentro del cuarto.
Me giro para marcharme, pero las manos de la chica sobre mi antebrazo me detienen.
—Puedo darte lo que quieres, guapo —habla coquetamente.
—Lo sé, pero no eres a quien busco —le aseguro.
Muevo mi brazo bruscamente haciendo que la chica suelte mi antebrazo.
Salgo del motel del placer tratando de recordar hacia donde había llevado al rubio, luego de sacarlo de esta mierda, cuando me recuerdo camino hacia el hotel que conozco y llamo a un taxista.
—Me llevaras a casa, pero necesito que tengas la puerta trasera lista para mí, y no preguntes nada, tu trabajo es y será solo conducir. ¿Entendido? —mientras le explico al taxista, intento localizar el cuarto del rubio.
—Entendido, señor —responde nerviosamente.
Cuando localizo el cuarto del chico, camino seguro hasta encontrarme frente a la puerta, antes de tocar escucho unas cuantas risas y lo que parece suenan como quejidos, carraspeo un poco y luego toco la puerta.
—Voy —se escucha una voz.
—¿Si? —dice, sin siquiera mirarme.
—Rubio —es lo único que digo, para tener toda su atención en mí.
—Qué... ¿Qué se supone que hace aquí? —habla nervioso, mientras me observa sorprendido y apega la puerta a su espalda, para que no vea hacia dentro de su cuarto.
—Vengo por ti —le notifico, mirando su camisa blanca que deja expuestos sus pezones.
—Lo siento —hace una pausa y traga grueso. —Eso no pasará &agrega.
Sonrío al escuchar lo que ha dicho.
Un descuido en cerrar mis ojos y él me cierra la puerta casi en el rostro.
—No abrirá de nuevo, amigo —comenta una chica, observándome.
—Ya lo veremos —musito.
Camino hacía la caseta y voy por la encargada.
—Tocara la puerta y dira que es usted, y luego se larga —le doy las indicaciones.
La señora asiente sin negarse luego de reconocerme.
—Mira y aprende —le guiño mi ojo derecho a la chica.
—Park, soy la encargada —habla la señora, alzando su voz para ser escuchada.
—Mi padre atendera —escuchamos la voz del rubio.
Niego seriamente mientras veo a la señora.
—No, necesito hablar algo contigo —le específica la señora, intentando no sonar nerviosa ante mi presencia.
Escucho unos pasos hacia la puerta, con una de mis manos despido a la encargada para que me deje el camino libre, la puerta se abre y veo al rubio, sin dudarlo llevo una de mis manos a su cintura y lo saco del cuarto.
—¿Qué haces, idiota? Suéltame —protesta, mientras intenta zafarse de mi agarre.
—Silencio, rubio —susurro en la comisura de su oreja izquierda.
—¿Qué quieres? —pregunta.
—No es obvio —canturreo.
Presiono mi agarre acercándolo más a mí.
—A ti rubio.
—Eres bueno —interrumpe la chica.
—¿Tzuyu? —la llama el rubio, tratando de ir hacia ella.
—Hola —saluda la chica.
—Tú vienes conmigo —digo caminando hacia la salida con el rubio a mi lado.
—No, claro que no —se opone. &Si quieres atención ella puede dártela —añade nervioso, removiéndose en mis brazos.
—No vine por ella, vine por ti, así que tú vienes conmigo, aunque no quieras.
—Espera, espera —suplica, aferrando sus manos a mi camisa—. Mi padre está dentro.
—Es por eso que vienes conmigo, solo te quiero a ti, sin interrupciones —le aclaro, caminando de nuevo.
—Estás loco. Mierda, déjame —alza su voz.
—Bien, nos quedaremos, pero sacare a tu padre y a los que estén dentro de tu cuarto —le adivierto, girándome mientras lo sostengo cerca.
—Espera, espera —me pide de nuevo. —Al menos inventare una excusa —dice el rubio, bajando su mirada al suelo.
Observo que está desclaso, pero juro que no me importa.
—¿La conoces? —pregunto, señalando a la chica.
—Es mi amiga —responde bajo.
—Su nombre —le pido, pero no contesta. —Te hice una pregunta &le recalco, observándolo seriamente.
—Tzuyu —responde, esquivando mi mirada.
—Tzuyu —llamo la atención de la chica—. Por qué no lo cubres, dile que tiene trabajo.
Retiro la mano de la cintura del rubio y tomo su mano rápidamente.
Saco un par wones y los lanzo al suelo, mientras el rubio me observa.
—Claro, diviértete Chim —dice la chica, mientras levanta los billetes del suelo, para luego entrar al cuarto del chico.
—Camina, no me hagas cargarte —le pido, para luego caminar hasta el auto.
—Eres un imbécil —dice cuando estamos frente al taxi.
—Cállate —le ordeno sin observarlo.
—Estas cometiendo un error conmigo —continúa hablando.
—¿Por qué sigues hablando? —lo confronto. —Dije que te callaras —le recuerdo, mientras lo contramino contra el taxi.
—Idiota &me llama, para luego desviar su mirada.
—Entra —demando, pero él me ignora. —Ahora —exijo.
Bufa y luego entra al taxi de mala gana.
—¿Conoces mi casa? —le pregunto al taxista.
—Sí, señor —responde.
Sin decir más nada nos dirigimos a mi casa mientras el rubio, va pegado a la puerta evitando hacer contacto conmigo. Sonrío ladinamente, sus actitudes son de alguien caprichoso que pronto educare y castigare por no obedecer mis órdenes.
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