04. An abandoned mansion.
. . .
Estaba disfrutando de tiempo a solas con tranquilidad aquella noche.
La luz de la luna entraba por el balcón y lo ponía a pensar... Tantas cosas han pasado en apenas las últimas 24 horas, tantas cosas que parecen sacadas de el sueño de un niño aburrido en la iglesia.
Miraba sus manos e intentaba de nuevo activar sus poderes de fuego, más sin embargo era imposible.
Parado bajo la luz de la luna estaba él, resignado a saber cómo hacer el fuego aparecer de nuevo, mirando fijamente a aquella esfera enorme que brillaba en el cielo.
Se acercó al balcón, abriendo las puertas cristalinas decoradas con acabados dorados... Salió un segundo y se recargó en el elegante barandal que lo rodeaba...
Ahí afuera tenía una mesa, una silla, distintas plantas de apariencia japonesa y como olvidarlo, una vista hermosa a la enorme ciudad en la que estaba.
Edgar se sentía perdido, era cierto... Desconocía en qué ciudad se encontraba y apenas podía reconocer que se encontraban en Japón debido a que muchas cosas ahí estaban al revés... Cómo el asiento del conductor que los trajo al hotel, por ejemplo.
Soltó un suspiro y miró abajo.
Byron le pidió descansar. No explicó la razón de esto pero se veía bastante serio cuando lo dijo...
¿Acaso visitarían algún lugar aquella noche? Lo último que le contó fue la historia sobre los tres clanes que acabaron con Orochi años atrás, tres clanes japoneses quienes poseían tres tesoros sagrados...
El espejo Yata, la joya Yasakani, y la espada Kusanagi...
El sello de Orochi era protegido por el espejo de la familia Yata, quienes residían en una vieja mansión que se mantuvo oculta por años. ¿Y las familias de los Kusanagi y los Yasakani?, ambos usaban sus tesoros para proteger seres queridos y, en el peor de los casos, acabar con Orochi en caso de que despertase... El problema es que ambos estaban en guerra desde hace 660 años debido a un amarre de navajas causado por los antiguos hakkesshus.
Lamentablemente -para muchos, porque para él no-, los tres clanes desaparecieron por distintos eventos desafortunados.
Todos los protectores del sello que mantenía dormido a Orochi estaban más que muertos. No habían herederos, no habían protectores... Y los tesoros se encontraban perdidos en alguna parte del mundo.
Byron mencionó algo sobre los fanáticos de los tesoros, ¿había probabilidad de que los encontrarán?
No lo sabía, y la verdad si eso pasaba, no sabría qué haría.
Y no importaba cuántas veces se pellizcase, nunca parecía despertar.
Esto era real.
Y Edgar lo sabía.
Solo que no sabía cómo lidiar con ello.
Bajó la mirada y se alejó del barandal para volver a entrar a la habitación, cerrando la puerta detrás de él.
Ya había inspeccionado cada parte de este sitio con asombro, pero la sorpresa se desvaneció tiempo después.
Durmió un rato, pero realmente ya no se sentía cansado... Había estado dormido bastantes horas de camino de Nueva York a Japón. Lo que fuera que vaya a querer el señor Byron a altas horas de la noche, seguro que lo necesitaba despierto y activo.
Volteó entonces a dónde se suponía se encontraba la cocina... Había visto un refrigerador con distintas latas de distintas marcas, tal vez encontraría algo con cafeína ahí en caso de que se sienta cansado. Se levantó y fue en busca de aquella lata, cargando dos de estas para llevarlas de regreso a una mochila que había encontrado entre las cosas de la habitación.
Miró orgulloso el resultado de su planeación, guardando las latas dentro de la mochila... Aunque ya no encontraba nada más que guardar ahí, por lo que simplemente se sentó de nuevo en la cama.
Ahora la cuestión es... ¿Cuándo aparecerá Byron?
Se quedó sentado en la cama viendo hacia afuera, admirando el paisaje que tenía Japón para él.
Ya no sabía que onda con su vida.
Pasó vario rato, tal vez demasiado viendo a la nada mientras pensaba, jugando con sus manos nervioso de lo que venía ahora. No tenía descanso, todo el tema de Orochi venía en un paquete junto el cuál le cayó del cielo de la nada, y su destino ahora se ve envuelto en erradicar a la humanidad, ¿cierto?
Sonrió para si mismo. Unas horas habían pasado, y a su mente vino la idea que tal vez podría calmar sus ansias...
Debía aprovechar la oportunidad. Si quería irse al infierno... Se llevaría a todos los que le hicieron daño con él.
Y así, su sonrisa se extendió... Sintiendo un ambiente cálido entre sus manos.
Miró hacia abajo y, sintiéndose obviamente sorprendido, vio como la punta de uno de sus dedos, con el cual estaba jugando, estaba rodeada de una pequeña flama morada la cual brillaba más que un encendedor cualquiera.
En un principio se vio shockeado por esto... Pero tras pasados los segundos, Edgar se levantó de golpe con una gran sonrisa en su rostro.
Mirando su mano, solo la punta de su dedo brillar, era fascinante.
Comenzó a emocionarse a tal punto en el que comenzó a dar vueltas de un lado a otro en aquél penthouse tan enorme, dando saltos de emoción al notar que había podido encender su mano en fuego.
Este momento de felicidad se vio interrumpido cuando notó que su mano ya no sé encontraba en llamas y en seguida volvió a caer desanimado. A pesar de haberlo logrado de nuevo, no tenía ni idea de cómo pasó y no tuvo control de ese poder... Obviamente pasaría mucho tiempo practicando hasta poder lograr hacerlo deliberadamente.
Aún así, se sentía a gusto de saber que no fue cosa de una sola vez... Tal vez poco a poco comience a tener control de estás mismas llamas.
Así, un aire hizo acto de presencia en el balcón, azotando las plantas que se encontraban afuera con poco cuidado. Miró de un lado a otro, supuso que tal vez Byron había marcado su llegada, pero, ¿por qué de esa forma? ¿No podía tocar la puerta como una persona normal?
Eventualmente el viento hizo presencia dentro de la habitación, moviendo las sábanas destendidas que estaban aún sobre la enorme cama. Volteó de un lado a otro sin saber dónde podría estar el mayor, buscando entre las sombras. Aquello le recordaba al primer día en el que se habían conocido.
No podía estar adentro, ¿cierto? Ni siquiera lo vio entrar estando despierto y atento. No había forma en que no lo hubiera escuchado llegar.
Así, el viento tocó su nuca, y con un grito ahogado intentó soltar un golpe.
Golpe el cual estaba cubierto de fuego, por cierto.
Un rayo de luz iluminó la oscura habitación, obligando a Edgar dar la vuelta al sentirse atacado... Así, pudo ver a Byron entre las sombras con una sonrisa.
—Parece que solo puedes activar tu fuego con miedo —susurró acercándose lentamente tomándolo del brazo con cuidado de no quemarse, sonriendo, y obligando al chico a calmar su sangre de seguir iluminando la oscuridad—. De momento es tú única forma, ¿cierto?
Edgar bajó la guardia y negó.
—Logré hacer una pequeña flama después de pensar en llevarme a todos los humanos al infierno conmigo —Byron se vio sorprendido por la respuesta, pero para nada asustado. Mantenía esa sonrisa, ahora placentera, mientras soltaba lentamente al chico.
—Buena forma de encontrar tu habilidad, muchacho.
No hubo más plática pues Byron empujó a Edgar en dirección al balcón, abriéndolo con solo usar un soplido notorio... El mayor se posicionó en frente del barandal en el que el joven del flequillo había estado anteriormente y dándole la espalda al otro, alzó ambas manos en dirección al cielo, narrando algo en japonés que Edgar no comprendía...
—Watashi tachi no na wo yon da sora ni, —un remolino comenzó a formarse sobre ellos— nushi yo, onegai desu —Edgar comenzaba a sentirse tanto asombrado como aterrado, admirando como las hojas rosadas de aquellas plantas que decoraban el balcón eran jaladas consigo—, kono te no kaze de watashi tachi wo mokuteki ji made tsure te iku te kudasai.
¿Esto era un tipo de teletransportación? Si ese era el caso, todavía tenía que recoger cosas antes de irse.
Alterado, entró de nuevo al penthouse y sin titubear cargó su mochila jalándola sobre su hombro.
—¿¡Qué se supone que crees que haces!? —gritó Byron aún con las manos en alto manteniendo el viento soplando. Edgar se regresó lo más rápido que pudo, casi chocando con el mayor.
No tuvo tiempo de decir lo siento cuando todo a su alrededor pareció desvanecerse, abrazándose al otro con terror a sus extraños métodos... De un momento a otro, siendo azotados por un muy fuerte viento, ambos hombres aparecieron en otro lugar completamente diferente, en medio de la oscuridad...
Byron cayó al suelo, y Edgar al momento de soltarlo se echó para atrás, tropezando con un tronco en mitad de la oscuridad...
Miró a su alrededor. Estaban en un bosque, probablemente aún en Japón, pues algunas ramas tenían colgando papeles con escrituras en ese idioma.
La luz de la luna apenas lo dejaba ver... Pero era claro para él el momento en el que Byron se levantó de suelo, soltando gruñidos molestos, para en seguida voltear a verlo directamente a los ojos.
—Por poco haces que terminemos cincuenta metros más lejos de la mansión, idiota —Edgar se levantó adolorido y aún con la mochila sobre su hombro miró de un lado a otro.
—¿Y por qué no haces otro «TP»?
Byron frunció el ceño, y con molestia sujetó el puente de su nariz, permitiéndose soltar un largo suspiro resignado.
—Solo caminemos. No debe quedar muy lejos.
. . .
Tomando y tomando. Se estaba sintiendo cansado y apenas habían caminado un par de metros.
Mientras Byron y Edgar caminaban a dónde sea que estuviese la dichosa mansión, el menor se mantenía distraído viendo vídeos en YouTube mientras caminaban por entre los árboles. Tantas piedras y ramas ya tenían al muchacho cansado.
Con un gruñido, se detuvo un segundo recargándose sobre un árbol, antes de tomar otro sorbo a la lata que tenía su mano libre. Byron, molesto, se detuvo también para poder voltear a verlo. Edgar se veía cansado y molesto.
Él también gruñó.
—¿Ahora qué mierda te pasa? —Edgar miraba su celular impaciente, aún dándole sorbos a su dichosa lata.
—YouTube ahora me está poniendo anuncios de la misma modelo una y otra vez, y cada vez son más largos... Es una cagada —dijo, cuando por fin su video empezó, haciendo a Edgar reincorporarse con una sonrisa, siguiendo caminando. Cuando el chico pasó en frente de él, Byron se contuvo con todas sus fuerzas de darle un puñetazo en toda su cabezota de niño tonto.
Pero se retuvo, y calmando sus ansias inhalando profundamente el aire libre del bosque, prefirió mostrarse amigable.
—¿De qué modelo hablas? —exclamó alegremente, acercándose a él reposando sus manos en su espalda. Edgar levantó la mirada, confundido por su actitud, mientras su video se seguía reproduciendo entre el silencio de los árboles.
—Ah... Es una tal Bellerose, o Colette, no sé cómo diablos se llama y no me importa, pero ha estado en tendencia estos días y aunque al principio por mi estaba bien, ahora me tiene harto —la sonrisa de Byron se extendió.
—¡Ah! La señorita Colette, he oído hablar sobre ella... ¿No es acaso ella quien dijo que los enemigos éramos nosotros?, me gusta su forma de pensar —mencionó con su inocente sonrisa, haciendo a Edgar sentirse cada vez más confundido y extrañado.
Y de repente guardaron silencio cuando no muy a lo lejos, ambos hombres vieron una estructura sobresaliendo por entre los anchos troncos.
El mayor se adelantó comenzando a caminar a paso rápido sin poder contener su extraña alegría. El otro fue tomado desprevenido, y guardando su celular al igual que sujetando la lata con fuerza, comenzó a correr detrás de él.
Habían llegado a la mansión, la cual estaba en... Buenas condiciones.
Edgar no pudo evitar notar que en las ramas de los árboles colgaban pequeños papeles... Cómo los que había visto antes, pero ahora eran muchos más.
Algunos venían con textos en japonés, y otros en inglés. Leyendo con cuidado pudo notar frases como "te extrañamos", o "protegeremos lo que dejaste atrás". En el suelo vio también distintos objetos o alimentos, como cascos de motocicleta, almohadas, espejos falsos, pequeños peluches y juguetes en forma de pajaritos, e incluso paquetes de lo que parecía ser ramen picante.
Parecía ser un especie de ofrenda... Pero ¿de quién? ¿Para quién?
Caminando detrás de Byron, mirando la clásica decoración oriental de la mansión se comenzó a hacer miles de preguntas.
La luna brillaba claro, entrando finalmente a este lugar, un riachuelo brilló intensamente ante la fuerte luz de aquella esfera blanca en el cielo...
—¿Dónde estamos? —Edgar susurró mirando de un lado a otro. Aquel lugar se veía bastante acogedor a pesar de los rincones oscuros que lo rodeaban.
—En la mansión Yata. Aquí vivía la protectora del sello, y aquí mismo se encuentra el sello —respondió Byron caminando entre los viejos y descuidados jardines, paseando con la tranquilidad propia de un dueño de una enorme mansión, así hasta que llegaron a un pequeño puente que sobrepasaba un riachuelo que vieron antes.
Edgar no sabía qué decir, se veía asombrado de ver las baldosas tan cuidadosamente puestas sobre el camino que guiaba a la zona interior de la mansión... Tantas decoraciones las cuales fueron dejadas atrás varios años en el pasado.
Finalmente llegarían a la zona interior... Lugar donde una aura poderosa hizo acto de presencia. Edgar ya había relacionado esa sensación con un enemigo, más sin embargo a pesar de ver a todos lados, no había nadie ahí, y Byron se mantenía indiferente ante la sensación. Además, el aura en comparación se sentía... Amigable.
Estaban dentro de lo que parecía ser una zona de rituales religiosos... Todo estaba en perfecto lugar y debidamente acomodado, lo que le hacía pensar que tal vez la mansión tampoco estaba tan abandonada como el monje decía...
Las luces de un par de velas entonces atrajeron la atención del muchacho, y tras darle un último sorbo a esta, se acercó a dónde provenía la luz.
Se arrodilló, y vio a lujo de detalle un pequeño altar que tenía la foto de una hermosa mujer de rasgos japoneses quien tenía cabello negro, tan largo y sedoso como el de una diosa. Ella estaba sonriente, vestida de blanco. Distintas ofrendas estaban ahí, similares a las que vió a las afueras de aquella mansión...
Solo habían letras japonesas las que no sabía leer... Pero suponía que decía algo como "en memoria de" y blah blah blah.
Dejó la lata un segundo en el suelo para tomar entre sus delgadas manos un espejo falso el cual tenía un texturizado bastante trabajado. El marco estaba hecho de metal, pintado de verde y con un aspecto bastante antigüo... Como si fuese una reliquia antigua.
Los tres tesoros sagrados... Byron mencionó que habían tres tesoros los cuales permitían a los herederos proteger al mundo de Orochi... ¿Acaso el espejo Yata se veía así? Podía saber que era falso puesto que no reflejaba nada en absoluto además de que la energía que estaba sintiendo no provenía de ahí.
Quiso investigar más, pero fue llamado por su superior, quien con un grito seco llamó su nombre.
Dejó el espejo ahí, y se levantó corriendo para ir detrás del monje que lo había traído ahí.
Sinceramente, la historia era bastante interesante...
. . .
... Una lata.
Una lata negra, vacía. Ahí.
Ese tipo de bebida no era algo que la última descendiente de los Yata disfrutara cuando estaba con vida, y ella lo sabía mejor que nadie.
Tomó la lata bastante alarmada...
¿Quién dejaría una lata vacía de ofrenda?
Además, solo cierto grupo de personas tenían el privilegio de entrar a la mansión a visitar el altar que le tenían a la joven ama Yata. Ya preguntaron a todos ellos y ninguno de ellos fue a la mansión en los últimos días.
Esto no estaba bien.
Habían intrusos...
—¿Señorita Devi? ¿Tiene idea de quién pudo hacer esto? —la mujer volteó con la lata en mano, apretándola con cierto enojo de no saber cuándo se le pudo haber escapado un intruso a la mansión... Se suponía que ella era el ojo que todo lo ve, ¿cómo no pudo ver... Eso?—... ¿S-señorita Tara?
Tara bajó la mirada, y cubriendo su rostro de nuevo con aquellas vendas sagradas, miró a su ayudante con molestia.
—Lo siento Sandy... Hoy no podrás tener tu descanso —el chico se desanimó en apenas un instante, mientras la mujer se acercaba a él lentamente—... Tenemos que proteger el sello... Tenemos que encontrar el espejo y los demás tesoros, pronto.
El menor asintió, y después de hacer una reverencia clásica japonesa, se retiró del sagrado lugar... En dirección a sus compañeros.
Esto no se quedaría así.
No mientras Tara esté con vida.
. . .
「彼は必ずしも経験豊富な相続人ではありません。時々彼は熱心な狂信者です。」
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