17

Jungkook



Lo primero que hago después de una larga siesta, es tomar mi celular, marco y marco, pero fallo de nuevo. No logro establecer comunicación.

Me ducho de manera rápida, salgo del baño con la toalla enrollada en mi cintura y otra sobre mi cuello, camino hasta mi armario abro la puerta y me quedo en silencio por unos segundos observando mi ropa. Un pequeño recuerdo del rubio sobre mi cama con sus ojos entre abiertos envuelto en las sábanas fingiendo no observarme viene a mi mente.

Una sonrisa estúpida se forma en mi rostro, cierro mis ojos por unos segundos, lo siguiente que siento es como unas manos acarician mi abdomen y de manera lenta descienden a mi miembro, un suspiro abandona mi boca debido a lo bien que se siente.

—Eso es, disfruta —la voz de Hana, recorre mis oídos y al instante retiro sus manos de mi cuerpo y la alejo mí.

—Mierda, Hana —digo molesto.

Jin, se asoma a la puerta de mi habitación con una laptop en sus manos.

—Interrumpes —dice Hana.

—Hare como que no te conozco —verbaliza Jin, entrando a mi habitación, pasa de largo frente a Hana, se acomoda a la orilla de mi cama y se dispone a observar la pantalla de la laptop.

—Vete, me haces perder el tiempo —me dirijo a Hanna.

Tomo unos jeans normales y una camisa negra de algodón de vestir.

—¿Qué esperas? vete —dejo caer la toalla a la alfombra de la habitación, tomo unos bóxeres del cajón y me los coloco frente a Hana.

—Estabas disfrutándolo antes —menciona.

—Vete de una puta vez, Hana —le ordeno, mientras me coloco el pantalón.

—Jungkook, deja de hacerte el estúpido —se refiere a mí.

—La estúpida eres tú, ahora lárgate —interrumpe Jin, enfadado y harto de la presencia de Hana.

La sirvienta entra con una carretilla con el desayuno.

—¿Cómo entró? —le pregunto mientras abotono mi camisa.

—Su madre tomo nuestro juego de llaves, joven Jeon —contesta, dejando la carretilla frente a Jin y se aleja un poco.

—Tu madre está loca —se burla Jin, tomando una tostada con su mano izquierda para luego llevarla a su boca.

—Ambas están locas —protesto.

Camino hasta Hana y la tomo de su antebrazo de manera no tan fuerte, pero intimidante.

—Las llaves, ahora —demando.

—No te las dare a menos que me tomes en serio —balbucea.

—Sigue esperando turno, Hana —suelta Jin, dejando la mitad de la tostada sobre el plato junto a las demás. Se pone de pie y camina hacia mí.

De un solo tirón le arrebato la pequeña bolsa rosa Channel de la mano, rebusco dentro de esta hasta que doy con el juego de llaves de las sirvientas.

—¡Bingo! —exclamo, agitando las llaves haciendo que suenan.

Jin, le devuelve la cartera a Hana y camina hacia la sirvienta.

—No dejes que nadie las tome, ni mi madre —le ordeno, soltando a Hana.

—Nunca tendrás los negocios de mi padre, sino me tienes a mí —habla Hana.

—Esos negocios serán míos, el trato es con tu padre no contigo. Ahora vete —camino hacia la cama y me siento sobre ella.

—Llévatela —le pide Jin a la sirvienta.

La sirvienta asiente y de manera rápida toma del antebrazo a Hana, y la guía hasta la salida de mi habitación para luego sacarla de mi casa.

—Está obsesionada contigo —me recuerda Jin, tomando asiento a mi lado. Coge un vaso con jugo de naranja y bebe un poco.

—¿Conseguiste algo? —pregunto, comiendo un poco de avena cocida.

—Claro, soy bueno en esto y lo sabes —responde, colocando el vaso con la mitad de jugo de naranja sobre la carretilla.

Toma la laptop y la coloca sobre sus piernas.
Antes de mostrarme lo que ha encontrado saca del bolsillo de su suéter la fotografía y el papel con las direcciones, de manera rápida las tomo.

—Bien, busque todas estas direcciones y como lo esperaba son de casas —presiona unas cuantas teclas. —Son casas de gente con mucho dinero y poder, Jungkook —hace una pausa, presiona una tecla y luego me muestra lo que se encuentra en la pantalla de la laptop.

—Son casas de empresarios japoneses —digo, observando las fotografías.

—Exacto —dice Jin, para luego beber un poco más de jugo de naranja.—La antepenúltima dirección —cambia de carpeta y me muestra la fotografía.

—Mierda —murmuro.

—La casa de Jimin —dice Jin, confirmándome lo que observa en la pantalla.

—¿Qué hay de la última dirección? —inquiero, mientras extiendo mi brazo hacia la mesa de noche para poder alcanzar mi celular.

—Al principio obtuve información, pero luego desapareció —acota Jin.

—Entonces descartamos la última dirección —me pongo de pie, busco el contacto de Jimin y marco.

—Seguire intentando encontrar la casa correcta, Jungkook. No hay lugar con esta puta dirección —dice Jin, mientras yo ruego en mi mente que el rubio, se digne a responder mi llamada.

—Mierda, Taehyung —atiende Jimin, con voz adormilada.

—Rubio, tenemos que hablar —es lo primero que digo.

—¿Jungkook?

Intenta aclarar un poco su voz.

—Debemos hablar —insisto.

—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar, te dije que no me llames más —habla molesto.

—Jimin, escúchame —intento obtener su atención.

—No, escúchame tú —contra ataca.

—¡Mierda, rubio! —alzo mi voz, harto, sorprendiendo a Jin. —Estás en peligro, necesitamos hablar —suelto de una sola vez.

—Estoy en peligro —pronuncia sarcásticamente. —Claro que lo estoy contigo asechándome. Déjame en paz de una puta vez, Jungkook, y lo digo en serio —cancela la llamada.

—No quiere escucharme —digo, guardando mi celular en el bolsillo de mi pantalón.

—Hoseok, acaba de informarme que el japonés ha despertado —Jin cierra la laptop, se pone de pie y camina hacia la puerta.

—Bien —tomo una chaqueta de cuero, me la coloco.

Introduzco los guantes de cuero a uno de los bolsillos de la chaqueta, tomo mi arma y la guardo en la cartuchera.

Antes de salir, tomo el papel con las direcciones junto a la fotografía del rubio, me acerco a la mesa de noche y cojo la agenda que encontré en el bolsón del padre de Jimin.

Entramos a la camioneta y de forma rápida nos dirigimos hasta el lugar en el que Namjoon y Hoseok, han trasladado al japonés.

Cuando llegamos el primero en bajar es Jin, me quedo dentro de la camioneta por unos segundos y en lo único que pienso es en que el rubio no se encuentre en alguna situación peligrosa con los japoneses. No sé absolutamente nada de su pasado y mucho menos de los tratos que él tiene o hace.

Unos cuantos golpes en la ventana me hacen dejar de pensar cosas trágicas por unos segundos. Me coloco mis guantes de cuero, abro la puerta y salgo de la camioneta.

—Infórmame —le pido a Nam, caminando hasta la puerta de la pequeña casa en la que han trasladado al japonés.

—Tuvimos que llamar al médico para que suturara sus antebrazos y el sangrado se detuviera. Le colocó suero y lo estabilizó.

Nam me deja entrar primero a la pequeña casa.

—¿Qué tal amaneció? —pregunto.

—Mejor que ayer, apuesto a que hablará después de la charla que mantuvo con Hoseok —dice Namjoon, con una sonrisa burlona en su rostro.

—Son unos idiotas —habla Jin, desafiando a Namjoon con su mirada.

—Pueden pasar —escuchamos la voz de Hoseok, luego de abrir la puerta de la habitación en la que el japonés se encuentra.

—Como sea —digo desinteresado en lo que Hoseok ha hablado o hecho con el japonés.

Camino hacia la habitación con lo necesario en los bolsillos de mi chaqueta, antes de entrar por completo a la habitación me detengo y observo a Jin.

—¿Vienes? —enarco mis cejas.

Sin decir nada, Jin, ve furioso una vez más a Hoseok y a Namjoon, luego entra a la habitación junto a mí.

—Veo que Hoseok y tú se divirtieron un poco.

El japonés se encuentra sentado sobre una silla de hierro, su rostro yace con golpes.

—Es común —dice, para luego escupir un poco de saliva mezclada con sangre en el piso de madera.

—Que esperas —le ordeno a Jin, para que se acerque al japonés.

—Rastreé todas y cada una de las direcciones que tu amigo tenía en el papel —empieza Jin.

Por mi parte, saco la agenda del padre del rubio y de paso le doy el papel con las direcciones a Jin, para que el japonés le explique en que consisten todas esas malditas direcciones de empresarios y políticos.

—Todas a excepción de dos son de ricos empresarios y algunos políticos —extiende el papel y lo coloca frente al rostro del japonés.

Abro la agenda y en la primera página se encuentra un pequeño dibujo del rostro del rubio que seguramente su padre ha hecho para recordarlo siempre.

—Somos Yakuza —dice el japonés, retiro la mirada de la agenda y lo observo desde donde estoy.

—Explícate —le pide Jin.

—Lo ilegal va de nuestro lado, los empresarios se unen a nosotros la avaricia de los ricos es más grande que la de los pobres —expone el japonés.

Regreso mi mirada a la agenda y cambio la página, fechas de entregas de productos, pagos, la cantidad que debe entregar, a quien debe entregárselo y cuanto ganará.

—Ok, me estás diciendo que ellos al igual que tú son Yakuza —habla Jin, confundido.

—Acabas de responderte sólo —le indica el japonés.

Hojeo toda la agenda, página por página hasta llegar a la mitad, dejo salir un suspiro, la cierro y la abro de nuevo, paso las páginas nuevamente y cuando llego a la mitad algo capta mi atención, me detengo y regreso a la página.

—¿Qué hay con estas direcciones? —Jin, le señala la que sabe que es la dirección del rubio, y la otra que no tenemos ni idea.

Un dibujo se encuentra en la agenda, camino hasta la luz y cambio de página observando de qué clase de dibujo se trata. Es un dragón con plumas cayendo, es un hermoso dibujo, me quedo observándolo por unos segundos.

—No tengo ni idea, no sabía que esas direcciones se encontraban en ese papel —responde.

Una pequeña imagen del rubio viene a mi mente, alzo mi rostro, intento aclarar todo en mi mente, observo de nuevo el dibujo y recuerdo el tatuaje del chico en su espalda.
No recuerdo muy bien su forma, pero puedo asegurar que se trata del mismo tatuaje que Jimin, tiene en su espalda.

Tomo la silla que se encuentra en la esquina de la habitación y camino hacia el japonés, coloco la silla frente a él y tomo asiento.

—Mi turno —digo con la agenda en mi mano.

Jin, se aleja un poco dándome un poco de privacidad.

—¿Qué dijo de las últimas dos direcciones? —le pregunto a Jin.

—Que no tiene idea —acota molesto.

—Escucha, más te vale que no me mientas porque voy a matarte de todos modos. Pero sabes, prefiero matarte luego que me hayas confesado todo.

Apoyo mis codos en mis muslos luego de haber sacado la fotografía del rubio del bolsillo de mi chaqueta.

—Sé que me matarás y prefiero que lo hagas tú a ser cortado por la Katana de mi jefe —dice con una sonrisa ladina. —No sé nada de esas direcciones soy un experto en asesinar y torturar, me dedico a eso —confiesa el japonés.

—¿Conoces este chico? —le muestro la foto del rubio.

La acerco más a su rostro para que lo observe bien, niega por unos segundos y luego se detiene.

—No creo haberlo visto nunca.

—¿Era tu próxima víctima? —indago, alejando la fotografía del rostro del japonés.

—No —hace una pausa con una mueca de dolor en su rostro. —Te aseguro que no era mi víctima, si el chico hubiera sido mi víctima esa fotografía posiblemente la hubieras encontrado en uno de mis bolsillos. Siempre que me dan una víctima me dan toda la información y eso es con todos los asesinos de la Yakuza —añade.

—¿Sino era tu victima entonces para que lo querrían? —acerco más la silla al japonés.

—Posiblemente secuestrarlo o asustarlo. La orden le había sido dada a otro, no a mí —responde. —Todo lo que tenga que ver con nosotros no es bueno, si lo buscan seguramente es por alguna razón —agrega el japonés.

—¿Todos tus tatuajes son iguales a los de los demás?

Niega rápidamente ante mi pregunta.

—Cada tatuaje es distinto, algunos son parecidos y hay otros que son iguales debido a que vienen de linaje del jefe y su familia. Otros son iguales porque la amistad de algunos Yakuzas es y será leal hasta la muerte —explica el japonés.

—¿Podrías reconocer un tatuaje de linaje con solo verlo? —inquiero.

Debo asegurarme de preguntar lo necesario antes de que Namjoon o Hoseok, lo maten.

—Posiblemente si es de mi clan —acota, y luego escupe en el piso de madera de nuevo, pero esta vez más sangre que saliva.

—¿Qué hay de este? —abro la agenda y le muestro el dragón.

—No, no es de mi clan, seguro y es de otro de los clanes Yakuza —hace una pausa y me observa fijamente. —No te metas en esto, no lo hagas. No te involucres con mi clan —me aconseja el japonés.

—¿Qué pasa si lo hago? —pregunto, poniéndome de pie.

—Si el chico es alguien importante para ellos, lo buscarán a como dé lugar y si tú te metes —guarda silencio.

—¿Qué? —verbalizo retándolo.

—Es porque el chico es importante para ti —desciende su mirada.

Me pongo de pie ignorando las palabras antes mencionadas por el japonés frente a mí.

—¿Qué haremos? —pregunta Jin, acercándose a mí.

—Ambos estarán muertos, posiblemente y dejen de buscarlo —hablo.

—¿A quién quieres engañar? al chico de la fotografía o a tú yo interno para despreocuparte de la vida de ese joven —interviene el japonés. —La orden fue dada por el jefe y no se detendrá. Créemelo, escucha —se remueve en la silla un poco, dejando salir pequeños jadeos de dolor—. Una batalla de territorio esta por ocurrir en Japón. Mi jefe quiere Tokio y estuvo a punto de convencer a uno de los hombres del clan de Tokio para idear un plan y tener ese territorio. El problema es simple, él se niega por lealtad, pero la ambición y el poder es más grande que la lealtad muchas veces.

Jin me observa un poco confundido.

—Lo último que supe fue que al que lanzaron al agua se reunió unas semanas atrás con el miembro del clan contrario junto a unos empresarios y políticos aquí en Busan —lleva sus manos a sus costillas y respira un poco lento. —Le pagó un favor con mucho dinero a los políticos y empresarios, y a mi compañero le confirmó su unión a nuestro clan. El maldito está viviendo en Corea, actualmente solo se comunica con el jefe y el único que lo conocía, yace muerto en el fondo del mar —concluye el japonés.

—Espera —dice Jin un poco alterado.—Estas diciendo que el hijo de puta traicionero está en nuestro país —Jin, se cruza de brazos.

—Así es.

—¿Qué probabilidad existe en que el traicionero busque al chico? —pregunto preocupado, mientras Jin me observa.

—Tú ya sabes la respuesta, pero si quieres escucharla de mi boca. La probabilidad es un noventa por ciento, si el chico tiene algo que ver con algún clan Yakuza, dalo por hecho que la probabilidad que te digo será más que obvia —contesta.

Trago grueso y lo único que deseo es que el rubio no tenga nada que ver con ellos.

Me giro y camino hacia la puerta sin decir nada.

—¿A dónde vamos? —pregunta Jin, detrás de mí.

—A casa del rubio —digo, guardando la fotografía y la agenda en el bolsillo de mi chaqueta.

—Hoseok, termina lo que empezaste —le ordeno, caminando hacia la salida de la casa.—Namjoon, desaparece el cuerpo y dile a Yoongi que se encargue de todo —abro la puerta, salgo de la casa y camino hacia la camioneta.

Jin enciende la camioneta y se dispone a llevarme hasta donde el rubio, vive. Por mi parte, le marco a su número constantemente, pero es imposible conseguir que él atienda una de mis llamadas.

Jimin


La puerta de mi casa suena con un golpe tras otro, acompañado con la voz quejosa y fastidiosa de Taehyung. Como puedo veo la hora en mi reloj, es demasiado tarde, pero mierda, me había dormido de madrugada y la llamada de Jungkook, una hora atrás ha sido impedimento de poder dormir en paz.

—¿Qué mierda te sucede? -

Retiro el pestillo de la puerta, abro y él entra sin que yo se lo pida.

—Claro, entra —doy unos cuantos pasos arrastrando mis pies descalzos.

—Saldré con mi madre así que decidí venir antes de irme —resignado a que Taehyung, no se iría hasta que hablemos, tomo asiento en una silla y dejo que vaya por la caja que mi tío me ha enviado.

—Una Katana —dice sorprendido.

—Déjala en su lugar, Tae —le pido de mala gana.

—Lee la carta de mi tío y luego hablamos.

Mientras mi amigo lee, yo recuesto mi cabeza sobre la mesa y cierro mis ojos por unos segundos.

—Listo, termine.

Alzo mi rostro y veo como Tae, toma asiento frente a mí.

—Ok, déjame pensar antes —coloca la carta sobre la mesa y alza sus manos al cielo. —¿En quién podemos confiar y en quién no? —pregunta, bajando sus manos de manera lenta.

—Bueno, creo que solo en nosotros y en Yuto —respondo, dudoso de mi respuesta.

—Pero que hay con lo de que Yuto no se entere de que tú y yo practicaremos con los cuchillos curvos —me recuerda, apoyando sus codos sobre la mesa.

—Olvidaba esa parte —hago un chasquido con mi boca—. Intentare hablar con mi tío sobre eso, mientras tanto de esto no debe saber nadie más que tú y yo.

Taehyung, asiente y toma mi mano.

—¿Qué hay del tatuaje? —cuestiona.

Dejo salir un suspiro profundo al recordar lo que el abuelo me ha explicado en la carta.

—Busca otra carta en la caja —le indico.

—La tengo —la alza y sin que se lo diga empieza a leerla.

Lo único que veo son los gestos que Taehyung, hace con su rostro.

—Mierda, mierda —se pone de pie. —Son los números que tú... —me señala con la mano que no sostiene la carta.

Asiento con una sonrisa forzada.

—Maldición, tu madre te condeno a la desgracia, Chim —hago un puchero con mis labios y lo observo.

—Eso es justo lo que yo quería escuchar, gracias Tae-Tae —digo sarcásticamente.

—No, espera —sonríe acercándose a mí. —Lo que quiero decir es que si alguien de otro clan... —vacila por unos segundos.

—Yakuza —le recuerdo.

—Lo ves, estás perdido, y si otro mafioso lo ve... —a larga la palabra, mientras mueve sus ojos de forma extraña.

—También estare perdido —agrego.

—Dime que no dejaste que el imbécil lo viera.

Desciendo mi mirada de forma rápida y no respondo nada.

—Mierda, Jimin. Debes estar de broma —dice molesto.

—Tenía sexo con él, Taehyung. Cómo se supone que iba a recordar que tengo un puto tatuaje que me condena a muerte. Si Jungkook se entera de lo que significa —digo sobre saltado.

—Bien, calmémonos —alza sus brazos a los costados—. No dejes que se acerque de nuevo de ti.

Niego.

—Debo irme —dice, cuando escucha el sonido de un claxon.

—Guarda eso, Taehyung —le ordeno, poniéndome de pie.

Con una sonrisa fingida toma las cosas y las lleva a mi habitación.

—¡Ya voy! —grita al escuchar la puerta ser golpeada. —Nos vemos, Chim —me abraza y luego abre la puerta.

—Gracias por abrir —esa voz es la de Yuto.

—Necesito ducharme —dice entrando a mi casa.

Veo a Taehyung, trago grueso y asiento

—Claro, pasa —murmuro temeroso.

—Gracias —sin decir más nada, camina hasta el baño y se encierra.

—Ahora no quiero irme _habla Taehyung.

—Basta, vete, estaré bien —le aseguro a mi amigo.

—Está bien —me abraza de nuevo y luego se marcha.

Camino hasta la habitación y antes de entrar escucho el sonido de la regadera. Veo mi Katana y luego niego alejando cualquier pensamiento estúpido de mi mente.

Dai, empieza removerse, dejo que se despierte mejor mientras me coloco la camisa de Jungkook, para luego tomar al pequeño.

—¡Jimin, puedes prestarme una toalla! —grita Yuto.

—Claro —respondo.

Tomo una toalla limpia, toco la puerta, esta se abre un poco y toma la toalla.

Regreso a mi habitación junto a Dai y lo coloco en una sillita comoda.

—Hola, Dai —sonrío.

Todos intentamos que Dai, hable, pero el pequeño solo hace sonidos con su boca para pedir o para cualquier cosa. Es un poco decepcionante ya que para su edad tendría que poder decir unas cuantas palabras.

—Hola —repito agitando mis manos provocando que sonría.

—Ah —dice, señalando la puerta de la habitación.

Giro mi rostro y veo a Yuto, bajo el marco de la puerta solo con la toalla enrollada en su cintura, y todo su abdomen y tórax descubierto acompañado con pequeñas gotas de agua sobre su piel.

—No quise interrumpir —verbaliza, cubriendo parte de su abdomen.

—Tranquilo —me pongo de pie.—¿Te sucede algo? —pregunto curioso.

—No es nada —contesta, haciendo muecas de dolor.

—Tu cara dice lo contrario —replico.

—Es solo una pequeña herida —retira su mano y muestra su herida.

—Ok, voy a limpiar y cubrir eso —señalo su herida.

Subo a Dai a la cama y antes de tomar de la segunda gaveta de mi mesa de noche un poco de gaza y agua para limpiar heridas, escucho el sonido de mi celular, lo observo a la distancia y cuando me percato que se trata de Jungkook, lo ignoro.

—Siéntate —le pido con la gaza en mi mano.

Yuto, toma asiento a la orilla de la cama, me siento a su lado y me acerco un poco más para poder observar mejor su herida.

Empiezo a limpiar la herida y decido no preguntar absolutamente nada y esperar hasta tener contacto con mi tío.

—¿Todo bien? —pregunta, observándome.

—Sí —respondo, pasando un trozo de gaza seca para limpiar la humedad y la sangre.

—Iré por adhesivo —me pongo de pie y salgo de la habitación.

Tomo la cinta adhesiva de una pequeña repisa que he colocado en la sala y regreso a la habitación.

—Sostente —le pido.

Coloca su mano sobre el trozo de gaza que se encuentra sobre su herida, tomo asiento de nuevo mientras corto un poco de cinta adhesiva con mis dientes haciendo que él sonría.

—Deja de reírte —le pido.

—Ok, está bien —dice mientras continúa sonriendo.

—Lo digo en serio —lo reto, mirándolo a los ojos—Listo, ahora ve a un hospital.

Estoy por alejarme, pero su mano toma mi barbilla.

—Que —pronuncio, sorprendido.

—Tienes, déjame —alza su otra mano y la lleva a mis labios.

Su rostro se acerca lo suficientemente cerca abarcando todo mi espacio personal.

—¿Qué haces? —pregunto, colocando mi mano en su antebrazo.

—Lo tengo —sonríe plácidamente sin alejarse de mí.

Su mirada se conecta con la mía, en ese momento me doy cuenta que lo que siento por Yuto, es simplemente atracción. Mi corazón no palpita como si quisiera abandonar mi pecho, sonrío ladinamente observándolo, unos segundos bastan para que de igual manera él también sonría.

—Rubio —escucho.

Mierda, Jimin, deja de alucinar con Jungkook, me digo mentalmente.

Yuto, aleja su rostro del mío y mira hacia la puerta de la habitación, Dai, baja de la cama, y yo sigo con mi vista su recorrido. Se detiene frente a la silueta de Jungkook, que yace frente a la puerta de mi habitación.

—Hola, Dai —lo saluda y lo carga en brazos, mientras observa a Yuto y después a mí.—Rubio —repite con tono serio, pero no demandante.

Estoy jodido, muy jodido, demasiado jodido para ser exacto.




Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top