Albedo | 2

| TIEMPO INSUFICIENTE |  

Dormía plácidamente apoyando la cabeza sobre su hombro, él la cubría del frío con mantas mientras leía para no molestarle, porque Albedo nunca había cerrado los ojos para descansar junto a ella.

     Un simple humano artificial no debía acomodarse entre los reales, no debía pensar, ni por un momento, que podía repetir sus costumbres, porque a diferencia, no sabía lo que era el descanso. Se había acostumbrado tanto, teniendo la oportunidad de con el tiempo mezclarse entre los demás; conseguir conocidos, incluso amigos cercanos, pero desde que _______ apareció con sus largas siestas, la idea de alejarse para siempre no abandonaba su mente, porque él tenía un fallo.

     El Príncipe de la Roca Caliza era extraño ante los ojos ajenos, nadie solía verle a menudo por Mondstadt, aunque el jefe de la brigada de Alquimia fuese, sin embargo, ella le siguió hasta la peligrosa Espinadragón y le encontró, pues incluso si fuese extraño y no encajaba con sus acciones, el muchacho era amable y cálido cuando se le trataba con respeto.

     —_______, has estado mucho tiempo en la montaña, vas a resfriarte, además, el viajero debe estar buscándote —avisó, aunque suave, porque en el fondo no deseaba interrumpir su descanso.

     La joven despertó, y lo primero que hizo fue temblar por el gélido viento que se colaba al campamento. Odiaba el clima, la enfermedad la atacaba a cada momento, pero nada de ello le era impedimento para visitarle.

     —Aether sabe que estoy aquí, le avisé antes de venir. —Bostezó con fuerza poco después de decir.

     El rubio le observó enternecido. Adoraba verle, a cualquier momento, a cualquier hora, antes bien, sabía que los humanos eran frágiles, y prefería mil veces no verle ni escucharle, si con ello estaba segura en la ciudadela dónde Jean y Bárbara le cuidaban.

     —Te ayudaré a bajar la montaña —ofreció como siempre, y como siempre ella negó.

     —Te he robado bastante tiempo, quédate a trabajar. Estaré bien —justificó y prometió, dándole una sonrisa sincera a la par.

     Pocas veces accedía y _______ bajaba Espinadragón en solitario, aunque solo cuando él estaba realmente ocupado. Lastimosamente ese era el caso aquel día, y con el rostro preocupado le observó partir.

     Cultivar una relación requería tanto tiempo, que Albedo prefería alejarse tanto como fuese necesario, sobre todo porque tiempo era lo que siempre le hacía falta. Sus experimentos requerían tanto de él, que deseaba injusto tener más. Tal vez por ello había vivido tanto tiempo, no obstante, en el fondo era agradecido, de no ser así jamás hubiese conocido al viajero, ni a Alice, Klee, ni a ______.

     Requerían tanto tiempo de él, pero sin dudar lo entregaba.

     La montaña era tan fría y solitaria, no era el lugar correcto ni para los aventureros experimentados, no le deseaba el mal a ninguno y estaba dispuesto a ayudar si era necesario, así que prefería no ver a nadie por ahí,  pero ______ era tenaz, dispuesta a llegar al campamento por su propio pie y eso era admirable a su mirar.

     Sin embargo, la joven dormilona no volvió, y Albedo, esperanzado, se mantuvo a la espera a pesar de negarlo en sus ocupados ratos.

     —¿Debería volver? Si no ha vuelto tal vez no quiera volver a verme... —se cuestionaba inseguro, pensando en las palabras correctas, aquellas que no le hicieran verse como un desesperado.

     Caminaba por el puente que llevaba a la entrada de la ciudadela de Mondstadt, después de algunos días sin noticia, por supuesto que debía buscarle, pero no estaba seguro de que eso fuese lo mejor para él, o para ella. 

     —¡Albedo! —Escuchó que le gritaban desde la puerta. Conocía esa voz perfectamente. Aether corría hacia él.

     —¿Qué sucede? Puedo ayudar con lo que sea —ofreció al ver que el rostro de su amigo no era el más tranquilo que alguna vez le vio.

     Y llevaba malas noticias, tan malas, que obtuvo a cambio ese mismo rostro.

     _______ estaba enferma y en cama, lo había estado por una semana entera y tras tanto había agravado, sin embargo, por decisión propia nadie pudo ir a contárselo al chico, porque él siempre estaba tan ocupado y no deseaba molestarle.

     Albedo corrió a encontrarle tan rápido como pudo, aunque ella, en sueños, no pudo saludarle como siempre acostumbraba. Despertó tres días después, cuando el rubio cambiaba con cuidado la toalla fría de su frente.

     —No pierdas más tu tiempo, sé cuanto lo odias —fue lo primero que ella le dijo al reconocerlo.

     —Cuidarte cuenta como un experimento importante —excusó él, aunque preocupado por su mirada.

     —Me gustaría ver los resultados, al menos una vez —deseó la joven, viéndose tan entusiasmada como su condición le permitía. 

     Era la primera vez que sentía tanta tristeza por alguien ajeno, que el ojiazul juró escuchar ese corazón artificial romperse en mil pedazos.

     —Albedo, ven aquí. —Señaló apenas el lugar vacío de la cama—. Tengo mucho sueño.

     Atendiendo su petición, con cuidado se deshizo de sus adornos de plata, guantes, gabardina blanca y de sus botas negras. Si ella no podía recargarse en él, entonces él se recargaría en ella y sería tan cálido como siempre lo fue en la montaña.

     Se mantuvo junto a su cuerpo, _____ le abrazó tan fuerte y deshizo aquellas hermosas trenzas que le adornaban como a un ángel, para con ello despeinar sus rebeldes cabellos rubios.

     —Buenas noches —se despidió sin otras palabras.

     Lo sabía, aunque la adoraba y amaba tanto, aquella marca en su cuello le gritaba la envidia que sentía cada que _______ cerraba los ojos junto a él, como si se estuviese burlando de su fallo, aunque gracias a su valentía, pudo tener su primer descanso entre sus brazos.

     Hubiese podido buscar una forma de mil maneras, pero no tuvo el tiempo suficiente.

     Viviría sin _______ paseando por Espinadragón, sin embargo, la temeraria seguiría sonriendo bajo la caída de nieve dentro de sus sueños por la eternidad.

Ay, Albedo es de esos personajes que necesitan un abrazo pero ya, así que prometo traerle felicidad después. ¡Gracias por leer!

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