05
—¡Día de pintura!
Soobin había entrado a la sala de su casa y no esperaba ver a su prima escogiendo entre tres tonos de tinte de cabello. Con una sonrisa malévola quiso asustar a Arin pero antes de siquiera hacerlo se quedó pasmado cuando vió entrar una melena azul.
—Arin...creo que este color es muy llamativo —susurró. Tallando su pie contra el otro, tímido ante su nuevo tono de cabello— no creo que sea para mí.
—¡Pero de qué hablas! ¡Estás bellísimo!
A Soobin no le importó ser ignorado, estaba procesando el cambio de YeonJun. Es verdad que su cabello rubio era ya llamativo y bonito, pero el azul. El azul definitivamente era su color.
Momento, ¿cómo que bonito? Soobin movió la cabeza, siendo razonable. El color era bonito, no YeonJun.
—¡Soobiiiiin!
—¡Hey, por qué gritas! ¿Acaso quieres molestar al vecindario entero? —masculló, tapando su oreja donde Arin había alzado la voz—, tan temprano y ya andas de gritona.
—¡Oye! Soy mayor que tú muchacho, debes respetar a tu noona —Soobin volteó los ojos. Arin le dió un golpe en el brazo—, ¡No me hagas gestos Choi Soobin! ¿Qué va a pensar YeonJun de nuestra relación familiar?
—Ay, ya está bien. No creo que YeonJun piense algo malo.
—Son lindos —sonrió risueño. Arin soltó un largo 'owww' jalando las mejillas rosadas de YeonJun.
—Lo he decidido. Hay que quedarnos con él.
—Arin, suelta a YeonJun. Él no es un gato —quitó la mano de su prima del rostro del chico—, ¿no deberías estar en la cocina de tía May? Se supone que te ofreciste a ayudarla con los pasteles de encargo. Si no mal recuerdo, ella dijo a las ocho —miró el reloj—, son diez para los ocho.
—¡¿Qué?!
Arin miró el reloj tras ella. Soltó la brocha que estaba usando en la cara de YeonJun porque quería maquillarlo según porque había medido el tiempo pero tal vez el tinte de cabello haya llevado su propio ritmo. Rápidamente tomó sus cosas y las guardó como mejor pudo.
La tía May era muy buena pero no le gustaba la indisciplina. Llegar tarde a un compromiso era una falta de educación en su familia. Si haz hecho un compromiso, cumple. Arin rezaba para llegar en menos de cinco minutos.
No quería lavar los platos por seis meses seguidos. Menos aguantar las bromas de Soobin con eso, ya que el año pasado ella se las hizo porque el azabache llegó tarde con su tía y bueno. Conociendo a Soobin no dudaría en burlarse de eso, claro que la ayudaría porque era un buen hombre pero eso no iba a salvarla de algún comentario burlesco.
—Puedo oír su voz.
—¡Ya cállate! —le dió una seña a Soobin. Luego volteó con YeonJun para abrazarlo, el azabache se indigno por el trato—, cuídate mucho cariño. Si te hace algo este cerebro de simio, no dudes en darle un buen golpe. Tienes mi permiso.
—¿En qué momento tienes el poder de otorgar permisos como esos?
—Y también no olvides que mañana iremos de compras. En otoño llega la mejor mercancía de todo tipo —de su bolso sacó una pulsera—, sé que ya te he dado muchos de estos pero realmente aprecio que las uses. Este lo hice especialmente para ti. Y esta vez, si es una cadena de oro de verdad.
—Oh, no, no Arin. Yo no puedo-
—Porfavor úsalo, no necesito que me pagues o me des elogios, con que lo uses es suficiente para mí —Arin sonrió con simpleza y sinceridad—, ya eres, al menos para mí, parte de la familia.
YeonJun quiso decir algo pero no pudo porque un nudo se formó en su garganta. Arin lo volvió a abrazar, y se retiró casi corriendo porque ya iba muy tarde.
Miró la cadenita de oro en sus manos. YeonJun sollozó, por primera vez le habían obsequiado algo muy especial. Alguien le dió un regalo de corazón, y su nombre en cursiva pulido en oro, estaba correcto. Arin realmente iba a lograr abrir su propia joyería. Ella hacía las cosas con mucho cuidado y cariño, al menos así lo sintió YeonJun.
—¿Qué está mal?
Soobin se acercó a YeonJun. No puede decir que la confianza entre ambos se haya vuelto tan íntima o algo parecido pero ha de admitir que acercarse a YeonJun le es tan fácil y natural que no se sentía incómodo con su presencia (en general). Al parecer para YeonJun sucedía igual porque abrazó a Soobin como si lo hiciera desde hace años y este se quedó quieto, no acostumbrado aún a la repentina costumbre que YeonJun tenía de abrazar a las personas de la nada.
Con todo eso, Soobin no lo apartó.
No pudo.
—Es... es la primera vez que alguien me regala algo sin otro interés —Soobin escucha en silencio, atento, aspirando el aroma pausadamente de los cabellos teñidos de YeonJun y su aroma corporal por estar tan cerca del otro— estoy feliz de que Arin me considere valioso.
No era necesario decir algo más. Soobin no tenía porqué hacerlo considerando sus razones y porque YeonJun era un extraño apenas en su vida. Pero lo hizo, su boca se abrió y con ello, un pequeño fragmento de sus pensamientos.
—Eres ya un amigo para ella, lógicamente te va a considerar valioso. Aunque por si no lo has notado —su voz bajó—, aquí ya te consideran parte de nosotros. No sé cómo lo haces pero, así es. Pareces gustarle a todo aquel que te conoce.
Eso molestaba a Soobin porque no era una mentira, el brillo de YeonJun era tan contagioso, tan agradable, como su sonrisa de alucinantes perlas. Y lo enojaba. Lo enojaba porque cada vez que YeonJun se reía, Soobin no podía dejar de mirar.
YeonJun rió divertido. Justo como siempre. Un tono suave, los ojos en forma de dos líneas que hacían desaparecer sus ojos y pese a eso Soobin todavía veía el doloroso brillo en ellos, sus mejillas ruborizadas, ensachadas por la sonrisa inmensa que tanto odiaba. Soobin cree que hay algo en YeonJun que es como una clase de hechizo (un maleficio) porque, maldición, era tan difícil quitarle los ojos de encima. Más si por la escasa luz de la cocina y los muy cortantes rayos solares, parecía una aureola alrededor de YeonJun que lo hacía parecer más etéreo.
Soobin habla de la luz natural por supuesto, eso era lo bonito. No YeonJun.
No su sonrisa, ni sus ojos, o sus labios.
No. Sencillamente no.
—No creo que le guste a todos los que me conocen.
Con una expresión que era ilegible para Soobin, YeonJun se acercó con una mirada que provocó algo extraño en las entrañas de Soobin, no se movió, otra vez no pudo, siguiendo sin expresión las acciones de YeonJun y por dentro sintiendo una corriente que subía y bajaba, como si fuera emoción.
—Yo no te gusto a ti, Soobin, ¿verdad?
—¿Gustarme? Pff —para no verse como un pobre chico casi intimidado (porque eso sería un golpe bajo) Soobin decidió seguir el juego o lo que sea que ocurría.
Bajó un poco la cara hacia YeonJun, este se estremeció y Soobin podía agregar una cosa más que odiaba de YeonJun a su lista, su reflejo en esos redondos y centelleantes luceros.
Mantuvo su papel desinteresado aunque permaneciera tan dentro de lo opuesto.
—¿Crees que puedes enamorarme con esos —preciosos—, ojos que tienes?
—Puedo intentar.
YeonJun acorraló a Soobin contra el mesón donde este estaba amasando hace un par de horas pasadas. Los mosaicos chocaron contra la parte trasera de Soobin. Viendo ahora sí con sorpresa a su contrario, YeonJun fue acercándose cada vez más y más a su rostro. Soobin entró en pánico al sentir la respiración picar su rostro.
—O-Oye.
Soobin no sabía qué hacer, no podía dejar de ver a YeonJun ni podía detenerlo. Sus alientos chocaron y lo único que escuchó, volviendo a la realidad de la que se fue, fue una risita satisfecha bajo su barbilla.
Su corazón latía tan fuerte.
—¡Es broma! No voy a besarte, ¿te lo creíste?
Yeonjun se separó, tarareando. Soobin tragó con fuerza, su pecho ardía, pero pudo relajarse una vez YeonJun se apartó. No debía saber ese peligroso efecto que causaba en las personas.
En él.
—No doy besos gratis, pero —fue patético ver a YeonJun tratar de hacer un guiño cuando lo único que logró es cerrar ambos ojos, y más patético era Soobin por encontrar ese gesto lindo—, si eres tú podría pensarlo.
—Mejor guarda esos besos. No soy el indicado para recibirlos.
YeonJun dejó las bromas cuando Soobin bajó la cabeza y puso una cara amarga. Como si hubiera recordado algo. —Puedes arrepentirte.
Luego todo fue silencio. Soobin no quiso seguir jugando con él ni bromear, se pasó toda la tarde preparando pan y haciendo otras cosas que YeonJun ni siquiera lo vió para el almuerzo.
Cuando llegó la hora de la cena pensó que podrían hablar, no mucho pero al menos una sonrisa, pero nada. Soobin cenó en otro lado y eso decepcionó a YeonJun porque realmente quería que Soobin dijera si el guiso que aprendió a hacer sabía de verdad bien como su familia le decía. Quería oírlo de él, de Soobin. Quería verlo.
Es chistoso porque a veces Soobin lo veía cuando creía que no se daba cuenta y a YeonJun le gustaba, le gustaba que Soobin lo viera con esa mirada. Esa mirada que solamente aparece cuando alguien te quiere.
YeonJun quería entender a Soobin.
Chae-Won se lo advirtió. No sería fácil saber de Soobin tan rápido, llevaría tiempo ganarse su confianza al cien por ciento pero YeonJun no iba a tirar la toalla.
Él en verdad quería todo de Soobin.
Conocer al auténtico él.
Las piedras eran pateadas por Soobin sin muchas ganas, no estaba en un estado deplorable pero se veía como si estuviera en uno ¡Y lo estaba! Todo por culpa de ese niño rico que habitaba en su hogar. A quien estaba volviéndose una costumbre de ver cada mañana y cada anochecer. Escuchar su voz, ver su presencia, sus hábitos y sus berrinches incluso, todo, estaba volviéndose una costumbre para él y lo más detestable es que también se estaba acostumbrado al mismo YeonJun.
A tenerlo cerca.
Lo odiaba. Soobin quería huir, quería dejar de tener que verlo porque esta cosa que se hundía y crecía en su pecho no era para nada una buena señal. No lo era si ese sentimiento era por él, por YeonJun. El sentimiento del que tanto corría por esconderse, por ahuyentar, por evitar, regresó.
Después de 'ese' incidente hace ya dos años, Soobin no había vuelto a anhelar algo en mucho tiempo. Anhelar besar a alguien, anhelar abrazar a alguien, sostenerlo, cuidarlo, protegerlo y lo más estúpido, enamorarse.
Soobin no había vuelto a enamorarse de alguien desde su ruptura. Una ruptura que lo dejó hecho polvo porque fue debido a un niño de oro.
Un chico de bonitos ojos, bonita sonrisa y bonito cuerpo. Una persona que le hizo sentir tantas cosas y perder tanto tiempo, alguien que le hizo creer que dos mundos distintos podían funcionar y también que le hizo realidad sus más grandes miedos. Sí, se enamoró, Soobin se enamoró tan patéticamente que herirlo fue más fácil que cortar un pastel blando a la mitad. Lo atravesó y lo peor de todo, lo dejó sin respuestas.
Pero fue su culpa, su maldita culpa. Todo por querer darle una mano a alguien que estaba perdido, una mano a alguien que lloraba y quería consuelo, una mano a alguien que jamás le dijo sus verdaderos sentimientos. Se dejó llevar y arrastrar, como el café recién hecho que no se toma y se deja allí, a la deriva. Hasta enfriarse.
Soobin tragó, mierda. Estaba molesto, frustrado y herido porque quería saber si todo fue real o no, si dejarlo a pocos días de lo que pudo ser el inicio de una relación fue real o no, si de verdad lo amaron tanto como él amó devuelta.
Se entregó, se desvistió, se rindió. Ante alguien que lo dejó como segunda opción y Soobin se sentía tan humillado, usado, porque, ¿debió esperarlo? Sí, tarde o temprano, ese hermoso chico que llegó también se iría. Soobin lo sabía, lo supo antes y lo sabe ahora. Nada va a cambiar.
¿Por qué lo haría?
La verdad es que Soobin fue dejado y no en un punto donde la pregunta era "¿Qué somos?". Fue abandonado en un maldito altar, vestido con la ropa más cara que jamás en su vida creyó usar, no por gusto, pero lo hizo por amor. Por amar a alguien.
Desechado en una enorme ceremonia glamorosa que se supone debió ser el mejor suceso de su vida, Soobin estaba rompiéndose pedazo a pedazo frente a una multitud. Hubo un novio que esperó minutos, horas. Pero su prometido nunca cruzó por esas puertas decoradas de moños y lazos de jodida seda. Todo fue tan rápido, tan humillante, tan doloroso. Las personas que no conocía y no sabía porqué las invitó si no las conocía lo miraban con lastima, con pena.
"Lo dejaron el día de su boda"
Soobin podía hacer oídos sordos a eso porque era cierto. Lo dejaron.
"Porque es sólo un hijo de unos pobres panaderos"
En cambio, hablar de su familia en esos términos, Soobin jamás lo iba a permitir. Estaba bien siendo el centro del chisme, del desafortunado final y de ser nombrado como "el pobre muchacho que no se casó por falta de dinero" dejado por otro sujeto, heredero de una fabulosa empresa. Una monarquía enorme en cuanto a dinero, algo que Soobin no tendría, no en esa cantidad por lo menos.
Al final, Soobin estaba avergonzado.
Avergonzado de poner en un trono a alguien más que terminó dejándolo miserablemente atrás, avergonzado de entregarse sin más, avergonzado de ser tan débil en cuanto a sentimientos, avergonzado de haber amado sinceramente a alguien que sólo estaba burlándose de él.
Quería una explicación, un por qué.
¿Por qué me dejaste?
Soobin no pedía mucho, nunca pidió mucho y en cambio, rogó. Rogó por amor, por ser amado. Siempre rogó por tiempo, por un momento.
Por un pequeño fragmento del corazón.
Le dolía mucho haberse dejado pisotear.
A él, a su familia y su ridículo corazón.
Soobin volvió a casa. Eran ya las dos y media de la madrugada, se la había pasado de holgazán por mucho rato fuera, despejando sus pensamientos y tratando de borrar los recuerdos que no se dió cuenta del tiempo.
No se sorprendió de la oscuridad, en la mesa estaba la cocina encendida y Soobin arqueó una ceja. Por mucho que su madre lo amaba, sabía bien que ella estaría ya dormida en su habitación y al día siguiente, ya con energía, reprenderlo por no volver a casa. Aunque sin mucho drama porque ante todo, era un adulto.
Además su madre sabía también que Soobin podía irse a su propia casa cuando quisiera estar solo (en casos especiales) y pasar la noche allí, no se metía más allá de la preocupación de una madre y Soobin agradecía que no hiciera tantas preguntas, dedicándole calor maternal.
Como también Soobin sabía que su madre nunca dejaba una luz prendida porque debían ahorrar para los otros gastos de la casa. No es que fueran extremadamente 'pobres' sólo le gustaba tener todo listo y en orden. Nada fuera de lo normal por lo que ver las luces de la cocina encendidas, era ya algo anormal para Soobin.
Más verificando la hora.
Cuando cruzó en el umbral, Soobin se detuvo. Había frío, tenía frío en ese momento porque la calefacción no estaba encendida correctamente pero eso no importó.
Un tipo de calidez se expandió por su cuerpo, por su pecho, la confusión vino primero pero luego llegó un sentimiento de alivio que lo encerró. Ver a YeonJun allí, con los brazos recostados en la mesa, el mantel mallugado y su respiración tranquila, sosteniendo lo que parece ser unos palillos; dejó a Soobin nuevamente deslumbrado.
Notó un tazón vacío, más bien dos, con dos juegos de cubiertos que ciertamente eran innecesarios (la mayoría de ellos) cuchara grande, mediana y pequeña, escoradas en escala perfectamente.
Soobin sonrió, un respiro nasal se escapó como un suspiro cuando YeonJun frunció los labios en un puchero, ese horrible puchero de pato, seguramente por el frío y es que no eran épocas cálidas. Andar con esa pijama no era algo favorable por muy bonita que fuera. Así que Soobin se quitó su abrigo y se lo colocó encima de los hombros con cuidado de no despertarlo.
—Siempre te las arreglas para dejarme sin palabras, y te odio por eso —Soobin apoyó su mejilla en su palma, observando ese rostro tranquilo y sereno, radiante por la luz de la luna. Esos cabellos azules brillaban como destellos, como las olas del mar, era deslumbrante.
Su mano viajó sola a la cabeza de YeonJun, con su dedo fue pasando un mechón azul detrás la oreja ajena, Soobin tenía un rostro serio pero en sus ojos un brillo se asomaba más y más intenso. Como si nada pudiera robar su atención que no fuera aquel inquilino que dormía como un bebé sobre la mesa de la cocina. Sin notarlo, Soobin se encontraba en una burbuja de la belleza (que no admitiría) de YeonJun contra la luz de luna.
Sus labios se entre abrieron, el dedo índice que tocaba el cabello azul se deslizó en un suave toque por la mejilla de YeonJun, Soobin se sentía un maldito haciendo esto pero en el fondo no se arrepentía. Que jodido estaba porque, con solamente un roce a esa piel tan cuidada, sus vellos se erizaron. Sus ojos no podían apartarse de YeonJun, en la forma de su nariz respingada, en sus largas pestañas o en en sus labios resecos por el frío pero igual de tentativos como siempre.
Juraba que nunca, Soobin nunca hizo algo así antes pero solo por esta vez, quiso correr el riesgo y llevó su pulgar al labio inferior de YeonJun y oh, eran suaves, justo como se veían. Suaves como los pétalos de una delicada flor. Y brillantes. Como una cereza bañada en caramelo.
¿Cómo... sabrían?
Estás yendo demasiado lejos.
Soobin cerró los ojos y lentamente retiró su mano de YeonJun y sus labios. Apoyó su rostro entre sus brazos, joder, esto no era bueno. No lo era. ¿Por qué? ¿Por qué él?
Sin evitarlo, las lágrimas salían, manchando el mantel bajo sus cansados brazos. Su corazón se apretó y se agitó. Esto no puede pasarle, no otra vez.
No otra vez con un chico cuya estadía era desconocida. Se irá así como vino. Lo sabe.
Yeonjun no iba a quedarse.
Para eso debía hacer que se fuera, o quizás, sea Soobin el que deba irse.
Porque no cree poder hacerle frente a esta nueva guerra de sentimientos que lo abruman.
Si YeonJun pudiera describir la palabra precioso sería Soobin en el amanecer, con los primeros rayos del sol otorgando más brillo a su rostro perfecto pacifico. Con sus labios de cupido semi abiertos, su mejilla aplastada en uno de sus brazos y él. Soobin era tan perfecto para los ojos de YeonJun que nunca vieron a un hombre más perfecto en su vida.
Incluyendo lo malo o bien, los dichosos defectos, YeonJun seguía viendo maravillas en Soobin todos los días.
Con cuidado de no despertarlo y ganarse una mala mañana con él, pasó sus nudillos suavemente por su mejilla, no pudo evitar sentir sus ojos cristalizar porque está sensación en su pecho era tan fuerte y el hecho de haberlo extrañado ayer no ayudaba mucho.
Rió sin hacer mucho ruido, estaba feliz de que Soobin haya vuelto a casa. Ayer decidió no cenar hasta que él volviera, a pesar de las insistencias, YeonJun se mantuvo firme. "Cenar una vez Soobin regrese" y quizás se haya dormido en el proceso pero lo importante es que regresó. Él volvió.
—Ayer...tuve miedo de que te pase algo. No volvías a casa y se hacía muy tarde, pensé en salir a buscarte pero tú mamá me detuvo las diez veces que lo intenté —YeonJun sonrió—, y a cambio me dejó esperarte aquí. Y lo hiciste, volviste.
El sol se hacía más fuerte, cuando YeonJun se enderezó fue que sintió el cobijo de una gran chaqueta en sus hombros. El carmín en sus mejillas ya delataba lo mucho que significaba ese gesto y su boba sonrisa terminaba por confirmarlo.
—Gracias por cubrirme del frío, mi príncipe.
Yeonjun colocó la chaqueta sobre Soobin y sin querer despertarlo la puso con cuidado. Bostezó y se estiró, muy pronto iban a abrir la panadería y debía estar todo listo.
—Hora de hacer el desayuno.
Antes de irse a cambiarse para proceder con el desayuno, YeonJun se inclinó y despejando la frente de Soobin con cariño le dejó un beso en la cabeza. Uno, dos piquitos inocentes.
Cuando YeonJun se fue a su habitación a arreglarse, Soobin abrió los ojos y tocó su propia frente como cabeza. Estaba despierto hace más de media hora pero no se movió a ningún lado.
Sus mejillas ardían, su rostro estaba caliente y su corazón, dios, parecía querer explotar por solamente un beso insignificante. Yeonjun solía ser así de meloso con todos, siempre daba besitos tiernos a todos y sin embargo, aquí estaba Soobin, totalmente derribado por algo sin importancia.
Por cosas pequeñas que YeonJun hacía.
Ahora sabe porqué siempre se negaba a la idea de recibir uno. No resistiría. No resistió.
—Esto es malo...tan malo.
Necesitaba tener cuidado, mucho cuidado.
Se viene chicxs, se viene.
Muchas gracias a todos los que votan, comentan y esperan esta obra.
YeonJun y Soobin están empezando a darse cuenta de sus sentires, veamos cómo es la lucha de cada uno con ese nuevo comienzo de sentimientos por el otro. ¿Cómo creen que lo hagan individualmente? Agradecemos sus teorías y opinión <3.
Hasta la próxima lectura, besitos.
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