Ayaka to Lumine | 14
| SIN MIEDO A VIVIR |
La hacienda Kamisato era elegante, tanto por dentro como fuera; era pacífica, exactamente aquel lugar que se elegiría para descansar de la cuidad y sus alrededores peligrosos, por tal motivo, Lumine solía visitarla cada que tenía el rato libre.
—Buen momento, la señorita Ayaka se encuentra tomando el té —avisó el guardia de la entrada, ya confiado. Era cierto que de lo que visitaba la finca, ya los empleados le conocían, y sobre todo agradecían tener una buena amistad con los hermanos de esa comisión, en especial con la Princesa Garza.
—¡Gracias! —Sonrió la rubia, entrando en el territorio Kamisato con su amiguita voladora a la espalda.
Como había dicho, Ayaka se encontraba en el patio, frente a la mesa que a diario utilizaban ella y su hermano, uno que por el momento no se encontraba presente por su atareado día.
—Siempre es un placer verte, Lumine —saludó la de cabellos claros. Sin duda, su sonrisa mejoró tanto cuando le vio poner un pie en la madera fina, que irradiaba alegría hacia todos aquellos empleados que le atendían.
—Lo mismo digo —devolvió la viajera, emocionada. Segundos después, se sentaba junto a ella cuando fue invitada a admirar la grandiosa vista que tenían hacia el Tenshukaku.
Su seriedad y elegante porte eran algo que siempre destacaba de la noble joven, incluso, de tanto pasar tiempo con ella, Lumine comenzaba a comportarse de la misma forma cuando era requerido, proyectando las dos en aquel lugar una imagen que muchos hubiesen querido mantener para siempre; sin embargo, luego danzaban sin control por todo el lugar y tenían discusiones pequeñas al jugar ajedrez.
—Thoma se encuentra haciendo la comida. Deberían quedarse —invitó Ayaka, con un gesto amable.
—Ah, llegamos a la hora —celebró Paimon, sabiendo que los platillos del rubio eran algo especial.
—Por supuesto que nos quedaremos, tenemos hambre —mencionó, sincera ante el rugido de sus tripas al recordar el sabor de la comida de Inazuma.
Ayaka le observó reír con libertad cuando se sintió avergonzada por lo que había dicho, lo que le provocó sonreír con tranquilidad al amar aquel detalle de su amiga.
Lumine siempre era tan transparente frente a ella, como ninguna otra persona había sido. Aquella era la conclusión.
—Iré a ver qué hace, tal vez pueda animarlo mientras tanto —voló lejos la albina cuando dijo, impaciente por su siempre voraz hambre.
Las dos restantes apenas le vieron, conociendo a Paimon tanto que no dudaron en que haría aquello. Entonces Thoma tendría que soportar sus preguntas y su presión cuando concinaba.
—Me alegro de que hayas venido hoy también. Ayato está muy ocupado y no quería comer sola —confesó la princesa, sonrojándose de poco a poco.
La rubia encontró aquel hecho bastante tierno y su confianza creció.
—Me alegra haber venido entonces —celebró como una infante.
No obstante, cierto era que la viajera ya lo sabía, aunque no por entrometida. En realidad, la situación era predecible, porque había sucedido antes con frecuencia, que pronto comenzó a pensar que Ayaka se sentía sola, y el hecho le entristecía.
Podía entender a Ayato, él deseaba lo mejor para su hermana y por ello trabajaba tanto, antes bien, comprendía el dolor de no tener a su familia para una simple comida o conversación diaria, porque ella extrañaba tanto a Aether, y no deseaba que la menor sufriera de la misma manera.
—Hoy tengo mucho tiempo libre, podemos jugar tantas partidas de ajedrez como desees y danzar hasta la tarde... —comenzó a decirle, animada para olvidarse por un momento de su gemelo perdido.
Mas, una vez distraída, su sorpresa fue enorme cuando los labios de la adyacente de posaron en su mejilla de forma delicada, haciéndole así, sonrojarse como nunca antes en su vida. Fue un pequeño beso, uno muy significativo.
—¿Q-qué fue eso? —preguntó. Cuando la otra se alejó, colocó la mano sobre su piel, sintiendo el roce de antes como vivo.
—Mi agradecimiento —soltó Ayaka, avergonzada de sus acciones, pero feliz de haberlas hecho.
Era la segunda hija de una familia noble, y como tal, debía traer descendencia a aquel mundo tan desquiciado. Nunca le afectó la idea, nunca la rechazó y al momento tampoco la rechazaba, sin embargo, ahí, frente a ella, se encontraba la persona con la que deseaba vivir toda su vida, aun si algunos debían negarse al hecho. Porque sabía que era posible, que tomar la mano de Lumine era tan seguro como se sentía y no tenía miedo.
—Ah, pues de nada—devolvió la del vestido blanco, enseguida acercándose a la de la coleta para plantar un beso igual de delicado que el anterior.
Ayaka rio y cerró sus lindos orbes al sentir la presión en su mejilla, tan contenta que contagió a la otra. Y terminaron riendo, llenas de jubilo.
No tenía miedo, ni siquiera de ser rechazada y solo ser bendecida con su amistad, pero entendía de la misma forma que era egoísta mostrarle lo que sentía cuando Lumine tenía un objetivo fijo en ese viaje. Si por algún motivo fuese a ser un obstáculo para encontrar a su preciado hermano, no podría perdonárselo, y lo mismo sucedía con el tema sobre volver a su hogar, porque Teyvat no lo era para la viajera.
Así, debía ser paciente y disfrutar por el momento las anécdotas que podían compartir, ello, hasta que el momento adecuado se presentara.
Bueno, por acá me recomendaron escribir algo de ellas dos. Sinceramente uso al viajero, pero me supongo que Lumine actúa igual que él, aún así no sé cómo haya quedado esto porque es la primera vez que escribo un OS de chicas.
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