05. Learning doesn't stop.

. . .

過去15年。

Dejó finalmente los papeles en el archivero, y con una sonrisa, aquella mujer limpió sus manos finalmente lista para terminar su trabajo.

Miró a su alrededor. La mansión estaba sola y solo quedaba ella, hace tiempo que no veía a nadie ahí, ni siquiera a sus sirvientes.

Un sentimiento de melancolía la gobernó, mirando por la ventana el sol saliente aquella mañana... No podía evitar recordarlos, cuando veía el sol salir o la luna ponerse. Cómo los símbolos de sus clanes.

Soltó un suspiro y, tras caminar al jardín de la mansión, tomó asiento en un lugar rodeado de flores... Acompañado de un riachuelo.

Acomodó su pelo... Se sentía sola.

Perdió a su hermana gemela y tomó control del clan Yata apenas aquello sucedió, dándole poco tiempo de recuperación. Perdió a los otros tesoros, Kusanagi y Yasakani... Perdió a toda su familia y ahora no tenía ningún heredero.

Levantó la mirada al cielo, como pidiendo un consejo al sol resplandeciente, algo que pudiese hacer al respecto con todo el trabajo que tenía encima. No importaba cuántas citas tuviera, todas parecían pasajeras. Estaba desesperada, necesitaba tener un hijo que pudiese revivir el clan otra vez.

El sol no le dió respuesta, lamentablemente. Su piel blanca solo comenzó a arder mientras los ardientes rayos del sol chocaban contra su rostro.

Bajó la mirada, resignada.

Si ella moría... No habría quien protegiera el sello.

Pasó sus manos por su largo cabello negro y, jalandolo con desespero, se puso a pensar en todos los trabajos que tenía en su empresa y los negocios que habían pendientes. No tenía posibilidad de ser madre, ¿verdad? Tenía que hacerlo pero no había un espacio.

¿Cuánto tiempo tendría hasta que su oportunidad de revivir el clan se agote?

No lo sabía.

Pero... Un sentimiento comenzaba a tenerla ansiosa...

Una sensación... Una presencia.

Algo se acercaba a ella y no era una presencia que le gustara en absoluto.

Inconscientemente su vista se comenzó a nublar, mientras visiones de serpientes aparecían frente a sus ojos.

Sacudió su cabeza y se talló los ojos. Se levantó de su asiento y retiró de encima suyo aquel largo vestido blanco de sacerdotisa, dejando únicamente su pantalón negro por debajo y una camisa de tirantes blanca.

Así, respirando profundo y cerrando los ojos, mantuvo sus pies en la tierra, conectándose con esta misma y activando su ki... En la tierra no había distorsión, en absoluto... Aquella distorsión venía de...

El viento.

Abrió los ojos y dejó de meditar, volteando alarmada a mirar arriba. El viento soplaba, y se estaba llevando las hojas de los árboles y flores que tanto tiempo le llevó cultivar... La mansión, el recinto, todo el lugar estaba protegido por un sagrado ritual que empleó cuando era joven, con su hermana. Era imposible que hubiese un tornado en la zona, era imposible.

No podía haber vuelto, el hombre, el hakkesshu del viento se había matado hace años cortándose a si mismo el cuello.

A menos que... Sea uno nuevo.

Ahogó un grito cuando el tornado que se estaba creando sobre ella comenzó a jalar consigo el mobiliario que había en el jardín, al igual que las puertas corredizas de papel, las cuales estaba desgarrando sin piedad.

Cerró los ojos para cubrirse, cuando aquel tornado regresó con brusquedad todo lo que había robado...

Se cubrió, con temor a ser golpeada... Y apenas el aire dejó de soplar, abrió los ojos y se levantó, en posición de batalla. Miró de un lado a otro, sin saber dónde podría estar aquel nuevo hakkesshu del viento. No había rastro de él, solo desastre.

Estuvo apunto de sacar su celular y hablar por auxilio a amigos más cercanos, quienes sabían luchar, pero...

Antes de que pudiera hacer algo, una risa captó su atención.

Volteó en la dirección de la que provenía aquella risa... Definitivamente no era el mismo hakkesshu del viento salvaje, este era otro.

Orochi había conseguido nuevos guerreros, ¿pero cómo? Pasó todos los años de su vida protegiendo el sello con el poder del espejo, ¿por qué pudo encontrar nuevos hakkesshus? ¿Habría alguna grieta en su hechizo?

El hombre salió de entre las sombras... Tenía el mismo vestuario que aquél al que ya había enfrentado, solo que en su lugar también tenía una corbata rojiza lo cual le daba un toque un tanto más personal. Tenía un libro, y una sonrisa cínica en su rostro.

Este hombre era albino y usaba lentes... Este hombre parecía entender qué era lo que estaba haciendo...

—Señorita Kagura... En un placer conocerla... O he de decir, ¿señorita Yata? —exclamó con un tono de voz sarcástico, acercándose poco a poco, de manera peligrosa, como una serpiente al acecho de su presa. Ese hombre no titubeaba ni un poco.

—Ni siquiera lo intentes... —replicó Kagura con una expresión de molestia y firmeza, en posición de defensa y lista para pelear—. Ya los vencimos antes, durante 1800 años ha sido así y nada ha cambiado. No podrás revivir a Orochi, no te lo vamos a permitir.

Una carcajada se escuchó, con esa aura cínica que el hombre cargaba consigo, mientras una ventisca comenzó a azotarlos. Las palabras de la mujer parecían un chiste para él, pues ella se encontraba sola en aquella mansión. Sola contra él.

—¿"No te lo vamos a permitir"? ¿tú y quién más?... ¿Y, dónde se encuentran la espada Kusanagi y la joya Yasakani? —dijo en voz alta acercándose aún más. Aquello tocó el corazón de Chizuru, quien inconscientemente fue bajando la guardia de a poco—... Oh, mala mía... Ambos están muertos.

La mujer frunció el ceño llena de rabia y reincorporándose nuevamente.

—¡Puede que ellos estén muertos pero aún tengo amigos de mi lado! Apenas intentes hacer algo, ellos vendrán y acabarán contigo como acabaron con el anterior —gritó, haciendo retumbar las viejas paredes de aquella desolada mansión.

Sin embargo el hombre ni siquiera se inmutó por aquello, y con una sonrisa alzando la mano, creó distintos remolinos que comenzaban a destrozar el jardín poco a poco... Desapareciendo y reapareciendo de un lugar a otro.

Chizuru se vio despistada ante está actitud, pues las risas macabras y los movimientos erráticos del hombre albino contrastaban demasiado con su personalidad y elegancia... Contrastaban demasiado con el modus operandi del hakkesshu del viento que ella recordaba.

Quería detenerlo, intentó crear espejismos de ella misma con el espejo Yata, pero ninguno de estos lograba dar con él.

Aparecía en un lado y un segundo después aparecía en otro.

Finalmente puso los pies sobre la tierra, y escuchando con atención los silbidos del viento, decidió dejar de atacar dónde él pasaba, para prepararse y atacar dónde él estaría.

Un patrón...

Necesitaba encontrar un patrón...

Y apenas lo logró, uno de los espejismos tomó al hombre del cuello, alzándolo en el aire. De inmediato supo que tenía que tomar el lugar del espejismo pues está visión no duraría mucho... Con la respiración agitada y la velocidad de la luz, se movió para tomar lugar de donde estaba su copia, para tomar al hombre del cuello y clavar sus uñas con odio en su piel.

—¡No llegarás lejos, esto acaba aquí! —y aún con el cuerpo del albino en su mano, lo alzó en el aire hasta poder azotarlo contra el suelo de un golpe. El otro se sintió aturdido al chocar contra la superficie dura. La fuerza empleada en someterlo fue tal, que se hizo un apenas notorio cráter en el suelo dónde las baldosas que decoraban los caminos de tierra de aquel hermoso jardín, se levantaran.

Varios pedazitos de cemento se alzaron en el aire al momento del impacto, y cuando Chizuru estuvo a punto de rematar con un ataque de luz, aquel hombre ya se había adelantado. Los pedazos de cerámica permanecieron en el aire... Y cuando menos se dió cuenta, un tornado se alzó sobre su torso, mandándola a volar lejos hasta chocar con uno de los pilares de madera rojiza.

Un crack se oyó, por un momento haciéndola pensar que se trataba del pilar de madera...

Pero cuando vio al hombre levantarse, supo que se trataba de sus propios huesos.

Él se acercó. Ella se levantó de nuevo, manteniendo la compostura a pesar de su propio dolor, preparándose para futuras defensas. Ambos permanecieron completamente inmóviles, esperando a quién fuera dar el siguiente golpe, siendo el primero después de mucho rato, el hombre. Este atacó con una ventisca tan fuerte que Yata sintió como si le cortaran la piel, ella se defendió liberando un ataque de luz que desorientaría al otro, preparándose para acercarse con uno de sus espejismos y atacar... Pero para su suerte el hombre logró ser más rápido que su clon, y de un golpe que hasta ella sintió, de un empujón la volvió a tirar contra el pilar con una violencia desmedida. El viento volvió a soplar haciendo caer tierra en sus ojos y así, desorientándola de nuevo...

Así, el hombre empezó a golpear a la poseedora del espejo Yata con violencia, ahogándola de lo que irónicamente era aire. Así, hasta dejarla incapacitada.

—Lo siento señorita Kagura... Pero usted y yo no podemos coexistir en el mismo universo —susurró, alzando su mano preparando más olas de viento azotador—. Deje de luchar... Sin la espada y la magatama es imposible que pueda proteger al mundo sola con el espejo.

Sintió una puñalada en el estómago...

Y en silencio, acompañada del silbido del aire, comenzó a caer al suelo...

—... Es hora de descansar... —dijo con un tono de voz calmante, tal vez demasiado. El hilo de sangre que se estaba formando desde su boca a su mentón solo la hacía verse más débil...

Así, hasta que él la tomó del cuello, y sin pena ni gloria la alzó.

Ella, a pesar de eso, le sonrió debilitada.

—Tú... —susurró con la voz quebradiza, sintiendo su alma abandonar su cuerpo—, tu f-forma de... Pelear... —toció sangre sobre su camisa blanca, y la túnica del hombre—... Es v-violencia desmedida... N-no eres... No siempre te saldrá bien...

El hombre abrió los ojos como sorprendido por el comentario, pero en seguida su rostro cambió a una sonrisa completamente cínica.

—Tomaré el consejo.

Y apretó.

Apretó su cuello tan fuerte hasta que Kagura, la última mujer con un tesoro sagrado, murió.

Y ese tesoro que tanto había esperado conseguir apenas la matara, resultó hallarse completamente desaparecido.

El espejo había desaparecido apenas ella murió...

Miró al cielo. Este estaba nublado desde el momento de su aparición y hasta la hora actual eso no había cambiado... Pero había un espacio abierto que dejaba los rayos del sol pasar. Rayos los cuales apenas iluminaron el cuerpo sin vida de la mujer.

Suspiró.

Debido a su violencia desenfrenada, no se dio cuenta de cuándo ella lo desapareció.

. . .

Para Edgar no era sorpresa oír que Byron ya había asesinado a mucha gente en el nombre de Orochi, pero lo que sí lo sorprendía era el hecho de que él mismo fué quien asesinó brutalmente a la mujer que tenía el espejo Yata.

Cuando estuvieron en aquella mansión, Byron le contó todo lo que había ocurrido ahí, desde el momento del asesinato, hasta cuando todas las personas se vieron desesperadas por encontrar a Kagura, quien no había aparecido en días... La sonrisa en el rostro del hombre al contar lo horrorizados y destrozados que se sentían todos los cercanos a Kagura fue... Aterradora. Eso lo hizo recordar por qué Byron era alguien a quien temer en serio.

A todo eso, Edgar no sabía por cuánto tiempo Byron llevaba haciendo eso, pues se veía realmente poderoso y parecía saber técnicas de pelea las cuales combinaba con sus poderes de viento. Pensándolo a fondo, debía tener la suficiente experiencia como para asesinar a alguien tan poderoso como Yata con sus propias manos.

Todo por el nombre de Orochi.

Le daba horror pensar en un cuerpo desangrándose, y que parte de esa sangre se encontrara en sus manos.

Suspiró y se acomodó en el asiento frente al hombre quien seguía comiendo con la mayor tranquilidad del mundo, como si los crímenes de su pasado no lo estuvieran persiguiendo.

Así, un montón de dudas volvieron a aparecer en la cabeza de Edgar.

—Oye... ¿Y qué hay de tí? —el joven finalmente tomó el tenedor que había en su plato, y listo para otra lección de historia, comenzó a comer. Byron levantó la mirada confundido sin saber a qué se refería, por lo que Edgar solo rodó los ojos y volvió a hablar, aunque con la boca llena—. Quiero decir, sobre tí. ¿Qué hay sobre «tí»? ¿de dónde vienes o como descubriste tu labor como jake-... "Jakechu"?

El otro frunció el ceño.

—'Hakkesshu'.

—Sí, si, lo que sea. Ya, hablame de tí —insistió.

A pesar del obvio interés del joven en saber sobre su pasado, el mayor aún seguía escéptico al respecto. No se convencía a sí mismo con la idea de que tenía que hablar sobre su vida y sus intereses. Simplemente no le interesaba.

No sabía cómo empezar, así que solo tomó un sorbo de aquel refinado vino que descansaba en su copa, y apartando el plato, habló.

—Vengo de Inglaterra y soy un hombre de negocios. Descubrí mi labor como hakkesshu cuando tenía 20 años y eso es lo único que necesitas saber —el tono que empleó en su hablar hizo al otro caer automáticamente en un sentimiento de mal humor. Solo lo vio levantarse y alejarse de la mesa sin decir ni una sola palabra más.

Volteó a verlo recargando su brazo en el respaldo de la silla, y así comenzó a ser visto por todas las miradas de los otros residentes del hotel. Con desprecio les regresó la mirada a todos y apenas ellos se voltearon, se acomodó de nuevo a seguir comiendo.

Byron era un hombre demasiado misterioso. No poseía una historia detrás que lo impulsara a acabar con la humanidad, o más bien no la mostraba. El poco resentimiento que sentía de matar a quien se atraviese en su camino era casi inexistente, y eso intimidaba a Edgar.

Al final solo terminó de comer en silencio y dejando el plato en la mesa, se dispuso a ir de regreso a su "habitación".

. . .

Había pasado apenas un par de días desde que viajaron a la mansión de los Yata. No habían hecho nada durante un tiempo pues el jefe consideraba que Edgar necesitaba un descanso, así que se lo dió.

En ese tiempo, Edgar tuvo la oportunidad de meterse en una piscina por primera vez, además de probar comidas refinadas que nunca en su vida humilde pensó probar.

También se dió espacio para usar un par de columpios que había en una zona para niños cuando no había ninguno de estos, en la noche.

Edgar así disfrutó de esos cortos días con paciencia y tranquilidad. Se sentía contento y agraciado de poder estar en un lugar así solo por un milagro divino que cayó sobre su cabeza...

Pero el tiempo eventualmente se acabaría, y con ello empezarían las misiones diarias una vez más.

Los planes que Byron le mencionó eran pocos, pero todos ellos implicaban viajar al rededor de todo el mundo para cumplirlos.

Debían viajar de nuevo a la mansión Yata apenas está se desocupe otra vez. Debían viajar por todo Japón en busca de energías poderosas para descubrir si los tesoros estaban cerca. Debían viajar a otros países para reclutar a los 6 hakkesshus restantes y...

El plan que más aterraba a Edgar...

Debían viajar en busca de sacrificios para su señor... Quienes eran jóvenes (especialmente chicas) a quienes matarían y entregarían su sangre a Orochi.

Byron mencionó que estas chicas no eran personas al azar, en absoluto. Dijo que muchas de estas, especialmente chicas pelirrojas de color intenso, eran producto de amoríos entre personas con descendencia de Orochi y alguna persona normal, por lo que esos sacrificios debían tener si o sí el poder de Orochi entre sus venas.

Le aterraba, pues también mencionó que habían varias niñas entre los descendientes de Orochi, por lo que sería un trabajo contra la moral.

Se acomodó en la cama y con desgano miró nuevamente la luna en su punto más alto...

Mañana deberían viajar a Rusia, lugar donde vivía una de las 8 cabezas de Orochi restantes. Según tenía entendido, era una mujer de origen americano que trabajaba de constructora en los monumentos más grandes del país en cuestión... Ella hacía los planos de los monumentos, y también se encargaba de construirlos.

Se sentía intimidado por el hecho de que debían viajar a un país como Rusia, ese lugar tenía con temor a nuestro pobre muchacho, pero todo sea para cumplir su cometido, ¿cierto?

Simplemente cerró los ojos y dejó un suspiro salir.

Sería un día pesado.

. . .

「ドライランド」の力はパーティーに参加しますか?

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