───DIECISIETE: traición en su máxima expresión

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CAPÍTULO DIECISIETE
TRAICIÓN EN SU MÁXIMA EXPRESIÓN.
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LA BIBLIOTECA era el único lugar donde Daemerys se sentía en paz estos días. El olor a libros y el calor que provenía de la chimenea le hicieron recordar los momentos que había pasado con Corlys. Lo extrañaba la mayoría de las veces, extrañaba sus lecciones de entrenamiento, cuando él le leía y le enseñaba cosas nuevas, pero sobre todo extrañaba la forma en que no escuchaba voces cuando él estaba cerca: su sabía sabiduría la hacía olvidarse de las cosas que sucedían en su mente.

Un hijo debe caer para que los dragones bailen.

Pero incluso entonces, la forma en que se sentía ahora hizo que le palpitara la cabeza y despertaran voces. No entendía las voces tanto como Halaena, una parte de ella estaba agradecida porque sabía que se volvería loca, poco a poco iba por ese camino.

Aemond había caminado tranquilamente detrás de la mujer, Criston no muy lejos detrás, así como Daemon y Rhaenyra. Lucerys se recostó en su silla con una mirada de sorpresa antes de girarse hacia Jacaerys, quien miró su plato de comida con los ojos muy abiertos.

¿Significaba que ella era su...?

Había tantas preguntas y las únicas personas que podían responderlas estaban muertas o no habían dicho la verdad cuando deberían haberlo hecho.

Daemerys puso sus manos sobre una estantería, las lágrimas brotaban de sus ojos; todo lo que hacía estos días era llorar, estaba agotada. Su respiración era irregular mientras jadeaba por el aire que podía obtener de la habitación caldeada.

Aemond abrió la puerta y se detuvo cuando la vio.—Daemerys.—su cuerpo estaba tenso y el cabello recogido detrás de sus hombros por caminar a buena velocidad para llegar a ella.

—No.—ella lo detuvo y se dio la vuelta, con las manos saliendo del estante para abrazarse a sí misma. Ella no podía mirarlo, ahora estaba prometido a otra persona y ella simplemente no era más que una bastarda que no tenía derecho sobre él: su amor se había ido.

Sabía que era una bastarda, lo había sabido desde la noche en que tomó el ojo de Aemond, pero siempre había esperad que tal vez Daemon fuera suficiente para convencerse a sí misma de que valía la pena amarla. Ella pensó que su verdadero padre era un hombre de alta cuna al que no le importaba nada, pero en cambio, era un hambre valiente que ayudó a criar a sus hermanos.

¿No era ella suficiente para que él la tomara y criara también? ¿Lo sabía siquiera? ¿Ser Harwin Strong sabía de ella? ¿Quería conocerla? ¿O la dejó a un lado en favor de sus hermanos?

Habían tantas preguntas para las que Daemerys no estaba segura de querer respuestas. Estaba asustada, aterrorizada, y sobre todo, se sentía traicionada.

Rhaenyra y Daemon la traccionaron, ¿Cómo podría mirarlos a los ojos después de esto? ¿Después de que le ocultaran esto?

Aemond vio a la mujer que llegó a amar desmoronarse frente a él.—¿Dónde está Criston?—frunció el ceño ante su pregunta, pero no tuvo tiempo de responder cuando el hombre entró en la habitación y caminó directamente hacia ella.

Daemerys se giró cuando escuchó sus pasos, podía decir cuando Criston venía por ella, se giró rápidamente y caminó hacia su cofre blindado; ya se había acostumbrado al metal clavado en su mejilla.

Criston Cole a menudo ponía celoso a Aemond, Daemerys a menudo se encontraba en sus brazos con más frecuencia que los de Aemond y tomaban té juntos, compartiendo risas y bromas mientras él hundía su cabeza en libros y entrenaba; se sentía como una segunda opción cuando se trataba de el caballero, pero sabía en el fondo que era una tontería pensar eso, Daemerys solo tenía ojos para él.

Criston frotó la espalda de la mujer con una mano y le acarició el cabello con la otra mientras Daemon y Rhaenyra entraban corriendo, ganándose una mirada fulminante de Aemond.—Ay, miren, aquí están los mentirosos.

—Cuida tu boca, muchacho.—escupió Daemon mientras él y Aemond estaban uno frente al otro mirándose fijamente. Rhaenyra les puso los ojos en blanco y caminó lentamente hacia donde su hija estaba sollozando, Criston giró la cabeza y apretó con más fuerza a su dama, su amiga.

Los ojos de Rhaenyra ardieron cuando Criston la miró, el hombre con el que tenía historia estaba protegiendo a su hija de ella. Qué irónico.

Daemerys giró la cabeza en dirección opuesta a la dirección de su madre y sostuvo la parte superior del brazo de Criston como apoyo mientras continuaba llorando. Los ojos de Rhaenyra se suavizaron.—Lo siento. Ambos lo estamos, no... no queríamos que te enteraras así.

Daemerys se burló y apartó la cabeza de Criston para mirar a los otros tres en la habitación, su caballero la sostuvo por los hombros por detrás de manera protectora.—No creo que quisieras que supiera nada.

—¿Habría hecho una diferencia? Soy tu padre, ¿no?—las palabras de Daemon fueron duras pero su corazón palpitaba ante la idea de rechazo.

Su hija se volvió hacia él entonces y se secó una lágrima que había caído.—¡Por supuesto que si, pero merecía saberlo! Merecía saber quién me abandonó, yo...—el rostro de Daemerys se contrajo en una mirada de dolor mientras gritaba:—Merecía saber la verdad. Me la debías.

—¿Deberte? ¡Te salvé! ¡La puta de tu madre te dejó para morir, yo te acogí, te crié y aquí estás llorando por un hombre que ni siquiera conociste.

—Debiste haberme dejado allí.

El rostro de Daemon pasó del dolor endurecido a la suave confusión y dolor. ¿Cómo pudo decir eso?—Hice esto por nosotros, para que no tuvieras que soportar la idea de que otra persona te dejara atrás.

Aemond sabía que la gente había abandonado a Daemerys, que Rhea la había dado por muerta, si Daemon no hubiera estado allí en el momento adecuado, entonces ella no habría estado allí pero escuchar a Daemon decirlo y Daemerys mirar al suelo herida, le hizo querer asesinar a cualquiera que pensara en lastimarla nuevamente.

—¡Hiciste esto por ti mismo, porque eres inseguro!—Daemon parpadeó ante las palabras de su hija antes de reírse y acercarse.

—No soy inseguro, eres mi hija, mi niña y juré protegerte el día que te tuve en mis brazos cuando no eras más que una bebé.—Daemon había comenzado a desesperarse por su perdón, sus cejas se arquearon. Frunció el ceño y sus ojos suplicaron, pero ella sacudió la cabeza desafiante.

—Tuviste todas las oportunidades para decir algo, pero no, una vez más me has dejado de lado y me has negado la verdad!

A estas alturas, su padre ya estaba harto y golpeó la mano contra el costado de una estantería haciéndola estremecerse levemente pero no retroceder.—¡No seré culpado por las acciones de Ser Harwin! No dejaré que seas así después de los recientes acontecimientos, desmoronándote después de escuchar la dura verdad. Eres una Targaryen, un dragón, ¡así que actúa como tal!

—Después de los acontecimientos de hoy, estoy mejor muerta.

Rhaenyra se llevó una mano a la boca en estado de shock, Aemond apretó la mandíbula. El rostro de Daemon se suavizó, toda la ira desapareció de su cuerpo cuando Criston apretó una mano sobre su hombro.

—¿Cómo puedes decir tal cosa?—le preguntó Rhaenyra a su hija, con los ojos llenos de lágrimas mientras se frotaba el vientre para consolarse, algo que hacía a menudo.

Los ojos de Daemerys se dirigieron a ella.—¡Mira mi vida! Soy una bastarda que nunca será aceptada por mucho que lo intentes, casi fui profanada en mis propios aposentos porque me iba a casar con Aemond y ahora tengo que levantarme y mirar cómo el amor de mi patética vida se casa con otra. No hay peor destino que la muerta para mi ahora.

—No me acercaré a esa chica Baratheon.—Aemond escupió, con los puños cerrados mientras la escuchaba. Estaba herido y disgustado de que su madre le hubiera tendido una trampa y que Daemerys, su dulce amor, pensara que en realidad pasaría por un acto tan horrendo.

Daemerys lo miró por primera vez desde que salieron del salón y sus ojos parecieron suavizarse cuando lo miró, como si él fuera todo su mundo pero también había dolor detrás de sus ojos.—No tienes elección, Aemond. Se van a casar y yo volveré a Rocadragón.

El rostro de Aemond pasó de la ira al dolor y de nuevo a la ira, por un momento pensó lo que estaba imaginando. Dio un paso adelante, cruzó la distancia entre ellos y tomó su rostro. Criston soltó sus hombros y retrocedió un poco.—No puedo dejarte ir.

—Debes hacerlo.

Aemond sacudió la cabeza, con el ojo enrojecido mientras parecía estar a punto de llorar o echar humo de ira.—No pueden hacer esto, nuestra historia ni siquiera ha comenzado todavía.

Rhaenyra observó suavemente cómo las manos de su hermano temblaban contra el rostro de la mujer, la propia Daemerys tratando de detener los sollozos que se escapaban de su garganta.—Él tiene razón.

Rhaenyra sintió que Daemon estaba a su lado, apoyándola.—Mi dulce niña, sé que te hemos hecho daño y sé que estás herida, pero déjanos arreglar esto.

Daemerys miró de Aemond a su padre con confusión.—¿Cómo?

Sintió que su corazón se desgarraba hasta que Daemon habló de nuevo.

—Le doy a Aemond mi permiso para casarse contigo.—la cabeza de Aemond se levantó de golpe y Daemerys abrió la boca antes de cerrarla de nuevo con el desconcierto escrito en su rostro.—Tu madre y yo nos casamos en secreto, y tú también.

Criston se movió en su lugar haciendo que Daemerys se volviera hacia él sabiendo que estaba ansioso por expresar su opinión, por lo que ella asintió para que él hablara.—Creo que deberías hacerlo, Daemerys.

—Criston, no hables por complacerme.

El caballero sacudió la cabeza con una sonrisa afectuosa.—No lo hago. Solo quiero verte feliz y el joven príncipe Aemond te hace feliz. No deseo ir a espaldas de la reina, pero no creo que el rey hubiera anulado su compromiso.

Daemerys bajó la mirada y se frotó la frente.—No perdono lo que ambos han hecho y todavía estoy enojada porque me lo ocultaron, solo les pido que no me oculten más cosas, no puedo manejarme cuando me mienten.

Daemon sonrió y asintió, acercándola para abrazarla.—Lo prometo.

—Y quiero saber sobre él, Ser Harwin.

Rhaenyra miró a Daemon, cuyo ojo tembló y apretó la mandíbula, pero asintió de todos modos. Daemerys se dio cuenta y pasó junto a Aemond hacia él, abrazándolo, haciéndolo suspirar de alivio. Ella todavía era su pequeña, esta era su manera de decir eso.

Aemond se volvió hacia Daemerys y la mujer le sonrió suavemente cuando se separó de su padre para entrelazar sus manos con las de él.—Príncipe Aemond, ¿te casarás conmigo esta noche?

El hombre sonrió y se inclinó para besarla antes de susurrar contra sus labios:—Acepto.

Rhaenyra sonrió al igual que Daemon a pesar de la necesidad de vomitar al verlos tan cerca. El puño de Criston golpeó el aire como un niño antes de recuperarse y se paró junto a Rhaenyra, lo que la sorprendió no solo a ella, sino a él mismo.

—Debemos darnos prisa antes de que la reina nos encuentre.—Daemon hizo pasar a la pareja, el grupo se escabullía por el pasadizo secreto para casar a Aemond Targaryen con Daemerys, que pronto sería Targaryen.

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