───DICESIÉS: el fino arte de la mierda

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CAPÍTULO DIECISÉIS
EL FINO ARTE DE LA MIERDA.
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DAEMERYS agarró el collar que su madre le regaló cuando llegaron por primera vez a Desembarco del Rey, cerró los ojos y respiró el aroma de lavanda proveniente del baño que había tomado. No podía recordar la cantidad de veces se que había frotado la piel y todavía sentía sus manos en ella.

Daemon y Criston no se habían apartado de su lado todo el día, parados afuera de la puerta de su baño en caso de que algo sucediera; ella estaba agradecida pero sentía que no podía respirar.

Daemerys se sintió agradecida cuando Rhaenyra entró y los alejó; Ser Cole solo se fue cuando escuchó a la mujer llamarlo para que se fuera cuando su madre estaba cada vez más frustrada porque el hombre no la estaba escuchando.

Rhaenyra había lavado el cabello de su hija mientras la miraba, su rostro estaba más pálido de lo habitual, las bolsas debajo de sus ojos resaltaban y sus labios se agrietaron. Ahora la mujer estaba detrás de su hija mientras se alisaba el vestido, con el rostro todavía pálido, las bolsas aún pesadas bajo sus ojos y los labios menos agrietados, pero se veía mejor, si es que podía decir eso en un momento como ese.

—¿Has visto a Aemond?—le preguntó Daemerys a su madre quien giró la cabeza para mirarla.

Rhaenyra sólo había adivinado que en las semanas que habían estado fuera algo había cambiado entre los dos. Pensó que habría tomado más tiempo, pero tal vez los sentimientos siempre estuvieron ahí.—Sí.—respondió ella, con los ojos entrecerrados, pero no de una manera juzgadora, sino más preocupada.—¿Qué atormenta tu mente, mi dulce niña?

Daemerys apartó la mirada del espejo, al no poder mirar más el moretón de su rostro y se giró hacia su madre.—¿Qué pasa si...?—Rhaenyra observó cómo se detenía y se mordía el labio, moviendo las manos.—¿Qué pasa si... ya no quiere casarse conmigo por lo que ha pasado?

Rhaenyra frunció el ceño ante eso.—Mi hermano puede ser muchas cosas pero cruel no es una de ellas, él te ama, lo vi cuando llegamos y él estaba sentado afuera de esa puerta enfurruñado como un niño pero furioso con ira como un verdadero dragón. Ese fuego ardió por ti.

La mujer sacudió la cabeza ante las palabras de su madre, sintiéndose estúpida.—Ya no siento ese fuego en mí, después de lo que pasó. No me siento como... yo.

—Dale tiempo, puede que no seas una Targaryen de sangre pero eres la hija de tu padre y el fuego no siempre corre por las venas pero también se puede enseñar. Eso lo veo en ti.—Rhaenyra se acercó y agarró sus manos con una sonrisa maternal en el rostro.—Eres nuestra hija, nuestro amor es suficiente fuego.

Lucerys entró a trompicones en la habitación, rompiendo el momento: las dos mujeres se separaron para mirar al niño que estaba resoplando.—Hermana, ¿podemos ir a los jardines?—él le sonrió enormemente, lo que hizo que su corazón se alegrara.

—Por supuesto, peor no debemos llegar tarde a la cena.—Daemerys besó a su madre en la mejilla y caminó hacia el niño, pasando sus dedos por su cabello desordenado y arrastrándolo fuera de su habitación; el par rio cuando casi se caen.

—Madre nos estrangulará si llegáramos tarde.—bromeó Luke y esquivó un golpe que su madre le lanzó con una sonrisa descarada.

—Es cierto, así que no lleguen tarde.—regañó al par y se aventuró a buscar a su marido, con el cabello ondeando detrás de su espalda mientras se frotaba el vientre.

Criston Cole siguió al par en silencio mientras caminaban hacia las escaleras, bajándolas hasta llegar a los jardines. Halaena la había traído aquí unos días después de que su familia se fuera de Desembarco del Rey, mostrándole sus insectos favoritos que Daemerys miraba con cariño, ignorando los ojos críticos de tribunal mientras las dos mujeres se arrodillaban en el suelo.

Lucerys envolvió su mano alrededor del brazo de su hermana mientras caminaban y la miró con el ceño fruncido.—¿Estás bien?—su voz era pequeña y tímida como si tuviera miedo de preguntar pero lo había estado preguntando por un tiempo.

El par se detuvo en un banco debajo de un árbol, Criston estaba a unos metros de distancia pero mantuvo los ojos sobre ellos, más ahora que nunca. Daemerys tomó las manos de su hermano entre las suyas y le sonrió.—Lo estaré. No quiero que te preocupes por mi.

—Es difícil cuando tú estás aquí y yo no. No deberíamos estar separados, puedo protegerte.—habló Lucerys con entusiasmo y enderezó su espalda para parecer más intimidante, pero Daemerys simplemente se rio entre dientes.

—Sé que puedes, cariño, pero el deber es primero. Pronto te quedarás en Driftmark con tu esposa, por lo que estaríamos separados de todos modos.

Lucerys se desinfló ante eso, sus ojos se movieron de ella al suelo con el ceño fruncido.—No es justo. Debería haber estado aquí.

Daemerys tomó su barbilla y lo obligó a mirarla con ojos serios.—Tú no podrías haber evitado lo que me pasó menos que nadie. Entró por un pasadizo secreto, nadie podría haber hecho nada.—cuando el niño negó con la cabeza, ella le tomó ambas mejillas.—Lucerys, estoy ilesa. Estoy bien.

Luke dejó que una lágrima se deslizara por su rostro, lo que le hizo querer llorar mientras lo abrazaba, con la barbilla apoyada en su cabeza; él estaba creciendo y ella lo odiaba, lo prefería pequeñop y joven porque significaba que podía quedarse inocente y no conocer las cosas terribles que podrían ocurrir en el mundo.

Para Luke, Daemerys era su todo. Ella había estado allí desde que él era joven, ser mayor que Jace le hacía verla como una protectora, especialmente después de que ella los defendió a él y a Jace esa noche con Aemond. Ella no tuvo que involucrarse pero lo hizo, por ellos, por su familia.

Se aferró a eso todos estos años, no la vio sólo como una hermana sino también como un ángel de la guarda. Quería protegerla como ella lo había protegido a él, pero en ese momento se sentía tan inútil, débil y patético.

Criston notó que la reina se acercaba y llamó a la dama.—Daemerys.—la mujer soltó a Luke y miró a su caballero, quien asintió sutilmente con la cabeza. Daemerys vio a Alicent acercarse antes de detenerse frente a ellos.

Luke se puso de pie e inclinó la cabeza al igual que Criston, pero Daemerys se quedó mirando a la mujer con un rostro impasible.—Daemerys.—saludó la reina con una sonrisa cansada.

—Reina Alicent.

—¿Estás bien?—la mujer se mordió los dedos, su voz firme y tranquila, contradiciendo su comportamiento nervioso.

—Obviamente.—dijo Daemerys arrastrando las palabras y se levantó del banco de madera.—Me sorprendió el viaje de Lord Larys Strong a... oh, ¿Dónde fue?—se tomó la barbilla para reflexionar antes de levantar las cejas.—Oh, sí, Piedra de las Runas, el hogar de la puta de mi madre.

Alicent se quedó boquiabierta ante sus palabras, pero Daemerys sonrió inocentemente, Criston y Luke miraron entre las dos mientras la tensión aumentaba.—Sí, bueno, había negocios que hacer.

Daemerys se acercó a la reina, tal vez demasiado para su gusto.—Negocios. Si. ¿Qué negocios tiene un Strong en el Valle? ¿Mas o menos en Piedra de las Runas?

Alicent luchó por no temblar bajo la mirada acalorada de la mujer, era como si estuviera mirando directamente dentro de su alma, mirando cada cosa mala que había hecho.

Mientras iba a responder, Aemond se aventuró a salir para ver a los cuatro individuos en lo que parecía ser una conversación acalorada e incómoda.

—¿Mi amor?—llamó y Daemerys desvió la mirada de Alicent hacia Aemond.

—Aemond, mi amor.—ella sonrió y él cruzó el camino para alcanzarla, su mano alrededor de su cintura y su mano tocó su pecho mientras se inclinaba hacia él.—Estaba teniendo una agradable conversación con tu madre sobre los preparativos de nuestra boda, ¿no?—miró a Alicent, quien asintió a su pesar.

—Hmm.—tarareó Aemond antes de mirar a Ser Criston y Luke, quienes asintieron.

—Debo ver al rey ahora antes de cenar.—Alicent sonrió antes de mirar a Daemerys.—Me alegro de que el hombre no haya hecho nada... dañino.—Alicent tomó el rostro de la mujer con una mano pero se sintió más como una bofetada, aunque Daemerys no titubeó.

Los ojos de Aemond se entrecerraron cuando su madre se alejó y caminó lejos.—¿Todo bien, mi amor?—miró a su prometida.

Daemerys miró de la figura de la reina que se retiraba a Aemond y le sonrió.—Por supuesto. Debemos darnos prisa, no nos perderemos la cena.—ella agarró su mano, jaló a Luke con la otra y regresó al interior.

Aemond observó a su amor con mirada preocupada y tomó nota mental para preguntarle por qué le había mentido sobre la conversación que tuvo con su madre.

Daemerys entró en la habitación, teniendo una sensación de deja vu cuando se sentó, solo hacía una semana que habían estado exactamente en esta habitación y ella rompió a llorar frente a todos, qué vergonzoso.

Aemond la jaló para que se sentara a su lado en la cabecera de la mesa, Luke se alejó hacia el otro lado mientras se sentaba junto a su prometida; Jacaerys estaba a un lado sentado con su propia prometida al otro lado.

Rhaenyra y Daemon se sentaron junto a Alicent y Otto con Halaena y Aegon sentados frente a ellos, Aegon sentado al otro lado de Daemerys, haciéndola querer vomitar.

Daemerys llenó su plato al igual que todos los demás mientras la música sonaba de fondo, sonrió cuando Aemond frotó su espalda suavemente y puso algunas uvas en su plato. El hombre sonrió cuando ella lo besó en la mejilla agradecidamente, ignorando las miradas de asombro de todos por cómo estaban ahora uno alrededor del otro.

Daemon los observó con una mirada furiosa, la forma en que la mano de Aemond le quitó el mechón de cabello de la cara y cómo la hizo reír tan fuerte que echó la cabeza hacia atrás. Y vio como su hija agarraba la mano de Aemond, frotaba pequeños círculos en su piel y le susurraba cosas al oído, haciendo que el hombre se sonrojara ligeramente.

La sangre corrió hasta sus oídos hasta que Rhaenyra tomó su mano y le sonrió dulcemente, algo que haría para sacarlo de su cabeza.—No me gusta esto.—le susurró Daemon a su esposa, con un puchero en sus labios y mirando su plato de comida que no había sido tocado.

—No te gusta porque sientes que él te está reemplazando.—le susurró Rhaenyra.

—Soy el único hombre que se supone que debe estar en su vida, además de sus hermanos. Míralos.—Rhaenyra giró la cabeza ante sus palabras para ver a Aemond besar la cabeza de Daemerys con una sonrisa, ella riéndose de una broma que debió haber hecho. Eso los hizo reír a ambos. Era dulce.

—Son jóvenes y están enamorados, no sé por qué estás tan sorprendido.—se giró y le dirigió una mirada mordaz a su marido mientras se frotaba el vientre con la mano libre.

Daemon se burló por lo bajo.—Ella tomó su ojo. Pensé que la detestaría, pero en lugar de eso la mira como si fuera su mundo entero y eso habla mucho considerando que el maldito solo tiene un ojo.

Rhaenyra puso los ojos en blanco ante sus palabras y volvió a mirar a la pareja.—Él lo dejó pasar. Y deberíamos alegrarnos de que haya convertido el odio en amor porque si no lo hubiera hecho estaríamos en guerra, Daemon. Él ama a tu pequeña más que nada, eso nadie se lo va a quitar.

—Alicent lo sabe. Ella lo sabe.—refunfuñó y la miró. Los ojos de Rhaenyra se abrieron pero no lo suficiente como para alarmar a sus hijos que reían con sus prometidas frente a ellos.

—¿Cómo lo sabes?

—Eso no lo sé, pero la escuché hablando con Larys Strong. Se fue al Valle.—Daemon arrancó el pollo que no había comido y se lo metió a la boca con ira y preocupación.

No podía perderla. No su dulce niña, no con esos buitres verdes.

—Lo solucionaremos.—Rhaenyra frunció el ceño y apretó su mano con más fuerza, la pareja miró a su hija, quien le sonrió a Aemond con nada más que amor en sus ojos, pero eso cambió rápidamente cuando Alicent levantó su copa y se puso de pie.

—Tengo noticias.—todos se detuvieron y miraron a la reina.—Aemond, estarás comprometido.

Aemond parpadeó ante las palabras de su madre y todos, excepto Otto, fruncieron el ceño, confundidos por sus palabras.—Madre, ya estoy comprometido.

Alicent miró fijamente a su hijo antes de escupir:—Tu compromiso forzado con Daemerys ha sido anulado por el propio rey, ahora debes comprometerte con una de las hijas de Borros Baratheon. Cuál, no me importa.

Daemerys se quedó boquiabierta ante sus palabras y se giró hacia Aemond, su rostro estaba quieto mientras miraba a su madre. Aegon por una vez enfrentó a su madre porque también estaba confundido:—Madre, esa es la cosa más estúpida que he oído.

—¡Aegon!—le gritó y él retrocedió, sentándose en silencio.

Rhaenyra y Daemon se pusieron de pie.—¿Cuál es el significado de esto? Mi padre querían que se casaran.

—¡Le has forzado la mano!—gritó Daemon, observando como su hija se alejaba de lado de Aemond y se desinflaba en su asiento.

—Lo que le pasó a Daemerys fue trágico y ella tiene mis sinceras disculpas, pero no sabemos qué pasó en sus aposentos. Podría ser impura.—habló Otto en nombre de su hija, que parecía luchar contra el rostro enojado de Rhaenyra.

Daemerys sintió que le zumbaban los oídos cuando la habitación, sus ojos miraban a Lucerys como si él fuera su ancla, el niño miraba con ojos suaves, sabiendo que necesitaba a alguien a quien aferrarse y que él felizmente sería eso para ella.

Aemond se movió en su asiento hacia Daemerys y agarró su mano que descansaba en su regazo.—Me niego.

Alicent se volvió hacia su hijo, él nunca la desobedecía:—No tienes otra opción.

Aemond se levantó de su asiento y parecía muerto ante los ojos de su madre.—No seré parte de tus planes para arruinar esta familia. Te quiero madre, pero no. Me casaré con Daemerys.

Alicent frunció el ceño y sacó una carta y se la arrojó a su hijo. Cuando el hombre la abrió, notó que era una anulación de su compromiso con la firma del rey en la parte inferior, lo que hizo que golpeara la mesa con el puño, sacando a Daemerys de su ensueño y una lágrima deslizándose por su mejilla.

—¿Te atreves a ir a mis espaldas, madre?—su voz era baja y enojada. Alicent tragó un poco pero se mantuvo firme.

—Te casarás con una de las chicas Baratheon y terminarás con todas estas tonterías. ¡Es una bastarda!

Aemond arrojó la carta sobre la mesa y aterrizó frente a Rhaenyra, quien la tomó rápidamente.—¡Ella será mi esposa! No es ninguna bastarda.

—¡Su padre es Harwin Strong, por el amor de Dios! ¡Una bastarda Strong!

El silencio invadió la habitación cuando se escuchó un grito ahogado. Alicent miró con los ojos muy abiertos ante sus palabras. Rhaenyra copió su expresión ya que nadie se atrevió a moverse.

Daemerys moró entre los adultos antes de levantarse, Aemond se desinfló ante las palabras de su madre, se enderezó y miró hacia la mujer a su lado.—¿Qué?

Rhaenyra tragó con dificultad y miró a Daemon, que parecía destrozad, Daemerys los miró en busca de cualquier sensación de que la reina estaba mintiendo, pero no obtuvo ninguna: un sollozo se escapó de su garganta mientras los miraba traicionados.

Rhaenyra fue a hablar, pero la mujer negó con la cabeza y se alejó a trompicones, agarrando su corazón sangrante en la palma de sus manos.

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