Diluc | 6
| ORGULLO |
Que noche, para el patrón del Viñedo Amanecer había sido una larga velada, que para su fortuna estaba a punto de finalizar.
Solía hacer reuniones en su propiedad para mantener los contactos y buenos conocidos que alguna vez le ayudaron, y ayudaban, en su labor como el mayor proveedor de vino en Mondstadt y gran parte de Teyvat; sin embargo, gustarle del todo el ambiente animado que se generaba gracias a el alcohol, no era una certeza. Incluso, Diluc, sorprendentemente, no tomaba ni una sola gota, mas que jugo de uva hasta en sus ratos libres. Muchos creían que beber le recordaba a su padre, otros que odiaba la bebida porque tenía cero tolerancia a ella, pero fuese cual fuese, no cambiaba el hecho de que era una verdad.
"El patrón está casado con el Viñedo", corrían los rumores, pues en cada reunión nunca hacían falta las presentaciones que organizaban los invitados para que conociesen a sus bellas hijas, pero Diluc siempre las rechazaba amablemente. Y conocer a _______ aquella noche no fue una excepción. ¿Qué padre no deseaba tener de yerno al apuesto y adinerado joven pelirrojo? Era el mejor partido en las tierras de Barbatos, y quien lo ganase, obtendría la envidia de más un habitante.
—Patrón, le presento a mi bella hija _______ —decía emocionado el viejo de ropas finas al empujar levemente la espalda de la dama—. Ella tenía muchas ganas de conocerlo, y presiento que se llevarán muy bien, solo dele la oportunidad.
—Un gustó —saludó la mencionada.
Quizá fue la nula mirada que ella le dio, o quizá fue la incomodidad que llegó hasta sus sentidos de parte de la chica, que lo obligó a llevársela con cortesía hasta una de las mesas más alejadas; cualquiera de las dos opciones eran muy válidas.
Sentados a la mesa, en silencio y observando hacia diferentes direcciones del inmueble, la pregunta era: ¿y ahora qué sigue?
—Lamento mucho que te sientas incómoda, no es mi intención —habló el muchacho, sintiéndose ligero, a pesar de la ya dicha incomodidad que los rodeaba.
—No, muchas gracias, en realidad entre toda esta gente me siento inquieta. Fue bueno venir a esta mesa. —Le fue sincera, aún sin verle directamente a los ojos.
Y hasta ahí llegó su plática. Se mantuvieron en ese lugar por minutos, ella con un vaso de vino del que no bebía y él con uno de jugo a diferencia.
Se volvió un silencio cómodo.
Hasta que la dama del vestido elegante interrumpió.
—¿Ha visto alguna vez al viajero rubio del que tanto se habla? —cuestionó insegura.
—Un par de veces —contestó a medias, pero bien sabían las malas lenguas que este jamás se atrevería a llamarlo amigo abiertamente, aunque sí lo fuesen.
—Le contaré algo, señor Diluc —comenzó tras pensarlo—. En realidad deseo conocerlo, estoy impresionada con todo lo que hizo por Mondstadt, pero mi padre está obsesionado con que me convierta en una buena dama y consiga una buen partido, por ello mi libertad está condicionada.
El pelirrojo pensó enseguida que aquello no le sorprendía. Solo observándole, pudo notar lo limitada que se encontraba, y en como, por desgracia, el único orgullo futuro que tendría su padre sería que se casara con algún hombre rico que pudiese darle la vida que merecía, y al mismo tiempo él beneficiarse de ello.
—Puedo pedirle que venga al viñedo y podrás conocerlo —aseguró el patrón, sin necesidad de prometerlo, mas, con las ganas de hacerlo.
Por primera vez en toda la noche, _______ sonrió con sutileza.
Era reservada, se atrevería a decir que tímida, y a diferencia de las otras mujeres que le presentaron durante la velada, no tenía ningún interés en su persona.
—No sería lista si le dijese que no, después de contarle sobre mis deseos —aceptó segura, viéndose feliz.
La noche acabó y la reunión terminó con ella, y tras una semana, cuando _______ tuvo el tiempo, descaro y fuerza para escapar de sus deberes diarios, Diluc cumplió su petición y conoció al viajero en el viñedo. Ella estuvo tan agradecida, que lo repitió un sin fin de veces, sin embargo, al volver a casa fue reprendida y echada como un perro a la calle en un coraje de su padre.
—Entiendo que no debí hacerlo, pero, ¿de verdad tengo que vivir en la ciudad de la libertad, sin tenerla? —había dicho al pelirrojo cuando este le ayudó.
—Algunas circunstancias pueden ser peores que otras —respondió el serio muchacho.
—No quiero. A partir de hoy, seré quien soy y haré lo que desee, sin importar cuanto me aborrezcan por no cumplir expectativas —declaró enseguida la contraria.
Su adorado padre había muerto mientras él se sentía amado, porque ser un caballero hacía sentir orgulloso al que le bendijo con su apariencia, y no estaba despreciando el hecho, incluso, sentirse amado en aquel tiempo también provenía de su inteligencia y amabilidad como ser humano.
Pero _______ no podía tener aquello.
—Quédate —ofreció cuando ella abandonaba la finca en busca del perdón para iniciar una vez más—. Quédate y haz lo que desees, no tendrás que preocuparte más por encajar o por sentirte enjaulada. Y si así lo quieres, puedo ser yo quien se sienta orgulloso de ti por negarte a ser infeliz.
Si le hubiesen dicho que aquellas palabras iniciarían para los dos una nueva faceta de sus vidas, Diluc las hubiese repetido cuantas veces fueran necesarias.
Mil borradores y ninguno me convencía, incluso este tampoco, pero como son los primeros me gusta la idea de apegarme un poco a lo que posiblemente pasaría, ya después podré sacarlos de su zona.
Diluc te amo, y muchas gracias por leer a quien se haya pasado. 💙🐇
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