Capítulo 9: "No pares".
Canción para este capítulo: Human-Christina Perri.
Jack tira de mi brazo conduciéndome por el pasillo subterráneo. El mismo que atravesé antes de descubrir la verdad sobre Cole. El último que atravesé siendo humana. El fuego que emiten las antorchas da un toque siniestro al lugar y aunque no quiera aceptarlo, tengo miedo de lo que el Presidente vaya a hacerme. A estas alturas me espero cualquier cosa. Tropiezo un par de veces, pero no parece importarle, ya que lo único que hace es apretar su agarre.
Desgarradores gritos retumban en las paredes del lugar, produciendo un desagradable eco.
Jack abre una puerta y el sonido se intensifica. Antes de que pueda ver lo que hay en el interior de la habitación, me empuja dentro y aterrizo bruscamente en el suelo. Me reincorporo rápidamente y hago una mueca al notar mi ropa húmeda. Me muerdo el labio al darme cuenta de qué es lo que en estos momentos mancha mis prendas: sangre.
Un chillido hace que me sobresalte y alce la mirada, encontrándome con un chico tendido en una tabla de madera. Su pecho está cubierto del líquido rojizo. Todo su cuerpo se convulsiona y más sangre sale de su boca. Tiene la frente cubierta de sudor y el rostro manchado de lágrimas y suciedad. Sus muñecas y tobillos están atados a la superficie con cadenas. Su cabeza se gira en mi dirección pero apenas me presta atención, ya que repara en el Visitante colocado a mi lado.
––Le hemos inyectado una pequeña dosis hace dos días. Durante ese tiempo no ha parado de vomitar sangre y lloriquear. ––explica Jack como si estuviera intentando resolver un problema de matemáticas.
––Por favor... ayúdame... ––la voz rasposa y quebrada del chico suena tan débil que me estremezco. Sus pupilas vuelven a estar centradas en mi, como si supiera que yo no encajo con los Visitantes. En un segundo el Presidente se encuentra a su lado y aprieta la presión en sus muñecas, haciendo que el cuerpo del joven dé un par de sacudidas y un ahogado grito escape de sus labios agrietados.
––¿Qué pretendes con todo esto? ––pregunto tragando saliva, intentando ocultar mi incomodidad.
––Solo trato de entender, Astrid. Trato de entender por qué eres la única humana que ha resistido. ––dice entre dientes.
Me paso la lengua por el labio inferior y Jack se acerca a mi lentamente.
––Esta noche tenemos visita... ––ladea la cabeza entrecerrando los ojos. ––Mañana, sin embargo, vendrás conmigo a cazar.
Asiento. Él imita mi gesto y camina hacia la entrada, pero antes de cruzar el umbral de la puerta, se detiene.
––Ah, y Astrid... eres importante, pero no imprescindible. Tenlo en cuenta a la hora de jugar a dos bandas. ––y sin decir ni una sola palabra más, abandona la habitación dando un fuerte portazo.
El silencio se expande por la sala. El único sonido que hay es la agitada respiración del pobre chico. Me vuelvo en su dirección pasándome una mano por el cabello. Sus ojos son de un verde apagado que lo único que reflejan es sufrimiento. El pelo rubio se pega a su frente por el sudor y hace que se vea aún más sucio y débil. Me observa cauto pero suplicante. Hace un pequeño gesto con la cabeza en dirección a las cadenas que aprisionan sus muñecas y traga saliva. Me acerco lentamente y me arrodillo a su lado.
––Siento tanto que estés en esta situación... ––susurro con voz queda.
––Tú no tienes la culpa. ––responde tras unos segundos de silencio.
Aprieto los labios y con cuidado, acerco mi mano a la suya y la aprieto levemente. Él me devuelve el gesto y hace un intento fallido por sonreír.
––No puedo ayudarte... ––confieso.
La confianza que tiene Jack en mi en estos momentos pende de un hilo. Salvar al chico sería cortar la fina cuerda de un tijeretazo.
Una lágrima rueda por su mejilla y me estremezco. Me muerdo el labio y apoyo la frente en el trozo de madera, cerrando los ojos.
––Si que puedes ayudarme... ––musita con voz temblorosa. Me incorporo levemente para poder observar su rostro. Se pasa la lengua por el labio inferior reseco y hace una mueca de dolor.
––Haré lo que esté en mi mano. ––aseguro conteniendo las lágrimas. Él se limita a permitir que el agua salada baje por su rostro sin ningún tipo de resistencia.
––Mátame. ––suplica.
Mi pulso se detiene unos instantes. Mi boca se seca. Mi cuerpo se queda inmóvil, incapaz de procesar lo que acaba de oír.
––Mátame. ––repite, esta vez más seguro. ––No quiero seguir sufriendo. Estoy harto de esperar un milagro que no va a llegar.
Asiento y me levanto lentamente, dejando que una lágrima se deslice por mi mejilla.
––Las jeringuillas que hay sobre la mesa contienen el Suero... ––dice temblando.––Si muero por una sobredosis... ellos pensarán que ha sido porque he sido incapaz de soportar el Cambio.
Vacilo a la hora de tomar el instrumento en mis manos, pero finalmente lo hago. Cojo una gran bocanada de aire y me acerco de nuevo al muchacho.
––Lo siento tanto... Merecías mucho más que esto... ––sollozo.––Y me odio por no poder darte otro tipo de salida.
Un grito desgarrador escapa de sus labios a pesar de haber apretado los dientes para impedir que saliera.
––Pero me estás dando una salida, al fin y al cabo. Ha llegado un punto en el que la muerte es mejor que vivir este horror. ––dice cerrando con fuerza los ojos.––Lo único que quiero es que el dolor se vaya...
––Lo hará...––aseguro llorando.
Y sin más, introduzco la aguja en su cuello. Se estremece y grita aún más fuerte. Mi mano tiembla solo de pensar que soy la culpable de su sufrimiento. Dejo caer el objeto y me llevo una mano a la boca, reprimiendo un grito ahogado. La respiración del chico se torna cada vez más entrecortada y un hilo de sangre sale de su nariz, descendiendo por su mejilla hasta su oreja. Intenta coger aire, pero es incapaz. Trago el nudo que se está formando en mi garganta y me acerco a la tabla de madera en la que está tendido.
Solo se relaja un poco cuando comienzo a acariciarle temblorosamente el cabello.
––No pares... ––suplica con un hilo de voz.
––No lo haré.
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