Capítulo 12

Boliche'Joe es el paraíso en pleno siglo veintiuno y en todo Ford City. Cuenta con todo lo necesario para nunca pasar de moda. Este lugar fue construido casi al año de haber nacido nuestra ciudad y cada año va remodelando su estilo con el fin de ofrecer un estupendo servicio y diversión. El boliche es gran, ocupa casi una manzana completa y es de tres piso. Además, no solo se cuenta con la pista de bolos muy característico; sino con una pista de hielo en el tercer piso; hay mesas de billar y una parte juegos de maquina.

Aquí venden refrescos, comida chatarra y toda clase de dulces; incluso puedes disfrútar de un buen espectaculo oyendo cantar a las personas o simplemente escuchar música.

El grupo se hubica en  las mesas del fondo, donde la vista a la primera planta es más amplia, desde aquí podemos ver quién entre y sale. Entre todas armamos una vaca y con ella pudimos pagar los refrescos y chucherias. Mientras parte de las chicas se concentran en jugar y derribar bolos, mostrando su superioridad en ese campo las demás esperamos sentadas. Lizbeth, Camille, Miranda y yo nos quedamos en nuestros puestos, supervisando que ninguna de las participantes haga trampa.

—¡Chuza! —gritaron emocionadas las del equipo de Miranda. La asiatica salta de la emoción a mi derecha y lo apunto.

Para ser la salida más entretenida nos hemos dividido en cuatro grandes grupos y hasta el momento el equipo de Miranda iba ganando por mucho puntos.

—Tu equipo a dado una buena pelea —le dice Lizbeth. Miranda engancha una sonrisa.— pero el mio ganará así que no te alegres tanto —añade con autosuficiencia. Liz le lanza un beso.

—¡En tu cara perra!. Ya quisieras que tu equipo fuese la mitad de bueno como lo es el mio —se jacta en decir Miranda.

Seguimos jugando hasta que fue nuestro turno de pasar. En verdad que yo no soy muy buena jugando a los bolos, pero al ver jugar a Camille encontre consuelo. La pobre ni sabe como agarrar la bola.

Smooth criminal de Michel Jackson empezó a sonar a mitad de la partida.
Miranda derribo nueve bolos y lanzo un alarido de victoria. Despues fue a lanzar Liz quien al igual que nuestra compañera derribo nueve bolos. La vi abriendo exageradamente la boca mientras se llevaba la mano al pecho con indignación. La última fuí yo, agarro la pelota y me colocó en la linea de inicio. El grupo me alienta con chiflidos y alaridos de fuerza, se me pasó el miedo de equivocarme y justo cuando estaba preparada para lanzar, una voz extremadamente conocida y familiar llega a mis oidos y que provocaron que perdiera mi foco.

—Desean algo de tomar, linduras —habla Ian.

Dejó caer la bola y mi giro a verle, nuestras miradas se cruza. Ian extiende una sonrisa, el grupo de Miranda estalla de alegria por su triunfo.

—¿Qué a pasado contigo? —me pregunta Camille al oido, bastante desconcertada. Pero mi mirada sigue puesta en Ian, y pronto un sumbido se empieza a poderar de mis oidos.

Ian sonrió encantador, mostrando sus dientes y lo ví mover sus labios.

Ian se encargó junto a otro compañero de atendernos el tiempo que estuvimos compartiendo en el lugar. Tiempo en que ni siquiera pude respirar con normalidad y en la que termino de amargarme el rato. También intentó acercarse a mi en cuando mis compañeras estaban distraidas, pero yo lo ignoraba puesto que su sola presencia generaba desagrado.

¿Quién se cree que es para tratar de hablarme como si nada hubiese pasado? Él fue quién me llevo a ese lugar. Él me dejó sola, expuesta, indefensa. Por su culpa me esta pasando todo esto.

No quiero siquiera que me mire, es más, no soportó la mirada de nadie encima de mi. Me hacen sentir... vulnerable.

Miranda se encargó de  acercarme hasta mi casa, y a la mañana siguiente me fue a recoger como paga por mi triunfo en la pista de  baile. Nos despedimos en la entrada del instituto  ya que el salón de está estaba en el segundo piso.

El horario de hoy era pesado. Tocaba dos horas de matemáticas, dos de química, dos de filosofía y dos de inglés. Apenas y pude concentrarme en la primera clase, el frío que hacía esa mañana en especial se colaba por dabajo de la piel helando incluso hasta la sangre, para colmo desde aquella noche no e vuelto a consiliado el sueño y cada vez que me  obligó a cerrar los ojos, miles de imágenes como flasheres se proyectan a gran velocidad agotandome.

El frío, miedo, susurros, canticos, luces, oscuridad... Más y más imágenes relampagos que hacen que mi cabeza duela y mi piel se erice.

—Te ves horrible, ¿no pudiste dormir anoche? —murmura Casey a mi oido. La miro de reojo, ésta se encuentra también mirándome de reojo.

Estabamos en clase, pero eso no detenía a Casey para sasear su curiosidad. Se había levantado de su puesto y sentado en la silla a mi lado, inclinando la silla hacía mi lado.

—Define horrible —murmuro fingiendo escribir.

—Tu cara esta ojerosa, pálida, cuartiada e incluso te ves flacucha... más de lo que era. ¿Siquiera estás durmiendo?.

—Ustedes dos —la voz de la profesora nos asusta. Ambas la miramos, Casey vuelve a su lugar creando un ruido seco cuando la silla toca el suelo. Todas las miradas se centran en nosotras. —¿nos pueden comentar a toda la clase secretismo entre ustedes dos?.

Miro a Casey, pero ésta se encuentra mirando al frente. Vuelvo a mirar a la profesora.

—Le estaba comentando a Mary que el semblante de su rostro es horrible —responde mi compañera. Hago una mueca. —¿acaso nadie aparte de mi lo nota? —ahora todos se encuentran observandome, incluso la profesora, pero sus miradas -las de algunos- son de lastima.

Genial, ahora todos me tienen lastima. Bravo Casey.

Casey hace una mueca con la boca.

—Da igual, que continue la clase —comenta soltando el aire.

—¿Estás bien Mary? —me pregunta la maestra. Asiento con la cabeza en respuesta.

La profesora me mira dudosa, debatiendose entre creerme o mandarme a la enfermeria.

—Mary, si te sientes mal puedes ir a la enfermeria. Descansa un momento, luego que alguien te preste los apuntes —dice y se gira al tablero, volviendo a escribir. Le agradezco pero no salí de clase.

El último timbre sonó despabilandome tengo tanto sueño acumulado que si me quedo un segundo más sentada en el pupitre caeré rendida. Recogí todas mis pertenencias pero esperé a que el grupo saliera.

—¿No sales al descanso? —me preguntó Rocco.

—Voy a la biblioteca primero —le respondo.

—¿Segura? Nosotros podemos ayudarte —cuestiona Casey preocupada.

Niego.

—Estoy bien —respondo.

Casey asiente no muy convencida. Ambas atraviezan el salón, dejándome sola. Las veo alejarse hasta que salió al patio.

Tendría que pasar primero a la biblioteca para dejar unos libros que presté antes de reunirme con las chicas en el campo. Estaba cerca de llegar, los pasillos estaban silenciosos y las aulas vacías. Apresuré el paso, quería llegar lo más pronto posible. Que curioso, antes detestaba estar con mucha gente a mi alrededor, ahora aquello cambio. solo un poco.

—¡Espera Mary! No camines tan rápido —grita Hillary, sus apresurados pasos  llegan a mi encuentro.

Suspiró y me giro para verla. Estabamos solas en el pasillo.

—¿Qué quieres? —le preguntó.

Sin esperarmelo, Hillary me agarra la mano y nos adentramos al salón más cercano. Su toque me desconcertó y erizó mi piel. La observo sin entender, y cuando voy hablar, ella se me adelanta.

 —Ayer estaba en el médico y... te vi —Frunzo el ceño sin comprender, pero entonces reaccionó. ¿Cómo que me vió? No.— Estabas con el doctor que te reviso cuando tuviste el accidente—añade.

Doy un paso hacía atrás dudosa chocando contra un pupitre. El miedo invade cada fibra de mi cuerpo.

—¿Qué-qué dices?—cuestiono, empezando a hiperventilar. Abro mi boca porque ya no soy capaz de respirar por la nariz. Mi pecho sube y baja desenfrenado y mis manos sudan. El dolor invade mis ojos y un dolor punzante nace en el centro de la cabeza, como si me estuvieran pinchando con una aguja pasada por fuego.

—Por favor calmate Mary —dice Hillary, acercandose a mi y agarrandome por los brazos, deteniendo mis movimientos.—respira, por favor respira. E-estas hiperventilando, por favor respira, conmigo, uno, dos, tres. Así es... muy bien. ¿ya te encuentras mejor? —murmura. Asiento, me alejo de ella y le digo que continue sin llegar hablar. Hillary me observa dudosa, pero al final continua.— Después... —se queda en silencio.— Utilice la ayuda de mi padre para...

—Espera, ¿qué has dicho?—la detengo peleando por respirar.

 Hillary no se apresura a contestar.

—¿Por qué piensas que te violaron? —me pregunta pegandose a mi.

Me congelo. No, aquello iba hacer mi secreto mejor guardado. No.

Niego con la cabeza y mis ojos se llenan de lágrimas. Hillary lo sabe... Ella.

¿Cómo pasó esto? Había sido muy precavida cuando fuí hacerme aquellos chequeos no podía ser cierto lo que estaba escuchando. Volvi a negar. Tuve que abrir la boca para coger un poco de aire. Hillary se hacerco mas a mi.

—Escucha Mary tengo que decirte algo —el sonido de la puerta llama nuestra atención. De esta aparece el amigo de Hillary, Evan lleva puesto una chaqueta de cuero negra y apenas entró cerró la puerta con seguro.

Frunzó el ceño ante aquella acción.

—¿Qué hace él aquí? ¿qué están haciendo? —le pregunto a Hillary.

—Por lo visto no le has dicho  —dice Evan en un susurro.

La castaña lo mira mal. Luego, suspira audible y regresa su mirada a mi.

—No es tan fácil, ya se lo iba a decir —se defiende.

—Okay, no sé que es lo que pasa aquí pero tengo que irme —intento escapar pero el brazo de Hillary me detiene.

Automaticamente una corriente electrica sacude todo mi cuerpo, provocando que instintivamente diera un paso hacia atrás, alejándome de su toque. Hillary me mira desconcertada, parpadea rápidamente. Evan frunce el ceño mirandome espectante.

El silencio reina entre nosotros. Es incomodo y mi cuerpo tiembla tenso, sin poder moverme.

   ¡Aléjate!

   ¡Huye!

   ¡Otra vez aquella voz!.

Me sobresalto al oir esas voces en mi cabeza, instintivamente me encojo y doy pasos hacía atrás.
Evan me mira y también se pone tenso. Hillary lo nota, agarra su brazo y le da un leve aprietón. Sin embargo, éste parece exhorto en sus pensamientos.

—Esta aquí. Nuevamente —dice éste tomandose su tiempo. Su pecho empezo a subir y bajar erraticamente y su ceño se profundiza mientras su cuerpo tiembla, su mirada recorre de aquí allá sin detenerse como si estuviera volando en un nube. Hillary se gira dandome la espalda y sujeta con fuerza sus brazos. —es demasiado fuerte—prosigue y pasa saliva.— hay un aura... maligna alrededor tuyo—su mirada se viaja hacía mi y en ellos hay una mezcla de desconcierto, confusión y terror.

Incomoda, aparto la mirada y desplazo la mirada por el salón. Evan hace una mueca. No entiendo sus palabras, pero tampoco quisiera entenderlas.

—¿Qué está pasando aquí? ¿por qué no me dejan salir?—cuestiono, harta de sus palabras.

—¿No lo notas? —cuestiona Evan, mirándome inquisitivo.

—Ustedes estan locos, dejenme salir o juro que voy a gritar —amemazo empezando a sentir que me falta la respiración, la presencia de Evan me incomoda.—como este sea uno de esos juegos que tienes con tus amigos, te lo juro que te vas arrepentir porque yo no te tengo miedo.

Hillary se abalanza hacía mi, agarrando mis brazos con fuerza, mirandome alarmada.

—¡¿Cómo sabes de los juegos?! ¡¿quien te lo dijo?! ¡Habla! —exige, alzando la voz. De pronto, sus ojos se agrandan y me observa de arriba abajo.—¿A-alguien te a tocado? —me pregunta, rápidamente agarra mis muñecas y las descubro. Su rostro se suavisa y se aleja un poco de mi mirando a la nada.—no te han tocado —murmura aliviada pero visiblemente tensa.

—¿Qué es lo que pasa Hillary? —le pregunta Evan, agarrando sus brazos y pegandose a ella.

—¿Así que tu amiguito no sabe de los jueguitos tuyos y de tus amigos? —cuestiono mirandola. Ambos alzan su mirada y me observan. En la mirada de Evan hay curiosidad. Mientras que Hillary me mira reprobatorio.

Ya esta, ya no hay paso atrás. Si Hillary fue capaz de exponer algo tan íntimo como eso, ¿por qué yo no puedo?.

—¿Qué juego? —pregunta Evan impaciente por no conocer nuestras palabras.

—¿Cómo te enteraste? —me pregunta Hillary, ignorando la pregunta del moreno.

—Las oí, a ti y a Sara. Rocco esta metida en ese absurdo juego, pero no sé como voy hacer pero voy a descubrir lo que hacen.

—No sabes en lo que te estas metiendo—cuestiona.

—Entonces explícalo —pido.

Hillary niega repetidas veces con la cabeza.

—Aléjate de todo lo relacionado con ese juego, son peligrosos —avierte.

Liberándose del agarre de Evan, sale del salón. Suspiro audible. ¿Cómo las cosas llegarón a este extremo? Seguramente Hillary correrá a contarselo a Sara, tengo que actuar con rapidez.

Si la única forma que hay de sacar a relucir la verdad es a la fuerza, entonces estoy preparada para sacar a la luz la verdad.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top