Xiao | 4

| LO QUE ERES |

—Es una mala idea comerme, se los digo, no creo que sea mi sabor el que están buscando... Aunque, pensándolo mejor, no tiene sentido hablar con ustedes, solo están bailando ahí, orgullosos de su cometido, y ni siquiera creo que me estén entendiendo una palabra... —decía la chica dentro de la jaula de madera, observando entre los barrotes sucios a sus captores.

     Pocos creerían que fue secuestrada desde Liyue o Monstand, la posada Wang o cualquier aldea civilizada, puesto que sus ropas de erudita así lo decían, sin embargo, fue en aquellas ruinas donde investigaba, tal como un aventurero promedio.

     —Bien, aunque me gustaría saber que están pensando exactamente, además de comerme, en realidad no tengo mucho tiempo libre. Estaba investigando las ruinas, en busca de un tesoro Yaksha. Es fascinante, ¿no lo creen?

     Por más que intentaba comunicarse con los Hilichurls que danzaban frente a su desdicha, era imposible, pero ciertamente no formaba parte de ningún plan de escape o distracción; _______ siempre hablaba tanto, que aturdía a quien le escuchara. Era inteligente y curiosa, pero debilucha y sin sentido del peligro. Quien la conocía sabía que no había ocasión en que no se metiera en problemas, graves como livianos, y ese era uno de ellos.

     —En ese caso, no me queda más que... —Tomó suficiente aire, lo retuvo en sus plumones, y después gritó—: ¡Ayuda! ¡Ayuda!

     No era la primera vez que alguien le auxiliaba, tenía la suerte de ser escuchada la mayoría de las veces, en cambio las otras, casualidades sucedían y siempre la dejaban sin ningún rastro de polvo. Aunque, por esa ocasión, parecía no existir nadie cerca, lo que significaba al fin, el final de su viaje. Eso, hasta que una extraña sombra negra apareció de la nada, y rápidamente, dejando estelas de humo brilloso, cayeron los monstruos que antes le amenazaban.

     —Gracias al cielo, ¡pensé que moría hoy! —suspiró una vez estuvo a salvo y bajó la mirada a la espera de que la jaula se abriera, pero cuando no lo hizo, levantó la mirada con cierta sorpresa.

     Frente a ella, junto a la fogata en donde se cocinaba el caldo en que le iban a hervir, había un chico de ropas excéntricas de tonos suaves, las mismas que combinaban con su máscara de oni. Parecía verle, y luego, tal como llegó, desapareció.

     —¡De nada sirve si no me sacas de la jaula! —se quejó ella, con desesperanza por la huida de aquel extraño.

     Exactamente era como decía, de nada servía si seguía encerrada, pero montarle la culpa al otro no era mejor que haber atendido a su extraña aventura. Sin embargo, algunos segundos después, el joven apareció por segunda vez en el mismo lugar.

     —Gracias por volver... —susurró, en un sube y baja de esperanzas.

     Le observó, está vez con más atención, pues no parecía un chico común y corriente. Sus cabellos cortos ondeaban por la fuerza del viento que le rodeaba, luego se quitó la máscara con cuidado y lentitud, descubriendo un tranquilo rostro que le devolvía la mirada.

     —No eres un humano común y corriente, tienes una visión en tus manos, y me has escuchado cuando no estabas cerca... —pensó _______. Su mente trabajó más que en ocasiones pasadas—. Eso quiere decir, ¿podrías ser tú el Yaksha del tesoro que estoy buscando? —concluyó emocionada, tomando los barrotes con fuerza, casi queriendo salir entre ellos para mirarle de más cerca.

     —No. —Antes bien, la neutra y suave voz del azabache por fin se escuchó en aquella cueva.

     No era de muchas palabras, era fácil saberlo para _______. Apoyaba su comportamiento y acciones, la teoría que se había generado sobre su persona.

     —Que mal, con lo genial que eres pensé que podrías ser uno de ellos —lamentó, aunque luego volvió su estado de ánimo curioso—. Bien, dejemos de lado eso, ¿podrías abrirme?...

     —¿Por qué te gusta meterte en tantos problemas? —interrumpió el joven, sin atisbo de acercamiento. Al menos volvió a escucharle.

     _______ se avergonzó, y como si él lo  estuviese esperando, se llevó una mano a la cabeza y golpeó un par de veces jugueteando.

     —No lo sé... La verdad es que no tengo idea... —Se detuvo, pues el candado que le retenía se hizo polvo mágicamente—. Gracias.

     —No deberías hacer este tipo de investigaciones, ve a casa —avisó el de ropas excéntricas. Parecía de mal humor, pero ella de alguna manera sabía que no era así. Se lo advertía por su propio bien.

     Cuando le dio la espalda, todo en la cabeza de la erudita encajó como un puzzle.

     —Creo que mi sangre me empuja al abismo la mayoría de las veces. —Comenzó a ser sincera, un tanto avergonzada, pero feliz de que se quedara a escucharle—. Mi madre es una aventurera intrépida y mi padre un erudito reservado. Mala combinación, ya lo sé, pero desde muy joven he aprendido de los dos por igual, por lo que no me queda más que seguir sus pasos, aunque de alguna manera no puedo decidirme por una ocupación, así que hago las dos... como una maldición.

     No sabía que aquellas palabras golpearían tanto el corazón manchado del aquel desconocido, que mirándole de reojo le mostró que su suerte no era exactamente llenarse de coincidencias, y que hasta ese día, el Cazador de Demonios decidió mostrarle el rostro.

     —Soy Xiao, llámame y vendré cada que lo necesites.

Bruh, no creo que sea la única que piensa que Xiao necesita un abrazo y un "todo va a estar bien" aunque se escuche mamón. Me acuerdo de su carita cuando vio el rito de la linterna, porque estoy segura de que sabía que Aether estaba para él como el amigo que le hacía falta. ¡Muchas gracias por leer! 💙🐇

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