23

Jungkook


Estoy atendiendo una llamada importante con el tío del rubio, me informa de todo lo que ha ocurrido en su reunión con el jefe de los Seizu.

—¿Qué hay de la fecha? —indago mientras me paseo por la pequeña habitación.

—Todavía no lo decidimos, pero cuando la tenga serás el primero en saberlo —contesta.

Camino hacia la ventana que me da la vista hacia el patio, mientras escucho la voz de Tsubasa.

—Ok —musito, mientras con mi mano derecha me encargo de abrir la cortina y dejar que la luz del sol entre a la habitación.

—Sentencié a muerte a Seizu, si toca a mi familia —continúa hablando, mientras yo decido escucharlo.

—Lo hará y lo sabes, sino lo matas tú lo haré yo, volaré hasta su territorio y lo degollare frente a todo su clan —menciono molesto.

Veo cómo el portón se abre y un auto entra a mi casa. Alzo mi mano para llamar la atención de Yoongi, este se pone de pie de manera lenta y se encamina hasta donde me encuentro.

—¿Qué sucede? —cuestiona de mal humor.

Señalo el auto y espero por su accionar.

—Yoongi está preparando un buen cargamento, cuando esté listo te lo hare saber y hablaremos de la parte que te corresponde.

Mi primo observa el auto y luego a mí.

—Es solo el amigo de Jimin —dice como si no le importase.

Se aleja de mí y vuelve a tomar asiento.

—Esperare tu llamada, Jeon —dice, de acuerdo el japonés.

El auto se detiene y la puerta delantera se abre, el amigo del rubio abandona el vehículo, segundos después la puerta trasera es abierta y el pequeño Dai, sale emocionado corriendo sobre el césped húmedo.

La siguiente persona que sale del auto es Jimin con una enorme sonrisa, la cual, desaparece cuando ve el auto Audi de mi madre estacionado a un costado de la casa.

Juega con Dai por unos segundos en el jardín. Ravi, por su parte, no deja de mirarlos, Dai empieza a girar y a girar, Jimin lo imita y unos segundos después cae sobre el césped.

—¿Mi sobrino está bien? —escucho la pregunta de Tsubasa.

—Sí que lo está —respondo.

Observo la silueta de mi madre junto a la de Hana, caminar hacia Jimin, Ravi y Dai.

—Mierda —susurro.

Camino hacia la puerta de la habitación y salgo de está sin decirle nada a Yoon.

—Debo cortar —es lo único que digo al tío del rubio, para luego cancelar la llamada.

Guardo mi celular en el bolsillo de mi pantalón, bajo los escalones de la casa lo más rápido que puedo, logro observar como mi madre, la reina de las víboras acompañada por su aprendiz, se acercan amenazadoramente a Jimin.

Troto para llegar antes de que ambas provoquen al rubio, o antes de que ambas lo humillen de una manera que estoy seguro que no me agradará.

—¡Madre! —exclamo, llamando su atención, pero me ignora.

Jimin se pone de pie con la ayuda de Ravi, y observa a mi madre y a Hana, veo como mueve sus labios, pero no tengo idea de lo que dice.

—Madre —repito, está vez a solo un metro de distancia.

Mi madre me observa de reojo, pero insiste en continuar ignorándome.

—Lárgarte —le ordena mi madre.

No digo nada y me acerco hasta donde el rubio se encuentra.
Jimin sonríe observando a mi madre sin ningún temor al hacerlo.

—¡Pa! —grita Dai al verme, corriendo hacia mí con sus brazos extendidos.

—Hola pequeño —lo saludo y lo cargo, deteniéndome al lado del rubio.—¿Sucede algo? —inquiero, esperando que mi madre, Hana o Jimin, digan algo al respecto.

Hana mira a mi madre y cuando ve que no responde decide hacer lo mismo, aunque por dentro sé que está mordiendo su venenosa lengua.

—Saliste sin mí de nuevo —menciono.

Jimin deja de ver a mi madre y hace contacto conmigo.

—No em...

—Lárgate, qué parte no entendiste —alza su voz eufórica mi madre, interrumpiendo la respuesta de Jimin.

—Escuche, señora Jeon —da un paso hacia el frente. —No pienso largarme de esta casa a menos que su hijo me lo pida —le específica.

Observo al rubio sorprendido, y al igual que él, doy un paso hacia el frente.

—Madre, te presento a mi pareja actual, Park Jimin —sonrio ladinamente, totalmente complacido al observar la expresión en el rostro de mi madre.

—Te lo dije —dice molesta, Hana.

—Deja de jugar a la casita feliz, Jeon Jungkook —me reta mi madre.

Jimin se cruza de brazos y comenta. —Es lamentable ver como tu madre no me acepta, Jung —cautivando mi atención debido a la forma en la que me ha llamado—. Pero no me afecta en lo absoluto, mi madre tampoco me acepta, el que tu madre haga lo mismo solo me causa gracia.

Me quedo en silencio por unos segundos, hago una nota mental para indagar un poco más sobre la vida del lindo rubio.

—No te quiere ni tu madre, te das cuenta —suelta mi madre atacando a Jimin.

—Basta, no voy a permitir que le hables de esa manera —replico furioso.

—Cuida como le hablas a tu madre —me señala mi madre, histérica.

—Cuida como le hablas a la persona que me gusta —espeto.

Tomo la mano de Jimin, camino a pasos acelerados llevando al rubio y a Dai hacia dentro de la casa.

Jimin no dice nada y simplemente deja que lo guíe, pasamos al lado de Jin y ambos no decimos absolutamente nada. Subo las escaleras aun tomando la mano del rubio, mientras Dai se sujeta de mi camisa.

La puerta de mi habitación está abierta, entro junto a Dai y Jimin, la sirvienta deja de hacer lo que hace, y al observarme hace una reverencia.

—Fuera —le ordeno.

Suelto la mano de Jimin, y la sirvienta sale de forma rápida cerrando la puerta luego que ha salido.

—¿Estás bien? —pregunto, dejando a Dai sobre la alfombra de mi habitación.

—Sí —responde sin mirarme.

—No dejes que los comentarios venenosos de mi madre te afecten, rubio.

—No lo hacen —refuta mientras alza su mirada, pero aun así decide continuar sin observarme.

Es hermoso, sus ojos, su rostro, sus labios, la forma en la que lucha por ocultar lo que siente para no mostrarse débil me hace querer protegerlo más de lo que ya lo hago.

Y es que el haberle pedido que fingiera ser mi pareja ha sido una idea para dejar en claro a mi madre y Hana que no volveremos a tener algo, pero cuando lo pensé mejor, deduje que es la única maldita forma en la cual, podre pasar un poco más de tiempo junto al rubio.

Podría besar sus malditos labios carnosos y podría sentir su delicada piel, mientras mis dedos se queman al acariciar su piel blanquecina.

—Soy buen actor, ¿no lo crees? —cambia el tema de conversación.

—Si tú lo dices —intento evitar que cambie la conversación.

—Tú también eres bueno —sonríe y esta vez hace contacto visual conmigo causando que mi corazón palpite de emoción.

—Yo no actúo —puntualizo, desabotonando mi camisa.

—Claro que lo haces, eso de cuida como le hablas a la persona que me gusta fue genial —dice emocionado, imitándome.

Lanzo mi camisa a la cesta de ropa sucia, tomo una camisa normal color gris de mi armario, me giro y camino hasta quedar frente al rubio.

—Que bueno que te gustó —susurro, desdoblando la camisa sin dejar de observarlo.

—Eres bueno actuando, Jungkook —celebra de nuevo.

—Ya te dije que no actúo, lo que dije es real.

Estoy a punto de llevar una de mis manos a su cintura y acercarlo más a mí, pero la puerta de mi habitación se abre de golpe.

—Estoy aquí, Chim —la ruidosa voz de Taehyung, inunda mi habitación.

Lo miro furioso y luego observo a Jimin, este se encuentra mirándome, pero cuando ambos hacemos contacto visual él desvía su mirada hacia su amigo, se aleja de mí y toma a Dai para luego salir de mi habitación.

—¿Sucede algo? —me pregunta Taehyung.

Alzo mis hombros, y saco al delgado amigo de Jimin de mi habitación.

—Dile al rubio que lo espero en la bodega —le ordeno a Taehyung, para luego dejarlo solo.

Me atormento cada día, el no poder tenerlo junto a mi como lo tenía las primeras veces es torturante. Me muero por tocarlo y tenerlo como solía hacerlo.

—Ese chico es un capricho tuyo ¿no es así? —la voz de mi madre me saca de mis pensamientos cuando estoy a punto de bajar el último escalón.

No respondo nada ante su comentario, al contrario, guardo silencio, camino hacia ella, llevo mis manos hasta sus hombros provocando que se sobresalte un poco. Acerco mi rostro a su sien y deposito un beso en está.

—No es un capricho madre, te lo aseguro —luego de haber besado a mi madre salgo de la casa y camino hasta la bodega.

Recuerdos de mi padre enseñándome lo que ahora intento enseñarle a Jimin vienen a mi mente, una sonrisa fingida se forma en mi rostro, crecí alejado de él, siempre que viajaba a verme o que yo lo visitaba intentaba mostrarme la vida que llevaba y lo mucho que se arrepentía por haber decidido que mi madre y yo no viviéramos en el mismo techo y país junto a él.

Desde esa vez que vi su rostro triste tomé la decisión de que el día que tuviera a la persona correcta junto a mí, jamás permitiría que se alejara de mí.

—Estoy aquí —escucho la voz del rubio.

Me giro y lo veo de pie en la entrada de la bodega.

—Pasa —le pido.

Me giro de nuevo y voy directo hasta donde se encuentran unas cajas negras de plástico.

—¿Qué haremos? —pregunta el rubio.

Escucho sus pasos y eso me da a entender que ha decido entrar.

—¿Quieres que sea sincero? —giro un poco mi rostro y lo observo.

—Eso supongo —eleva sus hombros, mientras juega con sus manos.

—Preferiría besarte a practicar, pero hicimos un trato y me encargaré de cumplirlo —confieso.

Los ojos de Jimin se agrandan un poco y desvía su mirada de inmediato.

—Te mostrare algo —retiro los seguros de una de las cajas y dejo a la vista de ambos un lindo juego de cuchillos pequeños.

—Son hermosos —suelta, acercándose a mí para ver los cuchillos.

—Para tener tu atención debo mostrarte cuchillos ¿y eso es todo? —bromeo.

Me golpea con su codo y verbaliza entre risas. —No seas tan imbécil —toma dos pequeños cuchillos curvos con anillo.

Se coloca uno en cada mano y no deja de verlos, tomo dos al igual que él y me los coloco.

—Quiero que me ataques —le indico. —Solo utilizare mi agilidad para defenderme, no voy atacarte —le aseguro, caminando al centro de la bodega que está vacía, y él me sigue sin dudarlo.—Muéstrame que tan ágil eres —le guiño mi ojo izquierdo.

Se acerca un poco, por mi parte, no hago nada más que observarlo, sus pies están mal colocados, y mueve sus brazos con las cuchillas entre sus dedos.

—Ataca, rubio —le ordeno con voz demandante.

Me da una mirada en desaprobación, la cual, ignoro y espero por su ataque.

Empieza a moverse y hago lo mismo con mi guardia en alto listo para defenderme sin lastimarlo, cuando piensa que no estoy listo, extiende su mano derecha y trata de atacarme, agilizo mi cuerpo y hago que su intento de ataque sea completamente fallido.

—Debes intentarlo mejor, los cuchillos son cortos, contrario a las Katanas —le recuerdo.

Un suspiro abandona su boca y continúa intentando atacarme.

—Debes acercarte más —lo corrijo, debido a su distancia.

Me observa de forma molesta, extiendo mis manos hacia arriba, ve que estoy desprevenido se acerca a mí como se lo he recomendado e intenta conectar el cuchillo contra mi abdomen, doy un salto hacia atrás, golpeo su muñeca con mi codo, me agacho y finjo que hiero su pierna. Me giro y lo tomo de su cuello apresándolo con mi brazo izquierdo, mientras que con mi mano derecha lo amenazo a herir su abdomen.

—Estás secuestrado, herido o muerto —susurro en su oreja.

—Soy un fracaso en esto —dice sin apartarme.

Me siento tan bien al tenerlo entre mis brazos que no quisiera soltarlo nunca.

—No te emociones y suéltame —me pide seriamente.

—Voy a enseñarte, pero debes aprender ahora y practicarlo siempre hasta que los patrones de los movimientos se graben en tu mente.

Asiente.

—Muéstrame tu posición de ataque.

El rubio coloca sus pies de forma extraña.

—Voy a atacarte.

Asiente una vez más.

Lo ataco y doy un empujón, y como lo pensaba su postura está mala.

—Tus pies —lo señalo.

—¿Qué hay con mis pies? —inquiere mientras los observa.

—El izquierdo al frente, el derecho atrás.

Cambia de posición al instante.

—Es como cuando usas tú Katana, rubio, la diferencia es el largo de las armas —le recuerdo de nuevo. —Recarga solo un poco tu peso en tus piernas —evalúo lo que hace. —Gira un poco tu cintura —intenta hacerlo, pero falla.

Retiro los cuchillos de mis dedos y camino hasta él. Llevo mis manos a su cintura y la giro solo un poco, me observa fijamente mientras tengo mis manos sobre su cintura

—No dejes de presionar, si haces tu cuerpo fácil de mover, estás perdido —hace un sonido de aprobación con su boca.

Bajo mi mano izquierda y la coloco en su muslo, se asombra al sentir mi toque y puedo ver cómo su rostro lentamente se ruboriza.

—La pierna de atrás es tu apoyo, si te empujo debes intentar detener que lo haga. La pierna delantera es para que te adelantes a los movimientos de tu adversario —le explico—. Debes relajarte, si haces tú cuerpo rígido no tendrás agilidad, tus movimientos son buenos, rubio, eres ágil con cuchillos en tus manos, pero el resto de tu cuerpo no se conecta con la agilidad de tus manos.

—Trabajaré en ello —masculla.

—Voy a atacarte y sin levantar un pie del suelo, quiero que te agaches y te cubras el rostro, quiero que muevas tu cuerpo de la cintura para arriba de un lado hacia otro —sin reprochar lo que le pido, empezamos a practicar un par de veces mientras continúo moviendo su cintura con mis manos ejerciendo presión en sus piernas, recordándole que son su base.

El rubio aprende tan bien, que me enorgullece la forma en la que retiene lo que le enseño.

—Joven Jeon, el joven Yoongi me pidió que les trajera algo de beber —escucho la voz de una de las sirvientas.

Me alejo de Jimin y voy por los vasos con zumo de naranja.

Cuando regreso, el rubio camina hasta la sirvienta para tomar las dos botellas con agua.

—Gracias —dice Jimin, y regresa a dónde me encuentro.

Se deja caer al suelo doblando sus piernas, tomo asiento en el suelo frente a él, intercambiamos agua y zumo a modo que ambos tengamos lo mismo.

—Has mejorado, aprendes rápido —intento romper el silencio.

—Eso es bueno, gracias —sonríe tanto que sus ojos desaparecen.

Tomo el vaso con el zumo de naranja y lo bebo de un sorbo completo.

—¿Qué intentas con esto? —lo cuestiono.

El deja de beber zumo de naranja y me observa.

—No hablamos de cosas personales —suelta, para luego continuar bebiendo.

—A la mierda con esa regla —replico.

—¿Quién te enseñó lo que sabes? —pregunta, sé que lo hace pensando en que no le contestare.

—Mi padre, todo lo que sé lo aprendí de él —abro la botella con agua—
Escucha, no te obligare a que hables conmigo, sino quieres, así...

—Solo intento proteger lo que mi abuelo construyó, necesito algo estable en mi vida, estoy cansado de ser maltratado sabes —dice, y luego termina de beber su zumo de naranja.

—¿Qué hay de tu familia? —lanzo otra pregunta.

—Mi padre es una mula, creo que más de alguna vez ha trabajado para ti —desvío mi mirada al recordar que soy el responsable de que no haya tenido contacto con su padre. —Mi madre es una maldita loca, al parecer nunca me quiso, cada vez que me mira pareciera como si quisiera desaparecerme de este mundo —bromea.—Ya que me recordaste a mi padre, tratare de llamarle y de paso le pedire a Yuto que intente encontrarlo —menciona.

—Debes estar consciente que tu padre puede morir —intento que se vaya haciendo una idea que está muerto.

—Lo sé, siempre lo he sabido —su voz cambia—. También sé que puedo perder a mi tío, e inclusive puedo perder mi vida.

Me acerco más él.

—No permitire que nada malo te pase, rubio —no dice nada, simplemente me mira con sus lindos ojos.

—¿Por qué me proteges, Jungkook? _me cuestiona.

Llevo mis manos a sus mejillas, y él cierra sus ojos al sentir mi tacto sobre su piel.

—Me gustas, rubio.

—Mientes —recita.

Empiezo a odiar esa maldita palabra acusadora.

—No lo hago —le aseguro.

—Aún sigo siendo tu capricho, por eso no me dejaste ir.

—Claro que no —digo serio.

—No tendre nada contigo, Jungkook, solo cumplire mi trato como tú cumples el tuyo —me hace saber.

—No voy a obligarte a nada rubio, a menos que tú me lo permitas, ni siquiera tienes idea de lo que batallo conmigo mismo para no besarte cada vez que te veo, para no tocar todo tu cuerpo en este preciso momento, lucho todas las noches para no ir a tu habitación, desnudarte y hacerte mío una y otra vez todas las noches.

Sonríe y lleva una de sus manos a mi antebrazo.

—Siempre tan directo —dice sonrojado.

Ambos escuchamos pasos, pero los ignoramos.

—No caere en tu juego de nuevo —me asegura, mientras acaricio su mejilla.

—No quiero jugar más, rubio, te quiero solo para mí —ladea su rostro y lo recarga en la palma de mi mano.

Abre sus ojos, mira hacia la entrada de la bodega y luego me mira, observo una sombra acercarse, pero decido esperar a que él diga algo.

—Bésame —me pide.

Sonrío y sin dudarlo acerco mi rostro al suyo.

—Jungkook, deja de besarlo —la voz chillona e irritante de Hana, provoca que Jimin ría mientras nos besamos.

—¿Por qué interrumpes siempre? estoy empezando a cansarme

El rubio se pone de rodillas, extiendo mis piernas y toma asiento en estas.

Enrolla sus piernas alrededor de mi cintura, y hace lo mismo con sus manos sobre mi cuello.

—¿Qué quieres, Hana? —la cuestiono con enojo en mi voz, para luego dejar pequeños besos sobre el cuello del rubio.

—Tu madre quiere que cenemos —hace una pausa.

Las manos de Jimin acarician mi cabello.

—Juntos —agrega.

—No iremos —pronuncio.

Jimin toma mi rostro y pregunta asombrado. —¿En serio?

—Sé lo que pasará —susurro.

El rubio deposita un pequeño beso en mis labios, y luego me observa fijamente.

—Ya escuchaste, ahora puedes irte —llevo mis manos a su espalda y dejo caricias en ella.

Nos besamos de nuevo, tanto que no escuchamos cuando Hana desaparece. Nuestros labios y cuerpos juntos son como imanes que se atraen y se reconocen al instante, ambos hacemos sonidos de placer en cada beso, sabemos que ni mi madre y Hana nos observan, pero decidimos no parar, quise hacerlo, pero sus malditos labios son mi droga y empiezo a creer que él lo sabe a la perfección.









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