Oikawa Tōru | 5.

¡Hoy es el día!

Tus pasos resonaban por el corredor, no ibas a toda velocidad, pero cada que tu pie tocaba el suelo, los alumnos a tu alrededor se pegaban en sus taquillas sin saber porque ibas echando fuego al caminar.

— ¡Hoy es el día! ¡Hoy por fin! — te animaste a ti misma sin importar las miradas de los demás.

Si, hoy era el día. En tus manos llevabas una carta de amor para el chico de tus sueños, un castaño y alto chico que se lucía en todos sus partidos con el Aoba Johsai, o para acortar, el Seijoh. Hoy por fin, le dirías que tan enamorada estabas de él y que deseabas tener una oportunidad en su vida; y bueno, no era como si hubiera un trasfondo en la historia, únicamente pertenecías al montón de chicas de su club de fans, sin embargo, lo que te diferenciaba, era que lo inivitarias a salir.

Estabas rompiendo una regla importantísima en la comunidad. Nadie podía invitar a Oikawa Tōru a salir, sino que él tenía que hacerlo. Era como una norma para no pelearse entre ustedes.

Seguiste caminando, centrada en encontrarle durante aquel receso, hasta que el infierno que llevabas encima fue sustituido por una luz brillante al final del camino. Tōru estaba saliendo de su salón de clase.

— ¡Oiwaka-senpai! — gritaste para llamar su atención, lográndolo, por supuesto, pues el joven había dado un pequeño brinco del susto para luego ponerse una mano en el pecho, justo donde está el corazón. Le habías asustado.

— Ah, ¿necesitabas algo? — te preguntó amable a pesar de que casi le sacas el corazón de un grito.

— ¡Salga conmigo, por favor! — fuiste directa, después de todo hoy era el día.

Desde que le habías visto por primera vez en un partido de volley ball, el muchacho se había convertido en tu amor platónico. Él no sabía tu nombre, pero eso nada te importaba, sabías que debían estar juntos, algo muy -pero muy- en el fondo te lo decía.

— No puedo — respondió simple.

Algo se quebró en tu pecho, pero no era suficiente. ¡Hoy era el día!

— ¿Por qué? — cuestionaste enseguida, sin querer, ya habías puesto una cara larga. Ahí terminaba tu ánimo.

— ¿No es una regla del club? Además, ¿cuál es tu nombre? Nunca te había visto — trataba de ser amable, él lo era siempre con su club, le gustaba la atención y le gustaba estar rodeado de chicas.

Sin embargo, eso hizo que quedarás en blanco y negro. ¿Dónde habían quedado todos esos gritos de euforia partido tras partido? ¿Él de verdad nunca te había visto?

— _____, me llamo _____ — hiciste saber.

— Es un bonito nombre, ______, pero no puedo salir contigo si perteneces al club. Hasta luego, estaré encantado de verte en los partidos que vienen y si no te molesta, me quedaré con esto — tras decir, te quitó con facilidad la carta que llevabas entre las manos, se despidió y avanzó de nuevo hacia donde se dirigía antes.

Bueno, tal vez hoy no era el día.

No obstante, a partir de ese día, lo único que hiciste fue no agachar la cabeza. Seguiste insistiendo, seguiste reventándole los oídos, asustándole incluso con regalos que costaban más que una casa de vecindario, yendo a sus partidos con un letrero gigante, hasta que por fin... te echaron del club de admiradoras de Tōru Oikawa.

— La banca es para todos, no puedes negarme el paso — renegabas aquel día.

Era un partido importante para él Seijoh, llevabas tu letrero y megáfono manual, pero la líder del club no te dejó sentarte en la banca, ya que alegaba, solo era para personas que si cumplían las reglas.

¿Y ahora dónde te sentarías? Ese era el mejor lugar; el lugar al que siempre Tōru miraba y sonreía.

Al final, no pudiste extender el letrero y no pudiste gritar su nombre. Ellos ya estaban en pleno partido y lo único que pudiste hacer fue quedarte de pie en la porra contaría, por lo que cuando el partido estaba a punto de terminar, te fuiste de inmediato con los ánimos hasta el suelo.

— Parece que hoy tampoco el es día — mientras esperabas el autobús para volver a casa, pronunciaste.

— ¡_____! ¡_____! — escuchaste que te llamaban a gritos. Eras está vez tú quien salía con los tímpanos dañados.

Salvó que eso poco te importó, ya que quién te llamaba, era Oikawa. Venía corriendo hacia ti y eso no era una ilusión. El realmente fue a buscarte cuando terminó el partido que habían perdido ese día.

— ¿Que sucedió con los gritos el día de hoy? ¿Que pasó con la pancarta gigante? — el chico no negaba que le gustaba la atención.

— ¿Así qué-qué si me habías visto? — cuando caiste en cuenta de ello, soltaste sin querer.

— ¡Claro que si! — te contestó enseguida — ¿Cómo podría no hacerlo? De verdad, es que gritas muy fuerte, incluso Iwa-chan y el equipo se preguntaron dónde estabas — confesó avergonzado.

Solo eso bastó, para que tus ojitos brillarán de emoción. No necesitabas estar en el club, tú eras el club.

— Por cierto... — continúo — Supe que te echaron del club por "molestarme", así que ahora, ten esto. Es un pequeño obsequio por todo lo que me has dado en estos días — increíblemente tomó tu mano y dejó en tu palma abierta, un llavero con forma de gatito en blanco, naranja y negro.

— Pero yo... — no te escuchaste emocionada y él se preguntó el por qué — Ya tengo uno igual — terminaste de decir.

— No puede ser cierto — te contradijo escéptico — En realidad este es mi amuleto de la suerte, con el que ganó todos los partidos; lo tengo desde que era pequeño, pero ahora no me sirve más y quería dártelo.

— ¡Ahhhhhhh! — gritaste de repente, lo bueno era que no había muchas personas esperando el bus — ¡Somos almas gemelas, Oikawa-senpai! ¿Ha escuchado las historias alguna vez? — te atreviste a decirle emocionada.

Él río, pero enseguida negó divertido de tu reacción.

— Algo como eso no existe, _____ — refutó tu idea, torciste un poco el gesto, pero luego observaste como extendía su mano hacia a ti para que la tomarás — Las almas gemelas se crean en el aquí y ahora — entonces terminó.

Casi te desmayaste sobre aquel suelo al ver la sonrisa que te regalaba. Habría que ser tonto para no entender la indirecta, así que tomaste su mano y le acompañaste dentro del gimnasio para que se camibiara el uniforme, pero antes...

— ¿Pero, por qué el amuleto ya no le sirve? — preguntaste curiosa mientras caminaban de la mano.

— Porque descubrí que tengo otro amuleto de la suerte.

Definitivamente, ese fue el día.

¡Ya está!

          Lamento la tardanza, sinceramente con lo del soulmate estaba en blanco, así que intente hacerlo a mi manera. Espero que te guste hyunie95 🥳🥳.

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