II.
El beso que había compartido con su jefe se encontraba fresco en su memoria. Desde las emociones que la habían embargado como las sensaciones; aunque si lo pensaba demasiado, terminaba hecha un tomate.
Su jefe le había dicho que sólo sería una vez, así que no podía desobedecer. Por mucho que desease otro beso de esos, debía mantenerse obediente —suprimiendo esa ansia y necesidad—, por lo que en lugar de comer demonios, optó por comer cosas dulces y suaves.
Algo que extrañaba en demasía a sus cercanos. Por no decir a todos; es decir, seguía siendo la misma de siempre, solamente dejó la carne de demonio para comer cosas dulces.
Porque el beso que tuvo con Norman, le supo dulce. Y quería preservar ese recuerdo a toda costa.
Aunque comer cosas dulces, también significaba mancharse la ropa y manos, algo que resultaba molesto. Sin contar las veces en las que Cislo o Vincent —este último, discretamente— se burlaban de ella porque le quedaban restos de dulce en las comisuras de su boca o mejillas.
— Tsk, no de nuevo. — se quejó, al ver como glaseado había caído en su blusa. Honestamente, no deseaba lavar eso.
Norman alzó la mirada de sus papeles, viéndola. Y aprovechando que se encontraban a solas, decidió preguntar lo que tanto le había causado curiosidad en estas semanas.
— Bárbara, ¿Por qué cambiaste de comer carne de demonios a cosas dulces?
La chica se sonrojó, y para disimularlo, siguió comiendo de aquel postre, fingiendo demencia.
— No sé de qué me habla, Jefe. — entre menos lo mirase, mejor para su corazón.
— Dejaste de comer carne de demonio desde que tuviste curiosidad por los besos. Y después de nuestro beso, comenzaste a comer dulces. — señaló, sintiéndose victorioso al ver como ella se tensaba, todavía negándose a verlo. — Hay una razón para ello, ¿Estoy en lo correcto?
Su jefe era tan listo, que en momentos como estos, la frustraba.
— L-Los dulces saben mejor que la carne de demonio.
— Ya veo... Si ese es el caso, ¿Me dejarías probar?
¿Cómo debería interpretar eso? ¿Quería que le convidase un poco de su postre o...?
Ni bien terminó de formularse su interrogante, pues Norman se había arrodillado enfrente suyo, tomando la mano que tenía lo que quedaba del postre. Comiéndolo y lamiendo el glaseado que había en su mano y dedos.
Bárbara lo miró, sonrojada y nerviosa. Pero aquello no le disgustaba, todo lo contrario, aquello era... Placentero.
— J-Jefe, ¿Qué...? — su pregunta murió en su garganta, cuando el albino acercó sí rostro a su blusa, lamiendo el glaseado que todavía había en ella, sobresaltándola, provocando un enorme rubor en su rostro.
Nuevamente el calor se hacía presente, como ese día. ¿Qué era esto y a qué se debía? ¿Qué era esto que sólo su jefe provocaba en ella?
Norman la besó, sorprendiéndola. Tornando el beso en uno de lengua, como ese día.
La mente de Bárbara se hallaba en blanco, sin poder procesar lo que estaba sucediendo... Es más, ¿Por qué estaba ella debajo de su jefe?
-Traumada Taisho
Nos vemos en la última y tercera parte, chaíto~.
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