Capítulo 4

   A la mañana siguiente Ian pasó por mi para llevarme a la escuela y fue imposible no sentirme torpe ante su presencia.

  —Es increíble la cantidad de turistas que hay en la ciudad—suelto el primer pensamiento que se cruza por mi mente, tratando desesperadamente de romper el silencio que se a creado entre los dos y que estaba empezando asfixiarme.

   —Ya es costumbre encontrar gente tanta extraña en las calles —dice tranquilo sin borrar la sonrisa ni apartar la mirada de la carretera.— bien se dice que el que prueba Park City, se queda en Park City —bromea haciendome reír.— hablando muy en serio, eso es bueno ¿no? significa que la ciudad esta creciendo. Aparte, merece tener tanta audiencia, es una ciudad hermosa... ¡Así como tú! —añade, señalandome.

   Parpadeo y me muerdo el labio tratando de no reír.

  —Tal vez tengas razón pero...es algo escalofriante—me encojo de hombros tratando de que no se note mi nerviosismo.— supongo que soy muy hermitaña.

   Ian ríe alto y estaciona el coche. Dejo de mirarlo para mirar la estructura de la escuela.

  —¡Listo! ¡Llegamos a tu destino! A tiempo y sin ningún rasguño— exclama Ian, feliz.

  —Ya debo entrar— digo y recojo mi mochila.

  —Supones bien, nos vemos luego Mary— Ian me da un rápido beso en el cachete, sobresaltandome.— No olvides que hoy paso por ti. ¡Ah! Y Mary, no hagas planes para esta noche. Hoy es noche de bolos.

   Lo miro mal, pero no logro impedir que se me escape una estúpida sonrisa traicinera y me bajo del coche. Ian tuerce una linda sonrisa y pone en marcha el auto. Niego viendolo partir y mis labios se se oprimen tratando de reprimir las ganas que tengo de reirme, me giro sobre mis pies dispuesta a entrar a la escuela pero mi mirada se encuentra con la de Hillary, quién se encontraba sentada cerca de la entrada. Esta me mirada de manera inquisitiva, sus cejas fruncidas y labios oprimidos.

  —¡Mary!— desvío la mirada y veo a Rocco bajar del coche y correr hacia mi.

   Pese a que soy una persona solitaria y muy poco conversadora l

  —Ey hola, buenos días— la saludo cuando esta a mi lado.

  —Buenos días, ¿entramos? ¡uff! Nunca me imagine que este lugar hubiese tan frío— comenta, acomodándose la bufanda.— me siento gorda, pero calientita.

   Niego y río. Caminamos hasta los casillero. Rocco se quedó en el suyo y yo fuí al mio, nuestros casilleros estan de esquina a esquina y en el mismo corredor. Por fortuna las cuatro primeras horas sestan repartidas en dos materias, saco solo los dos cuadernos y guardo el morral, asegurandolo.

  —¿Vamos a clases?— me pregunta Rocco, llegando a mi lado. Asiento y juntas caminamos hacia nuestro respectivo salón.

  —Por cierto, ¿quién era ese chico sexy que te trajo al colegio? ¿tienes novio? —me pregunta Rocco al verme en silencio.

  —No es mi novio. Es solo un amigo. Un amigo muy querido— respondo.

  —Vaya pero no parecía. ¡Quiero decir! Es que se despidieron muy... cariñoso— Rocco no termino de hablar.— bueno, todos los quedaron viendo.

   ¿Cómo no recordar que apenas coloque un pie fuera del auto de Ian, el alumnado femenino —entre ellos Hillary—que se encontraba fuera del recinto estudiantil se nos quedaron viendo?. Aquí aplica la frase: pueblo chico, infierno grande.

   Asiento y nos apresuramos al salón. Estaba por entrar al salón cuando siento que algo me empuja y caígo al suelo. Escucho risas y al levantarme una chica estaba viendome. Mis cachetes se tiñen de rojos a causa de la verguenza.

  —Lo siento mucho muñequita, no te ví —se disculpa, aunque el tono que utilizó fue falso e infantil. Sus amigas sueltan la risas y dos de ellas chocan sus palmas.

   Frunzo el ceño pero la chica me da la espalda pegandome con su cabello y se va, dejandome estoíca. Siento tantas miradas sobre mi que ahora el calor de mis cachetes está por toda mi cara.

   ¿Es por qué vine junto a Ian?.

  —akā ... he aha ka mea e hana ai i kēlā kaikamahine? (Pero...¿qué le pasa a esa chica?) —escucho el murmullo de Rocco, sin embargo, su voz me parece lejana. Entremos al salón porque ya se estaba llenando y cada una toma asiento. Fue inevitable no sentir que me observaban.— ¿por qué crées que esa chica te empujó? —me pregunta. La miro, Rocco parece curiosa por conocer la respuesta, me encojo de hombros. Y es que en verdad no conozco los motivos por los que está me empujó, pero su mirada oscura y burlesca me dejo en claro que no le caígo bien y que muy probablemente situaciones como estas se repetirán.

   Adiós a mis días de invisibilidad.

   La última en entrar al salón fue Hillary seguida por el profesor de sociales y tres alumnos quienes cargaban libros. Hillary se sienta en una silla desocupada.

  —Buenos días alumno, para la clase de hoy vamos a tener que utilizar todos estos libros. Quiero que busquen cualquier tipo de información acerca de un tema que les voy a dar para una exposición que tendremos la proxima clase. Como hay pocos libros nos dividiremos en grupos de cuatro estudiantes —la clase se queda en silencio.— bueno, ¿y qué estan esperando? ¿qué yo los ubiqué? Vamos, vamos.

   Los estudiantes se movieron para no quedarse por fuera. Rocco rápidamente se puso a mi lado y nos sonreimos. A nuestras se nos acerca Alvis, y a su lado, se encontraba una chica.

   Ambos parecian muy cercano, tambien se parecian mucho con la única diferencia de que la chica era más alta que este.

  —¿Podemos hacer grupo con ustedes? —pregunta Alvis.

  —¡Por supuesto! No hay problema —responde Rocco.

   Estos se arrastran unas sillas que estaban vacias y se sientan frente a nosotros. El profesor nos da tres libros.

   —Investiguen todo sobre la segunda gurra mundial, serán el segundo grupo en pasar —nos dice y vuelve al frente. —tienen las dos horas para preparar la información. Los quiero en completo silencio, ¿queda claro? —añade y se sienta, revisando unas hojas que parecen exámenes.

  —Que profesor tan gruñon —vocifera la amiga de Alvis.

  —Baja la voz Casey o nos regañaran —la regaña Alvis, sin despejar la mirada del libro.

   Con que ella es Casey.

   Casey pone los ojos en blanco y tuerce la boca.

  —Que aguafistas eres. Tampoco es que esté hablando tan alto —se defiende esta, pelliscando el brazo de su amigo. Alvis aparta la mano y se rueda lejos de ella y cerca de mi. Rocco se ríe captando la atención de los dos amigos.

  —Lo siento, pero ustedes son muy comicos —se disculpa. Sus ojos se mueven de arriba abajo como si estuviera nerviosa. —¿ustedes son amigos? —les pregunta.

  —Desafortunadamente —contesta Alvis. Casey alza su mano dispuesta a darle otro pellizco, pero el morocho adivinando su intención, aparta el brazo y rueda hacia atras. Casey se burla y dos oyuelos se le marcan en cada cachete. —creo que encontré algo —murmura Alvis pero nadie la presta atención.

  —¿Y ustedes? ¿son amigas? A ti no te habia visto, ¿eres nueva, verdad? ¿Tu nombre es Kauka ʻauʻau Rocco? Si no me equivoco —habla Casey.

   Rocco hace un sonido de sorpresa. Alvis suspira y empieza a escribir.

  —¿Cómo...?.

  —Tengo familia viviendo en Hawái —cuenta viendose orgullosa, alzando su menton y su pecho se inflá.—amó esa isla. Mi lugar favorito para vacacionar.

  —¿En qué parte vive tu familia? —le pregunta Rocco.

  —En Honolulú.

  —Cerca de donde vivo.

  —Para socializar se inventaron el recreo. Así que o ayudan o abandono el barco —habla Alvis, mirandolas con advertencia.

  —El es Antis Xuxa —dice Casey.

   Alvis asesina a su amiga con la mirada.

  —No me llames así, soy Alvis, Alvis Xuga —y despues mira a Rocco que esta apretando sus labios para no reir, pero que apenas sus miradas se encuentran su expresión se vuelve neutra.—soy Alvis Xuga.

   Casey intercambia mirada entre Alvis y Rocco y esta abquiere una pícardía.

  —Cupido aquí ya lanzó su flecha. ¡Ya cásense! —dice ganandose un pellizco de parte de su amigo.—¡auch! —exclama flotandose la parte adolorida.

   Rocco aparta la mirada y su manl tiembla.

  —¿Por qué mejor no empezamos a copiar? —pregunto, rompiendo el silencio que se habia creado.

   Ninguno se opuso. De reojo observo a Rocco pero decido que preguntaré luego. El resto del tiempo se pasó volando pero nos alcanzó para terminar y repartirnos nuestros temas.

   La clase de sociales acabó, el prefesor se marchó no sin antes dejar las sillas en orden. Alvis fue el primero en marcharse, pero Casey no tuvo apuro.

  —Okay, entonces nos vemos en el recreo. Nosotros siempre estamos cerca de los baños —cuenta Casey.—a veces Antis no se puede controlar —añade en broma. Rocco suelta una carcajada y yo río. Casey se despide y se aleja, sentandose al lado de Alvis.

  —¿No son maravillosos? —me pregunta Rocco. Me enconjo de hombros y miro enfrente donde la tutora aparece.

   La hora del receso llegó, extrañamente tuve que insistirle a Rocco nos acompañara al patio. En el corto transcurso de este Rocco se encontraba demasiado nerviosa, su rostro guraba de un lado a otro.  Tal como Casey habia dicho nos alcanzaron a mitad de pasillo.

  —¡Pensé que esa clase no iba acabar nunca! —exclama Casey a todo pulmón, sentándose bruscamente en el frío metal de la silla. —oígan,  ¿qué les parece armar un super plan para este fin de semana? —pregunta está emocionada.

  —Me parece una mala idea—Alvis se apresura hablar.

   Casey bufó y puso los ojos en blanco.

  —Como sea. ¿Qué les parece ir a la playa? Yo conozco una donde las fiestas son hasta el amanecer.

  —Pero... esta haciendo demasiado frío.

  —Cuando el cuerpo se encuentra en caliente el frío desaparece —vocifera Casey.

  —No sé, no creo que papá me dejé —habla por primera vez Rocco.

  —¡Se habla con él! Además, no nos va a pasar nada —asegura Casey y asiente repetidas veces.

   El timbre sonó, informandonos que la hora del descanso habia finalizado.

  —Cada día recortan más nuestro momento. Deberiamos quejarnos con el sindicato —musita Casey mientras recoge su moral.

   La profesora Generosa entró al salón y el bullicio que antes habia desaparecio tras su paso.

  —Niños saquen por favor sus libros de matemáticas en la página quinces y hagan los ejercicios uno, dos, tres y cinco del (teorama de pitagora) mientras reviso la tarea que les dejé.

   Generosa empezó a pasar lista y al acabar, fue llamando a cada estudiante y revisando la libreta. Los ejercicio estaban díficiles pero se podían resolver. Llegó un momento en que me cansé y tome un respiro. Cierro los ojos y giro mi cuello hasta la pared. Abro mis ojos y observo la calle. Afuera parecía caer pedazos de nubes, blancas y herméticas pero abundante. Desde aquí se puede ver toda la calle y no me sorprendo encontrarla desolada, pero de repente una chica mas o menos de mi edad aparece en la acera de enfrente, la chica venia distraída hablando por su móvil mientras rebuscaba en su bolsa. Coloco mi codo en la mesa de silla y en esta recuesto mi cabeza. Estaba por apartar la mirada cuando al hacerlo,  de lejos un auto conduce desenfrenado hacia la chica.

  —¿Qué hace? ¡Cuidado!...— susurro espantada levantándome del puesto.— ¡No cruces! ¡Cuidado!— toda la clase se queda en silencio cuando grito.

  —Señorita Phoenix, ¿le sucede algo?— la voz de la profesora se se escucha por todo el salón.

   Su voz apenas logra colarse por mis oídos cuando yo ya estoy parada enfrente de la ventana, luchando contra esta para que se cediera y abriera.

  —¡No atravieses! ¡No lo hagas! ¡Detenedla! ¡Cuidado!—grito desenfrenada.— ¡No cruces!.

   La clase empieza a cuchichear y hasta escuchó algunas pisadas pero nadie se atreve acercarse a mi. Incluso escuchó que iban a llamar al director.

  —Ayudenla —ruego sin mirar a nadie.

  —¿Qué pasa allá tras? Señorita Phoenix por favor contro...— el profesor se calla cuando en medio de mi adrenalina rompo con mi puño el vidrio de la ventana. Aprovechó y saco la cabeza.

   Cuando  iba alertarla, la chica es atropellada. Ante mis ojos y en cámara lenta, su frágil cuerpo es lanzado por los aires avarios metros, da varios giros en el aire y se estrella contra el pavimento.

  —¡NOOOO! —grito a todo pulmón, desgarrándome la garganta en el proceso e impulsando mi cuerpo hacia delante, pero varios brazos me lo impide.

   Cuando mi voz se apaga la clase se acerca. Oigo sus jadeos al darse cuenta lo que en verdad habia sucediendo. Pero ya era demasiado tarde, el cuerpo de la chica se esta frío.

   Todo se detuvo a mi alrededor. Era como si el tiempo se hubiese detenido a partir de la muerte de aquella joven y solo respiraba por respirar. El salón se convirtió en un caos después de lo ocurrido a tal punto de que habían estudiantes en estado de shock, pero nadie estaba como yo. Todo en mi cabeza era un caos, un remolino de emociones negativa. Ni siquiera opuse resistencia cuando me arrastraron fuera del salón al mismo tiempo que el director entraba repartiendo regaños a diestra y siniestra a los curiosos.

   Éste al verme, se le agrandaron los ojos y su rostro se transformó en fantasmal. El director se acerca a grandes pasos hacia mi pero no sabe si tocarme o gritar.

  —Llevadla a la enfermeria, ¡ahora! —ordena.

   Pronto los pasillos se inundaron de estudiantes curiosos, policías y paramédicos. Dejé que me guiaran por toda la escuela hasta llegar a la enfermería. Allí, fuí auxiliada por unos paramedicos que me adormilaron hasta caer inconsciente.

   Las suave y fría caricia me despertaron, no distinguo el rostro que esta frente a mi pero estoy casi segura que no lo conozco. Todo me da vueltas y el vértigo que empezaba a sentir me asustaba. Abró y cierro mis ojos tratando de observar con mayor claridad al desconocido y despues de varios intentos la vista regresaba poco a poco, pero de la nada este desaparecio al igual que las caricias.

   Volví a  despertar y la sensación que sentí antes vuelve a mi.  No reconozco el lugar, pero por su olor y el blanco de sus paredes deduzco que estoy en el hopital.

   Barro con la mirada la habitación. Ver únicamente a mi tía me hace darme cuenta que el encuentro con aquel extraño fue simplemente un sueño.

   Mi tía estaba a mi lado, dormida en una silla. Parecia sumamente incomoda y su rostro estaba pálido e hinchado. Parpadeo, jadeo e intento incorporarme pero un mareo me lo impide, el ruido de las maquinas despierta a mi tía que salta y se acerca a mi.

  —Quieta Mary, aún estas débil cariño —me dice mi tía y sus ojos se llenan de lágrimas.

  —Tía...tengo sed —mi voz sale rasposa y suplicante.

  —Si mi vida, ahora te doy —me dice. Desaparece de mi campo de visión. Suspiro aliviada cuando mi garganta se refresca, recuesto mi cabeza en la almohada y suspiro.

  —¿Cómo llegue aquí?. ¡Ah! —me quejo cuando al mover mis manos estas me duelen.

    Entonces millones de flasheres vienen a mi mente. El coche, la chica, mis gritos, mis manos golpeando, el vidrio de las ventanas en miles de pedacitos, la niña volando por los aires. Trate de respirar pero era como si el aire se estuviera acabando.

  —¿Qué pasa? ¿Te duele algo? ¿Llamo al medico? ¡Cariño, decidme algo? —se apresura a preguntar mi tía, alzando la voz.

  —Solo...— trago saliva— tengo mareo... Y...

  —¿Y?.

   La miro con ojos llorosas.

  —Me estas... Aplastando el brazo.

  —Oh —jadea y me suelta.— lo siento —se disculpa apenada.

   Suspiro aliviada

  —¿Qué estamos haciendo aquí? ¿por qué tengo mis manos vendadas?.

  —Bueno...-Kristen arruga la frente y sus ojos se aguan.—  tuvieron que operaron de emergencia.

  —¿Qué? ¿Hace cuanto estoy aquí? ¿Por qué no recuerdo nada?.

  —Cuando rompiste el vidrio te quedaron incrustados en la mano varios pedazos y prácticamente estabas desangrandote. Afortunada te atendieron a tiempo pero no sabemos si recuperaras la movilidad cien por ciento— mi tía se detiene y ahoga un sollozo. —sentí morir cuando... Cuando recibí aquella noticia.

  —Lo siento tía, simplemente no supe como reaccionar en ese momento. Mi único pensamiento era alertarla de lo que se le avecinaba

  —¡Oh cariño!— mi tía me envuelve en un fuerte abrazo, rompiendo en llanto.

   Lloro por aquella chica, por su trágica muerte. ¿Cómo estarán sus familiares?.

  —Todo estará bien mi amor, te lo prometo.

  —Ella murió tía. Y yo no pude ayudarla... No pude hacer nada.

   Gruesas lágrimas caen de mis ojos.

  —Entiende, nadie la podía salvar. Esas cosas simplemente suceden y son imprevistos de la vida.

  —Tía...

  —¡Shu! Sé que fue duro, pero aquí estoy, contigo. Y no me iré.

    Con dulces y delicados mimos por parte de mi tía me quede dormida, casi roncando y si no fuera por que la enfermera entró a colocarme una vacuna— de las que le tengo terror— no me fuese levantado.

    Aunque así pude averiguar algunas cosas que se me escaparon. Por ejemplo, descubrí que tenia tres días inconsciente y que a la... La chica fue enterrada ayer en la mañana, tambien que estaba en el último año de preparatoria y era hija única. Mi tía no quiso entrar en detalle y por esa razón cambio radicalmente el tema.

  —Ian estuvo preguntando por ti —dice y esa frase fue suficiente para que mi corazón saltara de la felicidad y por un momento se me olvidara hasta mi nombre.—paso toooodo el día de antier y ayer aquí, pegadito a ti y preocupado.

  —¿Ian? ¿Cómo? Tu sabes que el detesta los hospitales.

  —Si, ese mismo —asiente.— no sabes, desde que se entero me llamo como...cien mil veces ¡y no exagero!—lanzo una risa quedada y mi tía me acompaña, pero prosigue.— ¡Ah! Y también esa niña...¿como se llama? ¿como se llama?... Reikol.

  —Tía... se llama Rocco —aclaro conteniendo la risa.

  —Ay pobre niña, le repetí muchas veces a mi cerebro ese nombre pero no más y no me da —se defiende soltando la risa.— la policia tambien estuvo por aquí, querian hacerte unas preguntas pero como estabas inconsciente se fueron. Me imagino que vendrán mañana.

    Trago saliva y asiento.

  —Oh, esta bien.

  —Mi vida, si no crees poder con lo del interrogatorio no tienes porque hacerlo.

    Una amable enfermera llegó a la habitación. Me hizo un par de preguntas sobre mi estado y prometio avisarle al doctor encargado de que ya estaba despierta, despues de darme varios medicamente se marcho. 

    Mi tía  bajó a buscar que comer dejándome sola y adormilada.

   Soñé.

    Soñé que estaba en una habitación de baldosas blancas cerrada, en todo el centro de esta una cama y a mano derecha había un gran ventanal.

    La cama tenía un techo donde colgaban mantas de seda blanca. Pese a que las mantas impedían ver a la persona que ocupaba la cama, por alguna extraña razón supe que era yo. Podía sentir su respiración, lenta y pausada como si estuviese dormida. Me moví hacia la cama, despacio pretendiendo no asustar a quien estuviera acostada.

    Las mantas dificultaron el acceso pero cuando estaba apuntó de llegar, el sueño se vuelve borroso y abro mis ojos cansados, solo para darme cuenta que había pasado solos minutos de a ver cerrado los ojos y en el momento exacto en que Ian entra a la habitación.

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