Capítulo 14

—¡Kate! —gritó con toda la fuerza de sus pulmones, llevaba una hora buscándola, hacia unos cuarenta minutos que comenzó a nevar, ya había recorrido varias calles alrededor de la universidad, con la esperanza de que estuviera cerca, una parte de sí ya estaba paranoica y le decía que estaba hacia el otro lado, que estaba lejos, que no lo encontraría— ¡Kath! ¡Lady~!

Quizás alguna de las demás le respondería.

Se sentía como una idiota, tendría que haber quemado ese cuaderno, pero allí guardaba algunas cosas que quería conservar, tenía las primeras memorias que habían compartido, los primeros encuentros con las Alters, le parecían valiosos, bonitos, algo que leería dentro de unos años y recordaría con una sonrisa.

No lo guardaba como evidencia para su trabajo, ya lo había dejado hacia mucho tiempo, ya había empezado otro.

Ahora todo se había arruinado, y la había perdida, en muchas formas.

Sintió las lágrimas en sus ojos, y las borró sin cuidado.

Volvió a tomar su teléfono y volvió a llamarla, debía ser la número veinte, mínimo, y no tenía más esperanzas de que respondiera.

Para su sorpresa, a los tres tonos, respondió.

¿Yelena?

—¡Kate! ¿Dónde estás? Dime dónde estás. —sintió ganas de correr, hacia cualquier lado, hacia ella.

No soy Kate... —murmuró, su tono sonaba cansado y hasta doloroso— Yelena, tú eres mí amiga, ¿por qué estoy sóla?

—Katherine... —sintió esas enormes ganas de protegerla, de abrazarla y no soltarla nunca, porque la pequeña era muy especial, no sabía lo que iba a hacer— Katherine, dime lo que ves, dime dónde estás.

Yelena, hace frío y... Está todo lleno de blanco... Es un parque muy blanco.

—Bien, un parque, si, tu continúa hablando, dime qué más hay —buscó con el celular el parque y fue hacia él más cercano corriendo, no se podría haber ido tan lejos—. Voy para allá, dime, ¿ves unos juegos? —posiblemente era el parque al que había llevado a Lady una vez.

Sí... —con eso confirmaba que era el mismo parque de siempre—. Están lejos, Yelena... Hace frío, Yelena, ¿por qué hace frío?

—Porque es invierno, pequeña, y no tienes el abrigo adecuado... Pero estoy yendo y estarás calentita muy pronto, ¿sí? Tú sigue hablando conmigo.

Mmmh...

—¿Dónde estás?

Estoy acostada... En un banco... Ví una foto de Yelena en el celular y estabas ahí.

—Estoy aquí, si, estoy cerca.

Yelena sonrió con ternura, sintió unas lágrimas caer, vió el parque al otro lado de la calle y dejó de correr para ver a su alrededor, buscando algún banco donde hubiera alguien, los juegos estaban cerca así que se alejó de ellos, yendo hacia el otro lado del parque.

Yelena, te veo.

—¿Me ves? —giró a su alrededor, hasta que la encontró, hecho un bolita en un banco de madera, una ligera capa de nueve cubría de a partes su cuerpo, y se abrazaba al cuaderno que había encontrado, tenía el celular a un lado.

Corrió hacia ella, sus labios estaban azules y estaba muy pálida, aún así Katherine le sonrió.

—Aquí estoy, pequeña. —quería llorar, le quitó la nieve de encima y la ayudó a enderezarse, estaba muy fría.

Yelena comenzó a quitarse sus propios abrigos, para cubrirla, le colocó su largo saco marrón, y sus guantes, también el gorro que llevaba puesto, guardó las pertenencias de la menor en sus bolsillos, pero no era suficiente, tenía que llevarla a un lugar con calefacción de inmediato, darle un baño caliente, cambiarse de ropa a una que no estuviera húmeda por la fría nieve.

—Katherine, ven, yo te llevo. —le dió la espalda para que la pelinegra se suba a ella, y Yelena rogó que todos sus años en el gimnasio aún funcionaran.

Estaban a unos minutos de la Universidad.

La menor pasó sus brazos sobre sus hombros y Yelena sintió un escalofrío, estaba helada.

—Yelena, tengo sueño...

—No te duermas, Katherine, tengo chocolates para ti, pero no te duermas.

—Mmmh. —murmuró como respuesta.

Yelena casi corrió con la pelinegra sobre su espalda de regreso al cuarto, al llegar a aquel lugar, con calefacción, escuchó a Katherine suspirar con alivio.

La dejó sobre la cama, sentía sus piernas agotadas.

—Katherine, hay que cambiarnos de ropa. —dijo la mayor, y se sentía mal de invadir sus espacio personal, pero la ropa húmeda sólo la enfermaría.

Comenzó a quitarle su abrigo, la pequeña sólo podía verla sin entender nada.

—Yelena, ¿qué pasó?

—Yo... Hice algo que estuvo muy mal, y Kate se dió cuenta, Kath también, y las lastime y se enojaron mucho... Se alejaron de mí —dijo, su tono de voz era bajo, la pelinegra seguía mirándola sin entender muy bien—. Levanta los brazos.

La menor obedeció, de sentía algo incómoda, con Yelena quitando su remera y su buzo a la vez, para luego bajar sus pantalones, dejó su ropa interior puesta, malos recuerdos la invadieron y de inmediato sus uñas se clavaron en sus brazos, intentado cubrir sus cuerpo.

—Hey, hey, mírame —Yelena tomó sus mejillas, Katherine mordía sus labios con fuerza, intentando no llorar—. No te haré nada, no es lo que estás pensando... Soy tu amiga, nunca te haría daño. —se sintió mal por lo último, porque también era amiga de Kate, e igual le había hecho daño.

Katherine asintió pero igual se sentía incómoda, tenía frío, su piel estaba muy blanca, de a poco empezaba a tomar más color por la temperatura del cuarto, allí donde sus uñas la lastimaban dolía mucho más de lo normal.

—Te daré un baño, ven. —Yelena tomó sus manos y la llevó hasta el baño, dejando que entrara en la ducha, era apenas un cubículo en un rincón, con puertas de vidrio, donde se debía estar de pie, pero prefirió sentarse en el suelo porque sentía sus piernas muy débiles, la mayor abrió el agua y la reguló, para que no estuviera tan caliente, al menos no en un principio, podría hacerle mal darle demasiado calor de golpe.

Sin importar mojarse, se sentó a su lado, no entraban ambas en el cubículo, así que permaneció fuera, junto a la ducha, con la puerta abierta de esta, para sentir que estaban más cerca, y no fue sino hasta ese momento que se permitió llorar.

Había soltado un par de lágrimas en el camino, pero ahora que estaba todo asegurado, ahora que estaba a salvo y ya había pasado, dejó surgir todo ese llanto que acumulaba, todo el miedo que había crecido en pecho.

Katherine la vió llorar y comenzó a llorar también, no le gustaba ver a sus amigos llorar.

Sus uñas se apretaron a sus brazos, provocando dolor, quería lastimarse para así no concentrarse en la fea sensación en su pecho.

Se obligó a contenerse, en vez de clavar sus uñas en su piel apretó la capa de grasa de sus brazos, respirando profundo, como Yelena le había enseñado.

Ya no debía lastimarse, si se sentía mal podía llorar y ya, podría apretarse un poco los brazos, o abrazándose a si misma con fuerza, pero nada iba a herirla, ni siquiera ella misma.

Pasó así un rato, bastante largo, quizás unos veinte minutos, Yelena abrazaba sus piernas y escondía su rostro en sus rodillas.

Kate reaccionó en ese momento, sin recordar nada de lo que había pasado luego de desmayarse en el parque, sin saber cómo había llegado allí.

De un momento a otro había pasado de estar congelándose a estar sentada en el baño tomando una ducha caliente y en ropa interior.

Se preocupó al ver a su novia llorar.

Estiró una mano hacia ella, tomando su brazo.

La mayor alzó el rostro y limpió sus lágrimas sóla, al verla, la mayor sólo se inclinó frente a ella, apoyando su frente en el suelo del baño, en una reverencia que le rogaba el perdón.

—Lo siento muchísimo. —murmuró.

—Yelena, no... —se acercó a ella, y tomó sus mejillas para alzar su rostro, quedando a la misma altura— Yo lo siento, fui... Impulsiva y cruel contigo, muy mala, y te juzgue aún sabiendo que eras una persona maravillosa... No eres horrible, ni mala, y lo siento mucho....

—No, Kate, no tienes que disculparte —Yelena negó, sorbiendo su nariz para aguantar su llanto—. Sí, yo arreglé con el Señor Banner para hacer un trabajo sobre tu vida, y la de las demás también... Él hizo que yo quedara como tu compañera de cuarto a propósito y tienes todo el derecho de enfadarte conmigo porque sólo estaba aquí para ver cómo vivías con el TID...

>> Pero eso cambió cuando te conocí bien... Te amo, estoy completamente enamorada de ti, y vivir contigo es una de las mejores cosas que me han pasado en la vida... Me encantas tú tanto como las demás y son muy importantes para mí, son muy especiales... Y eso no es falso, no es falso todo lo que siento por ti, y las veces que hemos salido, lo hacía porque te amo.

>> Y tampoco he mentido al ser buena contigo, como compañeras de cuarto, o amigas o novias... Yo no soy mala con nadie, soy así... Sólo me aproveché de eso, me aproveché de tu confianza y la de las demás... y tienes razón, y lo siento.

Kate negó, no quería disculpas.

—Lo sé, Yelena... Lo leí en el cuaderno, te juzgue sólo por unas palabras de cuando apenas me conocías... Y se nota cómo has cambiado, en cada página, y en cada párrafo.... Te juzgue muy pronto y lo siento.

>> Y-yo... Estoy tan acostumbrada al rechazo que... Siempre creí que era todo mentira y con esto... Sólo pensé lo peor, no dejé que me lo explicaras o... Al menos no esperé a leerlo todo... Sólo te alejo porque es lo que creo que harás, que al final me abandonas igual que todos y estaré sola, de nuevo... Y n-no quiero estar sóla...

—Kate, yo no quiero dejarte, ni abandonarte, ni alejarme de ti... —Yelena buscó algo de contacto y tomó su mano, la pelinegra entrelazó sus dedos— Tampoco quiero que tú lo hagas, no quiero que te apartes, porque quiero que entiendas que mereces estar con alguien, mereces tener a alguien en quién contar y para eso estoy yo, y nunca volverás a estar sóla porque quiero estar a tu lado...

>> Quiero quedarme a tu lado... A pesar de todo lo que hice mal, y lo siento.

Kate asintió, lloraba un poco.

—Sé que sigo creyendo que eres muy buena para ser real, muy buena para durar... Pero creo mucho en ti, confío más en ti que en mí misma...

>> Aún sé no puedo evitar pensar en que en algún momento te irás, pero una parte de mí sabe que no es cierto... Porque tú no eres así... Me fuiste a buscar en plena tormenta de nieve...

>> Así que creo que... Debería empezar a creer que estarás conmigo bastante tiempo —sonrió, Yelena secó sus lágrimas—. Me daré una oportunidad de creer que esto sea para siempre.

—Es lo que la primera nevada nos dijo, ¿no? —preguntó Yelena, y la menor asintió.

Kate no tenía palabras para responder y sólo fue a abrazarla, no le importó mojar su ropa, ya estaba empapada de todas formas.

—Tenía tanto miedo de no encontrarte. —murmuró Yelena sobre su oído.

—Y-Yo tenía miedo de perderte... De que te alejes porque te dije cosas horribles...

—No puedo dejarte ir tan fácil, Katie.

La pelinegra no respondió, se dejó consolar por el abrazo, por el cálido aroma de Yelena, y por el calor del agua la ducha, que golpeaba su espalda.

Luego de un rato en silencio, se apartó para tomar el rostro de la mayor, y juntar sus labios, en un toque suave y lleno de dudas, Yels correspondió en seguida, y se sintió un poco mejor, continuó en los labios de su pareja hasta que ya no estaba ese nudo en su estómago, hasta que se sintió segura.

Salió de la ducha un poco después, Yelena la envolvió en una toalla y la ayudó a secarse, su mirada estaba muy triste.

El baño estaba completamente empapado por dejar la puerta de la ducha abierta, Yelena dejó que Kate se cambiara, se pusiera ropa seca y esperara en el cuarto a que terminara de secar el lugar.

Vió la ropa que estaba tirada en el suelo del cuarto, empapada y fría, al juntarla sintió sus dedos congelarse un poco, lo metió todo en una bolsa, luego lo llevaría a algún lavadero.

Encontró el cuaderno, guardado en uno de los amplios bolsillos internos del saco de Yelena, lo dejó sobre la cajonera de la otra.

Se quedó sentada en la cama, esperando a la mayor.

Luego de media hora, la mayor apareció, le sonrió bonito y fue a su lado, se sentó junto a ella y tomó su mano, entrelazando sus dedos.

—Creo que me salvaste la vida —dijo la menor—. Estaba tan enojada que no sentí el frío hasta mucho después.

—La próxima vez, prefiero que me grites y me golpees antes que salgas en plena nevada sin abrigo.

Kate asintió, sintiéndose avergonzada, Yelena dejó mimos en sus manos.

—Si me enfermo... Recuérdame que me lo merezco.

Yelena dejó un beso sobre su nariz.

—Si te enfermas te voy a cuidar hasta que estés bien. —dijo en un tono de voz suave y tranquilo que hizo a la menor sonreír.

—Eres muy buena. —murmuró.

—Uno suele ser bueno con las personas que quiere —respondió simplemente, se encogió de hombro—. ¿Qué tal si pedimos una pizza?

—Es buena idea. —dijo la pelinegra, asintiendo.

Eran pasadas las once de la noche, la pizza tardó un largo rato en llegar, tenían bastante hambre.

Pasadas las doce, volvieron a la cama, donde Kate se dejó abrazar por Yelena, habían estado muy calladas en todo el rato.

—Yelena.

—Katie.

—¿Estamos bien?

—Por mí, claro que sí, estamos bien, ¿tú?

—También. —dijo.

Aún quería disculparse, sentía que no lo había hecho lo suficiente.

Sentía que podía pedir perdón por el resto de su vida.

—Katie —hizo un sonido afirmativo, Yelena acarició su espalda con ternura—. Igual te amo.

Kate sonrió un poco con eso, fue el mayor consuelo que su corazón podía pedir.

—Yo también te amo.

Un capítulo más y llegamos al final.

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