Capítulo 13

Boliche'Joe es el paraíso en pleno siglo veintiuno y en todo Ford City. Cuenta con todo lo necesario para nunca pasar de moda. Este lugar fue construido casi al año de haber nacido nuestra ciudad y cada año va remodelando su estilo con el fin de ofrecer un estupendo servicio y diversión. El boliche es gran, ocupa casi una manzana completa y es de tres piso. Además, no solo se cuenta con la pista de bolos muy característico; sino con una pista de hielo en el tercer piso; hay mesas de billar y una parte juegos de maquina.

Aquí venden refrescos, comida chatarra y toda clase de dulces; incluso puedes disfrútar de un buen espectaculo oyendo cantar a las personas o simplemente escuchar música.

El grupo se hubica en  las mesas del fondo, donde la vista a la primera planta es más amplia, desde aquí podemos ver quién entre y sale. Entre todas armamos una vaca y con ella pudimos pagar los refrescos y chucherias. Mientras parte de las chicas se concentran en jugar y derribar bolos, mostrando su superioridad en ese campo las demás esperamos sentadas. Lizbeth, Camille, Miranda y yo nos quedamos en nuestros puestos, supervisando que ninguna de las participantes haga trampa.

—¡Chuza! —gritaron emocionadas las del equipo de Miranda. La asiatica salta de la emoción a mi derecha y lo apunto.

Para ser la salida más entretenida nos hemos dividido en cuatro grandes grupos y hasta el momento el equipo de Miranda iba ganando por mucho puntos.

—Tu equipo a dado una buena pelea —le dice Lizbeth. Miranda engancha una sonrisa.— pero el mio ganará así que no te alegres tanto —añade con autosuficiencia. Liz le lanza un beso.

—¡En tu cara perra!. Ya quisieras que tu equipo fuese la mitad de bueno como lo es el mio —se jacta en decir Miranda.

Seguimos jugando hasta que fue nuestro turno de pasar. En verdad que yo no soy muy buena jugando a los bolos, pero al ver jugar a Camille encontre consuelo. La pobre ni sabe como agarrar la bola.

Smooth criminal de Michel Jackson empezó a sonar a mitad de la partida.
Miranda derribo nueve bolos y lanzo un alarido de victoria. Despues fue a lanzar Liz quien al igual que nuestra compañera derribo nueve bolos. La vi abriendo exageradamente la boca mientras se llevaba la mano al pecho con indignación. La última fuí yo, agarro la pelota y me colocó en la linea de inicio. El grupo me alienta con chiflidos y alaridos de fuerza, se me pasó el miedo de equivocarme y justo cuando estaba preparada para lanzar, una voz extremadamente conocida y familiar llega a mis oidos y que provocaron que perdiera mi foco.

—Desean algo de tomar, linduras —habla Ian.

Dejó caer la bola impactada y mi giro a verle, nuestras miradas de inmediato se cruzan. Ian deja de sonreír y el grupo de Miranda estalla de alegria por su triunfo pero mi mundo se detiene.

—¿Qué ha pasado contigo? —me pregunta Camille al oido, bastante desconcertada. Pero mi mirada sigue puesta en Ian, y pronto un sumbido se empieza a poderar de mis oidos.

Ian engancha una sonrisa encantadora, mostrando incluso sus dientes y lo ví mover sus labios pero a mis oidos no llegó ningun sonido.

Ian se encargó junto a otro compañero de atendernos el tiempo que estuvimos compartiendo en el lugar. Tiempo en que ni siquiera pude respirar con normalidad y en la que termino de amargarme el rato. También intentó acercarse a mi en cuando mis compañeras estaban distraidas, pero yo lo ignoraba puesto que su sola presencia generaba desagrado.

¿Quién se cree que es para tratar de hablarme como si nada hubiese pasado? Él fue quién me llevo a ese lugar. Él me dejó sola, expuesta, indefensa. Por su culpa e vivido momentos tensionantes, aún los vivo.

No quiero siquiera que me mire, es más, no soportó la mirada de nadie encima de mi. Me hacen sentir... vulnerable.

Miranda se encargó de  acercarme hasta mi casa. Mi tía me esperaba en el porche de la entrada y al verme, se levantó de la mesedora. Me bajé del auto despidiéndome del grupo de chicas.

—¿Cómo te fue? —me pregunta.

Subo las escaleras y suspiro.

—Bien, tengo mucho sueño.

Me adentro a la casa con Kristen pisandome los talones.

—¿No tienes hambre?.

—Tanta chucheria* me llenó. Voy a dormir.

Subo las escaleras de dos en dos y atravezando el pasillo, me encierro en mi cuarto, tirandome de un salto a la cama. Suspiro, observando el techo. Hubiese sido un cierre espectacular del día si Ian no hubiese aparecido y arruinarlo todo. Pero dejándo a Ian aún lado, volver al equipo y departir con mis antiguas compañeras me sentó muy bien. Inhaló profundamente y suelto el aire sonriendo un poco.

—Ey —vocifera mi tía, entrando a la habitación.

Alzo la cabeza y la observo.

—¿Qué pasa? —le pregunto.

—Esto es tuyo —comenta y entrando a la habitación, me tiende el teléfono junto con la portatil.

Me levanto de la cama con pereza y lo agarro, volviendo a la cama.

—Gracias —le agradezco.—¿por qué me los devuelves?.

Kristen se encoje de hombros y sale de la habitación, cerrando la puerta en el proceso. Me tiro a la cama, y agarro con pereza el teléfono, lo enciendo y espero a que prenda.

Al móvil le quedaba poca bateria, pero de inmediato llegaron muchos mensajes y llamadas perdidas, al revisar las llamadas la mayoria eran de números desconocidos y al abrir el whatsapp observé que estaba agregada a un nuevo grupo; allí se encontraban Rocco, Casey y Alvis y el chat estaba hasta reventar, y al interno del número de Casey también habían muchos mensajes y llamadas perdidas.

Suelto un suspiro, sin ganas de contestarle a nadie. No es que tuviera muchos amigos agregados en whatsapp, la mayoria eran de grupos que me uní en facebook y de algunas personas que me escribieron para hacerme una consulta. Bostezo y parpadeo con rápidez, salgo de la aplicación y entro a Facebook.

En facebook solo habían notificaciones de grupos en el que estaba unida, ninguno era muy interesante para quedarme mucho tiempo.

Pongo a cargar el móvil y me meto en la cama y cubriendome con la sabana cierro mis ojos cayendo de inmediato un profundo sueño.

Despierto en medio de la nada, era de día y el cielo estaba teñido de un color mostaza. Fruncí el ceño sin reconocer el lugar. Si estoy soñando debe ser uno muy real puesto que lo último que recuerdo es que me había acostado en mi cama, en la habitación de mi casa en ford city, estados unidos, pero esto parece el desierto, claro que hay demasiado arena y rocas.

Me levanto sintiendo mis musculos estirarse. La arena se desliza lentamente y tengo que cubrir mi nariz porque el aíre aquí me asfixia, como si se mezclará con la arena. Avanzo pero más adelante me caígo al tropezar con una roca, cubro mi caída con las manos, lanzo un pequeño grito. Mis dedos se entierran en la arena pero su solo tacto me lastima, así que rápidamente me levanto y corro en linea recta pero todo lo que veo es arena y más arena.

—¿Dónde estoy? ¿qué es esto?—me pregunto empezando a desesperarme. Mi mirada se desplaza de un lado a otro tratando de ubicar el sol pero no lo encuentro, giro mi cuerpo hacía el lado contrario en el que caminaba, pero vaya sorpresa la que me llevé cuando observé un gran poso de agua. Como si mi garganta se secará corró hacía la fuente de agua pero ante mis ojos, un hombre se aparece de manera misteriosa, casi de la nada.

—Estás aquí, bienvenida —sus palabras son gentiles al igual que su mirada clara, y hasta me sonríe. El hombre me tiende la mano y yo no lo dudo, la acepto, casi por inercia. El hombre automaticamente rodea mi cintura con su brazo y con el otro alza mi menton, hasta que mis labios quedan a su alcance.

—¿Quién eres? —le pregunto conteniendo el aire pero mirandolo fijamente.

—El centro.

Intento fruncir el ceño ante sus palabras, pero no me da tiempo de reaccionar cuando aquel hombre se inclina y me besa, colocando su mano libre en mi mentón. Jadeo por la sorpresa pero no me aparto, la atracción hacía este extraño es impresionante y que al igual que él, sale de la nada.

Entonces todo el sueño cambia y de pronto no somos solo nosotros sino que hay más espectadores. Abro los ojos y observo a mi alrededor topandome con la mirada de miles de criaturas, la angustia se apodera de mi cuerpo temerosa de aquellas bestias y rompo el beso, intentado separarme dispuesta a huir. El extraño se resiste y es cuando soy consciente que mi vida está pendiendo de un hilo.

—Tranquila, ellos son tuyos —me asegura sosteniendome con fuerza. Niego rápidamente pero vuelve a unir nuestros labios, forzando el beso. Intento desesperada apartarme, intentando gritar mientras mis manos empujan su pecho, pero éste no se mueve ni un poco como si cuerpo fuera un roble.

Me desperté asustada con mi cuerpo temblando y sudoroso. Mi pecho sube y baja y tengo que abrir la boca puesto que respirar se me dificulta. Miro a mi alredor, no estoy en ese extraño lugar, no rodeada de tanta... de esas espantosas criaturas.

El cuarto está oscuras y muy silenciosa. Y de inmediato, las imágenes se proyectan en mi mente como flasheres, una trás otra hasta provocarme una fuerte jaqueca. El asfixiante aire, el rostro de aquel desconocido, los besos, las caricias, las marcas. Rápidamente salto de la cama y llegando a la puerta agarro el interruptor y lo enciendo, encendiendo la luz de habitación. La luz revela lo que en la pesadilla mostró, habían marcas, repartidas por todo mi cuerpo, desde la mano recorriendo mi brazo hasta la parte de mi cuello, pecho y algunos lugares de mi abdomen... esto no son marcas sino quemaduras.

Me quedé estupefacta observándolas inflarse, como si estuiese quemada. Jadée espantada y corrí al cuarto de baño, mis ojos se agrandan y solté una exclamación de sorpresa al observar dos quemaduras empezarse a oscurecer en mi clavicula.

Cubro mi boca con mis manos viendo a través del espejo marcas en mis manos.

—¿Qué es esto? —vocifero espantada viendo las marcas en mis manos.

—¿Qué pasa? —me pregunta mi tía, entrando al cuarto y espantandome.

Parpadeo, cubriendo las manos detrás de mi espalda.

—¡Tía! ¿cómo entraste?.

—Por la puerta —responde con voz de obviedad. —¿qué pasa? ¿qué estás escondiendo? —me pregunta, adentrandose al baño y mirandome con curiosidad y preocupación.

—Nada —respondo, dando un paso hacía atrás.

Es mejor que no insista, no me gustaría verla alterada y preguntando cosas que no voy a saber responder.

Kristen entrecierra los ojos mirándome, se adentra completamente al baño y toma mis brazos.

—Muestra lo que tienes escondido—insiste, apretando mis brazos. Niego rápidamente ante sus peticiones.—muestra Mary —insiste exasperada.

—No te va a gusta —paso saliva.

Kristen profundiza su ceño y su preocupación aumenta. Entonces, empieza a tirar de mis brazos y de un tirón revela mis brazos. Y frunce el ceño observando mi manos.

—Tía... —intento hablar, pero Kristen suelta mis manos mirandome con esceptisismo.

—¿Has tenido un sueño? ¿por qué estás tan nerviosa? —me cuestiona.

—¿Qué? —le pregunto viendo las quemaduras de mis brazos con la marca de aquellos brazos. —¿no los ves?.

¡¿A caso no ves las quemaduras?!

—¿No veo qué? —me cuestiona llamando mi atención.

Sus palabras caen como balde de agua fría y me dejan helada. ¿Eso quiere decir que soy la única que puede verlas?.

—Mary, ¿acaso estás drogada? Ya sé, tuviste una pesadilla —suspira. —¿quieres que me quede contigo un rato?.

Si mi tía no las ve que son recientes, ¿eso quiere decir que nadie más que yo puede verlas?.

—Creo... —relamo mis labios al notarlos resecos. —creo que no es necesario.

—Bien, entonces a dormir, aún faltan algunas horas para que amanezca. ¿Seguro no quieres un poco de leche tibia?.

Niego con la cabeza. Mi tía suspira y sale de la habitación dejándome sola, en medio del frío baño y con el desconcierto en mi rostro. Obviamente no pude volver a dormir.

Al salir Liz pasó por mi para ir a la casa. Me despido de mi tía y me adentro al vehículo en donde Lizy me esperaba sonriente.

—Buenos días...

—Liz, ¿no notas nada raro en mi piel? ¿quemaduras quizas? —le pregunto, interrumpiendola.

Igual que la reacción de mi tía, Liz frunce el ceño y me examina de arriba abajo.

—No —responde negando con la cabeza.—¿por qué? ¿te has quemado?.

Como me lo temía, nadie puede ver mis quedamaduras excepto yo.

Asiento y mirando al frente, me pongo el cinturon de seguridad.

—Nada, nada, olvidalo —pido.—mejor continuemos, llegaremos tarde a clases.

Lizy me mira no muy convencida pero pone en marcha en carro. ¿Qué pasa? ¿por qué solamente yo puedo ver lo que tiene mi piel? ¿acaso es por lo del sueño? ¿fue el hombre del sueño que me hizo todas estas quemaduras? Claro que fue por el sueño, aquellas quemaduras fueron exactamente en el lugar donde ese extraño me toco y besó ¿quién más si no ese hombre? pero, ¿cómo logró quemarme? Se supone que es un sueño

—Por cierto, hay entrenamiento hoy a las cinco —comenta mirandome de reojo.

—Hay estaré.

—El próximo partido es el sábado a las cuatro de la tarde.

—¿Partido tan pronto?.

—Los intercolegiales, ya sabes.

Nos despedimos en la entrada del instituto  ya que el salón de está estaba en el segundo piso.

El horario de hoy era pesado. Tocaba dos horas de matemáticas, dos de química, dos de filosofía y dos de inglés. Apenas y pude concentrarme en la primera clase, el frío que hacía esa mañana en especial se colaba por dabajo de la piel helando incluso hasta la sangre, para colmo desde aquella noche no e vuelto a consiliado el sueño y cada vez que me  obligó a cerrar los ojos, miles de imágenes como flasheres se proyectan a gran velocidad agotandome.

El frío, miedo, susurros, canticos, luces, oscuridad... Más y más imágenes relampagos que hacen que mi cabeza duela y mi piel se erice.

—Te ves horrible, ¿no pudiste dormir anoche? —murmura Casey a mi oido. La miro de reojo, ésta se encuentra también mirándome de reojo.

Estabamos en clase, pero eso no detenía a Casey para sasear su curiosidad. Se había levantado de su puesto y sentado en la silla a mi lado, inclinando la silla hacía mi lado.

—Define horrible —murmuro fingiendo escribir.

—Tu cara esta ojerosa, pálida, cuartiada e incluso te ves flacucha... más de lo que era. ¿Siquiera estás durmiendo?.

No vió las marcas.

—Ustedes dos —la voz de la profesora nos asusta. Ambas la miramos, Casey vuelve a su lugar creando un ruido seco cuando la silla toca el suelo. Todas las miradas se centran en nosotras. —¿nos pueden comentar a toda la clase secretismo entre ustedes dos?.

Miro a Casey, pero ésta se encuentra mirando al frente. Vuelvo a mirar a la profesora.

—Le estaba comentando a Mary que el semblante de su rostro es horrible —responde mi compañera. Hago una mueca. —¿acaso nadie aparte de mi lo nota? —ahora todos se encuentran observandome, incluso la profesora, pero sus miradas -las de algunos- son de lastima.

Genial, ahora todos me tienen lastima. Bravo Casey.

Casey hace una mueca con la boca.

—Da igual, que continue la clase —comenta soltando el aire.

—¿Estás bien Mary? —me pregunta la maestra. Asiento con la cabeza en respuesta.

La profesora me mira dudosa, debatiendose entre creerme o mandarme a la enfermeria.

—Mary, si te sientes mal puedes ir a la enfermeria. Descansa un momento, luego que alguien te preste los apuntes —dice y se gira al tablero, volviendo a escribir. Le agradezco pero no salí de clase.

El último timbre sonó despabilandome tengo tanto sueño acumulado que si me quedo un segundo más sentada en el pupitre caeré rendida. Recogí todas mis pertenencias pero esperé a que el grupo saliera.

—¿No sales al descanso? —me preguntó Rocco.

—Voy a la biblioteca primero —le respondo.

—¿Segura? Nosotros podemos ayudarte —cuestiona Casey preocupada.

Niego en respuesta.

—Estoy bien —respondo.

Casey asiente no muy convencida. Ambas atraviezan el salón, dejándome sola. Las veo alejarse hasta que salió al patio.

Tendría que pasar primero a la biblioteca para dejar unos libros que presté antes de reunirme con las chicas en el campo. Estaba cerca de llegar, los pasillos estaban silenciosos y las aulas vacías. Apresuré el paso, quería llegar lo más pronto posible. Que curioso, antes detestaba estar con mucha gente a mi alrededor, ahora aquello cambio. solo un poco.

—¡Para Mary! No camines tan rápido —grita Hillary, sus apresurados pasos  llegan a mi encuentro.

Suspiró y me giro para verla. Estabamos solas en el pasillo.

—¿Qué quieres? —le preguntó.

Sin esperarmelo, Hillary me agarra la mano y nos adentramos al salón más cercano. Su toque me desconcertó y erizó mi piel. La observo sin entender, y cuando voy hablar, ella se me adelanta.

 —Ayer estaba en el médico y... te ví —Frunzo el ceño sin comprender, pero entonces reaccionó. ¿Cómo que me vió? No.— Estabas con el doctor que te atendió cuando tuviste el accidente—añade.

Doy un paso hacía atrás dudosa chocando contra un pupitre. El miedo invade cada fibra de mi cuerpo.

—¿Qué-qué dices?—cuestiono, empezando a hiperventilar. Abro mi boca porque ya no soy capaz de respirar por la nariz. Mi pecho sube y baja desenfrenado y mis manos sudan. El dolor invade mis ojos y un dolor punzante nace en el centro de la cabeza, como si me estuvieran pinchando con una aguja pasada por fuego.

—Por favor calmate Mary —dice Hillary, acercandose a mi y agarrandome por los brazos, deteniendo mis movimientos.—respira, por favor respira. E-estás hiperventilando, por favor respira, conmigo; uno, dos, tres. Así es... muy bien. ¿ya te encuentras mejor? —murmura. Asiento, me alejo de ella y le digo que continue sin llegar hablar. Hillary me observa dudosa, pero al final continua.— Después... —se queda en silencio.— Utilicé la ayuda de mi padre para...

—Espera, ¿qué has dicho? ¿tú padre sabe...? ¿él sabe?—la detengo peleando por respirar.

 Hillary no se apresura a contestar.

—¿Por qué piensas que te violaron? —me pregunta pegandose a mi.

Me congelo. No, aquello iba hacer mi secreto mejor guardado. No.

Niego con la cabeza y mis ojos se llenan de lágrimas. Hillary lo sabe... Ella.

¿Cómo pasó esto? Había sido muy precavida cuando fuí hacerme aquellos chequeos no podía ser cierto lo que estaba escuchando. Volvi a negar. Tuve que abrir la boca para coger un poco de aire. Hillary se hacerco mas a mi.

—Escucha Mary tengo que decirte algo —el sonido de la puerta llama nuestra atención. De esta aparece el amigo de Hillary, Evan lleva puesto una chaqueta de cuero negra y apenas entró cerró la puerta con seguro.

Frunzó el ceño ante aquella acción. Al cruzar mirada

—¿Qué hace él aquí? ¿qué están haciendo? —le pregunto a Hillary.

—Por lo visto no le has dicho  —dice Evan en un susurro.

La castaña lo mira mal. Luego, suspira audible y regresa su mirada a mi.

—No es tan fácil, ya se lo iba a decir —se defiende.

—Okay, no sé que es lo que pasa aquí pero tengo que irme —intento escapar pero el brazo de Hillary me detiene.

Automaticamente una corriente electrica sacude todo mi cuerpo, provocando que instintivamente diera un paso hacia atrás, alejándome de su toque. Hillary me mira desconcertada, parpadea rápidamente. Evan frunce el ceño mirandome espectante.

El silencio reina entre nosotros. Es incomodo y mi cuerpo tiembla tenso, sin poder moverme.

   ¡Aléjate!

   ¡Huye!

   ¡Otra vez aquella voz!.

Me sobresalto al oir esas voces en mi cabeza, instintivamente me encojo y doy pasos hacía atrás.

Evan me mira y también se pone tenso. Hillary lo nota, agarra su brazo y le da un leve aprietón. Sin embargo, éste parece exhorto en sus pensamientos.

—Está aquí. Nuevamente —dice éste tomandose su tiempo. Su pecho empezo a subir y bajar erraticamente y su ceño se profundiza mientras su cuerpo tiembla, su mirada recorre de aquí allá sin detenerse como si estuviera volando en un nube. Hillary se gira dandome la espalda y sujeta con fuerza sus brazos. —es demasiado fuerte—prosigue y pasa saliva.— hay un aura... maligna alrededor tuyo—su mirada se viaja hacía mi y en ellos hay una mezcla de desconcierto, confusión y terror.

Incomoda, aparto la mirada y desplazo la mirada por el salón. Evan hace una mueca. No entiendo sus palabras, pero tampoco quisiera entenderlas.

—¿Qué está pasando aquí? ¿por qué no me dejan salir?—cuestiono, harta de sus palabras.

—¿No lo notas? —cuestiona Evan, mirándome inquisitivo.

—Ustedes estan locos, déjenme salir o juro que voy a gritar —amemazo empezando a sentir que me falta la respiración, la presencia de Evan me incomoda.—como este sea uno de esos juegos que tienes con tus amigos, te lo juro que te vas arrepentir porque yo no te tengo miedo.

Hillary se abalanza hacía mi, agarrando mis brazos con fuerza, mirandome alarmada.

—¡¿Cómo sabes de los juegos?! ¡¿quien te lo dijo?! ¡Habla! —exige, alzando la voz. De pronto, sus ojos se agrandan y me observa de arriba abajo.—¿A-alguien te a tocado? —me pregunta, rápidamente agarra mis muñecas y las descubro. Su rostro se suavisa y se aleja un poco de mi mirando a la nada.—no te han tocado —murmura aliviada pero visiblemente tensa.

—¿Qué es lo que pasa Hillary? —le pregunta Evan, agarrando sus brazos y pegandose a ella.

—¿Así que tu amiguito no sabe de los jueguitos tuyos y de tus amigos? —cuestiono mirandola. Ambos alzan su mirada y me observan. En la mirada de Evan hay curiosidad. Mientras que Hillary me mira reprobatorio.

Ya esta, ya no hay paso atrás. Si Hillary fue capaz de exponer algo tan íntimo como eso, ¿por qué yo no puedo?.

—¿Qué juego? —pregunta Evan impaciente por no conocer nuestras palabras.

—¿Cómo te enteraste? —me pregunta Hillary, ignorando la pregunta del moreno.

—Las oí, a ti y a Sara. Rocco esta metida en ese absurdo juego, pero no sé como voy hacer pero voy a descubrir lo que hacen.

—No sabes en lo que te estás metiendo —cuestiona.

—Entonces explícalo —pido exasperada.

Hillary niega repetidas veces con la cabeza.

—Aléjate de todo lo relacionado con ese juego, son peligrosos —avierte.

Liberándose del agarre de Evan, sale del salón dejándonos atrás. Evan se tarda en salir no sin antes observarme por un largo rato con una expresión extraña en su rostro.

Al estar sola, suspiro audible recargandome contra el pupitre, ¿Cómo las cosas llegarón a este extremo? Seguramente Hillary correrá a contarselo a Sara, tengo que actuar con rapidez.

Agarro los libros y salgo del curso.

Si la única forma que hay de sacar a relucir la verdad es a la fuerza, entonces estoy preparada ejercer toda la fuerza de combate que tengo. 

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