CAPÍTULO 18

A través del gigantesco agujero en la pared, con oscuro y mohoso ladrillo desmoronándose, Perséfone miró a los dementores, arremolinados y en movimiento, a ella las figuras le recordaron un poco a los mortífagos. El piso ya estaba vacío excepto por Sirius Black, que aparentemente no tenía la lucidez suficiente para percatarse de que no estaba solo, y Perséfone se preguntó por qué Tom todavía no lo liberaba, si ya ningún otro de sus mortífagos se encontraba ahí y habían sido exitosamente evacuados.

Perséfone conocía perfectamente la historia, de la misma forma en que casi todos.

Sirius Black, hijo mayor y heredero de la familia Black, que había sido una de las más grandes y temibles familias oscuras desde antes incluso de Grindelwald. Eran una casa noble y antigua, que se había obsesionado con la pureza de sangre a tal magnitud que los padres de Sirius habían sido primos hermanos. Sirius Black, sin embargo, había parecido la excepción a toda regla en su infancia, cuando fue clasificado para Gryffindor y no para Slytherin, y entabló amistad con James Potter, que se convertiría en el padre de Harry Potter. Perséfone no estaba completamente segura de qué habría pasado en el transcurso de los años, si Sirius Black había reparado vínculos con su familia, o si quizá todo el tiempo había sido una serpiente en piel de león, pero sí sabía que el 31 de octubre de 1981 (y todos en el mundo mágico conocían la fecha de memoria), Voldemort había asesinado a Lily y James Potter, que habían estado ocultos, gracias a que Sirius Black, su leal soldado, los había traicionado y entregado al hombre que quería matarlos. Sirius Black había sido capturado y aprisionado por esa traición, y por otros crímenes que ella no conocía.

No entendía, entonces, por qué Tom no había liberado al hombre todavía si tan leal había sido.

Ella quería preguntarle a Tom si quizá Black había enloquecido, si se había perdido a sí mismo de tal forma que ya no sería útil para la causa, si se había convertido en un peligro para sí mismo y para todos los demás, y si entonces lo dejarían ahí, en Azkaban, para convertirse en alimento listo y dispuesto para los dementores a pesar de lo que había hecho por él.

Algo más que Tom sintió su pregunta, sin embargo.

Perséfone no estaba completamente segura de lo que era. Pero allí, en Azkaban, se sentía como estar en el epicentro de una tormenta, si lo que llovía fuera sangre y no agua, y lo que la rodeaba fuera oscuridad pura y no niebla. En Azkaban, la oscuridad que gritaba en los oídos de Perséfone, cantaba.

«Inocente. Puro».

«Él también debería ser sacrificado».

«¿Cuántos huesos tiene el perro si los partes todos a la mitad?».

«Sangre, sangre, sangre. Ya has dejado que el traidor descanse».

«Crezco a pesar de no estar vivo. No tengo pulmones, pero para vivir necesito el aire. El agua, aunque no tenga boca, me mata. ¿Qué soy?»

Y luego una voz más fuerte que las demás, la voz de un hombre, que retumbó en la cabeza de Perséfone, casi como si le estuvieran gritando justo en los oídos.

«He esperado 13 años... ¡En Azkaban!». Los ojos de Perséfone se llenaron de sangre y escombros, y de una risa, una risa grave y prolongada, pero también enloquecida y que llegó acompañada de lágrimas que le humedecieron las mejillas. Se llevó la mano al rostro, y descubrió que su rostro estaba seco. Ella parpadeó. La oscuridad todavía invadía los bordes de su visión, como esperando su permiso para trepar por ella y envolverla en su manto, pero podía ver con claridad de nuevo.

—Él nunca fue tu seguidor, ¿verdad? —preguntó Perséfone, mirando la figura oscura y deteriorada con morbosa fascinación—. Sirius Black no traicionó a los Potter.

—Tengo una historia para ti, y creo que tú ya conocerás una gran parte de ella, pero una parte es secreto para muchas personas, no dudo que lo sea incluso para el mismo Harry Potter. Yo mismo solo recordé algo después de unirme con el trozo original de mi alma. Hace catorce años, Dumbledore estuvo buscando un nuevo profesor para la asignatura de adivinación, y una tarde decidió realizar una entrevista en la taberna Cabeza de Puerco, en Hogsmeade —dijo Tom, y Perséfone se preguntó si había habido más desdén en su voz al mencionar a Harry, a Dumbledore o la taberna Cabeza de Puerco—. La mujer entrevistada fue Sybill Trelawney, que apareció en el bar alardeando de tener el don de la adivinación heredado por su tatarabuela, Cassandra Trelawney

Ella parpadeó, sorprendida.

— ¿Sybill Trelawney? ¿La misma mujer loca que sigue enseñando en Hogwarts hoy en día?

Perséfone estaba muy lejos de ser una creyente en el arte de la adivinación, quizá porque jamás se había cruzado con un verdadero vidente o porque había escuchado repetidamente las peroratas de McGonagall acerca de la inutilidad de la materia y de la inexactitud de su magia incluso viniendo de alguien competente. Apenas podía creer que Tom no compartiera esa opinión, pero lo oscuros que se veían sus ojos normalmente escarlatas, le dejaban en claro que algo o alguien de algún modo lo habían convertido en un creyente, y ella quería escuchar esa historia.

—Así es. Contrario a la opinión popular, esa mujer es un fraude solo la mayor parte del tiempo y no siempre. Ella llamó la atención de uno de mis espías en la taberna, y escuchó a escondidas su entrevista; mi espía esperaba solo una predicción tonta o dos, o al menos desmentir a la mujer, y en su lugar escuchó una verdadera profecía. El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso se acerca..., Nacido de los que lo han desafiado tres veces, llegó al mundo al concluir el séptimo mes... Y el Señor Tenebroso lo señalará como su igual, pero tendrá un poder que el Señor Tenebroso no conoce... —pronunció Tom con aspereza. De algún modo tenía demasiado sentido que hubiera memorizado cada palabra de la profecía, pues un pronóstico semejante quedaría grabado a fuego en la mente de alguien con sus miedos. La misma Perséfone no creía que fuera a olvidar esa profecía de ahora en adelante, tampoco, porque de la misma forma en que él no se dejaría morir, ella tampoco podría dejarlo ir.

Perséfone no quería volver a vivir en un mundo en el que Tom y ella estaban separados. Nunca.

—Y Harry se convirtió en el Elegido por esa profecía. Determinaste que era la persona de la que la profecía te advertía y decidiste eliminarlo antes de que fuera una amenaza, pero eso solo convirtió la profecía en autocumplida.

Tom apretó la mandíbula.

—Sí, así es. Por eso decidí ir detrás de los Potter. Incluso si en realidad nunca escuché el final de la profecía porque mi espía fue interrumpido. Aunque soy escéptico sobre si él me la habría comunicado incluso si la hubiera escuchado en su totalidad. Mi espía, después de todo, siempre fue un arma de doble filo, por eso no lo llamé después de mi regreso. Severus Snape no es un hombre confiable.

— ¿Snape? ¿Snape fue quien te comunicó la profecía? ¿No fue revelado como un espía de Dumbledore al final de la guerra? ¿No fue eso lo que lo libró de Azkaban? —preguntó Perséfone, consternada.

—Snape era un doble espía. Dumbledore creía que él espiaba a los mortífagos, y yo creía que él espiaba a Dumbledore. En realidad, es imposible determinar quién tenía realmente su lealtad, porque además es un hábil occlumens, y su mente es impenetrable.

—Si Dumbledore pudo convencer al Ministerio de que Snape era leal a él y no a ti, de que era un espía tuyo, era porque debía tener pruebas irrefutables de eso, o él no habría quedado impune de la terrible cacería posterior a la guerra. No creo que su lealtad sea tuya, y siendo ese el caso, se merece la muerte de un traidor.

—Sí, ese es el problema con los espías. Si estuvieron dispuestos a traicionar a alguien más por ti, nunca se sabe si te traicionarán a ti por alguien más. Sabes entonces que fue a través de Severus que obtuve la información parcial de la profecía, pero, por supuesto, los Potter obtuvieron la profecía entera debido a Dumbledore, y se escondieron. Estaban bajo fuertes protecciones, y el encantamiento fidelius, así que era absolutamente imposible rastrearlos. Es allí donde intervino el señor Black.

—El guardián secreto.

—No, no. Eso es lo más divertido. Sirius Black debió ser el guardián, siendo el más poderoso de los amigos de Potter, el más cercano también; incluso fue nombrado padrino de su hijo. Pero Sirius tuvo una brillante idea, y consideró que ser el guardián secreto era una obviedad, y sugirió en su lugar a su amigo, Peter Pettigrew —dijo Tom, y la figura en la celda se retorció, como si escuchara sus palabras, como si la ira fuera suficiente como para devolverle algo de consciencia—. No podían saber, por supuesto, que Peter Pettigrew era mi espía, y corrió felizmente hacia mí para informarme que podía entregarme a los Potter en bandeja de plata. Después de la muerte de los Potter, Black persiguió a Pettigrew. Lo acorraló en un callejón, pero entonces Pettigrew comenzó a gritar, acusándolo de haber traicionado a los Potter, se cortó el dedo índice de la mano derecha y entonces hizo explotar la calle, asesinando a trece muggles y fingiendo su muerte al convertirse en una rata, siendo esa su forma animaga. Desapareció entonces. E incluso yo desconozco su paradero.

Perséfone sintió que se ahogaba. Claro. Un animago que se convertía en rata. Un hombre regordete y desagradable al que le faltaba un dedo. Una rata que había aparecido después de la muerte de los Potter, cuando Ron era solo un niño, y que había llevado una vida antinaturalmente larga para una rata.

Una rata que no era una rata. Un sacrificio que había sido más poderoso de lo que debía, porque quien había sido sacrificado había sido un humano y no un animal.

La sangre llenó su vista nuevamente.

«Crezco a pesar de no estar vivo. No tengo pulmones, pero para vivir necesito el aire. El agua, aunque no tenga boca, me mata. ¿Qué soy?» había dicho una de las voces. Un acertijo. Fuego. Fuego ritual que ella había usado esa noche.

«Ya has dejado que el traidor descanse» dijo otra de las voces, porque el verdadero traidor estaba muerto, por Perséfone.

—Y Pettigrew nunca volverá, porque está muerto, porque yo lo maté. Y sobre Black, bueno, dame un minuto a solas con él, Tom, estoy segura de que puedo conseguirte un nuevo soldado para reemplazar el que te quité.


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