Dakota
El guía anglófono (cuya abuela judía había emigrado de Rusia hacía algunas décadas) trataba de conducir su narración de manera desenvuelta, vivificaba los hechos, nombres y fechas vinculando con leyendas a uno u otro lugar, a uno u otro edificio. En todo momento se dirigía a los pasajeros, intentando atraerlos mediante el diálogo y la participación activa durante la excursión.
Cuando supo que nuestro grupo era de Buenos Aires, señaló con cortesía el regalo hecho a Nueva York en los años cincuenta del siglo pasado por el gobierno de la ciudad Buenos Aires. Indudablemente esto contribuyó de modo esencial en la formación del cuadro cultural y estético de la ciudad. A la entrada del Central Park resplandece la copia exacta del monumento a San Martín. (El original se encuentra en Buenos Aires).
A mí personalmente se me hacía muy agradable por San Martín, por Buenos Aires y por Argentina.
Otra vista frente al Parque Central que el guía señaló a los desmadejados y un poco cansados pasajeros es la famosa y elegante casa «Dakota». Construida en los 80' del siglo XIX, vivienda de la "Premium-class", prácticamente desde entonces fue registrada como monumento nacional histórico de los EEUU. Novísima y superconfortable, equipada con la técnica más avanzada y con ultramodernos artículos de lujo, esta casa siempre fue objeto de deseo entre los miembros de la sociedad alta neoyorquina. En esta prestigiosa casa en diferentes épocas vivieron distintas celebridades, desde personas desatacadas en el arte hasta políticos. A pesar de su historia bastante rica, la verdadera gloria llegó a este edificio por el horroroso e incoherente asesinato de John Lennon, cerca de su entrada, en una noche de 1980.
En la conclusión del relato sobre la famosa "Dakota", el guía añadió que la mujer de Lennon hasta ahora sigue viviendo en el mismo departamento, en el mismo 7º piso, como con John hace 30 años atrás. Y que cada año, según una tradición establecida desde hace décadas, en el día del cumpleaños y de la muerte del marido enciende velas en todas las habitaciones para honrar su memoria junto a los millares de personas que anualmente se reúnen esos días frente a "Dakota". Entonces, los turistas del micro parpadearon emocionada y compasivamente.
Pero el micro ya nos llevaba velozmente a nuevos lugares y a otras leyendas. En cada parada, el guía concienzudamente declaraba que los turistas interesados podían bajar y quedarse de forma independiente en el lugar, sin olvidar añadir que con el conductor estarían extraordinariamente contentos si se dejaba propina.
Pero no teníamos ganas de bajar, por lo menos durante el primer día de la excursión. Queríamos seguir en el micro, pasar de barrio a barrio, tener diferentes imágenes e impresiones. Abarcar las vistas completamente, pasando por la abigarrada variedad de Midtown, con sus fabulosos rascacielos, museos y teatros, y por SOHO, con las boutiques y las galerías del arte, y por la Pequeña Italia, y por China-Town... Además, desde la altura del primer piso del enorme micro era simplemente agradable examinar la ciudad, sumando al cuadro general los distintos períodos históricos y los diferentes estilos artísticos. Absorber gota por gota de su aire, sus calles, su gente, para saborear cada porción de la "Big Apple" enteramente.
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