1. el embrujo
( Preferí ser tu amigo y callar, evitarte no me funcionó. Y cuando otros te hicieron llorar, yo te amaba por dentro)
SIETE MESES DESPUÉS DEL CHASQUIDO
BEATRICE JONES SE ENCONTRABA analizando un par de datos que Natasha le pidió que revisara, cuando Steve Rogers entró por la puerta principal, y en sus brazos traía una funda con ropa.
─¿Vienes a lavar?─preguntó la castaña, de ahora 18 años, divertida. Steve asintió mientras se acercaba a ella a saludarla con un beso en la mejilla.─Tendrás que esperar a que llegue Nat con las compras.
─¿Hace cuanto se fue?─preguntó él mirando el lugar.
─Hace unos diez minutos. Raro es que no la hayas visto salir por la carretera.─dijo ella mientras cerraba el folder.─¿Todo bien?─preguntó Beatrice al ver al rubio como incómodo.
─Todo perfecto.─dijo él a voz baja y decidió sentarse en la sala que estaba un poco apartado de Bea, lo cual le pareció raro a ella.
Sin duda desde hace días atrás el rubio estaba algo diferente con respecto al trato que le daba a la castaña. Beatrice al principio pensó que eran cosas de ella, pero ese gesto de ahora sin duda era muy extraño en él. Ella quiso preguntarle qué pasaba y él porque sus gestos raros hacia ella, pero mejor no dijo nada y siguió analizando el folder que el dió la pelirroja.
─¿Cómo estás en la universidad? ¿Todo bien?─preguntó él rompiendo el hielo.
─No me ves desde hace dos semanas y lo primero que me preguntas es sobre la universidad. Pensé que éramos más cercanos, Steve.─dijo ella divertida mientras miraba al rubio con una sonrisa.─Pero todo bien. Aún adaptándome, pero este semestre se acaba en seis semanas y no puedo esperar por eso. ¿Y tú?
Pero Steve solo asintió dando a entender que bien, pero aquello le molestó a Beatrice. Para qué tomarse él la molestia de preguntarle cómo está si no iba a responderle con palabras y, dándose a notar, se fue de ahí enojada.
Luego de media hora, Natasha llegó a la sede con las compras y notó que el rubio estaba ahí, pero Beatrice no.
─¿Qué le hiciste?─preguntó la rusa al rubio. Steve la miró confundido.
─Yo no hice algo.─dijo él mientras le ayudaba con las compras.
─Si, si lo hiciste.─dijo ella segura.─Te conozco, ¿aún no sabes cómo actuar frente a una chica?
El rodó los ojos.─No le hice nada Natasha.─luego de pensarlo, la miró.─Creo.
Nat ahora rodó los ojos.─¿Qué haces aquí? Se supone que venías el jueves.
─Vaya forma de recibir a tu amigo.─dijo Steve mientras entraba la leche en la nevera. ─Vine a lavar ropa.─contestó.
─Pensé que vendrías a otra cosa.─dijo la rusa mirando a su amigo divertida.
Steve observó a la rusa y negó decepcionado de sí mismo. ─Creo que aún es muy pronto.
Natasha rodó los ojos.─Lo dice una persona que lleva viva más de cien años.
─Sabes que esto que está pasando no está bien. Trato de alejarme para ver si también eso lo hace pero, no está funcionando. Y está tan mal eso pero no puedo evitarlo.
─¿Y crees que ella quiere eso?─le susurró Natasha para que nadie pudiera oír.─A lo mejor le estás partiendo el alma y ni cuenta de das. Solo espero que no termines dándole agua de calzón para que caiga ante ti.
Luego de eso Bea entró a la cocina y saludó a la rusa antes de comenzar a ayudarle con las compras. Cuando eso, Steve tomó el detergente, el suavizante y se fue de la cocina dejando a ambas mujeres solas.
─¿Algo le pasa?─preguntó la castaña curiosa.─Me ha estado evitando desde hace semanas, Nat.
─Tal vez sea la edad, ¿no crees?─Bea sonrió divertida ante lo que ella dijo.
─Si, tal vez sea eso.
Cuando terminaron, Beatrice se fue en dirección en la que se había ido el rubio tratando de buscar a una respuesta a su comportamiento. Cuando llegó al lugar dónde se encontraba él lo observó con una brújula en la mano, y ahí adentro se encontraba la foto de una mujer de lo que pareciera ser la época de Steve.
─¿Todo bien?─preguntó ella sutil. Steve, de la impresión, cerró el aparato de golpe.─Si quieres puedo irme.
─No.─dijo de golpe él asustando a la castaña.─Perdón, no. Es decir, quedate.
Ella asintió y observó cómo colocaba otra ropa en la lavadora. Al parecer ya había acabado con una parte de ella. Bea se recostó contra la puerta y miró al rubio, analizándolo.
─¿Quién es ella?─preguntó curiosa.
─Ella fue mi primer amor.─dijo Steve. Bea asintió.─La perdí antes de poder comenzar algo hermoso junto a ella.─confesó.─Y murió hace unos años.─luego de un silencio continuó.─Cuando regresé a la vida, al saber que ella seguía viva, sentí la más grande felicidad en mí. Alguien quien por fin no era un extraño y fue lo más importante para mí seguía vivo. En momentos como estos la necesito más que nunca.
Bea sonrió triste ante eso y sacó su celular demostrando cuál era su fondo de pantalla. Era una foto de ella de pequeña junto sus padres.
─Ella es mi madre y ese es mi padre.─dijo ella colocándose a un lado del rubio.─Ambos fallecieron. Mi padre primero que mi madre. A veces lo necesito mucho aunque no se note, y no te negaré que a veces los lloro por las noche al recordarlos, y deseo que estuvieran aquí, pero sé que están orgullosos de quien soy ahora, y a veces eso basta para que deje de llorar y recuerde los momentos felices que pasamos juntos.
─No sabía que tus padres habían fallecido.─Bea se encogió de hombros.
─No sabes muchas cosas de mí.─dijo ella mientras observaba los ojos azules de Steve y él los marrones de ella. Beatrice tomó la mano de Steve y se la apretó con fuerza.─Siempre podrás contar conmigo, Steve. Sea lo que sea que pase, puedes decirme. No soy nadie para juzgar.
Steve suspiró para sus adentro al ver a la castaña sonreírle con ternura, y quiso morirse ahí mismo si era posible. Ella tenía algo que estaba atrapando al soldado y aquello por el momento, no le gustaba al rubio. Sabía lo mal que estaba todo eso y prefería no decir nada por miedo a la reacción de ella.
─Bueno, tengo que hacer tarea.─dijo ella.─Nos vemos.─y dejó un beso en la mejilla de Steve antes de irse. Este, sorprendido, se llevó la mano a su mejilla y sonrió.
Sin duda, Steve no escogería enamorarse de ella, pero sin duda, aquello sería amor verdadero, por parte de los dos. Algo le había hecho la castaña en él, tal vez un hechizo o algo, pero aquello no era algo que le estaba gustando al soldado.
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