01

Era un buen día en la panadería de los Choi, como casi siempre las rutinas mañaneras eran tranquilas. Las personas se conocían entre sí en el gran y hermoso pueblo de Ansan[안산].

El tintineo de la campanilla colgada en la superficie de la puerta anunció la llegada de un nuevo cliente. Con el olor a café caliente recién hecho, pan salido del horno, y esa atmósfera de calidez del lugar, el nuevo comensal tomó asiento en una de las sillas de madera.

Las personas miraron al nuevo chico. Nunca lo habían visto por los alrededores así que era un extranjero que había de venir de la ciudad, su vibra lo delataba, justo como las costosas ropas que portaba. El bolso que traía venía de una marca tan costeada, Buberry. Con una costosa cadena fina de oro en la muñeca.

Eso no fue lo extraño del chico de rubia melena que mordía con ansiedad sus uñas cuidadas y brillantes. ¿Quién llevaba pantalones cortos y una ropa de escote en pleno otoño? La calefacción del sitio hizo menos los escalofríos que sentía, abrazándose a si mismo, el recién llegado suspiró profundamente.

Había huido, escapado.

Todavía no sabe si fue lo mejor. Ya llegaría el momento de preocuparse por que su padre mandara a sus diez gorilas a buscarlo o su madre hiciera llegar a todos los noticieros de la nación acerca de su fuga para que lo encuentren y lleven a casa, dando como siempre una recompensa jugosa si lo hacían.

—¿Puedo ofrecerle algo?

La voz ajena sobresalto a YeonJun. Alzando la mirada pudo haberse quedado sin aliento, ya le hacía falta luego de caminar varias calles con el aire frío golpeando su cuerpo, había hecho por primera vez una mala elección de atuendo aunque en su defensa se supone que iba a viajar hasta Hawaii, le debía esperar un sol soleado y unas refrescantes piñas coladas. Pero no, en cuanto supo que iba a verse con quién sería su prometido, lo único que hizo fue huir y llegó aquí. En una panadería supone por el aroma singular, vaya, nunca le había gustado el pan y había estado tan desesperado por algo de calor y descanso que ni siquiera se molestó en mirar a dónde entraba.

—¿Y...le tomo su orden?

—Ah, no, verás...de casualidad, ¿No sabes si hay algún hotel aquí cerca?

—Me temo que no hay ningún hotel aquí. Sólo las casas de alquiler y por ahora creo que la mayoría están alquiladas, son días festivos después de todo.

—Oh...—eso era un problema. Uno muy grande—, bueno... gracias.

YeonJun se levantó de la silla cuando sintió que se veía mal ocupar una sin ordenar nada. Si su madre lo viera, le diría que su comportamiento es inaceptable aunque en primer lugar quizás su madre nunca vendría a un lugar como este. Sus padres prefieren la clase, las cosas de lujo. Para ellos esta panadería seguramente no lo iba a ser. Era un lugar, muy cálido. La vibra, todo, era abrazador. Se sentía un poco extraño para él quien se había acostumbrado a otro tipo de atmósfera, una más, fría.

Necesitaba buscar opciones cuanto antes.

—Gracias, lamento quitarte tu tiempo —de su bolso sacó unos wones pero el hombre frente a él arrugó la nariz cuando se los ofreció. YeonJun supo qué hacer ante esa mirada—, ¿no es suficiente? En ese caso...—rebuscó en su cartera y con un bolígrafo firmó un cheque. Fácil y sencillo, decía su madre al hacer esto en muchas ocasiones— no tengo mucho presupuesto por el momento pero puedes canjearlo cuando quie-

—¿Acaso crees que eso arregla las cosas? ¿Por quién me tomas?

Soobin miró la hoja de papel de reojo y evitó toser de sorpresa al mirar la cantidad de ceros escritos en esa cosa que el rubio le extendía. Dándole una enorme cantidad de dinero como si nada y estaba seguro que no eran wones sino dólares, muchos dólares. Quizás no lo piense con mala intención pero ese chico no era para nada alguien como él. Ya se notaba desde el principio que ambos venían de dos mundos diferentes. Esto lo comprobó.

—Creí que sería suficiente. Puedo aumentar la cifra si eso es lo quieres.

—Eso no es lo que traté de decir —dicho eso, dobló la hoja y la puso sobre la mesa. Dejando a YeonJun con las palabras en la boca cuando se fue sin decir algo más. Los cheques no servían arrugados pero el otro hombre no le dió la mínima importancia a ese detalle.

Era extraño, en la ciudad cuando pasaban cosas similares, él hacía esto, y nunca lo habían rechazado de esa forma. Menos un cheque. Sus padres hacían lo mismo, las tarjetas de crédito que tenían eran testigos de eso. Ofrece dinero y todo quedará resuelto, era un lema que decían en su familia.  En cenas familiares el centro de todo era presumir a sus primogénitos y logros, mejor si venían de grandes riquezas. El punto era que dicha acción siempre era efectiva, nunca había fallado antes.

Entonces, ¿por qué ese hombre....?

YeonJun se levantó y tomó el cheque inservible. Abrió la puerta para salir del estacionamiento cálido, en cuanto sintió el fresco sobre su piel descubierta, tragó. Ni siquiera sabía dónde pasaría la noche, nunca había estado solo por su cuenta, normalmente sería escoltado por sus sirvientes y chófer, le buscarían un hotel de cinco estrellas con el mejor jacuzzi y le dirían a su chef personal el menú para llevarlo hasta su habitación donde estaría en la seguridad de una cama de buen material y ropa de diseñador adecuada a la temporada. Debido a que escapó en secreto es que estaba con las manos vacías, hambriento, con frío y además, pobre.

Su primer instinto fue llamar a Beomgyu, su amigo. El único que tenía por el momento pero su teléfono estaba muerto, la batería de último modelo, aquella exclusiva para su celular, la había dejado en su maleta. En aquel hotel VIP de Boston. Si tan sólo no hubiera escapado así como así y hubiese sabido las intenciones de sus padres. Tal vez hubiera hecho una maleta con lo necesario para "sobrevivir".

Sin más salió. Tratando inútilmente de cubrirse, no había nieve, eso sería peor. El aire era tan frío que lo sentía pasar por sus huesos, esperaba no contraer gripe. Tomaría un taxi pero al parecer no pasaba ninguno por aquí, era lógico, esto no era la ciudad ruidosa y llena de tráfico. No quedaba más que caminar hasta llegar a una terminal, si es que había una cerca pero lo dudaba.

Estaba a punto de cruzar la acera para ir al parque que estaba justo enfrente. Pensar cómo haría para buscar hospedaje, salir del pueblo o contactar a su amigo. No tenía mucho efectivo, contaba sólo con 3573.14 wones, prácticamente nada en palabras de su familia. YeonJun pediría ayuda a alguien que no fueran sus padres puesto que ellos eran los últimos en la lista de los que pensaba recurrir por ayuda.

En ese momento sintió la mano de alguien tocar su hombro haciéndolo voltear, encontrando de nuevo ese par de ojos firmes que eran ciertamente gentiles de aquel hombre de antes. Ahora que YeonJun lo veía mejor, era muy alto, no se consideraba una persona baja pero esta persona le sacaba una cabeza y además, este hombre era muy atractivo.

—Uh, yo... ya me iba— susurró cohibido, por creer que seguramente estaba ocasionando malas impresiones al negocio, retomando su camino hasta el momento sin dirección.

—Espera —pidió— espérame, vengo enseguida— Soobin entró devuelta a la panadería y YeonJun hizo lo que le dijo. No es como si tuviera algún lugar al donde ir, así que con una muy delgada esperanza esperó por el otro hombre quien volvía con una prenda de algodón en manos. Un cárdigan blanco, el cual puso sobre sus hombros —, en realidad...—YeonJun lo miró, parpadeando. Estaba un poco incrédulo pero también aliviado. Soltando un poco de vaho por sus labios resecos de su labial mientras escuchó atento y se abrochó los botones. Las manos de ese chico, eran bonitas y varoniles al mismo tiempo, a pesar de estar metidas en el bolsillo de un pantalón simple— quería disculparme por ser algo agresivo contigo al inicio —Soobin continuó con un suspiro—, mi mamá dice que no podemos dejar que te vayas así como así. Pareces una persona que necesita ayuda y no solemos dejar a la deriva a los turistas...—sus ojos se miraron por unos segundos. Soobin desvió la suya a los letreros de otras tiendas— tú no pareces un turista, sin ofender.

Claramente Soobin no diría que su madre había dicho que el chico parecía un lindo gatito en busca de refugio y que era tan bonito que no podían dejarlo ir así y ya. Su madre siempre eran tan buena que algunas personas se aprovechan de esa cualidad. Sería raro decir eso en voz alta frente a este desconocido, pero no pudo negarse a las súplicas de su madre. Así que le daría una mano a este chico ricachón pese si tuviera sus propias quejas por personas como él. Personas con mucho dinero pero con pobreza de sentimientos.

—N-No soy un turista, tienes razón...—movió la cabeza, acomodando mejor la prenda, la punta de sus dedos estaban heladas así que las arropó—, es la primera vez que vengo a un lugar pequeño ¡Pero no lo digo con mala intención! —corrigió cuando notó la expresión seria de Soobin— Este lugar es muy bonito— sinceró— de hecho, es mejor que Seúl, y lo disfrutaría al máximo si solamente... —suspiró— no sé a dónde ir y...no quiero volver a mi casa por ahora —murmuró. Sin poder ocultar la clara expresión de decepción.

Debería estar enojado, lo estaba, la idea de que para sus padres fueran más importantes las finanzas le dolía en su posición como hijo. ¿Acaso también iban a decidir por él a quién debía amar por el resto de su vida? ¿cuándo tomaron esa decisión? ¿desde hace cuánto pensaban ocultarlo de él?

Soobin miró al chico y suavizó su mirada de prejuicios cuando notó esas gotas llenar los ojos claroscuros del rubio. Las sospechas que tenía fueron confirmadas, era de ciudad, una muy grande, sin decir que la capital de Corea. Definitivamente eran muy diferentes, no hay duda. Y pese a eso, su buena educación o quizás porque vestía el cárdigan que había traído ese día para abrigarse, el único que tenía, le hacían querer ayudarlo. No quería perder su prenda de ropa ¿Bien? Tal vez  en el fondo, verlo retenerse a no llorar para no darle problemas o evitar las miradas de las personas le hacían querer darle una mano, Soobin no lo sabe, estaba seguro que no era lástima y, sería un tonto por hacer de nuevo lo que se prometió nunca volver a hacer.

—¿No tienes donde ir?

YeonJun negó, mordiendo su labio inferior, cubriendo su cuerpo lo más que podía y evitando el contacto visual. Que buen momento para romperse ¿No? Se supone que los de su clase no lloran por tonterías, ellos deben ser perfectos. ¿Qué dirá la gente? Debe de cuidar su imagen pública.

Soobin notó la inquietud del chico más bajo. Aclaró su garganta, era increíble que toda esta secuencia volviera a repetirse como un deja .

—Hablemos con más calma adentro —abrió la puerta, haciendo sonar de nueva cuenta la campanilla de bienvenida para olfatear enseguida el aroma delicioso de dentro— después de ti.

Esperaba no arrepentirse ni lamentarse de volver a abrir las puertas de su panadería a otro, 'chico de oro'.

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