19

Jungkook


El resto de la noche intento dormir, pero me resulta casi imposible conciliar el sueño. Mi mente da vueltas y sin duda alguna pienso una cosa tras otra. Ninguno de mis pensamientos es bueno, trato de unir una idea con otra y lo que resulta es un maldito problema.

Me siento al borde de la cama vistiendo solo mi pantalón de ceda de dormir, llevo mis manos al cabello llevándolo hacia atrás dejando salir un enorme suspiro. Bajo mis manos y las coloco sobre mis muslos, sé que no dormire y si lo hago sera solo una simple siesta.

Me pongo de pie, tomo mi bata y luego hago un nudo en con la cincha en mi cintura, salgo de una de las habitaciones de la casa, bajo los escalones y busco unos cigarrillos en la mesa de la sala de estar y lo enciendo. Aspiro un poco de nicotina disfrutando de esta, me dirijo a la puerta principal y salgo al patio, camino durante mucho tiempo mientras con cada calada que le doy al cigarrillo este se hace cada vez más pequeño.

—¡Jungkook! —escucho un grito.

Arrojo lo que resta del cigarrillo y lo piso, me giro y veo como Jin se encuentra de brazos cruzados observándome desde los escalones de la casa.

Alzo mi mano izquierda y me dispongo a caminar hacia donde Jin se encuentra.

—¿Qué haces? —me cuestiona, cuando estoy a solo dos escalones de llegar a él.

—No puedo dormir —respondo, quedándome frente a él.

—¿Me dirás que piensas? —camina hacia dentro de la casa.

—Puede ser —bromeo.

Llegamos a la sala y ambos tomamos asiento en el sillón más grande, uno al lado del otro.

—¿Está o estamos en problemas? —indaga.

Jin, es un mar de preguntas y yo soy un sinfín de ideas que no nos llevan a nada bueno.

—Está en peligro y nos queda claro —retiro mis pantuflas y subo mis pies sobre la pequeña mesa frente al sillón.

—¿Crees que Jimin esté involucrado en algo serio? —toma un poco de maní con su mano derecha del pequeño depósito que las sirvientas dejan para Yoongi.

—Así parece, Jin. Los Yakuza lo buscan y la agenda del padre tiene el dibujo de un dragón y estoy casi seguro que es el mismo que el rubio tiene en su espalda —confieso, observando fijamente el cielo falso.

—Mierda, crees que él...

Niego unas cuantas veces.

—No puede ser.

Siento la mirada de Jin, sobre mí.

—Tengo algunas ideas y ninguna es buena —desciendo mi rostro y observo a mi amigo.

—Debes hablar con él —se pone de pie.

—En mi habitación en el segundo cajón de la mesa de noche se encuentra la agenda del padre de Jimin. Quiero que busques alguna similitud con su tatuaje —le ordeno.

Jin asiente para luego dejarme solo.

Me acomodo en el sillón y cierro mis ojos intentando detener las ideas que rondan mi mente, creo que no lograre dormir, pero al parecer logro lo que quiero. Escucho a lo lejos unos leves susurros, los cuales, decido ignorar y continuar durmiendo.

—Joven Jeon —escucho—Joven Jeon.

De manera lenta abro mis ojos y veo a una de las sirvientas.

—Sí —articulo con voz adormilada.

—El joven Jin, quiere verlo en su habitación —anuncia.

Cierro mis ojos por unos segundos más, me pongo de pie y luego subo las escaleras para ir a la habitación de mi amigo.

—¿Qué quieres? —digo, abriendo la puerta observando a Jin en su pequeño escritorio con su laptop sobre esta y él, sentado en una silla de madera.—Más vale que sea urgente —me quejo.

Observo su cama y veo como el pequeño Dai, está plácidamente dormido.

—Creo que tengo algo —suelta.

Me coloco detrás de Jin, posando mis manos sobre los bordes de la silla.

—Habla —le pido.

—Tengo amigos en Japón, así que pregunté por algún Yakuza con este tatuaje y efectivamente ninguno lo tiene.

Retiro mis manos del borde de la silla y las coloco sobre los hombros anchos de Jin.

—Eso no nos ayuda en nada, Jin —con mis dedos presiono sus hombros.

—Uno de los líderes Yakuza falleció no hace mucho tiempo —agrega.

Me alejo de Jin y observo a Dai.

—Eso no me sirve, Jin —camino hacia el baño de la habitación. —Dile a una de las sirvientas que me traigan ropa limpia —le pido, para luego entrar al baño y tomar una ducha.

Me ducho de forma de rápida, cuando termino de ducharme observo mi ropa colgada por el lavabo, me visto mientras escucho las maldiciones de Jin.

—Yoongi, está furioso —dice, abriendo la puerta del baño.

—¿Y? —lo observo a través del espejo.

—No me vengas con eso, Jungkook —me reta, mientras su ceño está fruncido. Lo cual, me causa un poco de gracia. —Se supone que debías haber cerrado el maldito trato con el padre de la zorra de Hana, y no lo hiciste —habla de forma rápida y casi inentendible.

—Pero lo hare —espeto, terminando de abotonar mi camisa.

—Debo ir con él a una reunión, más vale que soluciones esta mierda de Jimin —me ordena.

Me giro y camino hacia él.

—¿Quién te crees? ¿Mi madre? —digo sarcástico, pasando de largo ante él.

—No es una puta broma, Jungkook. No puedes centrarte en Jimin, se supone que no te interesa y solo lo usas para follar —se detiene y llega hasta mí. —Eres el líder de la mafia de Busan, Jeon. No lo olvides —me recuerda.

Desabotona uno de los botones y luego sale de su habitación.

Veo la cama y Dai se encuentra sentado en el medio observándome.

—Dai —saludo al pequeño, acercándome a la cama.

—Ah —sonríe señalándome.

—Hola amigo

Extiende sus brazos hacia mí para que lo cargue.
Sonrío junto al pequeño y lo cargo.

—¿Qué esconden, Dai? —susurro, cargando al pequeño en brazos.

—Joven Jeon, su chico ha despertado. Desea que lleve comida para ambos a su habitación —habla una de las sirvientas.

—Claro, pero primero encárgate de Dai —contesto.

Sin dudarlo, entra a la habitación y luego recibe a Dai en brazos.

—Hablare con el rubio unos minutos, si la comida esta lista solo toca la puerta y luego sigue cuidando a Dai —asiente de manera rápida.

—Entendido, joven Jeon.

Salgo de la habitación después de ella, mientras otra sirvienta de estatura baja entra a la habitación de Jin, para ordenarla.

Abro la puerta de mi habitación de forma rápida, pero siendo cauteloso cierro de la misma manera y escucho como el agua de la ducha cae, observo hacia todos lados frustrado, si el rubio está involucrado en algo indebido debo saberlo.

Mi mirada se detiene en su Katana, de manera lenta recorro las bolsas con compras que seguramente contienen alimentos y cosas para Dai.

Luego mi mirada se detiene en su bolsón, un suspiro abandona mis fosas nasales, sin pensarlo camino hasta las cosas de Jimin, las cuales, se encuentran frente a la cama en la alfombra de la habitación.

Me recargo sobre mis rodillas y espero que el sonido del agua se escuche de nuevo y aprovecho ese momento para poder abrir el cierre del bolsón. Veo dos cajas, una mediana y una más grande de color negro, sobre esta un papel y un sobre, ambos arrugados.

Saco todo y lo coloco sobre la alfombra, abro la caja más grande y veo un juego de cuchillos curvos.

—Que mierda —gesticulo, observando el hermoso juego de cuchillos curvos.

Historia es lo que hay en esos cuchillos curvos, la forma de ellos no es igual al sinfín de juegos de cuchillos curvos que puedes comprar.

Tomo el papel y decido leerlo.

Jimin-San
Soy tu tío Tsubasa quiero que tengas tu katana y que practiques con Yuto, se que recuerdas todas y cada una de mis enseñanzas ahora ponlas en práctica.

Sé que te preguntarás por tu madre, pues ella está bien, la aislé y me aseguró que ella este saludable todos los días.

Además de tu katana te envió una pequeña caja de cuchillos curvos quiero que aprendas a usarlos por ti mismo, practica con Taehyung y por más que quieras no se lo menciones a Yuto. Quiero que sepas cuidarte solo Jiminie y que abras muy bien tus ojos.

Si te encuentras en peligro llámame y busca una forma de mantenerte a salvo, si sospechas de algo o alguien solo busca un lugar seguro para que tú y Dai permanezcan mientras yo voy por ti.

Cuida de Dai y de ti, me despido.

Veo la nota mientras el enojo empieza apoderarse de mí. Su tío Tsubasa, y el otro imbécil. Su Katana, sus cuchillos curvos, si necesitas ayuda llámame.

Coloco en una esquina del papel de la nota sobre mis labios, tomo el sobre, saco la carta, la desdoblo y empiezo a leerla. De igual manera como lo hice con la nota anterior.

Mi querido Jimin-San si estás leyendo esto es porque estás listo para saber la verdad sobre mi vida. Lamento decepcionarte o desilusionarte, pero peleé por lo que tengo hasta ahora y lo hice por el bienestar de mi familia.

Retiro la nota de mis labios y observo como ambas inician con Jimin-San.

Los dos escritos son interesantes, pero algo dentro de mí dice que la carta que se encuentra dentro del sobre y que he empezado a leer resolverá y me aclarará todo.

Por el párrafo que he leído la persona que le dejó la carta le revelaría algo al rubio y yo también estoy dispuesto a saber de qué se trata toda esta mierda.

Yo, Osamu Shiromatsu soy...

Continúo leyendo, pero un grito mezclado con preocupación y enojo me interrumpe el saber quién es ese tal, Osamu.

—¡¿Qué mierda crees que haces?! —me interroga.

Viste solo una de mis camisas que obviamente se ha llevado de mi casa desde que nos dejamos de ver.

—No es obvio, Jimin-San —alzo los escritos.

Al escuchar que lo llamo por su nombre japonés, camina hacia mí y me arrebata ambos escritos.

—No te enseñaron a no tocar lo que no te pertenece —me reta, sosteniendo los papeles con su mano derecha.

—No te enseñaron a no mentirle a la gente que intenta ayudarte, Jimin-San —camino hacia él.

—¿De qué hablas, Jungkook?

Me acerco cada vez más a él sin dejar de mirarlo.

—No te mentí nunca, rubio. Te dije que soy el líder de todo Busan —le recuerdo, quedándome frente a él.
—Hace un par de días atrás dos Yakuzas intentaron llevarse mi cargamento en el puerto. Hoseok, antes de matarlo encontró una fotografía en uno de sus bolsillos —me giro y camino hacia la mesa de noche. Abro la segunda gaveta y saco su fotografía.—¿Eres tú o no? —interrogo, acercándome de nuevo a él mientras le muestro la fotografía. —Porqué cuando me mostraron la fotografía te reconocí al instante. Esos malditos labios y tu mirada dulce —agrego.

Jimin, toma la fotografía, la mira y luego ejerce contacto visual conmigo.

—Ocho, nueve, tres —susurro, cautivando toda su atención.

—Yo...

Traga grueso.

—Vas a decirme toda la maldita verdad, rubio. No saldremos de esta habitación hasta que me digas todo, y cuando digo todo es todo —llevo mi mano a su antebrazo y lo llevo hasta la cama. —Siéntate y empieza a hablar —le ordeno, mientras tomo la silla de madera y me siento frente a él.

—Bueno, yo... —suspira—. No te dire una mierda, Jungkook.

—Oh, si lo haras. Ahora siéntate —le ordeno de nuevo.

—No puedes obligarme a hacerlo —escupe molesto.

Me pongo de pie, tomo uno de los cuchillos curvos y sin pensarlo lo lanzo a uno de los cuadros horribles que mi madre ha colocado en mi habitación.

—Voy a colocarte en la pared como el cuadro y voy a lanzarte los cuchillos que tu tío te envió hasta que hables. ¿Qué te parece mi idea, lindo? —tomo asiento de nuevo en la silla.

—Si vas a matarme luego de todo lo que diré, solo te pido que consigas un buen hogar para Dai —habla.—Soy mitad japonés, mi madre es japonesa al igual que mi abuelo? Vivía con mi madre en Japón, pero extrañaba a mi padre así que decidí dejar aún lado la buena vida que mi tío me brindaba y que mi madre destruía. Mi madre se prostituye para poder pagar su maldito vicio —se detiene por unos segundos. —Desde que vine a Busan mi vida cambió, debía trabajar y pagar las deudas que mi padre tenía, no sabía absolutamente nada acerca de la familia de mi madre, a mi abuelo lo observaba una vez al año posiblemente. El día que me sacaste de mi cuarto de alquiler mi padre regresaba de Japón, habló con mi tío y me explicó que mi madre había condenado toda mi vida, y es lo mismo que la carta de mi abuelo dice —alza el papel más grande.

—¿Quién es tu tío rubio, y porque te envía cuchillos curvos y tu Katana? —cuestiono.

Él desciende su rostro. 

—¿Te envió a matarme? —llevo mi mano a su mentón y alzo su rostro.

—No —responde. —Mi tío se llama Tsubasa. Era el más cercano a mi abuelo —habla.

—Ahora tu abuelo —le indico.

Cierra sus ojos y niega.

—Te odio, Aiko —murmura. —Mi abuelo era Osamu Shiromatsu, líder del clan Yakuza —alza su brazo y me da el papel más grande.

La carta que no he terminado de leer.

—Todo está ahí —me asegura.

Lo observo por unos segundos y luego me pierdo en la carta que su abuelo le ha dejado.

Una lluvia de preguntas viene a mi mente, y no saldremos de la puta habitación hasta que Jimin las responda todas. Termino de leer y le de vuelvo la carta, su mirada es una mezcla de miedo y asombro.

—¿Así que líder del clan Yakuza de Tokio? —recito—. Si tu abuelo murió ¿quién es el líder ahora?

Mira la carta y responde—. Mi tío

—Tu familia es Yakuza. Interesante —me pongo de pie. —Tienes los números en tu espalda ¿no es así? —indago.

Asiente.

—Habla rubio.

—Sí, si los tengo —verbaliza.

Sus ojos tiernos empiezan a llenarse de lágrimas.

Recuerdo las reglas que su abuelo le ha dicho, pero las guardo para mí.

—¿El japonés con el que follas ahora es un Yakuza? —inquiero.

Me observa molesto y no responde.

—Lo tomare como un sí —digo, llevando mis manos a los bolsillos. —Si alguien más que yo, observa tu tatuaje estas muerto, rubio. Con uno de mis chicos que vea tu espalda y los números te matará —le adivierto.

—Si vas a matarme, solo hazlo —se pone de pie, lanzando los papeles a la alfombra.—No decidí tatuarme esto. Mi madre me emborrachó y luego tuve que dejar que lo terminarán. El que me tatuó murió, pero mi madre aún sigue con vida —expone. —Sé que no te interesa mi vida y que solo preguntas para saber que no estoy aquí para matarte, pero te digo la verdad. Descubrí que la única familia que me queda es Yakuza y que gracias a mi madre puedo perder mi vida debido al maldito tatuaje. Mi madre es una loca, ella tenía a Dai enjaulado y sin alimento por eso te pido que si vas a matarme al menos consíguele un lugar seguro a Dai —deja de hablar y observa hacia la enorme ventana de mi habitación.

—¿Qué hay en la caja? —pregunto.

—Solo es una llave y una estúpida dirección —acota.

Camina hacia la caja pequeña, se agacha un poco y la toma con su mano derecha.

—No quiero verlo —reprocho, cuando observo que está a punto de abrirla.

Tomo mi celular de la mesa de noche y llamo a Jin.

—¿Resolviste todo? —pregunta al atender mi llamada.

—¿Recuerdas el nombre que el japonés dijo?

—Espera —me pide.

Ambos nos quedamos en silencio por unos segundos.

—Seizu era Seizu —repite.

—Gracias.

—Aguarda, Jungkook. Hay unos cuantos hombres en el puerto que se niegan a pasar nuestro cargamento —me informa.

—Estaré allí pronto —cancelo la llamada.

—Los japoneses que mataron mis chicos y que te buscaban, trabajan para un tal Seizu  ¿Qué sabes de él?

—No sé nada, Jungkook. Yo solo conozco a mi familia y algunos hombres que trabajan con mi tío —responde rápidamente. —Pero puede ser de un clan contrario. Mi tío dijo que era mejor que volviera a Busan porque habría peleas de territorios con la muerte de mi abuelo. Yuto me protegió durante mi estadía en Japón, todos intentaban que nadie me reconociera —añade.

Tengo lo que quiero, el rubio está en un problema en el que yo salgo sobrando.

—El clan contrario te quiere, Jimin. Sea lo que sea que quieran no voy a meterme —digo, caminando hacia sus cosas.

—¿Qué quieres decirme? —se acerca a mí, confundido.

—No pienso arriesgar mi territorio en una pelea de clanes Yakuza. Tengo suficiente con que quieran robarse mis cargamentos o con que tengo que pagar el triple de dinero para que dejen entrar mi mercancía a Japón —respondo.

Veo el rostro pálido de Jimin mientras escucha mis palabras.

—Debí haber ido a un maldito hotel —habla entre dientes.

—Hazlo, vete —suelto de sopetón. —Nadie te detiene, lárgate de mi casa —agrego, señalando la puerta de la habitación.

Unos cuantos toques sobre esta y sé que la comida está fuera.

—No voy a dejar que me humilles, hijo de puta —me señala molesto.

—Recoge tus mierdas y lárgate, rubio —le ordeno.

Se agacha y guarda las cosas en su bolsón, lo lanza a la cama junto a su Katana. Entra al baño y regresa con su ropa sucia, introduce sus manos en uno de los bolsillos de su pantalón no identifico que saca del bolsillo, pero observo como dobla su ropa sucia y la introduce a su bolsón.

Coloca su bolsón sobre sus hombros y toma su Katana, se agacha un poco y antes de tomar las bolsas con las compras, me lanza un rollo de dinero a mi pecho.

—El dinero de la mamada que te di, más lo que me pagaste por dejar que me follaras —dicho eso, toma las bolsas con las compras lastimando su mano.

Se pone de pie, abre la puerta y sale de mi habitación.

Mi mente se encuentra en un debate ahora, las palabras que he leído por parte de su abuelo han sido más que claras. El rubio, está en peligro, si alguien más que yo observa su tatuaje lo tendrá de rehén y lo utilizará para sacar dinero al clan Yakuza y luego lo matarán.

Si el bando contrario lo agarra sucederá casi lo mismo, pero más cruel.

Tengo la opción de utilizarlo para poder crear vínculos con su tío para que me deje extender mi negocio a Tokio, y poder dejar entrar mis cargamentos más rápido.

Salgo de la habitación casi corriendo, bajo las gradas de dos en dos y observo la puerta abierta.

—¿Dónde está? —pregunto a una de las sirvientas.

—Fue por el pequeño a la sala, sus cosas están afuera —responde.

Dejo salir un suspiro de alivio cerrando mis ojos.

Escucho unos pasos y abro mis ojos al instante.

—¿Qué haces? —lo cuestiono, al verlo con Dai en brazos.

—Púdrete, Jungkook —espeta, observándome de reojo.

—Pa —articula Dai, extendiendo sus manos en mi dirección.

—Te pregunté ¿qué mierda es lo que haces? —repito la pregunta, molesto.

—Me voy, hago lo que me pediste. ¿Acaso eres estúpido? —replica.

Se gira por completo y sale de la casa.

—Ustedes dos vengan conmigo —les ordeno a las sirvientas. —Una toma al niño y la otra entra las cosas del rubio —les indico.

Ambas asientien y salen después de mí.

—Toma al niño —le ordeno a la más pequeña, cuando observo que Jimin se encuentra bajando las escaleras con sus cosas.

—¡No lo hagas, Jungkook! —grita, observándome desde abajo.

—Llévalo adentro —doy la orden.

De manera rápida entra a la casa junto a Dai.

—¡Eres un hijo de puta! —exclama con exasperación.

—Dime algo que no sepa, rubio —digo, sonriendo ladinamente. —Ahora ven aquí —le ordeno.

—Dame a Dai, y deja que me marche —me pide.

Niego.

—¿Qué te hice para que me trates de esta manera? —me cuestiona alzando sus brazos para luego empezar a subir los escalones.

—Vas a entrar a la casa y no saldrás a menos que yo lo diga —le ordeno, mientras termina de subir los últimos escalones.

—No haré tal cosa luego que me echaste —replica orgulloso.

—Lo pedí casi amablemente, pero te gusta que te obligue hacer las cosas —acorto toda nuestra distancia dejando mi mano en su cintura.

Lentamente la desciendo a sus muslos recordándole que solo viste mi camisa y posiblemente su ropa interior.

—No lo hagas, Jungkook —me pide con voz temblorosa.

Con la mano que no toco su muslo tomo su brazo, rompo nuestra cercanía y luego hago que entre a mi casa de forma obligatoria.

—Suéltame, déjame, imbécil —se queja mientras subo las escaleras.—¡Te dije que me dejes! —grita, forcejeando.

—Lo complicas todo, Jimin —me detengo y lo observo seriamente. —Camina —demando.

—Está bien, lo haré —habla ahora en voz baja—. Lo haré solo.

Lo veo unos segundos, bufo, pero accedo. Lo suelto, sube un escalón, me mira, se da la vuelta de forma rápida y baja los escalones a toda prisa.

Bajo los escalones más rápido que él, lo veo cruzar el umbral de la puerta, acelero mis zancadas y bajo los escalones. Jimin, corre ahora por el jardín hacia el portón de mi casa que está cerrado.

Se detiene frente al portón, lo golpea muchas veces mientras su tórax asciende y desciende.

—No te acerques a mí —me señala, cuando se percata que estoy a escasos pasos de llegar a él. —Déjame ir, Jungkook —me pide con voz cansina.

—Deja de complicar las cosas —le aconsejo, acortando la poca distancia.

—Te dije que no te acerques a mí —espeta, agitando sus manos para que no lo agarre.

—Rubio —lo llamo.

—Cállate, déjame en paz —pronuncia desesperado, lanzándome un puñetazo al pecho.

Sostengo su mano derecha, lo giro y con sus dos brazos simulo una camisa de fuerza.

—Camina —exijo.

Entramos a la casa de nuevo, no se calla, me maldice y amanaza. Todo lo que sus lindos labios sueltan, me resulta gracioso y excitante.

Subimos las escalones obligando al rubio a que me siga, llegamos a la habitación, lo suelto bruscamente y cierro la puerta.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunta. —Estoy harto de tus estupideces —dice el rubio molesto. Mientras relaja sus brazos.

—¿Pensabas irte vistiendo así? —lo señalo, riendo y observando sus muslos.

—Eso a ti no te interesa —verbaliza, molesto.

—Cualquiera tendría ganas de follarte vistiendo de esa manera —digo, pasando la punta de mi lengua sobre mis labios.

—Déjame ir de una puta vez, Jungkook —me ruega.

—Vas a quedarte aquí hasta que tu tío diga que Tokio esta fuera de peligro. Me ayudarás a hacer un trato con él, y cuando él tenga el control de Tokio de nuevo, te largas —le explico mi plan.

—No seré tu puta, Jungkook —me asegura, hablando entre dientes.

Me acerco más él, controlando las ganas de lanzarlo sobre mi cama y besar a mi antojo sus lindos y blanquecinos muslos.

—No te lo he pedido —menciono.

El rubio retrocede mientras yo me acercó a él.

—Aunque me lo pidieras la respuesta será un no.

—¿Por qué no dejas de hablar y dejas que te bese? —le propongo.

Niega rápidamente.

—No tendremos nada, Jungkook —habla nervioso, cuando me encuentro completamente cerca de él.

—Como digas, rubio —balbuceo.

Si de algo estoy seguro es que él me desea de la misma manera que yo lo hago.

—Voy a salir y...

—Solo lárgate —me reprocha. —Vete ¿qué esperas? —me desafía—. Vete, Jungkook, Busan te...

Lo interrumpo, coloco mis labios sobre los suyos los muevo, pero él se niega a seguir mi beso. Llevo mi mano a su muslo izquierdo y de forma lenta asciendo tocando con mis dedos hasta llegar a su cintura. Cuando su boca y mi boca se juntan nos olvidamos de los líos.

—Aah —jadea.

Y ese es el momento en que introduzco mi lengua a su boca, el rubio responde por unos segundos mi beso luego intenta alejarme, pero se lo impido. Dejo un casto beso en sus labios y con mis dientes muerdo su labio superior atrayéndolo hacia mí.

—Jungkook, por favor —musita, mientras palmea mi pecho.

Llevo mi boca a su oreja dejando pequeños besos hasta bajar a su cuello.

—Detente —me pide de nuevo, empujando con sus manos mis hombros.

Me separo del rubio y camino hacia la puerta.

—No quiero que salgas y si deseas salir espera hasta que regrese —le indico, mientras abro la puerta de la habitación.

—Voy a cambiarme de habitación —habla con voz agitada.

—Como quieras, Jimin —digo, desinteresado. —Por cierto, mi camisa te queda excelente —le guiño mi ojo.

Me observa furioso y se la retira quedando solo en ropa interior, trago grueso al verlo de esa manera las ganas de follarlo son más grandes ahora.

—Te ves mejor sin mi camisa ¿por qué no te retiras tu ropa interior también? de esa manera estoy seguro que te verás exquisito. Lindo rubio —menciono con voz coqueta.

—¡Mierda! —exclama. —Lárgate de una vez por todas, Jungkook —protesta Jimin.

Sin decir nada, lo veo una última vez y luego salgo de la casa con un enorme problema en mi entrepierna, el cual, me encargare de resolver pronto.






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