───VEINTICUATRO: despierta, hay gente que matar

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CAPÍTULO VEINTICUATRO
DESPIERTA, HAY GENTE QUE MATAR.
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LA MUERTE era pacífica. La muerte era una sensación de consuelo, había vivido tu vida lo suficiente como para marcar la diferencia en la vida de al menos una persona, por lo que Dios decidió arrancarte del mundo cruel que una vez soportaste.

La muerte estaba en silencio, tanto que se podía oír caer un alfiler. Hacía frío como el hielo, pero no lo suficiente como para congelarte, bueno... ya estabas muerto.

Alys sabía en su corazón que algo andaba mal. El barco chocó contra el muelle de Rocadragón mientras Criston sacaba su espada de la caja y la arrastraba hacia ella, subiendo los estrechos escalones de la casa de los dragones.

Una sensación de malestar se había instalado en su estómago cuando ella y el Caballero se encontraron atrapados en la habitación de la primera, después de haber pasado la noche juntos como muchas otras.

Alys lo sabía, siempre lo supo. Daemerys y ella se parecían en ese sentido, soñadores pero no de sangre Targaryen. Greenseer eran llamados a lo largo de los años, pero no muchos sobrevivían: eran mantenidos cautivos por otros para poder contarles su futuro, asesinados cuando no eran cómplices.

En cierto sentido, ella sabía que Cole lo sabía. No pudo evitar notar las lágrimas silenciosas que se formaban en sus ojos cuando notó que su rostro cambiaba: simpatía. Simpatía por la muerte. Cabrón.

No fue hasta que llegaron al castillo que notaron el silencio lúgubre que rodeaba el edificio, sin que se escuchara ningún dragón. Nada. Alys abrió la puerta, los caballeros inmediatamente levantaron sus espadas.―Somos amigos de la princesa.

―Criston Cole.―habló el hombre y los hombres guardaron sus espadas. Pequeños pasos bajaron las escaleras, haciendo que los dos se dieran vuelta para ver al joven Jacaerys, con los ojos rojos e hinchados, pero se mantuvo estoico.

―Vengan.―habló y volvió a subir los escalones de adoquines hasta una habitación abierto e iluminada, parecía material flotando en el viento desde la playa, el cielo se había oscurecido aunque aún no era de noche.

Alys jadeó cuando vio la figura acostada en la cama, Daemerys. Tenía los ojos cerrados, la piel fatalmente pálida y la sangre le cubría el vestido blanco. Daemon agarraba las manos de su hija mientras oraba a quien quisiera escucharlo para que trajera a su hija de regreso. Sus ojos se dirigieron al bebé que yacía sobre la mesa, envuelto para la ceremonia de la muerte.

Los ojos se llenaron de lágrimas, Criston apartó la mirada para taparse la boca para evitar un sollozo. Juró que la protegería, moriría antes que ella, y aquí estaba ella, fuera de su vida. Era egoísta querer morir antes que una persona para no tener que experimentar la vida sin ella, no querer saber qué se siente perder a esa persona; esperaba no sentirlo nunca, pero, ¿Cuándo estaban los dioses de su lado?

Rhaenyra tenía los ojos cerrados, mirando hacia la playa desde la ventana abierta. La sangre cubría su vestido negro, las manos también, pero le desgarraba la piel por la sequedad.

Alys se secó las lágrimas cuando notó que Lucerys la miraba, sus ojos estaban más rojos pero no estaba de pie ni sentado ni sentado alrededor de Daemerys; no, estaba acostado junto a ella, abrazando su cuerpo con una mirada en blanco dirigida directamente a la bruja.―Daemerys leyó sobre unas brujas una vez.―su voz sonaba ronca.―Me dijo que si ella moría, una mujer vendría y la salvaría. Dijo que no era una mujer común corriente, que sus sueños se hacían realidad.―Lucerys se detuvo antes de mirar fijamente a Alys.―¿Eres esa mujer?

Rhaenyra se volvió ante las palabras de su hijo y Daemon dejó de orar. De repente, todas las miradas se posaron en ella y empezó a sentir una inmensa presión en el pecho. Ahora sabía lo que tenía hacer.―Lo soy. Puedo salvarla, si me dejan.―le habló a la madre de la muerta.

La princesa miró a su esposo, quien tenía una cara suplicante, su propio ego no se vería empañado por la súplica, incluso si quisiera no podría pronunciar las palabras.

Daemon nunca pensó que vería el día en que tendría a su hija moribunda en sus brazos, el arrepentimiento de no estar ahí para ella cuando lo llamó y el dolor que lo acompañó fue demasiado difícil de tragar.

―P―por favor, Alys. Cualquier cosa que necesites o quieras, es tuya, pero por favor sálvala.―Rhaenyra tomó las manos de la mujer y suplicó, pero sus ojos estaban ardientes, ella era una Targaryen y recuperaría a su hija. De una manera u otra.

Alys asintió y miró a Criston, el hombre se secó las lágrimas y caminó hacia tomando al bebé Daemon y sosteniéndolo en sus brazos para darle espacio a Alys. Lucerys se puso de pie y fue a los brazos de su madre, la mujer le besó la cabeza antes de indicarle a Jace que se lo llevara hasta que terminara.

―Sólo la muerte puede pagar por la vida.―habló. Rhaenyra y Daemon la miraron con determinación y asintieron, entendiendo lo que quería decir. Alys se giró para mirar al guardia que estaba de espaldas a ella, agarró su cuchillo y se lo hundió en el cuello dándole una muerte rápida.

Rhaenyra miró hacia otro lado y se tapó la boca para ahogar sus sollozos mientras el hombre cubría el suelo ya ensangrentado con más sangre. Alys tomó una taza y le llenó con su sangre antes de aventurarse hacia Daemerys y comenzar su hechizo.

Daemerys se sintió perdida, caminó a través de la oscuridad que consumía su entorno mientras una lágrima bajaba por su mejilla.―¡Padre!―gritó en la oscuridad pero sus palabras solo resonaron.

Su respiración se aceleró cuando comenzó a sentir que la estaban atrayendo, pero no sabía hacia qué.

De repente, una luz cegadora la golpeó y entrecerró los ojos para poder ver a través de ella, era demasiado brillante. Sus piernas comenzaron a caminar hacia la luz, sintió paz por un momento, su cuerpo se sentía más cálido pero una voz la detuvo.―¡Daemerys!

Se giró para enfrentar la oscuridad nuevamente, la luz de atrás golpeó su espalda manteniéndola cálida.―¿Alys?―susurró y la mujer sonrió.

―Ven por aquí, te necesitamos, tu familia te necesita.―extendió su brazo para que Daemerys lo agarrara pero ella no lo tomó.

―Estoy sufriendo mucho, Alys.―gritó.―Solo quiero encontrar la paz.―observó cómo la cara de su amiga caía antes de comenzar a sacudirla.

―No, Daemerys. Necesitamos luchar, necesitamos que despiertes al dragón.

Daemerys miró hacia abajo.―¿Mi bebé?―preguntó y miró hacia arriba para ver los ojos de Alys hundirse en lágrimas con una mirada silenciosa. Daemerys inclinó la cabeza y lloró en silencio, pero luego se dio cuenta.―Aegon hizo esto. Alicent hizo esto.

Alys asintió y vio como Daemerys se limpiaba la cara y apretaba los dientes.―Y pagarán con fuego y sangre, te lo prometo. Pero sólo podremos hacerlos si regresas con nosotros. Vuelve con nosotros, amiga.

La mujer esperó antes de girar su cabeza hacia la luz, dejando que la hundiera por un momento, pero no duró mucho porque Daemerys volvió a la oscuridad, dejando la luz detrás de ella y agarró la mano de Ays, la bruja la empujó más lejos en la oscuridad.―Despierta, Daemerys, hay gente que matar.

Daemon tomó la mano de su hija mientras pasaban las horas desde que Alys comenzó su hechizo. Una figura figura estaba junto a la puerta pero nadie se había dado cuenta, su cabello estaba cubierto por una capucha y su ojo brillaba con lágrimas, Un grito ahogado llenó el aire silencioso, Rhaenyra pasó de la vista de la playa a la cama, Alys abrió los ojos y volvió a caer en Criston.

Daemerys abrió los ojos y jadeó con fuerza, el aire llenó sus pulmones mientras comenzaba a respirar de nuevo. Su cuerpo estaba helado pero sentía que su corazón latía. Las pupilas se abrieron mientras se aferraba a la vida el tiempo suficiente para ver a la figura en la puerta mirando con el ojo muy abierto.―¿Aemond?

Rodos en la habitación giraron sus cabezas para mirar al príncipe, pero no pasó mucho tiempo antes de que volvieran a mirar a Daemerys, quien cayó sobre la almohada por desmayarse.


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Aemond había sido encerrado, Daemon no le había dado tiempo para explicar ni lamentar la pérdida de su hija el tiempo suficiente antes de llamar a los guardias para que se lo llevaran. Sus pensamientos estaban en su esposa, ella había muerto al dar a luz a su bebé y su bebé si murió. Se sintió tragado por el dolor y el odio a sí mismo por haber elegido a su familia pensado que Daemerys también lo haría.

Daemerys abrió los ojos y se adaptó a la luz del sol, Daemon se había unido al lado de Rhaenyra, envolviendo un brazo alrededor de su cintura. En el momento en que vio los ojos de su hija abrirse, dejó escapar un sollozo, aferrándose a él mientras él también dejaba escapar una lágrima. La mujer en la cama sintió que otro pedazo de su corazón se rompía mientras miraba a sus padres.

Su respiración se volvió pesada y su piel se sonrojó de calor cuando algo dentro de ella la enfureció, su dolor dio paso a una rabia que la consumía. Era culpa de los Hightowers, Aegon no había deseado el trono, no, y Aemond había sido cegado por su familia para apoyar sus planes y Helaena, la dulce Helaena no tuvo más remedio que seguirlos en silencio mientras Otto y Alicent colocaban a Aegon en el trono y y mataban a su bebé.

El calor la recorrió mientras se levantaba aturdida de la cama a pesar de su incomodidad y se retiraba a un rincón de la habitación mientras resistía la tentación de destruir todo a su paso. Deseó haber podido gritar su rabia a través de la fortaleza y golpear sus manos contra las paredes de piedra hasta que estuvieron cubiertas de sangre y parte de la angustia disminuyó. Ella apretó los dientes y no dijo nada en su lugar.

Rhaenyra se acercó mientras Daemerys miraba a su bebé envuelto en la mesa de piedra, un sollozo salió de su garganta mientras su mano se extendía para agarrar a su bebé, pero Rhaenyra la detuvo y la atrajo hacia su pecho mientras dejaba a su hija llorar.―Mi bebé. Por favor, no mi bebé.

Daemon miró hacia otro lado mientras su hija lloraba.―¿Dónde está Aemond? Quiero a Aemond.―cerró los ojos y se apretó con furia ante las palabras de su hija. No estaba enojado con ella, nunca podría estarlo, estaba enojado con su esposo por hacerle esto, por no estar ahí para ella.

Poco después, se hicieron los preparativos del funeral, aunque solo uno de ellos estaba viendo a los dioses ese día.

Cuando Baela y Rhaena vinieron a ayudarla a vestirse, le dirigieron miradas comprensivas mientras lloraba, sin apartar los ojos de su hijo. Con dedos temblorosos, Daemerys estaba vestida de negro y rojo, todo el tiempo tenía solo tres caras en su mente y pensamientos horribles sobre su futuro la consumían, su futuro muy corto cuando terminara con ellos.

Mientras el viento aullaba a su alrededor, Rhaenyra ayudó a Daemerys a llevar a su hijo por la estrecha colina hasta la pira. Daemerys abrazó el pequeño cuerpo con fuerza contra su pecho ya que era tan liviano que el viento casi podía levantarlo y alejarlo de ella. Con cada paso, sus piernas temblaban y le preocupaba que pudieran caer debajo de ella.

No estaba bien que los Hightower, que ahora estaban sentados en la Fortaleza Roja y celebraban su ascenso, también hayan robado el derecho de nacimiento de su madre y su hijo. Fue cruel.

Dejó a Daemon en el suelo tan suavemente como pudo, conteniendo un sollozo, y se inclinó para besar la cabeza de su bebé que estaba envuelto en un trozo de tela. Ella estaba quieta y sumergida en su rabia y angustia mientras miraba al niño. Syrax buscó algo de espacio mientras olfateaba, por lo que Jace decidió acercarse y alejar suavemente a Daemerys, manteniéndola a su lado.

―Dracarys.―finalmente dijo Rhaenyra, y la pira se cubrió en llamas, Daemerys observó cómo quemaba la existencia de su hijo. Quería arrojarse hacia adelante, sacar al bebé del fuego, aferrarse a él y no soltarlo nunca; era sólo el abrazo de Jace lo que le impedía moverse.

―Te tengo, Daem.―le aseguró en voz baja.―Te tengo.―incluso cuando sus piernas cedieron y se hundieron en el suelo, Jacaerys continuó abrazándola, susurrándole tranquilizadoramente y pasando una mano por sus rizos húmedos. Lucerys pronto se unió a ella y presionó su cabeza contra su pecho, abrazando su cintura.

La guardia de la de la reina sacó sus armas de sus fundas, desviando la atención del grupo de las llamas. Ser Erryk había estado en los muelles durante horas cuando Daemerys y Rhaenys lo dejaron en la Fortaleza y ella se preguntó si había sido encarcelado durante sus labores. Luego apareció de la nada, inclinándose frente a ellos y sacando la corona de Jahaerys de su bolso.

Incluso después de haberlos rescatado, ella no sabía que él estaba en posesión de la corona. Sabiendo lo mucho que significaría para su madre usarlo, Daemerys casi sonrió entre lágrimas. Su aliento se quedó atrapado en su garganta.

―Juro proteger a la reina con todas mis fuerzas y dar mi sangre por ella. No tomaré esposa, no poseeré tierras, no engendraré hijo. Guardaré sus secretos, obedeceré sus órdenes, cabalgaré a su lado y defenderé su nombre y honor.―las lágrimas brotaron de sus ojos y sus manos se apretaron alrededor de sus hermanos cuando Ser Erryk se convirtió en el caballero de la Guardia de la reina Rhaenyra.

Daemon tomó la corona de las manos del caballero y avanzó hacia su esposa. Daemerys observó y podría haber jurado que las manos de su padre temblaron cuando colocó la corona de oro sobre la cabeza de Rhaenyra y se arrodilló a sus pies. Criston siguió a Ser Erryk y se arrodilló ante Rhaenyra.

―Reina Rhaenyra Targaryen, primera de su nombre, Reina de los Ándalos y los Rhoynar y los Primeros Hombres. Señora de los Siete Reinos y Protectora del Reino.

Como ya estaban en el suelo, los tres no tuvieron que moverse tanto para ponerse de rodillas ya que el resto de los asistentes al funeral se arrodillaron en deferencia a su nueva reina, su legítima reina. Cuando la pira se desmoronó y solo quedaron cenizas, Daemon ayudó a Daemerys a levantarse del suelo, levantando su barbilla hasta que sus ojos se encontraron con los de él.―Mi dulce niña, lo siento.―negó con la cabeza.

―No es culpa tuya. Es mía, puse mi confianza en las personas equivocadas.―escupió, secándose las lágrimas.―Voy a reclamar un dragón y los voy a matar a todos.―había una mirada de orgullo pero a la vez de miedo que llenó los ojos de Daemon.

―¿Estás segura――?

―Aemod no reclamó un dragón durante años, puedo hacerlo incluso si no soy una Targaryen de sangre, lo vi.―Daemon asintió y la atrajo hacia él.―Van a desear no haberme conocido nunca.

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