008. medusa's curse

chapter eight
008. medusa's curse!
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WENDY DESEABA tener su mapa.

Si lo hubiera tenido, tal vez hubiera sentido una falsa seguridad de dirección, de hacia dónde ir a continuación. Podría mirarlo, señalar hacia el oeste y decir: aquí, este es el camino que debemos seguir. Pero al igual que todo lo demás, su mapa había sido destruido cuando el autobús explotó. Todo lo que Wendy había empacado, toda su preparación y su seguridad de que tendría éxito en esta misión, se había ido. Se había quemado. No era nada.

Incluso los dulces que compró ya no los tenía. Wendy pensó que era una tontería estar molesta por dulces al azar de alguna tienda de una estación de servicio al azar que no tenía ningún significado práctico. Pero esa había sido la primera vez que compraba algo, no solo para ella sino también para personas cuyas opiniones le importaban. Wendy sintió que también les había fallado.

(Y ella odiaba fallar).

Ella era la hija de Atenea. Debería haberse preparado para el ataque de Zeus. Debería haberse preparado para las Furias. Debería haberlo sabido, debería haber estado preparada, debería haberlo hecho――

Pero ahora no importaba. Allí estaban, atrapados en medio del bosque en la ribera del río en Nueva Jersey, hambrientos, cansados, con el río Hudson haciendo que sus narices ardieran y sin idea de qué hacer a continuación. Solo tenían que seguir caminando. Caminar era lo único que Wendy tenía en mente. Necesitaban seguir adelante. ¿Hacia dónde? Solo tenía que averiguarlo más tarde.

Trató de guiarlos a través de la hierba alta y los árboles. Wendy nunca había sabido que había un bosque en Nueva Jersey. Para empezar, nunca supo mucho de Nueva Jersey. El mundo fuera de su globo... no sabía nada, y en el fondo, eso la aterrorizaba.

Detrás de Wendy y Annabeth, Grover temblaba. Todavía se estaba recuperando de la conmoción de todo eso, y lo dejó abrazando sus brazos cerca de su cuerpo y rebuznando.―Las furias. ¡Las tres a la vez!

Percy no se veía mucho mejor, pero Annabeth simplemente siguió tirando de ellos.―¡Vamos!―dijo, sin dejar que el bosque frente a ellos la detuviera.―Cuanto más nos alejemos, mejor.

―Todo nuestro dinero estaba allí.―habló Percy. Todos estaban cubiertos por las sombras de los árboles y la noche nublada, pero la neblina amarilla de Nueva York detrás de ellos parecía arrojar suficiente brillo para ver las caras de los demás.―Nuestra comida y ropa. Todo.

Annabeth apretó la mandíbula. Apretó los puños e hizo todo lo posible por no demostrar lo conmocionada que estaba.―Bueno, tal vez si no hubieras decidido lanzarte a la pelea――

―¿Qué querías que hiciera?―preguntó el hijo de Poseidón con el ceño fruncido.―¿Dejar que te maten?

―No necesitas protegerme, Percy.―continuó, respirando profundamente por la nariz con frustración.―Yo habría estado bien.

―Cortada como pan de sándwich.―murmuró Grover.―Pero bien.

―Cállate.

―Latas... una bolsa de latas perfectamente buena...―sin embargo, los rebuznos lastimeros de Grover pronto se detuvieron cuando notó algo a sus pies. Olfateó y pateó la tierra con sus pies falsos.―Oigan.―murmuró.―Muchachos, en algún lugar más adelante... Creo que esto se convierte en un camino de sátiros. Si...―rebuscó en su bolsillo en busca de sus flautas de caña.―Creo que recuerdo una canción de "encuentra mi camino"...

―¿Qué es un camino de sátiro?―Percy lo interrumpió, curioso.

―Es un camino que atraviesa la naturaleza.―explicó el sátiro.―Los exploradores sátiros lo usan. Es más difícil rastrearnos.

Wendy frunció los labios y miró hacia las copas de los árboles, entrecerrando los ojos para intentar ver mejor. Perdió todos sus libros, su estuche de lápices, sus cuadernos, su botella de agua... todo. Sacudió la cabeza y pateó un poco la tierra, intentando con todas sus fuerzas no enojarse por la charla de Grover sobre los caminos de los sátiros. Estaba tratando de ayudar.

―Eso es... genial.―murmuró Percy, como si no estuviera muy seguro de cómo tomar la explicación de Grover.―Pero si nos quedamos en la naturaleza, ¿cómo vamos a encontrar un teléfono?

―¿Para qué necesitamos un teléfono?―preguntó Annabeth, lanzándole una mirada extraña por encima del hombro.

Él la miró como si la respuesta fuera obvia.―Entonces... ¿podemos llamar al campamento?―Percy miró a Grover, inseguro.―P... para pedir ayuda.

Estaban caminando por el bosque. No tenían comida, ni agua, ni dinero... nada para mantenerlos a salvo o preparados, excepto la ropa que llevaban puesta y las armas que tenían en las manos, y aún así, Wendy hizo una mueca y sacudió la cabeza. No podía darse por vencida. No podía demostrar que estaba dispuesta a rendirse. Esta era solo otra prueba. Esta era su madre, poniéndola a prueba para que pudiera demostrar su valía. Así tenía que ser.―Está bien, no necesitamos ayuda. Estamos bien.

Percy se detuvo en su camino, incrédulo. Se burló y Wendy lo miró confundida.―¿Estamos bien?―miró a Grover una vez más con incredulidad. Frente a ellos, Annabeth suspiró y giró sobre sus pies cuando se dio cuenta de que ya no se movían.―Aún no hemos llegado a Trenton y estamos deambulando por un bosque. Ni siquiera sabía que había un bosque en Nueva Jersey, ¡pero hemos encontrado uno! Yo diría que estamos todo lo contrario de bien.

Wendy se quedó un poco perpleja mientras se daba la vuelta para caminar una vez más. ¿Trenton? ¿Qué es un Trenton? Annabeth puso los ojos en blanco. Ocultó cómo sus manos se apretaban bajo las mangas de su chaqueta.―Por supuesto que pensarías eso.―murmuró. Grover frunció los labios.―Solo necesitamos seguir moviéndonos. Estaremos menos bien cuando Alecto nos alcance porque estás demasiado ocupado quejándote.

Percy la miró con el ceño fruncido y la imitó suavemente en voz baja.

―Estamos bien.―repitió Wendy, aunque no estaba segura de si estaba tranquilizando a los demás o solo estaba tratando de tranquilizarse a sí misma.―Quiero decir, el Oráculo nos envió en esta misión. Los dioses nos enviaron en esta misión. No se supone que sea fácil.―asintió, respirando profundamente.―Se supone que sea difícil porque es nuestra oportunidad de mostrarles a los dioses lo que hemos aprendido. Y nos eligieron porque los dioses creen que somos capaces de superar sus pruebas. No vamos a fallar. Pero, ¿y si llamamos al campamento?―miró a Percy una vez más. determinada y terca. Él estaba sorprendido. No había visto ese lado de ella.―Eso significa que básicamente estamos diciendo que fue un error elegirnos.

Percy se encogió de hombros.―No sé yo.―le dijo a Grover antes de mirar a Wendy nuevamente.―Pero estoy completamente cómodo con eso. Todos cometemos errores.

La palabra error hizo que Wendy se detuviera de golpe. No quería enfadarse. Quería ser comprensiva. Quería ser amable. Pero en cuanto Percy dijo error, lo único en lo que pudo pensar fue en lo que dijo Alecto... en lo que Atenea pensaba de ella. Sus pensamientos ardían con tantas cosas que quería decir, tantas cosas que quería criticar. Tantas cosas hervían en su interior que, al final, Wendy no pudo conseguir que ninguna de sus palabras saliera de la punta de su lengua. Y después de la ira, llegó la duda. Y la duda era peor. Mucho, mucho peor.

Podía sentir a Grover observándola. Podía sentir su suave mirada; su comprensión y eso la hacía querer encovarse y esconderse. Wendy tenía que ser fuerte. Eso era lo que eran las hijas de Atenea. Eran fuertes, eran ingeniosas, eran inteligentes y podían usar palabras como armas tanto como podían con una espada. Y, sin embargo, todo lo que Wendy podía hacer era simplemente tropezar con las suyas. Eso la ponía furiosa. No debería preocuparse por los sentimientos cuando sabía que tenía razón, cuando sus planes eran los mejores y su conocimiento era en lo que más debían confiar. Debería hablar. Debería decir cada pensamiento furioso en su mente y asumirlo porque esos pensamientos eran correctos. ¿Cómo podrían no serlo? Se había entrenado desde que podía recordar para ser una experta en todo para sobrevivir. ¿Por qué no podía demostrarlo con la misma confianza que el resto de sus hermanos, como cualquier otro semidiós? ¿Por qué era tan sensible, tímida y blanda? Los semidioses no eran blandos. Y aún así, Wendy lo era.

La mandíbula apretada de Annabeth y su ceño fruncido que se volvió hacia Percy en el silencio de Wendy no ayudaron a su estado de ánimo. Annabeth Chase era la hija perfecta de Atenea, y ella lo sabía. No lo ocultaba. No huía de ello. No rehuía su confianza en sus habilidades, y no dejaba que nadie más la menospreciara. Wendy se sentía horrible. Se sentía enferma y frustrada consigo misma, avergonzada, incluso, de entender que había una pizca de celos supurando en la boca de su estómago al saber que Annabeth era todo lo que Wendy siempre quiso ser.

Ella se acercó a ellos furiosa, parándose frente a Wendy.―¿Por qué tienes tanto miedo de quién eres?―le preguntó de repente a Percy.

La sorpresa de Percy pronto se convirtió en un destello de fastidio. Frunció el ceño y se puso a la defensiva.―¿Qué?

Grover podía sentirlo. Podía sentir su frustración, su miedo y su ira. La tensión se elevaba como una nube entre todos ellos que también se elevaba hasta convertirse en una nube sofocante en su pecho. Trató de dar un paso adelante.―S―Saben, lo interesante de este camino de sátiro en particular es que en realidad el que tomó mi tío Ferdinand cuando se embarcó en su propia misión――

―¿Qué se supone que significa eso?―Percy se acercó a Annabeth, entrecerrando los ojos.―¿Miedo de quién soy? No tengo miedo.

―Sí, lo tienes.―respondió ella, molesta porque él lo negaba. No, estaba más que molesta. Annabeth parecía enojada. Parecía frustrada. Casi parecía decepcionada.―No eres solo un niño. "Solo un niño" no hace lo que le hiciste a Clarisse en el campamento. "Solo un niño" no hace que Hades envíe a los principales lugartenientes para recuperarlo. "Solo un niño" no es reclamado por uno de los Tres Grandes.―se acercó, un aliento agudo y furioso le asomó por la nariz. Annabeth sostuvo esa mirada penetrante, como el destello de una hoja afilada, y estaba apuntando a Percy.―Sabes, eres parte de algo mucho más grande de lo que podemos entender ahora mismo. Tenemos que seguir adelante, te guste o no, quieras o no.

Esas palabras tenían un significado más profundo; un peso sobre los hombros de Annabeth. Ella había esperado que un niños de los Tres Grandes llegara al campamento, Wendy lo sabía. Annabeth Chase había estado más segura de eso que de cualquier otra cosa. Sí, Percy era parte de algo mucho más grande de lo que cualquiera de ellos pudiera entender, pero parecía que Annabeth tenía una comprensión ligeramente mejor que el resto. Wendy no sabía por qué.

Percy suspiró y apretó sus manos, mirando hacia otro lado por un momento antes de mirar a Wendy y Annabeth. Cuando habló, su voz había perdido algo de dureza.―Mira, no quieres llamar al campamento, está bien. Entonces...―se encogió de hombros.―Al menos llamemos a tu mamá.

Una sensación fría recorrió la columna de Wendy, helando el calor que aún tenía en su pecho. ¿Le estaba preguntando a ella? ¿O le estaba preguntando a Annabeth? De cualquier manera, no importaba, todavía se sentía herida.

No le contó todo lo que había pasado con su madre. Wendy pensó que no era necesario. Pensó que las conversaciones que habían tenido en el banco cerca del lago en el campamento durante los pocos días que creyó que finalmente haría un nuevo amigo. Wendy se había sentido escuchada. Y lo sabía sido, pero no las cosas que quería que Percy escuchara.

Le dijo que quería que la notaran. Se lo había admitido a él, y a nadie más. ¿Qué creía él que eso significaba?

Su mirada bajó a sus zapatos. Cualquiera que fuera la amistad que ella y Percy parecían tener, cualquier tregua con la que se había tranquilizado, ya no existía. Esto no podía ser todo por Captura la bandera. Un simple acto sobre el que creía habían llegado a un acuerdo no crearía una grieta entre ellos para siempre. Tenía que haber algo más.

(Wendy odiaba no saber cosas).

(Más que eso, odiaba estar equivocada. Sobre las cosas, sobre las personas, sobre ella misma... sobre confiar en alguien que no la defraudara).

―¿Disculpa?―murmuró Annabeth, con su voz áspera y tóxica.

―¿Atenea?―Percy se encogió de hombros una vez más.―Tu madre. Llamaría a mi padre, pero no nos hablamos exactamente. Ya sabes, debido a la negligencia de toda la vida y todo eso, pero tú y tu madre parecen cercanas. Entonces, ¿por qué no le pedimos ayuda?

Wendy estaba tan sorprendida que no sabía qué decir. Su respiración se entrecortó, y ese fue el único sonido que emitió... se quedó atrapado en el fondo de su garganta donde su ira intentaba subir, impidiéndole escapar. Si Percy consideraba que piadoso padre no se hablaban, si creía que Poseidón lo había descuidado toda su vida, ¿por qué pensaba que Atenea era diferente?

Si Wendy le pedía ayuda a su madre, sería peor que pedirle ayuda al campamento. Sería como decirle a su madre, la diosa de la sabiduría, de la estrategia de batalla, de todo lo que necesitaba para liderar una misión, que era un fracaso. Su madre estaría avergonzada y apenada. Atenea lo consideraría uno de los mayores insultos que su hija podría haberle dado, si es que ya no consideraba que Wendy era un insulto.

Annabeth parecía estar lista para desatar su cuchillo sobre Percy. En cambio, lo primero que hizo fue agarrar el brazo de Wendy y tirarla detrás de ella, como si la respuesta natural que tenía fuera proteger de alguna manera a su hermana menor y absorber el dolor de las palabras de Percy ella sola.

―Grover.―dijo con los dientes apretados y lo miró.―¿Le explicarías a tu amigo que necesita recomponerse?

Grover tartamudeó, pero Percy entrecerró los ojos hacia Annabeth y Wendy. Se dio cuenta de algo.―No puedes preguntarle, ¿verdad? ¿Cuándo fue la última vez que habló contigo?

―Grover――

―¡No sé por qué sigues metiéndolo en esto!―espetó Percy, y Wendy sintió que se le cerraba la garganta. Annabeth ya no parecía tan segura.―Está de mi lado.

―¿De tu lado?―se burló Annabeth furiosa.―¿Qué te hace pensar eso?

―Porque es mi protector, es su trabajo――

―¡Él fue mi protector primero!

―¿Primero?―Percy balbuceó con ira y le frunció el ceño a Grover, confundido. Miró a ambos. Wendy frunció los labios y bajó la mirada hacia sus pies una vez más.―¿Qué quieres decir con primero?

Grover dudó.―Es muy emocionante.―trató de cambiar de tema.―Caminar tras los pasos del tío Ferdinand. Es lo mejor después de hablar con él de nuevo.

Era demasiado tarde. Percy estaba comprendiendo poco a poco. Wendy observó a Annabeth apretar la mandíbula y mirar el cielo. Se dio cuenta de que estaba intentando con todas sus fuerzas no llorar.―Thalia, Luke y Annabeth tenían un protector sátiro. Ése eras tú.

Su amigo tragó saliva con fuerza. Miró a Annabeth, le energía positiva y feliz que había intentando mantener unida durante todo el día hasta ahora se estaba marchitando y se había roto y angustiado.

―¿Por qué no me lo dijiste?―exigió Percy, molesto.

―¿Por qué debería?―Wendy habló finalmente, molesta también. La mirada lívida de Percy se fijó en ella.―¿Qué propósito tiene para ti?

―Porque...―fue a decir algo, pero sus palabras se interrumpieron. Ella entrecerró los ojos, analítica mientras trataba de descifrar las mentiras que él guardaba. Percy tenía miedo. Annabeth tenía razón.

Antes de que Wendy pudiera darse cuenta, y antes de que Percy pudiera decir algo más, Grover hizo un sonoro sorbo al aire. Se giraron hacia él, incrédulos, solo para ver su ceño fruncido. Inclinó la cabeza y olió el aire una vez más.―¿Ustedes huelen eso?

―Grover.―se quejó Percy.―No estoy bromeando――

―No, yo tampoco.―espetó el sátiro. Todos estaban sorprendidos.―Sólo cállense.―escucharon. No porque tuvieran preguntas, sino porque todos estaban igualmente perplejos por la forma en que Grover pasó junto a ellos, sin dejar de oler el área que los rodeaba. Entonces se detuvo, desconcertado.―Hamburguesas...―murmuró.

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PERCY SABÍA que lo estaban engañando. Eso lo enojaba. No le gustaba que lo usaran y no le gustaba que lo dejaran en la oscuridad. No le gustaba que su padre de repente quisiera tener algo que ver con él después de años y años de ver a su madre luchar y sufrir. ¿Y ahora esperaba que Percy hiciera algo por él? ¿Qué lo ayudara? Cuando recibió una profecía que le hizo girar la cabeza y ponerlo nervioso, palabras que le decían que tendría éxito y luego fracasaría. Una profecía que le decía que las personas en las que debía confiar podrían muy bien ser las últimas personas en las que debería confiar. Serás traicionado por aquel que te llama amigo.

Y ahora, allí estaba él, en una misión en la que Grover, que fue el primer amigo que Percy había tenido, ya le había mentido una vez. Estaba caminado detrás de Annabeth, quien le dijo en su cara que debido a la rivalidad entre Atenea y Poseidón, nunca podrían llevarse bien. Y luego estaba Wendy, otra hija de Atenea que había aparecido en el mismo sueño que él había tenido de Zeus y su padre peleando, y la arena tragándolo entero. Una persona que no podía entender, que ya le había demostrado que estaba preparada para hacer un plan que lo dejaría en evidencia si eso hacia que cualquier misión que tuviera éxito. La chica misteriosa de sus sueños.... ¿Por qué aparecía en sus sueños si no estaba conectada con esta misión de alguna manera? Grover y Annabeth no se mostraron ni una vez en los sueños de Percy, y sin embargo Wendy sí.

¿Eso significaba que era Wendy quien lo traicionaría? ¿Su sueño era una advertencia?

Una advertencia de la misma chica llenó demasiado su bolso y le advirtió sobre los cordones de sus zapatos. Una advertencia de la misma chica que miró por encima de su hombro para comprobar si todavía lo seguía y la misma chica que casi tropezó cuando lo hizo. Percy no podía entenderla. ¿Cómo podía confiar en alguien que era al mismo tiempo tan reservada, y sin embargo nunca dejaba de alardear de un hecho aleatorio que sabía? Y, sin embargo, ¿cómo podía no confiar en la única persona que estaba seguro de que lo empujaría por las escaleras si eso significaba ver esta misión tener éxito, que se aseguraría de que salvaran lo que más importaba al final, sin importar lo que el Oráculo dijera?

Pero ¿eso significaría traicionarlo en el proceso?

Percy se sentía horrible por ser tan sospechoso. Se sentía horrible por dudar de ellos, especialmente de Grover. Estaba enojado. Con estos tipos, el Oráculo, con los dioses. Estaba...

Estaba asustado.

No quería que Wendy fuera la persona a la que el Oráculo se refería. No quería que ninguno de ellos lo fuera. Estaba seguro de que Grover no lo traicionaría. Incluso si mintiera, e incluso si Percy estaba molesto por las mentiras que le había dicho, todo lo que Grover había hecho desde que la Sra. Dodds atacó el museo fue protegerlo. Él era su protector. Pero más que eso, Grover era leal. Estaba allí en esta misión, aunque estuviera aterrorizado de ver a Hades. A Percy no le importaba, solo sabía que Grover nunca lo traicionaría.

Annabeth podía ser distante y siempre estar enojada con él. Ella podría ser brusca y molesta, pero era tan firme en poner la barrera que sus padres crearon entre ellos. Si ella no quería ser su amiga, entonces no podría traicionarlo como dijo él Oráculo. La profecía decía muy claramente: amigo.

Eso dejaba solo a Wendy.

Y él estaba enojado. Porque quería que ella le agradara, y ahora un estúpido Oráculo y esos estúpidos Dioses le estaban haciendo darse cuenta de que no podía. Si Percy la empujaba, no se acercaría lo suficiente para lastimarlo. Y si quería salvar a su mamá del Inframundo ―lo único que le importaba―, incluso si tenía que elegirla a ella en lugar del rayo, Percy sabía que Wendy haría todo lo posible para detenerlo.

Puede que no se trate de un juego de bandera y de Clarisse con su lanza eléctrica, pero el principio que motivó la elección de Wendy fue clara y contundente.

Grover tomó la iniciativa. Marchó por la espesura de los bosques de Nueva Jersey. Aunque estaba oscuro y ninguno de ellos podía ver casi nada, parecía saber exactamente a dónde llevarlos.

Todavía no había explicado nada. Annabeth frunció el ceño.―Grover. ¿Qué estás haciendo――?

―Alguien está haciendo hamburguesas.―dijo, mirándolos por encima del hombro.

―Entonces, probablemente haya un bar de bocadillos hacia el camino.―se encogió de hombros Percy. Le vendría bien algo de comida en este momento. Si Grover podía oler hamburguesas, eso debía significar que el olor los llevaría a otra comida frita, grasosas y excelente. Comida poco saludable. Después de una dieta estrictamente saludable en el Campamento Mestizo, Percy realmente necesitaba una hamburguesa con doble queso.―Genial, ¿verdad? Me muero de hambre. Voto por que vayamos al bar de bocadillos.

―Al bar de bocadillos.―asintió Annabeth con nostalgia. Su regla contra la votación había quedado olvidada hacía tiempo, estaba tan hambrienta como el resto.

―¿Están locos los dos?―Grover les frunció el ceño.―Estamos en medio de la nada, en un camino satírico. Quienquiera que está haciendo hamburguesas... es de nuestro mundo.

―Tal vez sea el dios de las hamburguesas con queso.―murmuró Percy.

―¿Siempre eres así de sarcástico?―Annabeth le frunció el ceño.

―Sí, Annabeth.―respondió él, duplicando el sarcasmo a propósito.

―Deméter es la diosa de la agricultura, lo que podría incluir las hamburguesas con queso, ya que los bollos son pan y el pan está hecho de trigo, que es...―las palabras de Wendy se convirtieron en un suave silencio ante su sorpresa cuando Grover los sacó del bosque y los condujo hacia un viejo camino secundario.

El camino parecía no haber sido utilizado en años. Los árboles habían caído sobre el asfalto y los baches parecían antiguos. Frente a ellos, había una gasolinera... estaba cerrada, cercada y tapiada. Sobre ella, flotaba un gran pero destartalado cartel publicitario de una película que debía ser de los años noventa.

―¿Es Trenton?―preguntó Wendy, mirando a su alrededor con curiosidad.―No es muy impresionante.

Percy no tenía suficiente espacio mental para corregirla. Grover olía hamburguesas. Quería hamburguesas... y papas fritas. Las papas fritas también estarían bien.

Continuaron por la carretera desierta hasta que encontraron el único negocio que parecía estar abierto. Ahora que estaban más cerca, Percy también podía oler la comida, y venía directamente del edificio con el letrero neón. Sin embargo, no parecía un bar de bocadillos ni un restaurante de comida rápida. El siniestro edificio con el letrero neón se encontraba al final de un largo camino de grava sombreado por árboles y custodiado por más de cincuenta estatuas de piedra como mínimo.

Percy frunció el ceño. El edificio en sí era un almacén largo y de techo bajo rodeado de acres de tierra llenos de más árboles forestales. Tenía muchísima hambre, pero tal vez no lo suficiente como para sentirse un poco extraño por la alta estatua de piedra más cercana que solo llevaba un tapabarros, garras afiladas en lugar de dedos y un solo ojo en la cabeza. Percy sabía lo que era: un cíclope, pero ¿por qué alguien querría vender una estatua de un cíclope?

Annabeth también avanzó, frunciendo el ceño ante el letrero neón. Percy miró y se paró a su lado. Él también frunció el ceño al ver el cartel.―¿Qué diablos dice?―le preguntó, incapaz de leerlo. Con su dislexia, leer palabras de neón era incluso peor que tratar de descifrar la escritura normal. Las palabras de neón eran rojas y cursivas... era una pesadilla disléxica.

―No lo sé.―respondió ella y Percy se sintió mal. Sabía que ya había hecho enojar a Annabeth cuando le preguntó sobre Atenea, y ahora se olvidaba de que ella también era disléxica.

Wendy y Grover también se unieron a ellos. Todos miraron el letrero de neón y las estatuas de aspecto extraño que se encontraban a lo largo del camino de la entrada.

―El emporio de gnomos de jardín de la tía Eme.―tradujo Grover.

―Espero que también tenga hamburguesas con queso.―Percy fue a continuar el camino de entrada, pero Annabeth lo agarró del brazo.

―¡No, espera!―susurró.

―¿Qué?―se volvió hacia ella, molesto.

Su ceño se alzó cuando vio lo rígida que se había vuelto Annabeth. Miró a su alrededor, con la respiración agitada y la mano agarrando la empuñadora de su daga. Observó todas las diferentes estatuas. Todas eran extrañas. Algunas de ellas eran personas, pero las miradas en sus rostros eran de absoluto terror. Otras eran criaturas que Percy ni siquiera podía empezar a conocer: monstruos con colmillos, cuernos, garras y múltiples brazos. Y, sin embargo, a pesar de ser monstruos de piedra, parecían igual de aterrorizados.

Annabeth respiró temblorosa. ―"La tía Eme" tenía un jardín lleno de gente petrificada. Si, este es alguien de nuestro mundo, está bien. ¿Alguien quiere adivinar cuál es la abreviatura de Eme?

Wendy palideció. Se quedó mirando a la criatura de piedra con aspecto de gárgola justo frente a ellos cuando estaban a punto de llegar a la puerta principal. Grover pronto la siguió. Sus rodillas temblaban.―Oh...―Percy frunció el ceño ante los monstruos de piedra y él también se dio cuenta.

Tía <<Eme>>. No, <<M>>. Su pecho expulsó todo el aire de sus pulmones, dejando solo un doloroso dolor de miedo.

Se habían encontrado en la puerta de la guarida de Medusa.

―Tenemos que salir de aquí.―comenzó a retroceder Annabeth. Percy, Grover y Wendy no discutieron.―Por favor, mientras aún podamos――

Se dieron la vuelta justo cuando una gran sombra descendió de las copas de los árboles. los ojos de Percy se abrieron y se tambaleó hacia atrás. Aterrizando en el camino y bloqueando su escape, con sus curtidas alas de murciélago y su látigo de fuego, estaba la Sra. Dodds. Los había alcanzado y no parecía feliz. Parecía asesina.

Percy luchó por su pluma y desenvainó a Contracorrientes. La sostuvo frente a él con ambas manos.

Pero la Sra. Dodds no lo estaba mirando. Sus alas plegaron detrás de su cuerpo escamosa de gárgola e inclinó la cabeza, mirando a Wendy como un buitre después de encontrar un nuevo animal muerto para darse un festín.―Debiste haber aceptado mi oferta cuando tuviste la oportunidad, semidiós.

El agarre de Percy en la empuñadora de su espada se relajó ligeramente en su confusión. Miró a Wendy y notó que Grover y Annabeth hicieron lo mismo. Ella no respondió a sus ceños fruncidos.―¿Oferta?―preguntó Percy.―¿De qué oferta está hablando?

Ella seguía sin mirarlo. El agarre que tenia sobre su espada corta estaba húmedo.

―Hoy no, amigos.

Una voz tan suave como el viento que pasaba hizo eco detrás de ellos. Al oírla, la Sra. Dodds se olvidó por completo del grupo y de inmediato se giró para esconder la cabeza debajo de su ala de cuero. El ceño fruncido de Percy se profundizó. Curioso, miró por encima del hombro y notó una silueta esbelta detrás del círculo de estatuas justo frente al almacén. Al principio, pensó que había visto un fantasma. La tela blanca del vestido que apareció detrás de las grietas de las estatuas era elegante y brillante; como si la luna hubiera bajado a la tierra. Los pasos resonaron en la grava a medida que la extraña se acercaba.―No en mi puerta.

―¡Oh, carajo!―maldijo Annabeth en voz baja y rápidamente bajó la mirada sus pies. Grover y Wendy hicieron lo mismo, ya sea mirando el suelo o cerrando los ojos con fuerza, conteniendo la respiración por el miedo.

Justo cuando la mujer rodeó la última estatua, Percy se giró para encarar a la Sra. Dodds también, centrando su mirada en el asfalto suelto en los bordes de sus zapatillas. Su corazón latía con fuerza.

―Si tienen algo que resolver.―dijo Medusa, acercándose a ellos con cada suave roce de sus tacones en la entrada.―¿Por qué no entran y les ayudo?

Tuvo que hacer un gran esfuerzo para luchar con el impulso de mirar a su alrededor. había algo convincente en la forma en que Medusa hablaba: curiosa e intrigante. Atrajo a Percy a arriesgarse, a echar un vistazo a su posible apariencia. Apretó la mandíbula y se obligó a mantener la mirada baja.

―¿Alecto?―escuchó una sonrisa burlona en su voz.―¿Te unirás a nosotros?―la furia no se movió. Levantó más las alas para cubrirse el rostro.―No... bueno, no creo que lo hagas. No te molestará mientras estés conmigo.―dijo Medusa. Percy inclinó la cabeza ligeramente para ver cómo estaban los demás a su lado. Grover tenía los hombros encorvados y los ojos cerrados. Annabeth estaba tan quieta que podría ser una estatua ella misma. Wendy se mordía el labio para ocultar el temblor de su respiración, pero se movió inquieta, sus zapatillas retorcieron la grava suelta.―Pero tampoco es como si se fuera a ir, no si eso significa informar que no pudo recuperar al hijo de Poseidón.

Percy se congeló. Casi se dio la vuelta y tuvo que detenerse.―¿Cómo lo――?

―Han reclamado un hijo prohibido.―murmuró el legendario monstruo. Percy creyó oír un suave silbido en el silencio sepulcral de la noche. Y era inquietante porque el bosque de noche nunca estaba en silencio.―¿Cuánto tiempo creías que duraría ese secreto? Es un placer conocerte, hijo de Poseidón. Soy Medusa.

Estaba seguro de que el silbido provenía de ella, ahora. Y, sin embargo, resonaba a su alrededor, como si hubiera serpientes en los árboles y enroscándose alrededor de las bases de las estatuas. Contuvo la respiración, sintiendo que su cabeza se inclinaba como si quisiera mirar por si sola――

―¡Percy, no lo hagas!―susurró Wendy en un tono frenético.―No puedes, mirar. Es un monstruo. Te está engañando.

Medusa se rio entre dientes ante sus palabras.―Oh, querida, todos elegimos a quien convertimos en nuestros monstruos, pero ahora mismo, ese quiere despedazarte miembro por miembro. Y yo te estoy ofreciendo el almuerzo. La elección es tuya.

Escuchó el roce de sus tacones desvanecerse lentamente. Una vez que estuvo seguro de que no escuchó más, Percy miró hacia atrás y, así de simple, Medusa se había ido. Había dejado la puerta de su almacén abierta de par en par, invitándolos a seguirla.

Frunció los labios.

―Creo que podemos confiar en ella.―dijo Percy. Wendy, Annabeth y Grover se giraron hacia él.

―"¿Qué? ¡No! ¡Amigo!"―sus voces resonaron con la misma sorpresa e incredulidad, pero Percy negó con la cabeza.

―No puedo explicarlo.―dijo rápidamente.―Yo solo... mi mamá una vez me contó su historia, ¿de acuerdo? El punto siempre fue que ella no es lo que la gente piensa.―Percy se enderezó y volvió a colocar la tapa en su espada. Tomó una decisión.―Y definitivamente confío en mi mamá. Así que voy a entrar. Ustedes hagan lo que quieran.

Los dejó allí, marchando por el resto del camino de entrada hacia la puerta del almacén. Cuando escuchó pasos, miró y admitió que sintió un suspiro de alivio al ver a Grover solo un paso detrás. Percy sonrió.

Justo cuando llegó a la puerta, miró a Wendy y Annabeth que todavía no se habían movido de donde estaban paradas. No les dio otra mirada antes de que él y Grover entraran.

El interior del almacén no era un almacén en absoluto. Percy no estaba exactamente seguro de lo que esperaba, tal vez más estatuas, tal vez algo más siniestro, pero en cambio, entraron al pasillo de una casa. Había una alfombra a sus pies, una escalera a la izquierda y muebles antiguos del siglo XIX. Continuaron por el pasillo, sintiéndose cálidos y agradecidos por el resplandor de las luces colgantes sobre ellos, incluso si el tapiz tenía un olor a humedad.

Más adelante, en el pasillo de entrada, había otra puerta abierta. Percy se asomó primero y se quedó mirando con la boca hecha agua, la mesa del comedor llena de comida. Buena comida. Comida poco saludable. Había galletas de chocolates, brownies y merengues coloridos. Tartas de limón, tartas de manzana y galletas de mantequilla. Puestos llenos hasta el borde de pastelitos y cuencos de dulces y enchiladas de chocolate. Manzanas acarameladas, cubiertas de chocolate y... y caramelos azules variados. Percy se detuvo al pie de la mesa y la miró, sintiendo que su pecho se oprimía una vez más.

La habitación que los rodeaba era muy parecida al resto del interior. Había velas en las mesas del comedor, sillas victorianas antiguas con estampados y lámparas con volantes. Hermosos manteles tejidos a crochet y alfombras antiguas e intrincadas a sus pies. Todo en la habitación era cálido y acogedor, nada siniestro en ella.

Desde una habitación a la izquierda, Medusa gritó:―Deben tener hambre. Dejé bocadillos en la mesa mientras preparo algo apropiado. ¡Pobres, deben tener mucha hambre!

Grover se cernía sobre el hombro de Percy. Ambos miraban la abundancia de postres.

Percy se inclinó hacia su mejor amigo.―¿Crees que es seguro comer?―susurró.

―Percy, no te voy a mentir, tengo mucha hambre.―dijo Grover, sin dejar de mirar las enchiladas de chocolate.―Y estoy listo para correr ese riesgo.

La puerta de la habitación se abrió aún más. Percy vio a Wendy y Annabeth entrar en silencio, ambas rígidas y nerviosas. Estaba sorprendido.―Gracias por venir.―murmuró, sin esperar que lo siguieran.

Wendy miró la comida, como si realmente quisiera agarrar un dulce, ero también fuera demasiado orgullosa o demasiado desconfiada de Medusa para probar... tal vez eran ambas cosas. Annabeth se cruzó de brazos, con el ceño fruncido todavía en su rostro.―Esto no es lo mismo para nosotros que para ti.―le dijo a Percy.

Él inclinó la cabeza.―¿Por qué?

―¿Te preocupa que yo guarde rencor contra ti y tu hermana simplemente porque son hijas de Atenea?

Tan pronto como oyeron la voz de Medusa. todos apartaron la mirada. Percy observó cómo sus pies se movían alrededor de la mesa, sirviendo limonada. Sin embargo, no pudo evitar mirar a Wendy y Annabeth, sus mandíbulas apretadas, sus manos ansiosamente abiertas.

Las hermanas estaban juntas, abrazándose fuertemente una a la otra, y Percy vio a Annabeth ponerse delante de Wendy, incluso con Medusa tan cerca. Las había visto a ambas defenderse contra tres furias, y aún así, Annabeth estaba lista para recibir la peor parte de cualquier ataque que esperaba que viniera en su camino. Parte de su armadura de bronce se descascaró y Percy no vio a una semidiós bruta elogiada por su potencial, sino a alguien valiente y protectora.

―No deberías estarlo.―continuó Medusa. Ahora que estaba cerca, Percy podía ver el vestido largo y vaporoso que le llegaba hasta los tobillos y se envolvía alrededor de su cintura, como si estuviera un paso en el mundo moderno y un paso atrás en la Antigua Grecia. Llevaba un sombrero de fieltro, como las que las mujeres solían usar en las carreras, inclinado hacia abajo lo suficiente para ocultar sus ojos. Todo lo que podían ver era el color rojo brillante de sus labios.―No somos nuestros padres, después de todo. Y nosotras, las chicas, podemos tener más en común de lo que creen.

―No tenemos nada en común.―murmuró Wendy, sin apartar la mirada de la maceta que había en la esquina de la habitación.

Medusa dudó en servirle el último vaso de limonada. Por un momento, su sonrisa vaciló... o tal vez Percy lo imaginó, porque ahí estaba de nuevo y ella llenó el último vaso antes de dejar la jarra de cristal sobre la mesa.―Puede que se sorprendan. Por favor, queridos míos, siéntense y coman.

El estómago de Percy ganó cualquier argumento que su mente pudiera tener. Se sentó frente a los postres con Grover a su lado, inmediatamente tomó uno de los pastelitos. Grover llenó su plato con una gran variedad y se lanzó a comer. Wendy y Annabeth no eran tan confiadas. Se mantuvieron de pie en una postura rígida, tensas y alertas.

Intentó no enojarse. Estaban siendo groseras. Si Medusa quería matarlos, como creían, entonces, ¿qué estaba esperando? En cambio, estaba siendo amable, les estaba ofreciendo comida y bebida. Los estaba salvando de Alecto afuera que no había hecho nada más que tratar de lastimarlos.―Entonces.―Percy tomó un sorbo de su limonada.―No eres un monstruo, ¿qué eres entonces?

Medusa se sentó a la cabecera de la mesa, elegante y equilibrada. Hizo una pausa, considerando su respuesta.―Una sobreviviente.

―Debes ser un poco más que eso. Hay una furia ahí afuera que parece aterrorizada por ti.

―Porque sabe lo que pienso de ella.―mientras Medusa hablaba, Wendy los miró mientras comían y luego volvió a mirar la mesa. Cuando se dio cuenta de que no habían caído muertos, rápidamente extendió la mano y tomó uno de los caramelos azules y se lo comió antes de pensar que alguno de ellos se daría cuenta.―No me agradan los abusadores. Cuando uno aparece en mi puerta, termina pasando mucho más tiempo del que planeaba.―Medusa sonrió.―El regalo que me dieron los dioses es que ya no puedo ser acosada.

Wendy, que estaba mirando el tazón de dulces para ver si podía intentar tomar otro, de repente frunció el ceño. Miró a Medusa.―¿Qué? No, eso no está bien.

Grover dejó de comer. Miró a Wendy como si se hubiera vuelto loca. Annabeth también parecía sorprendida.

La sonrisa de Medusa se convirtió momentáneamente en una mueca.―¿Disculpa?―había un nuevo tono en su voz.

―Lo que te pasó no fue un regalo.―Wendy dijo con total naturalidad.―Mi madre te maldijo como castigo por los males que le hiciste en su templo. La avergonzaste.

Las manos de Percy cayeron sobre la mesa, preguntándose cuál era el problema con Wendy. Esperaba que Annabeth hablara, o le dijera que se quedara callada, pero ella se quedó callada. Ella estaba de acuerdo. Ambas miraron a Medusa con la misma mirada de acero. Él estaba aturdido. En cualquier momento, Medusa podría quitarse el velo y convertirlos a todos en piedra si quisiera, y sin embargo, Wendy no estaba dispuesta a dar marcha atrás.

Medusa juntó las manos, cruzando una pierna sobre la otra. Observó a las hijas de Atenea durante un largo momento.―Eres leal a tu madre.

Wendy se mordió el interior de la mejilla.―Si.―dijo.

―¿La apoyas?

―¿Por qué no lo haría?

―¿La amas?

Miró a Medusa con la misma ira que tenía en los muelles cuando Percy le preguntó por su padre.―Ella es mi mamá. Por supuesto que la amo.

―Y yo también.―dijo Medusa.―Yo también. ¿Conoces la historia de cómo llegué a ser así?

Wendy apretó la mandíbula y miró hacia otro lado. Antes de que pudiera tener la oportunidad de responder, Grover levantó la mano.―Yo sí.―soltó.

Medusa inclinó la cabeza, repentinamente brusca y molesta con sus movimientos.―¿Tú si?―exigió.

Él se encorvó.―¿Lo sé...?

Ella se reclinó ligeramente en su silla y mantuvo la misma postura perfecta que antes.―Atenea lo era todo para mí.―comenzó Medusa la historia.―La adoraba, le rezaba. Le hacía ofrendas... Ella nunca respondió. Ni siquiera un presagio de que apreciara mi amor.―con el rabillo del ojo de Percy, notó que Wendy miraba hacia sus pies otra vez. Estaba furiosa. Nunca la había visto así de enojada. Medusa también lo vio.―Yo no era como tú, cariño.―espetó, la brusquedad y la repentina malicia en su voz hicieron que Percy se pusiera rígido. Su mano se deslizó en el bolsillo de sus jeans para envolver sus dedos alrededor de su bolígrafo. No estaba seguro de lo que iba a hacer, o por qué estaba tan preparado para luchar en el momento en que Medusa le habló a Wendy, pero lo estaba de todos modos.―Yo era tú.

―La habría adorado de esa manera toda mi vida... en silencio. pero entonces, un día, otro dios llegó y rompió ese silencio.―la cabeza de Medusa se desplazó hacia Percy.―Tu padre El dios del mar me dijo que me amaba. Sentí que me veía de una manera que nunca antes me había sentido.―la mueca regresó a sus labios rojos como la sangre.―Pero entonces Atenea declaró que la había avergonzado y que yo necesitaba ser castigada. No él... yo. Ella decidió que nunca más sería vista por nadie que viviera para contarlo.

―Eso no es verdad.―Wendy apretó las manos y soltó las palabras. Parecía sorprendida. Percy no podía detenerla, ninguno de ellos podría detenerla incluso si quisieran.―Llevaste a Poseidón al templo de mi madre. Violaste su espacio sagrado y por eso te castigó porque es justa. Siempre.

―Wendy...―Annabeth se estaba poniendo ansiosa. Una cosa era estar de acuerdo con lo que estaba diciendo, pero otra muy distinta era verla señalar con el dedo a alguien tan peligrosa como Medusa y llamarla mentirosa.

―Estás equivocada.―continuó Wendy, ignorándola y mirando a Medusa al otro extremo de la mesa.―Te hiciste esto a ti misma. Mi madre nunca te castigaría si no lo merecieras.

La sonrisa en el rostro de Medusa había desaparecido hacia rato. Percy se enojó. ¿Cómo podía decir eso Wendy? ¿Cómo podía ser mala y despectiva... solo porque la historia de Medusa no era la que le habían contado; sólo porque no quería admitir que estaba equivocada?―Los dioses quieren que creas cosas que son infalibles. Pero solo quieren lo que todos los abusadores quieren. Quieren que nos culpemos por sus propios defectos. Tu madre no pudo castigar al Dios del mar por hacerme lo que me hizo, y por eso castigó al mortal que no había hecho nada más que amarla, durante toda su vida. Al igual que tu madre ha castigado a tantos porque ella, como tú, no puede mirar más allá de su orgullo cegado――

―Eso no es lo que pasó.―la interrumpió Wendy y Percy estaba demasiado sorprendido para decir una palabra. Señaló a Medusa con el dedo.―Eres mentirosa. Y eres un monstruo.

El silencio que siguió fue tenso y ensordecedor. Wendy suspiró profundamente por la nariz, apretó la mandíbula y se cruzó de brazos, mirando fijamente la esquina de la mesa. Medusa frunció los labios. Si Percy pudiera ver sus ojos, estaba seguro de que vería dolor.

Volvió la cabeza hacia la cocina. Suspiró.―Algo se está quemando.―la sonrisa volvió a sus labios y se puso de pie. Medusa volvió la cabeza hacia Percy.―¿Me darías una mano en la cocina? Creo que el almuerzo está listo.

Salió por la puerta abierta. Percy se puso de pie.

―Percy.―Wendy susurró, con voz urgente.

Él solo le lanzó una mirada rápida antes de seguir a Medusa. No podía creerla.

Percy entró en una cocina tan antigua como el resto de la casa. Papel tapiz floras y viejos armarios de madera oxidados... No estaba seguro exactamente de en qué época se encontraba; lo moderno, lo antiguo y lo demás llenaban las habitaciones de la casa de Medusa, tan diversas como las estatuas del jardín.

Escuchó el sonido de algo cocinándose en la estufa. Cuando llegó a la cocina, vio a Medusa parada de espaldas a él, sosteniendo una sartén... Percy se preguntó qué estaba cocinando, ya que parecía que ya tenía un almuerzo preparado en la mesa. Se quedó mirando las hamburguesas y una hamburguesa vegetariana, la lasaña en su bandeja y los tazones de papas fritas. No había forma de que pudiera haber cocinado todo esto, y todos esos postres, en el tiempo que les tomó entrar a su casa. Y, sin embargo, parecía saber exactamente lo que les gustaba, sabía que Grover no comía carne y sabía sobre los dulces azules, como si los hubiera estado esperando todo ese tiempo.

Percy se quedó flotando en la entrada de la cocina, sintiendo un incómodo retortijón en el estómago. Observó a Medusa por un momento.―Normalmente no es así.―dijo.―Wendy, quiero decir. Normalmente, es bastante agradable――

―Ella te va a traicionar.―Medusa dejó la sartén sobre la estufa. Frunció el ceño cuando vislumbró lo que ardía en su interior... nada. El nudo en su estómago se convirtió en una sacudida.―Tarde o temprano, la gente como ella, siempre lo hace.

―No creo...―miró hacia atrás, a la mesa llena de comida. Percy ya no tenía tanta hambre. Su mente empezó a correr y sus extremidades empezaron a zumbar como si hubiera estado sentado demasiado tiempo. Se preguntó cómo Medusa conocía sus preocupaciones... sus pensamientos sobre Wendy y la profecía. Se preguntó por qué lo estaba sacando a relucir. Algo no se sentía bien. El calor del hogar comenzó a sentirse mucho más frío. Vio cuatro batidos cerca de la cocina. Uno para cada uno de ellos.―¿Por qué te importa?

―Tu madre y yo.―movió la sartén contra la llama. Hasta que Percy se dio cuenta de que no había llama. en la estufa.―Somos hermanas en cierto modo. El mismo monstruo nos atacó. Por eso siento que te protejo.

La sensación en las piernas de Percy aumentó. Su corazón comenzó a acelerarse y sintió la necesidad de correr.―Yo...―no pensaba mucho en su padre, pero cuando llamó a Poseidón un monstruo, algo en él se endureció. Recordó la forma en que el rostro de su madre se iluminaba cada vez que visitaban Montauk, la forma en que de repente parecía cinco años más joven, sin líneas de cansancio debajo de sus ojos y la ligera brisa del océano en su cabello, hablando del padre de Percy con una suave sonrisa en el rostro. Amaba Montauk.―¿Un monstruo? Mi madre nunca habló de mi padre de esa manera.

Medusa soltó la sartén. No se dio la vuelta.―¿Dónde está ahora, tu madre? ¿Está a salvo?

Percy tragó el nudo que se le formaba en la garganta. Recordó la forma en que ella se convirtió en niebla dorada ante el apretón de puño del Minotauro.―No. No lo está.

―¿Y confías en que tus amigos te ayuden a ponerla a salvo?―la sensación aumentó. Percy volvió a mirar la comida. Medusa los había estado esperando. Lo había estado esperando a él.―¿Te dejarán ponerla a salvo si entra en conflicto con su misión? Yo podría... ayudarte a eliminarlos de la ecuación para que puedas liberarte de ellos. Libre de la traición. Serían una hermosa adición a mi jardín, ¿no crees, Percy Jackson?

No recibió respuesta.

Cuando Medusa miró a su alrededor, Percy ya se había ido.

+5 COMENTARIOS PARA PRÓXIMO CAPÍTULO :)

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feliz navidad a todxs. espero les haya gustado este regalo<33 also, salieron más de 7mil palabras, comenten mucho uwu

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