───NUEVE: llévame al lado salvaje
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CAPÍTULO NUEVE
LLÉVAME AL LADO SALVAJE.
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AEMOND estaba confundido. No entendía de qué estaba hablando Daemerys durante la cena, pero le recordaba mucho a su hermana y los acertijos que ella pronunciaba en voz baja.
La mujer había estado agarrando su túnica desde que salieron de la cena, sus nudillos se pusieron blancos y sus ojos permanecieron en el suelo, muy abiertos como si estuviera en un sueño, uno doloroso además.
Ella no había dicho nada. No desde que Aemond se la llevó a rastras, Daemon les había pisado los talones después de ordenar que los niños se fueran a sus habitaciones. Observó a su hija con los ojos entrecerrados, pero no dijo nada.
Una vez que Aemond abrió la puerta de su habitación, ella lo soltó abruptamente. Daemon entró pero Aemond permaneció junto a la puerta, con los brazos cruzados detrás de la espalda, observando al dúo con indiferencia.
—Dulce niña.—le susurró Daemon mientras ella estaba parada en el medio de la habitación, mirando el fuego.
Despierta al dragón.
El padre se acercó para acariciar su mejilla húmeda, lo que la hizo estremecerse, finalmente saliendo de sus sueños para mirarlo, su rostro no mostraba piedad sino preocupación.
—No sé qué me pasa.—dijo finalmente, el corazón del hombre se rompió ante el sonido de su voz quebrada. Daemon la atrajo hacia su pecho y le acarició el cabello, sus brazos alrededor de su cintura mientras lloraba.
—No te pasa nada, mi dulce niña.
Aemond observaba con la mirada vacilante, sin saber qué hacer. Él no se metía en situaciones como esta, odiaba las lágrimas, odiaba la vulnerabilidad... pero aquí estaba ella. El amor de su vida, lloraba en sus aposentos en los brazos de su padre y él no tenía idea de qué hacer.
Daemon miró a su hija y luego a Aemond en la puerta y levantó una ceja. El joven parpadeó.
¿Quieres que lo haga?... Aemond frunció el ceño y se movió rápidamente cuando su tío puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.
Daemon se alejó y dejó que Aemond tomara a su hija. No le gustó, ni un poco. Pero la forma en que ella se aferró a él tan rápidamente lo hizo retroceder, salir por la puerta y cerrarla detrás de él con una sonrisa.
—Shh.—besó su cabeza cuando ella finalmente dejó de llorar; el fuego crepitar detrás era lo único que llegaba a sus oídos.
Daemerys apartó la cabeza de su pecho y se secó la cara, sintiéndose de repente avergonzada por la terrible experiencia.—Lo siento, normalmente no soy así.
Aemond se rio levemente y luego colocó una suave sonrisa en sus labios.—No lo dudo. Eres difícil de romper.—su sonrisa se amplió cuando ella lo fulminó con la mirada, pero era cierto, era difícil de romper porque había construido muros desde que su padre le dijo que la habían dejado por muerta. Desde que tomó el ojo de Aemond.
La mujer jugueteaba con sus dedos mientras él la observaba. Ella no sabía qué decir. Ella no esperaba que él se quedara tanto tiempo.—¿Por qué?
Aemond la miró confundido.
Damerys se aclaró la garganta sabiendo que tendría que explicar:—¿Por qué aceptaste casarte conmigo?
El pareció un poco desconcertado por un momento, mirando al suelo pensativamente antes de volver a mirarla.—No lo sé.—él si sabía.
—Después de todo lo que te hice... simplemente no esperaba que dijeras que si.—admitió, su fría capa exterior de hielo estaba en el camino hacia atrás de la cual él quería tratar de deshacerse con todas sus fuerzas.
Aemond asintió.—Fue un intercambio justo.—eso era algo que se había dicho a sí mismo al mayoría de las veces.
—No, no lo fue.—eso lo había sorprendido.—Son mi familia, y siempre los protegeré. Incluso cuando estemos casados, si tengo que derrotarte para salvar a mi familia... lo haré.—su confesión hizo que él la mirara fijamente, con la garganta agitada un poco por su falta de emoción, pero ella entendió por qué.
—Bueno, esperemos que no llegue a eso.—afirmó con las manos entrelazadas frente a él.—Entiendo por qué lo hiciste.
Era su turno de mirarlo con desconcierto.—¿Qué quieres decir?—se quedó clavada en su lugar mientras él se acercaba a ella lentamente, a un solo suspiro de distancia el uno del otro. Su corazón latía contra su pecho y estaba segura de que él podía oírlo.
—Éramos solo unos niños, pequeña bastarda.—le apartó un mechón de pelo de la cara. Oh, cómo había cambiado la tensión en en la habitación.—Nunca te culpé ni te odié. Te admiré.
¿El qué? Pensó, con los ojos fijos en una mirada intensa, ambos demasiado asustados para acercarse más. Su mano se deslizó alrededor de su cintura, acercándola, con la otra mano detrás de su espalda.
—¿Qué quieres de mí?—susurró ella, con los labios cerca de los de él. Sus respiraciones se mezclaron, demasiado juntas. Si los encontraran así, los arruinaría. Pero tampoco les importó en ese momento.
—Nada por el momento. Quiero ser cortés.—le susurró, pero la tentación se estaba apoderando de él. Él estudió su rostro mientras ella levantaba las cejas como si se estuviera burlando de él.
—¿Cortés? No sabrías lo que es incluso si te golpeara en la cara.—sus ojos se endurecieron, estaba burlándose de él. Por supuesto, debió saberlo.
—Me lastimas, pequeña bastarda.—el sarcasmo goteaba de su tono. Sus ojos se endurecieron cada vez que él la llamaba bastarda, como si ella significara todo el mundo para él.
—Tenía la intención de hacerlo.—respondió ella, con una sonrisa en su rostro como si estuviera ganando algún juego y él quisiera que ella lo ganara solo para ver la expresión de logro escrita en su rostro.
Aemond le devolvió la sonrisa y soltó su cintura, retrocediendo unos pasos; un suspiro nervioso escapó silenciosamente para que él no lo escuchara. —Deberías descansar un poco, no querría mantenerte despierta toda la noche.
—No, supongo que no. Gracias, Aemond.—lo miró una vez más antes de darse la vuelta, ocultando su decepción y mirándose en el espejo mientras él salía de la habitación y cerraba la puerta detrás de él.
Daemerys cerró los ojos y se sentó en la silla de madera más cercana, agarrando con fuerza el reposabrazos con las manos. El calor subió a sus mejillas y cerró los ojos, destellos de su rostro tan cerca del de ella.
Él la ponía nerviosa, la hacía sentir cosa. Pero ella juró en ese momento que a pesar de que pronto se casaría con él, no caería en sus perversas tentaciones.
Ella no se enamoraría de Aemond Targaryen.
+5 COMENTARIOS PARA PRÓXIMO CAPÍTULO :)
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