Capítulo 8: "Me has traicionado. Y ya sabes lo que hago con los traidores."


Canciones para este capítulo: New Americana–Halsey 

Abro los ojos de golpe y me incorporo en el colchón mirando de derecha a izquierda con nerviosismo. Los recuerdos acuden a mi mente de forma desordenada y en el momento en el que la palabra "veneno" aparece, bajo la vista a mi pierna herida. Llevo puesta la misma ropa que tenía antes de desmayarme, por lo que tengo que levantarme el pantalón. Un suspiro escapa de mi boca mientras las comisuras de mis labios se elevan al ver que la infección ha disminuido considerablemente. Me levanto de un salto y analizo la habitación. Es de un blanco impoluto y está completamente ordenada, lo que me pone un poco nerviosa. Carece de ventanas y hay una gran mesa pegada a una de las paredes. En ella hay gran cantidad de agujas y frascos. Trago saliva y tomo una gran bocanada de aire, intentando calmar mi respiración, la cual se ha visto alterada al recordar lo ocurrido hace unos meses. Al recordar a Cole traicionándome y clavándome una jeringuilla.

            La puerta gris se abre y Thomas entra. Lleva unos pantalones de camuflaje que le quedan un poco grandes y una camiseta verde oscuro de manga corta. Sus ojos castaños se encuentran con los míos y puedo ver arrepentimiento en ellos. Con cuidado, como si temiera que fuera a saltar a atacarle, se acerca. Cuando queda a unos centímetros de mi, se detiene y recorre mi cuerpo con la mirada.

            ––¿Cómo te sientes? ––pregunta frunciendo levemente el ceño.

            ––Mucho mejor. ––respondo. Un gracias quiere salir de mi boca, pero me recuerdo a mi misma que fue culpa suya que me viera en tal situación.––¿Ya es de día?

            ––Llevas tres días inconsciente, Astrid. ––dice después de suspirar.

            Santa mierda. 

            ––¿Tres días? ––exclamo. ––¡Tengo que salir de aquí! ––sin esperar una respuesta por su parte, salgo del dormitorio y corro por el pasillo que se extiende ante mi. La iluminación es muy pobre y es tan carente de decoración como la habitación en la que me encontraba.

            ––¡As! ––me detengo de golpe al escuchar el diminutivo que siempre usaba para dirigirse a mi.

            ––¿Cómo mierda vuelvo al bosque? ––cuestiono un poco brusca en su dirección. El chico tarda unos instantes en quedar a mi altura, y cuando lo hace, su respiración está un poco agitada.

            ––Aún no estás preparada para volver, tienes que...

            ––¡Por el amor de Dios, Thomas! ¡Nunca hago lo que supuestamente tengo que hacer! Dime donde está la maldita salida.

            Él resopla resignado y me da las indicaciones necesarias para irme y también para encontrar el lugar en el que estamos. Cuando termina de hablar, asiento y sonrío levemente. Me giro para seguir mi camino, pero sus dedos rodean mi muñeca.

            ––Ten cuidado, por favor.

            Me muerdo el labio y sin responder a su súplica, suelto mi mano de la suya y salgo del refugio subterráneo.

            Al parecer hay uno de estos en cada continente. Están bajo tierra, pero son lo suficientemente grandes como para albergar a cientos de personas y armas en su interior. La gente está más que preparada para luchar. Y yo también.

            No voy a volver a ser una marioneta de los Visitantes. A partir de ahora, yo tengo el control.  Me da igual lo que tenga que hacer para acabar con ellos y me da igual que mis acciones que arrastren al mismísimo infierno.






Me quedo totalmente quieta ante la entrada de la Sede, pensando en una excusa. Debe ser la primera vez en toda mi vida que no se me ocurre nada convincente. Inconscientemente me llevo una mano a la boca y me muerdo la uña del pulgar. Carraspeo y me adentro en el enorme edificio con paso lento pero decidido. En el preciso instante en el que pongo un pie en las claras baldosas, todos los Visitantes se vuelven en mi dirección, con sus escalofriantes ojos verdes mirándome carentes de expresión.

De entre la pequeña multitud sale Jack, con un gesto de evidente enfado en su rostro. Sin dirigirme la palabra, me agarra el brazo con fuerza y tira de mi hacia el ascensor. Aprieto los labios pero no hago nada para impedirlo.

En cuanto las puertas del cubículo se cierran, su mano sujeta mi cuello y me coloca contra la pared.

––¿Se puede saber dónde coño has estado? ––grita. Su rostro se ha puesto un poco colorado por la ira, lo cual me hace gracia.

––Lo siento mucho, yo... ––sus dedos aprietan el agarre en mi cuello y contengo el aire, ahogando un gemido de dolor.

––No tienes ni idea de las ganas que tengo de arrancarte el corazón en estos momentos. ––confiesa.

––Hazlo. ––le reto con dificultad.

––¡No me desafíes! ––exclama.––Si no estás muerta es porque te necesito.

––¿Por qué? ¿Qué quieres de mi?––pregunto alzando una ceja.

Su rostro se acerca peligrosamente al mío y aunque mi primer instinto es apartarme, no lo hago. No soy débil. No me voy a dejar intimidar.

––Llevo tres meses intentando convertir a más humanos, pero eres la única que ha resistido el Cambio, ¿por qué?

Frunzo levemente el ceño y me paso la lengua por el labio inferior. Jack se aparta bruscamente de mi cuerpo un segundo antes de que las puertas del ascensor se abran y camine hacia mi dormitorio. Saca una llave del bolsillo de su pantalón vaquero y abre la puerta. Me estremezco al ver como vuelve a guardar el pequeño objeto.

––Entra. ––ordena con voz neutra. Obedezco y atravieso la habitación, sentándome en la cama de sábanas oscuras. Las han cambiado en mi ausencia. La idea de que Visitantes puedan entrar y salir a su antojo de mi cuarto me asquea.

––¿A qué te refieres con que soy la única que ha sobrevivido?

––Desde que te convertiste hemos estado capturando humanos para hacer lo mismo con ellos, ––hace una pequeña pausa.–– pero mueren poco después de inyectarles una dosis. No son capaces de aguantar y no entiendo por qué. ¿Qué tienes de especial, Astrid? ––se pasa una mano por el corto cabello castaño.

Me encojo de hombros.

––¿Aparte de que soy increíblemente atractiva e inteligente?

––No estoy para tus puñeteras bromas. ––gruñe acercándose más. ––¿Dónde has estado estos tres días?

El cambio de tema me pilla por sorpresa y digo lo primero que se me viene a la cabeza.

––Yo... he estado cazando. Tenía hambre, ya sabes, de... de sangre. ––hago gestos raros con las manos tratando de respaldar mi explicación, aunque lo más probable es que parezca estúpida.

Un bufido escapa de sus labios y en menos de un segundo, mi espalda está contra el colchón y Jack encima de mí, presionando su cuerpo contra el mío mientras aprieta mi cuello con su mano derecha.

Otra vez. 

––No me lo creo, eres incapaz de asesinar a un humano. La primera, y única vez que te alimentaste fue a través de una bolsa. ––ejerce más presión, ahogándome. ––¿Piensas que soy idiota? ––sisea.

Niego levemente.

––¿Por qué... no me... crees? He ido al bosque... a ––tomo una gran bocanada de aire.––por sangre. Si he tardado tanto, a sido... porque luego me... sentía... culpable.

Jack aparta su mano de mi cuello y dejo que el aire inunde mis fosas nasales. Toso un par de veces e intento apartar el cuerpo del Presidente, pero este no se mueve.

––No te creo. Estás planeando algo, estoy seguro.

––No estoy... ––antes de que pueda decir nada, coloca un dedo en mis labios y se aproxima a mi oreja.

––Me has traicionado. ––susurra.––Y ya sabes lo que hago con los traidores.





H O L A 

Voy a entrar en temporada de exámenes, por lo que pasaré un tiempo bastante inactiva. Mañana subiré otros dos capítulos, pero hasta la semana que viene, me temo que no podré actualizar :( 

–Lau.

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