24
Hakone/Japón
Meses atrás...
—Estoy de regreso —anuncia un hombre.
—¿Qué hay de los demás? —lo interroga, mirándolo de forma intimidante, mientras los demás simplemente descienden su rostro.
—Muerieron —contesta al mismo tiempo que baja su rostro y de igual manera su tono de voz.
—Habla fuerte —le ordena golpeando con su mano izquierda el escritorio.
El hombre alza su rostro y decide responder de nuevo. —Los demás murieron —traga grueso luego de responder.
—¿Como pasó? —le pide una explicación.
—Querían robar algo que no les pertenecía y fueron descubiertos —responde
La persona que está detrás de todo, bufa y torna sus ojos en blanco.
—¿Qué hay del asesino que envíe a su casa? —inquiere.
El hombre lleva sus manos hacia atrás y se resigna a que lo único que tiene para informar son malas noticias.
—Muerto —acota con brevedad, no quiere darle vueltas al asunto.
—¡Me estás diciendo que un asesino no pudo matar a Jimin! —alza la voz con exasperación.
El hombre que está de pie frente a la persona que dirige todo, y frente al resto de los hombres, solo asiente.
—¿Causa de muerte? —pregunta.
—Una Katana.
—Jiminie, no tendría el valor de hacer eso.
—Pues si lo hizo —habla otro hombre que entra con una carpeta en sus manos. —Tu señuelo que no sabe que es señuelo ha enviado esto —lanza la carpeta al escritorio.
Lo abre de forma rápida y observa las fotografías, el asesino que ha enviado está muerto en la habitación de Jimin.
—¡¿Dónde está Jimin ahora?! —grita.
Todos se enderezan y observan a la persona que ha gritado.
—Ni siquiera eso saben, bola de inútiles —reprocha, cerrando la carpeta para observar a todos los hombres. —¿Sabes a dónde está el dulce, Jimin? —pregunta al hombre que está frente a su escritorio.
—No —contesta.
—No hubieras regresado —pronuncia, mientras saca su brillosa Katana y a paso lento se encamina hacia él. —Ni se te ocurra mover un solo músculo —le ordena, mientras sus pasos resuenan en la habitación. —No quiero inútiles trabajando conmigo —alza su Katana y la introduce a un costado del abdomen del hombre.
Los demás presencian todo, no dicen nada, solo recuerdan que la persona que quiere a Jimin, no quiere más fallos.
—¿Qué esperan que los mate a todos? —los interroga—. Hagan su trabajo.
Limpia los restos de sangre que han quedado en su Katana con una pequeña toalla.
Actualidad...
—Comunícame con Yuto —le ordena demandante a uno de sus hombres.
—Listo.
Se aleja y camina hacia la puerta principal para ver quién toca la puerta.
—Sí —se escucha la voz de Yuto.
—¿Cómo está todo en Corea? —pregunta.
—Todo está bien, el problema será en Tokio —responde, mientras se escucha como Yuto se mueve.
—¿Sabes algo de Jimin?
Necesita indagar bien, necesita dar con el paradero del chico rubio.
—Sé que está bien junto a Dai —le informa.
—Eso no es de mi interés —dice esquivando el tema—. ¿Sabes dónde vive ahora?
—No, no tengo idea.
Suspira con frustración luego de escuchar la respuesta.
—Se supone que estás cuidándolo.
—Ravi está junto a él —se defiende Yuto.
—Investiga dónde vive, Yuto —le pide, para luego corta la llamada.
—Dime qué quieres —un hombre alto, musculoso, de tez trigueña entra al despecho.
—Voy a pagarte, pero debes hacer lo que te pido.
—Te adueñas de mi territorio y ahora quieres que sea uno de tus hombres —verbaliza sarcásticamente el hombre.
—Voy a pagarte bien si haces lo que te pido —sonríe con parsimonia.
—Más vale que no mientas —amenaza.
—No lo hago —asegura.
Jungkook
Voy llegando de una reunión con el padre de Hana, al parecer la maldita intenta complicarlo todo, estoy molesto.
Salgo de la camioneta dejando a Yoongi en esta, zafo el nudo de mi corbata y desabotono dos botones de mi camisa.
Después de subir los escalones entro a la casa sin decir nada, voy directo a mi habitación, entro y escucho la voz del rubio proveniente de la habitación de baño.
—Agua, di agua —le pide a Dai.
—Aba —dice el pequeño entusiasmado.
—Eso, muy bien —la voz de Jimin suena feliz.
Tomo asiento a la orilla de la cama observando la alfombra intentando tener una idea sensata para poder conseguir los casinos del padre de Hana.
La puerta de la habitación se abre y una de las sirvientas entra.
—Joven Jeon —me saluda.
Ignoro su saludo y ni siquiera la observo.
—Estoy aquí, señor Jimin —alza un poco su voz.
—Ya voy —responde el rubio.
Escucho pasos, pero no alzo mi mirada para ver lo que sucede.
—Gracias —dice Jimin.
—De nada —pronuncia la sirvienta.
—Lo recogere cuando esté listo —continúa hablando el rubio. —Jungkook —escucho su voz pronunciar mi nombre. —Jungkook —repite.
Siento como posa una de sus manos sobre uno de mis hombros. Alzo mi rostro, elevo mi mano y tomo la del rubio.
—¿Todo bien? —me pregunta.
No respondo, me quedo en silencio por unos segundos, siento como la cama se hunde y como posa su otra mano sobre mi otro hombro.
—No, aún no he podido tener los casinos —le comento, mientras sus manos empiezan a masajear mis hombros.
—Los conseguirás —dice.
Deja de masajear mis hombros para retirarme el saco.
Luego que lo ha hecho continúa masajeando de manera suave mis hombros y mi cuello.
—No lo creo —bromeo con mis ojos cerrados.
—Solo finge estar con la loca como finges hacerlo conmigo.
Tomo sus manos deteniendo abruptamente el masaje que me ha esta dando.
Extiendo sus brazos y lo jaloneo hacia mí, hago que pegue su pecho en mi espalda y sin más que hacer recarga su barbilla en mi hombro derecho y me observa un poco tímido.
—No finjo contigo, rubio, ya hablamos al respecto —le recuerdo, dejando pequeñas caricias en sus manos.
—Jungkook —susurra, intentando alejarse de mí.
—¿Te incómodo? —indago.
Siento como mueve su rostro en negación.
—Te he hecho una pregunta —espeto, recordándole que debe responder con palabras.
—No, claro que no —habla.
Dejo castos besos en sus antebrazos, y lo escucho carraspear su garganta.
—Pareciera que no te gusta que te toque —comento, aflojando mi agarre de sus brazos.
—No es eso —se excusa.
—¿Qué tan bueno eres haciendo masajes?
Se queda en silencio por unos segundos.
—No soy el mejor, pero creo que puedo ayudarte —dice soltándose de mi débil agarre.
—Que esperas —bromeo.
Empieza a hacerme el masaje con sus manos, siento como con su tacto poco a poco mis músculos se tensan.
—Debes relajarte —me recomienda.
Cierro mis ojos intentando relajarme.
—Relájate —susurra en la comisura de mi oreja.
Hago lo que me pide y segundos después siento como mis músculos ahora empiezan a relajarse y soltarse.
—Eso es —dice contento.
Continúa por unos minutos masajeando mis hombros y luego pasa sus suaves manos sobre mi cuello. Mi cuerpo no se puede controlar, tal vez el que Jimin me haga masaje es una mala idea.
Intento decirle que se detenga, pero mentiría si digo que no quiero sentir más sus manos tocándome.
Mando mi cordura a la mierda, tomo sus manos de nuevo, pero esta vez lo obligo a que tome asiento en mi regazo, antes de que trate de huir coloco mis manos en su cintura impidiéndoselo.
—No te comportes como un imbécil, cuando estoy siendo bueno contigo —me pide, mirándome a los ojos.
—Crees que se me hace fácil sentir tus manos sobre mi piel —digo algo fuerte.
—Dejaré de hacerlo —dice de manera rápida.
Sonrió al recordar que no se queda callado.
—Claro que no —mascullo, acariciando el costado de su cintura con mis dedos.
—Jungkook, detente —me pide al sentir mis caricias.
—¿Por qué?
—Por favor —me observa.
—Continúa con el masaje —le pido.
Alza sus manos y las coloca en mis hombros, observo como mira mi pecho descubierto, torpemente desabrocha un botón más de mi camisa para luego introducir sus manos debajo de la tela.
—Ves porque no puedo fingir con ella —hablo, acercando mi rostro a su cuello.
—No lo hagas —murmura, intentando detener el masaje.
—Continúa masajeando —le pido.
Olisqueo su cuello, y con la punta de mi nariz rozo su piel.
—Por favor, detente.
—No puedo, rubio, mierda —protesto. —Me gustas y quiero tocarte y también besarte —coloco mis labios sobre su cuello, lo beso y succiono un poco su piel.
—Basta —alza un poco su voz.
—Dime qué no quieres que te bese y no lo haré —le pido, haciendo que mire a los ojos —Estoy esperando —arrastro mis palabras.
—Yo... —pronuncia.
—Vamos, rubio.
Me toma del cuello y une nuestros labios.
Sonrío triunfante y satisfecho al sentir sus labios sobre los míos, quiero tocarlo, quiero que mis manos y dedos sientan el calor de su piel, pero me abstengo, lo que menos quiero es que deje de besarme.
—Mierda —murmura entre el beso.
Dejo de besar sus labios y ahora beso su cuello, mientras sus manos acarician mi espalda.
—Esto está mal —dice con voz agitada.
—Si estuviera mal no me hubieses besado —digo con mis labios un poco distanciados de su cuello.
—Masajearé tu espalda —dice.
—¿Estás intentando evitarme, rubio?
Niega nervioso.
Sé que lo hace con ese objetivo, lo coloco en la cama, retiro mi camisa y observo como su vista evalúa mi cuerpo, cuando se percata que sé qué es lo que está haciendo, desvía su mirada.
Me acuesto boca a bajo sobre el colchón, se coloca ahorcajadas sobre mí, y empieza a masajear mi espalda.
—Déjame intentarlo —le pido.
—¿Intentar el qué? —inquiere.
—Intentar hacernos felices —acoto.
—Solo soy tu capricho, y lo único que quieres es follarme de nuevo —replica, sin dejar de masajear mi espalda.
—¿Qué debo hacer para que me creas? —pregunto frustrado.
—No te lo diré, Jung, porque no lo sé —responde, dejando de masajear mi espalda. —Sería bueno que no fueras imbécil, pero no creo que lo logres —dice riendo.
Me giro y me acuesto sobre mi espalda.
Él ahora está a un costado y cuando está a punto de levantarse de la cama para huir, lo lanzo sobre mi cuerpo.
—También te gusto —suelto de la nada, y sus mejillas se tornan rosas y su mirada se dilata.
—Me gustabas —replica.
Lo abrazo y hago que se pegue más a mi cuerpo.
—Te gusto, no mientas —sonrío ladinamente.
—Eso quisieras —se burla.
—Quisiera otras cosas, pero he decido llevar las cosas a tu ritmo —le guiño mi ojo izquierdo—. Déjame besarte.
Niega.
—Solo un beso, rubio.
Niega de nuevo haciendo sus labios una fina línea.
—Solo será un beso, lo detienes cuando desees —le propongo.
Lo piensa un poco y luego pregunta. —Si dejo que me beses, ¿Vas a soltarme?
Asiento.
—Sino lo haces pondré en práctica tus lecciones de lucha —me reta.
Elevo un poco mi rostro y junto nuestros labios, un beso lento que espero que el detenga luego de unos segundos, pero no lo hace así que, decido aumentar un poco el beso.
Él deja que lo continúe besando, mueve sus labios a la perfección junto al compás de los míos, vaya que ha mejorado.
Sus manos toman mi rostro y ahora el control del beso lo tiene él, acaricio su cintura y su espalda mientras él está sentado sobre mi abdomen.
La puerta se abre de una sola vez y deja de besarme.
—Lo siento —escuchamos la voz de Jin.
—Voy a matarte —espeto molesto.
Jimin golpea mi pecho, y no se atreve a mirar a Jin.
—Ya dije que lo siento —se disculpa de nuevo.
—A lo que viniste —le recuerdo.
—Tae quiere verte en el bar Jimin —dice de manera rápida.
Jimin reposa su rostro sobre mi cuello y murmura—. Haz que se marche.
—Largo —le ordeno.
Me sonríe coquetamente y luego cierra la puerta.
—Todo es tu culpa —me acusa mientras alza su rostro.
—Claro que no —digo entre risas.
—Claro que sí, tú me pediste que te dejara besarme —me señala.
—Te dije que lo detuvieras cuando quisieras —le recuerdo.
—No me hagas esto —me pide, intentando levantarse.
—¿El qué? —lo retengo—. Acaso no entiendes que quiero algo contigo, rubio. Mierda, no me hagas volverme loco.
Me siento aún con él sobre mí. Lo abrazo y beso su barbilla.
—Imbécil —musita, apoyando su frente sobre la mía.
Beso sus labios y no lo impide.
—¿Me llevaras al bar? —cuestiona.
—Claro —respondo.
Doy un último beso en sus labios y luego dejo que se prepare, tomo mi camisa y me la coloco a excepción del saco, bajamos juntos, pero él un tanto alejado de mí, toma a Dai y un bolso que siempre tiene listo con cosas del pequeño.
Salimos de la casa, coloca a Dai en la silla que he tenido que comprar y luego entra al auto y toma asiento a mi lado.
—No hablemos de esto por ahora —me pide.
No digo nada y solo conduzco.
No hacemos ni una sola parada a excepción de los semáforos en rojo. El rubio observa hacia atrás cada diez minutos para cerciorarse que Dai esté bien.
Jimin observa un espacio para que pueda estacionarme y lo hago de manera rápida, se retira el cinturón y sale del auto, abre la puerta trasera del vehículo y saca a Dai de su sillita.
Mientras salgo del auto rodea el vehículo por la parte trasera para llegar cerca de mí, mientras toma la mano de Dai.
Los observo a ambos, mi arma está en la parte trasera de mi pantalón, la acomodo y le sonrío a Dai.
—Pa —pronuncia, extendiendo su manita para que la tome.
—Lo siento —se disculpa el rubio, debido a la forma en la que el pequeño me llama.
—Está bien —susurro, tomando la mano de Dai.
—Pa —repite emocionado, mientras cruzamos la calle.
—Él es...
—Soy pa —digo interrumpiendo al rubio.
Hago que suelte al pequeño y lo cargo en brazos.
Le guiño mi ojo derecho al rubio, quien se queda asombrado y luego le indico que entre al bar.
Entramos, observo el lugar y busco una mesa un tanto retirada buscando la seguridad de Dai. Jimin se aleja un poco de mí al ver a Taehyung.
No tomo asiento, al contrario, decido acercarme más al lugar en el que el rubio y su amigo se encuentran.
—Intenté usar tu tarjeta y no puedo —escucho la queja de Taehyung.
—¿Diste bien mi nombre? —lo cuestiona Jimin.
—Claro —pone sus ojos en blanco.
—No entiendo porque no puedes utilizarla —el rubio saca su celular del bolsillo de su pantalón. —Utiliza el apellido de mi abuelo —dice emocionado, Jimin.
Taehyung toma su libreta en la que anota sus pedidos, y se prepara para escribir en esta.
—Shiromatsu, ese es mi apellido por parte de mi madre —le asegura Jimin.
Un hombre se gira, su traje es costoso, alzo mi vista y mientras este se gira descubro de quién se trata, el padre de Hana se encuentra hablando con el tío de Nam.
—¿Dijiste Shiromatsu? —cuestiona a Jimin.
—Sí, señor —dice el rubio, dudoso.
—¿Eres el nieto de Osamu? —evalúa a Jimin con la mirada.
—Bueno... —el rubio se pone nervioso. —Sí, pero le agradecería que no esparciera rumores sobre mí —le pide Jimin.
—Tranquilo chico, no lo haré. Tu abuelo era uno de mis socios, ahora que ha fallecido Tsubasa, su hijo es mi socio —sonríe y una idea se viene a mi mente y posiblemente a la del rubio, el cual, me observa de reojo siendo cauteloso.
—Soy Kim Seok —se presenta ante Jimin.
—Park Jimin, nieto de Osamu Shiromatsu —dice con seguridad el rubio.
—Ha sido un gusto chico —le sonríe y se despide.
Me giro con Dai aún en mis brazos para que no me reconozca.
Jimin se gira y yo hago lo mismo.
—Debemos hablar —dice.
Asiento.
—Ven aquí —Taehyung toma a Jimin y lo aleja de mí.
Voy a la barra y pido algo de beber, Dai juega con su oso de peluche, me observa y me lo muestra.
—Aba —dice, mostrándome su peluche.
Sonrió al saber que quiere que le dé un poco de agua a su oso, pero lo que bebo es un poco de tequila.
—Agua —alzo mi pequeño vaso.
Asiente sonriendo, mostrándome su oso de peluche una vez más.
Le coloco el vaso al oso en su boca y finjo que bebe, mientras él sonríe de felicidad.
Giro mi rostro y observo a Jimin, solo en una esquina con una caja, bebo el último sorbo de tequila y me pongo de pie cargando a Dai.
Un tipo se acerca al rubio, le quita la caja y la coloca sobre la mesa que se encuentra a un costado de ambos.
Me acerco un poco más rápido.
—No te conozco, ahora vete —le pide Jimin.
—Eres tú, tu cabello me lo dice todo —habla el tipo, arrinconando al rubio.
—¡Déjame! —alza su voz, Jimin.
El tipo alza su mano, está a punto de golpear al rubio, acelero mis pasos y tomo la mano del tipo, este se gira y queda frente a mí.
—Déjalo y vete —bramo, sosteniendo a Dai.
—¡Vete tú! —me grita.
—No has entendido, el rubio es mi chico. Mi pareja —hago una pausa. —Ahora largo —ladeo mi rostro y le señalo la puerta del bar.
Presiono su brazo, y solo escucho un largo sollozo, Jimin golpea su nariz y luego su abdomen, y yo lo observo impresionado.
Toma a Dai en brazos sin dejar mirarme.
—Trae la caja —me ordena.
—Ese lindo rubio es mi chico —recito.
Golpeo la espalda del tipo, que trata de retener el sangrado de su nariz.
Tomo la caja y sigo al rubio, coloco la caja en el baúl y luego entro al vehículo.
—Sé defenderme solo —suelta Jimin, molesto, mientras enciendo el auto.
—Lo sé —digo, arrancando el auto.
—No tenías por qué defenderme —dice molesto.
—Hare lo que quiera y lo sabes —lo miro de reojo.
—Y tampoco soy tu chico —reprocha, cruzándose de brazos.
—Si lo eres, pero aún no quieres aceptarlo —sonrío.
Siento su mirada, pero decido no observarlo, no quiero que se enfade de verdad.
—Imbécil —suelta con tono de voz fastidiado, desviando su mirada hacia otro lugar.
Luego de una larga espera en una tienda de comida llegamos a casa, Jimin lleva sobre sus piernas la comida, así que salgo rápido del auto para bajar a Dai.
—Ven Dai —digo, abriendo la puerta trasera.
Los ojos de Dai son hermosos, brillan al mirarme tal y como lo hacen al ver a Jimin.
—¡Pa!
La emoción puede sentirse en su voz, y puede verse en su dulce rostro, extiende sus manos luego que le he retirado el cinturón.
Tomo su mano y camino junto al pequeño hacia los escalones donde Jimin nos espera.
El rubio se encarga de repartir comida a Yoongi y a Jin, luego de eso sube los escalones hacia la segunda planta sin decirme nada.
—Cenaremos arriba —anuncia mientras sube los escalones.
Cargo al pequeño en brazos y antes de subir, Yoon se acerca a mí.
—Tu madre y su mascota salieron —se burla, mientras mastica su comida.
—No me interesa, si surge algo, llámame a menos que sea demasiado importante —le indico, sosteniendo con fuerza a Dai y subo los escalones.
La puerta de la habitación está abierta, lo dejo sobre el suelo y entra corriendo en busca de sus juguetes, retiro mi arma y la coloco en la cómoda.
El rubio se encuentra de espaldas de cuclillas sacando la comida y colocándola sobre la pequeña mesa mediana. Me pongo de cuclillas y coloco una de mis manos sobre su cintura y con la otra acaricio su espalda.
—Tengo una idea —dice sin mirarme.
No digo nada, simplemente me detengo a escucharlo.
—Puedo convencer a mi tío que negocie los casinos con el señor Kim Seok. Si pasan a nombre de mi tío, puedes pasar a ser el segundo al mando, que en tu caso serías el dueño. Mi tío no tiene tiempo para centrarse en un casino en Busan.
Termina de colocar la comida en la mesa, se gira y me observa.
—De esa manera obtendrás lo que quieres y puedes dejar que me vaya —agrega.
Alzo mis cejas.
—No irás a ningún lado a menos que tu tío me confirme que Tokio le pertenece —empiezo a enfadarme.
—Jimin —se escucha la voz de Ravi.
—¡Ahora no! —grito.
—Ahora sí —dice, intentándose poner de pie.
—Dije que no —recalco, colocando mis manos en sus muslos, reteniéndolo
—Estás comportándote como un hijo de puta de nuevo —me reta molesto.
—Siempre seré un hijo de puta, y tú siempre serás la persona que haga que pierda los estribos —confieso, mientras lo veo serio—. Tú y yo vamos a hablar ahora mismo, rubio.
No bromeo y él lo sabe.
Nos quedamos en silencio, lo único que se escucha son los sonidos que Dai hace con sus juguetes en la enorme habitación.
Escuchamos los pasos de Ravi alejarse, el rubio me observa de igual manera.
—Jungkook, voy a conseguirte el casino, es un trato justo que me dejes ir —insiste.
—No —soy corto en mi respuesta.
—Estoy seguro que me dejaste aquí por dos razones claras.
Empieza a molestarse.
—¿Así? —espeto, y de nuevo alzo mis cejas. —Entonces dímelas —le pido.
Bufa molesto.
—La primera es obvio, por el puto placer, y por tu maldito capricho hacia mí. La segunda es porque te quieres beneficiar con mi estadía en tu casa, quieres más y más, mi tío me lo dijo, así que no vengas a decirme que es una puta mentira —baja un poco su voz en el momento de decir alguna mala expresión.
—No voy a mentirte, la segunda es una buena razón, pero también quería protegerte y...
—Ay, por favor, Jungkook —me interrumpe.
—Cállate, rubio —le ordeno—. Ya hablaste tú, es mi turno.
No dice nada, por los gestos que hace con sus ojos me da a entender que se ha molestado.
—Sí, tal vez te deje para beneficiarme, pero ahora no me importa si me consigues todas las riquezas, no te dejaré ir, aunque me entregues todo el puto dinero que tu abuelo te ha dejado.
Desvía su mirada.
—El placer sí, pero nunca más volví a tocarte hasta que establecí nuestro trato, y no me salgas con que lo haces porque insisto y te enseño a defenderte, rubio —tomo su barbilla y lo obligo a que me vea.
—Solo sal con Hana y déjame en paz —habla con cuidado.
—Si quisiera algo con Hana, créeme que no estuvieras aquí, rubio —refuto—. Me gustas, Jimin. ¿Qué es lo que te cuesta entender?
Se deja caer sobre su culo y se sienta en la alfombra.
—No me hagas esto, solo deja de jugar —me pide.
—Te he dicho que no es un juego —me coloco de rodillas y me acerco a él.
—¿Hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo?
Sus ojos me miran, es el más hermoso sentimiento que he tenido luego de haber sufrido por Hana.
—Jungkook —murmura.
—Miénteme y dime qué no sientes como tú corazón palpita fuertemente cada vez que estamos juntos. Miénteme y dime qué no te gustan nuestros besos —alzo mis manos y acaricio su rostro—. Miénteme y dime qué no te encantan mis caricias. Miénteme y dime qué no quieres que nos besemos nunca más.
Toma con sus manos mi camisa y estampa sus labios contra los míos.
Me besa con desesperación como si se hubiese estado aguantando por mucho tiempo.
Se aleja de mí y cubre su rostro con sus manos.
—Mierda —pronuncia.
Retiro sus manos de su rostro y hago que me mire.
—Miénteme —insisto, sosteniendo sus manos.
—No me gustas y no quiero que me beses —dice más relajado.
Una sonrisa se forma en mi rostro, tomo asiento en la alfombra junto a él, ve el hermoso rostro del rubio y luego lo beso. Sus labios son una delicia que nunca me cansaré de probar.
Rompe el beso y apuña mi camisa entre sus dedos.
—Si llegas a lastimarme voy a matarte, y no es una maldita broma, Jeon Jungkook —me adivierte.
Sonrío.
—No te rías, imbécil —me ordena, golpeando mi pecho. —Nunca he estado con alguien —añade en tono de voz bajo, para luego morder su labio inferior.
—Es mejor así —susurro sobre su sien.
—Claro, porque tú has estado con muchos —dice con desagrado.
—Pero ahora solo quiero estar contigo.
—Por unos meses, seguro estoy siendo un tonto de nuevo en caer en tu juego —replica.
Debo empezar acostumbrarme a que sea tan parlanchín.
—Estoy tan ocupado en que me aceptes, rubio, que no creo que alguien más obtenga mi atención de esa forma —robo un beso de sus carnosos labios. —Esto no será ni es una broma, Jimin, quiero algo en serio, seremos tú, yo y Dai, sin mentiras —le hago saber que no es broma—. Te quiero solo para mí.
—Lo sé, también te quiero solo para mí, imbécil.
—Eres mío, rubio, solo mío. Yo te toco —acaricio su cuello con mis fríos dedos, mientras el cierra sus ojos. —Yo te abrazo —lo acerco más a mí y rodeo su cuerpo con mis brazos. —Yo te muerdo —susurro en la comisura de su oreja, y luego muerdo ésta provocando que el rubio se sobresalte.
Dejo de abrazarlo y hacemos contacto visual.
—Yo te beso —juntamos nuestros labios. —Todo yo —musito sobre sus labios—. ¿Ok?
Asiente.
—Voy a matarte, Jungkook, y no es broma —me recuerda, alejándome de él.—Dai a comer —el pequeño se acerca con un Spiderman en sus manos.
Toma asiento en las piernas de Jimin, el cual, lo recibe feliz.
—A cenar.
Romo un depósito y cubiertos desechables y empezamos a cenar los tres juntos.
Risas, un poco de enojo por parte de los dos, al parecer, tendremos que buscar como no tener tantas discusiones, pero no es nada que con el tiempo podamos ir trabajando juntos.
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