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Bruce muchas veces se encuentra debatiendo con él mismo sobre sus sentimientos por Selina. Muchas veces, es inevitable llegar a la conclusión de lo que verdaderamente siente por ella.

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Cada vez que Catwoman se acerca a Bruce, con ese movimiento tan hipnótico e inconscientemente calculado, el hombre se queda sin respiración, y su corazón empieza a bombear agresivamente como reacción.

Aceptar el perfil de Batman nunca fue algo difícil, de hecho, desde el principio, Wayne siempre sintió que aquél rol le llamaba, y que de hecho lo necesitaba, pero de alguna manera, aquella mujer le hacía querer perder toda su fachada de vigilante nocturno, serio y con emociones reducidas —aunque la ira no contaba—, porque de esa manera lo que sentía por ella podría dejar de esconderse en lo más hondo de su interior. Y es que, era tan fuerte, que era difícil y doloroso mantenerlo encerrado ahí.

Bruce sentía que quería hacer tantas cosas con ella, casi tanto como las que quería decirle. Había tantos sentimientos en él luchando por no ser encarcelados, que sufrían cuando se daban cuenta de que no podían salir a la luz. Y aquellas emociones siempre volvían cada vez que miraba a la gata, cada vez más fuertes y con una intensidad creciente.

Quizá es verdad que en un principio se acercó a ella para favorecer una evolución positiva del caso del asesino serial que investigaba día y noche, pero ahora, que todo había sido resuelto y ella partía, se sentía algo desolador, triste quizás, y como si quisiera evitar aquello, y no por el simple hecho de que ella le hubiera resultado útil para hacer las cosas que él no podía hacer, pues eso ahora era lo que menos le preocupaba.

Lo cierto es que, quitando las bromas de Alfred sobre su futuro matrimonio e hijos —él nunca perdía la esperanza, y Batman no podía culparle por ello—, se sentía completamente encandilado de aquella mujer que, en sus ratos libres por la oscuridad de las horas más tardías, se disfrazaba de cuero y colocaba un antifaz decorado para imitar la forma de un gato y así salir a la calle con total libertad. En cierta manera, él entendía eso; los dos eran criaturas de la noche, solitarias que sufrían en silencio, y que buscaban algo desesperadamente, agarrándose a un icono que ellos mismos habían construido, y cuyo crudo ambiente en el que vivieron les inspiró a realizar.

La felina simplemente provocaba todo eso en él. Era algo mágico; quería conocerla de todas las maneras posibles, con las palabras y con el tacto. Deseaba entenderla y estar a su lado para siempre, hacerle entender lo mucho que quería eso. Por ella, él sería capaz de abandonar su fachada de murciélago en busca de venganza por una noche, si de aquella manera conseguía hacerle entender lo que no se atrevía a decirle.

No podía no admitirlo, pues sería mentirse a él mismo de forma descarada, cruel e injusta: Estaba enamorado de Selina.

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