13

Tsubasa


Sé que si mi padre ha pedido ver a Jiminie, antes de que fallezca tiene un propósito.

Toda su vida mi padre me enseñó su negocio y sobre cómo ser sabio como él lo era.

Siempre pidió que ocultáramos a Jiminie cuando vivió en Japón junto a nosotros, los hombres que se atrevían a mencionar una sola palabra sobre que el jefe de los Yakuza de Tokio, tenía un nieto las pagaba caro frente a mi padre.

Si mi padre lo había decidido él sabía lo mejor, si de algo estoy seguro es que no todas sus pertenencias quedarán a mi nombre y mucho menos al de mi hermana.

Aiko, siempre discutió con mi padre desde que decidió sumergirse en su vicio y prostituirse para poder mantener su maldito vicio, pero nunca creímos que dejarle a su propio hijo sería una equivocación de nuestra parte. La mayor estupidez de mi hermana hizo fue haber emborrachado a Jiminie y tatuarlo sin su autorización.

Cumpliré todas y cada una de las peticiones que mi padre me ordené antes de morir y me encargaré de no perder el dominio de Tokio.

El chico coreano trae a mi sobrino, el cual, parece estar en shock, de manera rápida entro a la habitación luego de ver como el chico con su mano me da a entender que entre.

La respiración de mi padre es cada vez más inestable y su estado no se ve para nada bien, tomo asiento en la silla y sostengo su mano de manera fuerte.

—Padre, estoy aquí —le hago saber, acercando mi rostro a su oído.

—Mi dominio es tuyo, Tsubasa. Debes mantenerlo siempre a como dé lugar —escucho su voz queda.

Asiento mientras mis ojos empiezan a llenarse de lágrimas.

—Jimin-san, es el dueño de todo lo que yo tenía, y todo lo que ganes y hagas será tuyo. No te olvides de tu hermana —me indica.

Beso la mano de mi padre y la dejo cerca de mi boca mientras lágrimas desbordan de mis ojos.

—Debes cuidar muy bien a mi nieto, no dejes que Aiko lo lastime, protégelo siempre. Deja que vuelva a Corea si él así lo decide, deja que descubra todo por si solo y no lo fuerces nunca a hacer algo de lo que él no está de acuerdo —toma una fuerte, pero débil calada de aire y me observa con su mirada vacía y entristecida.

Con su mano izquierda intenta alzar dos Katanas, las tomo de forma rápida soltando la mano de mi padre y espero a que logre poder articular algo.

—Estas eran de mi padre —suelta un fuerte suspiro, acompañado con un gemido.  —Cuando mi padre nos abandonó a mi madre y a mí, antes de que se marchará fue a mi cama a darme esto —intenta alzar su mano, pero la debilidad y el desgaste de su cuerpo es más notoria.—Estas Daisho (Katanas similares), una es para la guerra y otra para el honor —me explica.

Aparto la silla y me dejo caer de rodillas ante la cama en la que mi padre se encuentra postrado.

—Una es para matar y otra para decapitar —cada frase la acompaña por una leve pausa, mientras sus ojos trastabillan. —Una es para matar y otra para suicidarse —la pausa que mi padre realiza esta vez es como si el oxígeno no le llegase más a sus pulmones.

Suelto las Katanas dejándolas a un costado de la cama y de nuevo tomo su mano.

—Una katana y una Wakizashi (un sable corto) un guerrero, hijo mío, no se despega de ellas ni cuando duerme. Mi padre dijo que las Daisho eran mías porque yo había tomado su cargo en la familia —intenta tomar mi mano, pero es inútil. —Ahora son tuyas, protege a mi nieto y lucha por no perder Tokio —dicho eso se queda en silencio mirando la nada, segundos después el aparato me confirma su muerte.

—¡PADRE! —es lo único que puedo dejar salir de mi boca, acompañado de todo el dolor que siento por su partida.

Todos sus hombres en la habitación con su cabeza hacia bajo guardando respeto a mi padre aún en el día de su muerte. Uno por uno va abandonando la habitación al momento en el que la enfermera empieza a retirarle los aparatos del cuerpo.

Dejo un último beso en la mano de mi padre y uno en su sien, antes de salir de la habitación me quedo de pie observando su cuerpo inmóvil, hago una reverencia con el sable en una mano y la Katana en mi mano contraria.

Salgo de la habitación y lo primero que veo es como todos los hombres que trabajan para mi padre hacen una reverencia ante mí.

La mirada confundida y con lágrimas de Jiminie, me dan a entender muchas cosas, asiento observándolo y luego camino hacia la habitación de reunión de mi padre.

Desde ahora, Tokio, está bajo mi poder, y mi objetivo es no perderla y hacer que el clan sea cada vez más fuerte.

De mi sobrino me encargare luego, no hay duda que mi padre no especificaráen la caja que le envió con su padre. Estoy dispuesto a continuar protegiéndolo y ayudarlo en lo que crea que no entiende.

Lo que se viene es muy difícil, los demás clanes Yakuza intentarán arrebatarme lo que mi padre había luchado por construir, en específico el clan Seizu de Kobe, que desea obtener Tokio a como dé lugar.

Espero que Jimin sea inteligente y opte por volver a Corea mientras intento dejarle en claro al resto de clanes Yakuza, que el nuevo líder del clan de Tokio seré yo y que el dominio será mío hasta que yo lo ceda o me que me quiten la vida. Mis intenciones desde ahora serán proteger la ciudad por la cual mi padre luchó, y proteger a mi sobrino de mi hermana y de los que se atrevan a hacerle daño.

Jungkook


Estoy por pasar el segundo día sin saber nada del paradero del rubio. Tenemos un mes de haber hecho un trato y de convivir un poco todas las noches y partes de la mañana juntos.

—Jin, dime que tienes algo sobre el rubio.

Me pongo de pie y comienzo a caminar en círculos frente a mi escritorio.

—No, nada —contesta con parsinomia. —Sabes, Jungkook, la verdad es que no entiendo de que te preocupas —Jin, camina hacia mí.

—¿A qué te refieres? —indago, introduciendo mis manos a los bolsillos de mi pantalón.

—Tú no quieres algo serio con él chico, así que lo mejor es que lo dejes en paz —dice, quedando frente a mí.

Extiende su brazo coloca su mano derecha en mi hombro y lo palmea suavemente.

—Sigue buscando, Jin, y cuando pida tu opinión y sea de mi interés, repíteme lo que acabas de decirme.

Retiro su mano de mi hombro y salgo de la habitación que utilizamos junto a Yoongi, para cerrar tratos.

Salgo a la sala y veo la silueta del bello cuerpo de mi madre, sentada en uno de los costosos sillones de seda que se encuentran en la casa. Hanna, con su vestimenta exótica y llamativa queriendo ser el maldito centro de atención como siempre.

—Jungkook, ven aquí cariño —me llama mi madre, al darse cuenta de mi presencia.

—No, gracias —digo cortante, observándolas a ambas.

—Ya hablamos de esto, Jeon Jungkook —me reta mi madre.

—Claro que ya hablamos de esto madre, por eso mismo es que prefiero no hablar con ambas —me quedo frente a ellas con semblante serio y misterioso, evaluándolas.

—Jungkook, si dejas que me encargue de todo, cambiarás de opinión —habla Hanna, poniéndose de pie para caminar hacia mí con el sonido de sus tacones retumbando en la sala.

—Créeme que no creo cambiar de opinión, linda —espeto, sonriendo ladinamente.

—No te hagas el difícil —verbaliza Hanna, con voz coqueta colocando sus manos sobre mi pecho.

—Tengo al culpable del robo —escucho la voz de Namjoon.

—Nam, tiene al culpable del robo —hace su aparición, Yoongi.

—Estamos ocupados —dice Hanna, molesta.

—Por la cara de asco y de incomodidad de Jung, me parece que no están ocupados —se burla, Yoon. —Tía —hace una reverencia ante mi madre, la cual ella decide pasar por alto.

—Damas —pronuncio en tono divertido, retirando las manos de Hanna de mi pecho. —Debo matar al infeliz que robó mi cargamento —alzo mi mano y hago un saludo militar a mi madre.

—Iré contigo —dice Hanna, emocionada.

—Claro, acompáñanos para que Jungkook pueda matarte de una puta vez —menciona Yoongi, girándose y saliendo de la sala.

—No es broma, linda —le guiño mi ojo izquierdo y luego salgo de la sala.
—Infórmame, Hoseok —le pido, entrando a la habitación de reunión.

—El cargamento se perdió, Jungkook. No logramos recuperarlo —habla Hoseok. —Nam, atrapó al culpable por medio de las cámaras y un poco de búsqueda —agrega.

—Quiero verlo —pido, observando a Yoongi.

—Nam, tráelo —ordena mi primo.

—Jungkook, debes escucharme —escucho la voz de Jin, antes de que Namjoon entre.

—Ahora no, Jin —pronuncio molesto, enrollando las mangas de mi camisa.

—En serio debes escucharme —insiste.

—Habla rápido.

—Ese hombre —señala al tipo al que Nam, sostiene bruscamente.

—Ese hombre ¿Qué? —alzo mi voz. —Escucha, Jin, sino me tienes noticias del rubio es mejor que te largues —añado.

Intento caminar hacia el tipo, pero Jin me lo impide colocándose de nuevo frente a mí.

—Es el padre del rubio, Jungkook —suelta de sopetón, presionando mi antebrazo con las yemas de sus dedos.

—Robó todo mi cargamento —digo entre dientes, zafandome del agarre de Jin, y caminar hacia el supuesto padre del rubio.—¿Mi cargamento dónde está? —pregunto molesto, cuando estoy frente al tipo.

—No diré nada —dice, observándome sin temor en su mirada justo como Jimin, lo hace.

—Voy a matarte —le adivierto, caminando hacia la mesa del escritorio, empuñando un pequeño abre cartas en mi mano.

—No me arrepiento de haberlo hecho —habla el tipo.

Jin, me observa con una mirada de preocupación.

—Cállate —le ordeno en un susurro.

—Claro que no —dice molesto.

—Escucha, acaso no tienes familia que llore por ti y que dejes solo.

Jin está furioso no solamente conmigo, también lo está con el supuesto padre del rubio.

—Hacer esto quizá es lo mejor que abré hecho para mi hijo —contesta el señor.

—El total de la pérdida es mucha, Jungkook —me recuerda Hoseok.

—Me largo —gesticula Jin, saliendo furioso de la habitación.

—Todos saben del robo, Jungkook —agrega Namjoon.

—Lo sé —susurro.

La ira que siento es enorme, todo un cargamento de droga y de mi dinero ha sido robado por un simple hombre, eso es inconcebible tratándose de mis hombres y de lo que a mí me pertenece.

Me giro bruscamente y cegado por la ira camino empuñando el abre cartas fuertemente. La mirada del padre del rubio observándome fijamente, alzo solo un poco mi mano y le clavo el abre cartas en su cuello una y otra vez haciendo que toda la fina alfombra se llene de sangre mientras mi primo y mis amigos observan lo que hago.

—No quiero que esto vuelva a suceder —me dirijo a todos.

Dejo el abre cartas en el cuello del padre del rubio, y veo mi mano llena de sangre.

—Si esto vuelve a suceder también mataré al maldito a cargo de la seguridad —les advierto.

Yoongi, mira hacia el suelo al igual que Namjoon y Hoseok.

—Desaparezcan el maldito cuerpo, ahora —les ordeno a los tres, saliendo del lugar—. Jin, haz que limpien esta mierda y que ordenen todo.

Subo los escalones hasta llegar a mi habitación y tomar un largo baño en la tina.

Mi habitación se ha convertido en mi refugio, está más que claro que mi madre al observar que sacan el cuerpo de alguien de la casa se marchara con su perrita faldera lo más pronto posible. Pero mientras eso no suceda yo me quedaré en mi habitación esperando obtener alguna maldita noticia acerca del rubio.

Las palabras que ha dicho Jin son ciertas, de lo que estoy seguro es que solo necesito saber si Jimin, se encuentra con bien y que si se ha alejado por el maldito beso tratare de no hacerlo de nuevo, con tal que me deje poder tenerlo cerca de mí por las noches.


Jimin


Llevo tres días de estar en Japón, me siento confundido, incómodo y sobre todo desesperado por ver a Jungkook.

El funeral de mi abuelo es secreto, aunque en un momento se ven en el dilema ocultarme porque al parecer alguien de un clan contrario ha llegado a dejar una corona de flores a mi abuelo y a despedirse de él como se lo merece.

—Esto es una maldita locura —protesto dentro del armario que me encuentro junto a Taehyung.

—¿Puedes ver algo? —pregunta mi amigo.

Me muevo cautelosamente y trato de observar por la ranura de la puerta del armario.

Un hombre aproximadamente de la misma edad de mi tío se encuentra frente al ataúd de mi abuelo, mi tío se halla a un costado del otro hombre. Cuando este culmina su despedida se gira y ve a mi tío, intento escuchar lo que ambos intercambian, pero se me hace imposible.

—Vi al tipo, pero no escuche nada —bufo.

La puerta del armario se abre y mi tío nos observa a ambos con sus ojos cansados y con unas ojeras horribles, sonreímos y salimos del armario.

Intento hablar con mi tío, pero es imposible, la seguridad que tienen sobre mí y sobre él es demasiada.

Los últimos momentos llegan y el último adiós llego, mi tío se coloca unas gafas negras de sol, toma una rosa blanca en su mano derecha y en su mano izquierda sostiene un sombrero.
Cuando el ataúd con el cuerpo de mi abuelo se encuentra dentro del hoyo mi tío lanza la rosa, observa un momento el sombrero y luego lo lanza. Alza su rostro al cielo y deja escapar un suspiro por su nariz, se da la vuelta y lo primero que hace es tomar mi mano y llevarme a un auto. Yuto y Taehyung, nos siguien, pero entramos al vehículo solo mi tío y yo.

—Mi padre me pidió que te protegiera y eso es lo que hare, Jimin —es lo primero que mi tío dice.

—Claro —respondo, un poco absorto debido su actitud.—No responderás mis preguntas. ¿Verdad? —lo cuestiono.

—Como te lo dije anteriormente, todo lo que necesitas saber está en la caja que mi padre te envió —me recuerda.

Unos golpes en la ventanilla se escuchan y mi tío de inmediato la baja.

—¿Qué sucede? —pregunta sereno.

—Problemas en el bar —le informa un japonés.

—Debemos irnos —abre la puerta y sale dejándome solo, mientras otro japonés entra y enciende el auto.

—Oye, ¿qué hay de mi amigo? —pregunto alterado.

—Va junto a Yuto —habla.

Llegamos a una calle oscura, luego cruza y salimos en una calle transcurrida y frente a esta un bar lujoso.

—No salgas, chico —me ordena el japonés, saliendo del vehículo.

Veo como mi tío sale de una camioneta y como se dirige hasta el bar con los lentes en su mano, y su ceño ligeramente fruncido.

Estoy en problemas, no me gusta estar solo en el auto y mucho menos cuando el rostro de Jungkook ronda mi cabeza cada maldito momento.

Mi vejiga está llena y las ganas de ir al baño son enormes, me muevo un poco para intentar observar a algunos de los hombres que trabaja con mi tío para que me acompañe al baño. No veo a ninguno de ellos, pero si observo a un valet.
Abro la puerta del auto, salgo y camino hacia él.

—Disculpe, puede decirme dónde puedo encontrar un baño.

—Adentro del bar, caballero.

Asiento y observo hacia dentro.

Decidido a no hacer mis necesidades en mis pantalones, entro y cuando veo a uno de los hombres de mi tío dejo de sentir un poco de temor. Preguntando llego al baño y rápidamente hago mis necesidades, lavo mis manos y luego salgo.

Me quedo de pie frente a la puerta del baño y a lo lejos escucho unos sollozos de lo que parece es un niño. Veo hacia donde el resto de gente se encuentra para percatarme si alguien puede verme, camino hacia la pequeña puerta del final con mi corazón latiendo a mil por hora, abro la puerta y observo una pequeña habitación. Sobre la cerámica una alfombra, sillones de cuero y un escritorio al final.

Guardo silencio y de nuevo escucho los sollozos de un niño, esta vez sí logro reconocer de dónde proviene el llanto. Camino hasta una pequeña puerta, la abro y lo que veo es horrible.

Un niño pequeño se encuentra en una jaula vistiendo solo un calzoncillo.

—¡Dios! —exclamo, dejándome caer de rodillas al ver el cuerpo delgado del pequeño. —Voy a sacarte de aquí —le hablo.

Me pongo de pie con lágrimas en mis ojos y empiezo a rebuscar en los gaveteros del escritorio la llave de la maldita jaula.

La puerta se abre y una mujer entra a la habitación.

—¡¿Qué es lo que haces?! &grita alterada.

Alzo mi rostro y luego lo bajo de nuevo a la gaveta, tomo la pequeña llave de acero y la guardo en el bolsillo de la sudadera. Asciendo mi vista al escuchar como el sonido de los tacones de la mujer retumba en la habitación.

—Aiko —susurro, al reconocer el rostro desgastado de mi madre.

—Jiminie —dice, caminando hacia mí.

—No te acerques a mí —le pido, alzando mi mano y caminando hacia atrás. —¿Quién es este niño? —le pregunto.

—Eso a ti no te importa. Ahora ven acá, obedece a tu madre —alza su voz.

Los brazos de mi madre tienen moretones debido a las veces que se inyecta.
Me dirijo hacia la jaula y observo al niño.

—Ni se te ocurra, Jimin —me amenaza con su mano temblorosa.

Troto hacia la jaula, saco la llave de mi bolsillo y la introduzco en la cerradura. Siento como mi madre tira de mi cabello y me tumba al suelo para luego colocarse a horcajadas sobre mí.

—¿Qué es esto? _lleva sus manos a mi cuello. —Mira nada más, el pequeño Jimin, tiene chupones en su cuello —recita, acariciando mi cuello y luego coloca sus manos sobre este.
—El pequeño Jiminie, tiene novio —murmura.

—No —digo, moviéndome debajo de ella.

—Entonces eres como tu madre —suelta con sorna.

Retira sus manos de mi cuello y alza parte de mi sudadera, estoy más que seguro que en mi pecho aún se encuentran pequeños chupetones que Jungkook, había dejado en mi cuerpo.

—¡Eso nunca! —grito molesto, removiéndome para quitármela de encima—. Nunca seré como tú, me escuchas maldita loca.

Alza su mano derecha y la estrella en mi rostro una vez.
La observo mientras mi respiración se acelera y recuerdos de mi infancia vienen a mí.

—Eres como yo, Jiminie, eres como tu madre y ahora que estas aquí trabajaras por mí.

—Te odio —pronuncio con desprecio.

Estrella su mano de nuevo en mi mejilla, la retira de nuevo y ahora la hace puño, y junto a un anillo enorme golpea  mi rostro.

Siento el dolor recorrer mi rostro y eso me basta para golpearla y alejarla de mí.

—Maldita loca —espeto.

Quiero golpearla de nuevo, pero no puedo, es mi madre y por más odio que hay dentro de mí hacia ella no lo puedo hacer.

Dejo a mí madre en el suelo, veo la puerta abierta y ruego porque la música del bar esté baja.

—¡Tío! —grito. —¡Tío, Tsubasa! —grito de nuevo.

Regreso a la jaula, la abro y tomo al niño, el cual, me teme.

—¡Déjalo adentro! —exclama mi madre.

Me giro y la observo sosteniendo un revólver en sus manos, apuntándome.

—Nunca me amaste ¿no es así? —la interrogo.

Me pongo de pie mientras el cuerpo del pequeño tiembla entre mis brazos.

—El pequeño es tuyo y ni siquiera sabes quién es el padre, y por eso lo odias —continúo—. Piensas que prostituyéndome y matando a este niño tu vida cambiará. Estas equivocada, Aiko.

—Cállate, maldito —me ordena, acercándose más a mí. —Deja al mugroso en la jaula —agrega, apuntándome con el arma.

—No pienso dejar que lo lastimes como lo hiciste conmigo, Aiko —le aseguro, abrazando más al pequeño.

Mi madre se acerca violentamente a mí, golpea de nuevo mi rostro, pero esta vez con el revólver.

—¡Maldito necio! —desgañita.

Está por golpearme de nuevo, pero Yuto la detiene. Taehyung, entra a la habitación y lo primero que hace es abofetear a mi madre bajo la atenta mirada de mi tío.

—¡Si lo vuelves a tocar voy a matarte! —le grita mi amigo, furioso. camina hacia mí, acaricia mi rostro y pronuncia. —Tranquilo, Chim —me envuelve entre sus brazos.

—Estás loca, Aiko, dijiste que perdiste al bebé —habla mi tío.

—Pues mentí —confiesa mi madre mientras, Yuto, le retira el revólver.

—Suéltala —le ordena mi tío a Yuto.

Taehyung se coloca frente a mí para protegerme.

—Voy a mandarte a un manicomio, maldita loca. Nuestro padre ha muerto y tú quieres matar a tus hijos —expone mi tío, caminando hacia mi madre.

—Padre —solloza Aiko.

Mi tío la toma de su cabello y la obliga a que se arrodille ante él.

—Si vuelves a tocar a Jiminie voy a cortarte las putas manos —la amenaza, haciendo presión en el cabello de mi madre. —Voy a usar mi daisho y te partire en pedazos, maldita —concluye, lanzándola contra la alfombra.

—Quiero salir de aquí —murmuro en la espalda de Taehyung, mientras miro al pequeño. —Yuto, sácame de aquí —le pido.

El nombrado observa a mi tío y luego a mí.

—Ya escuchaste —dice mi tío.

Taehyung, toma mi mano, pasamos frente a mi madre y luego ante mi tío, este me observa y me detiene frente a él por unos segundos.

—Lo siento tanto, Jiminie —se disculpa.

—No es tu culpa —hablo en voz baja.

—Hare que alguien se encargue del pequeño.

Intenta retirarlo de mis brazos.

—No —articulo, retrocediendo unos cuantos pasos. —Yo puedo cuidarlo —musito.

—Jiminie —me llama mi tío.

—Regresare a Corea tío, y el niño ira conmigo te guste o no —expongo decidido.

—Utiliza todo lo que mi padre te dejo —dice mi tío, acercándose más a mí—. No voy a obligarte a nada, Jiminie. Pero el que regreses a Corea es por ahora la mejor decisión que has tomado.

Mi tío me abraza y pasa su mano en la parte que Aiko, ha golpeado.

—Todo lo que mi padre le dejo a ese bastardo es mío —verbaliza mi madre.

Mi tío se aleja de mí y del pequeño y golpea a mi madre.

—¿Quién te cuidaba, Jimin? —me cuestiona mi tío, molesto.

Observo a todos los hombres y fijo mi vista en el hombre que me había dejado solo en el vehículo.

—Él —lo señalo con mi mano izquierda.

—Tráiganlo a mí—ordena. —Vete, Jiminie —me pide mi tío, con dolor en su voz, alzando su mano con su arma. —Te llamare pronto —agrega.

Asiento y luego salgo del bar custodiado por Yuto y acompañado por Taehyung.

Quiero regresar a Corea lo más pronto posible, pero primero debo llevar al pequeño a un médico.

Yuto me ayuda con eso, llevándome con uno de los mejores ortopedas de Tokio, nos dan medicamentos y todo lo necesario para que el pequeño se recupere lo más pronto posible. Tuve que quedarme un día más en Japón siendo custodiado por Yuto.

Todo cambiara y estoy más que seguro, quiero llegar a Corea descansar y ver a Jungkook, no sé porque, pero necesito verlo aún con las palabras de mi madre rondando mi cabeza diciéndome que soy como ella.

Tal vez y quizás sí lo sea, está claro que puedo sentir algo por él, pero él no sentira nada hacia mí, es un maldito juego de compañeros de sexo. Pero como se supone que deba detener lo que mi corazón siente cuando él está frente a mí o simplemente el pensar en él, todo mi mundo da vueltas.

Tal vez y Aiko si tiene razón, debo detener todo no porque temo convertirme en mi madre, sino porque ahora cuidare del pequeño. Debo cuidar de mí mismo y sé perfectamente que Jungkook, es el jefe de la mafia de Busan.

Si mi abuelo es lo que dijo que era, mi tatuaje tiene mucho que ver en eso, las palabras de mi padre fueron que ninguna persona equivocada podía ver mi tatuaje sino seria mi fin.

El chico guapo alto de cabello negro, luciendo trajes de diseñadores tallados a su trabajado cuerpo, ese chico altanero, engreído, furioso, pretencioso, manipulador, violento, abusivo, muy bueno besando y experto en hacer que me pierda en cada una de sus caricias, puede ser esa persona equivocada que puede acabar con mi vida. No correre el riesgo y terminare las cosas de una vez por todas.

—Sin más juegos, Park Jimin —murmuro para mí mismo, sosteniendo al pequeño en mis brazos.



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