LOS DESEOS DE LA COMANDANTE

Moriah atestiguó la traición de Lhar y Bami desde las pantallas de su cuartel en las laderas del Cerro de la Silla, en esa ciudad a la cual los humanos llamaban Monterrey. Apretó los puños hasta que se pusieron blancos. Sus dos amigas, Svelna y Soro, estaban heridas o tal vez muertas en una sucia calle humana y era culpa de esos dos. Las vengaría a como diera lugar.

Un operador de comunicaciones —flaco, de nariz afilada, rubio y rasgos de niña— tenía la mirada fija en ella.

—¿¡Qué miras, idiota!? —Moriah por poco lo tira del asiento de un empujón— ¡Envía unidades médicas!

—Sí, señora —respondió el infeliz.

Los otros siete operadores de la sala parecían mirar por encima del hombro. Pero volvieron a sus obligaciones casi al momento. Seguramente imaginaban las consecuencias de protestar por el maltrato.

—Alguien deme buenas noticias —exigió Moriah— ¿Tenemos las conversaciones de esos traidores?

—Hay un contacto desde una frecuencia fuera de servicio —respondió otro que parecía clon del de cara de niña, pero con cabello negro—. El número de identificación destino pertenece al comandante Lhar Kavjenphen pero no hay detalles del origen.

—Escúchame, niñita. Iré al comedor y quiero todos los detalles para cuando regrese. Por tu propio bien.

La división de comunicaciones era una de las ramas más competentes del ejército. Pero Moriah consideraba que rendían mejor bajo presión. Entonces ella dio media vuelta y se dirigió hacia el cristal de acceso al otro extremo del área. Una vez del otro lado, recorrió el angosto pasillo hasta llegar a la cocina del cuartel y la encontró desocupada, como de costumbre. Al no tener cristales de acceso, estaba todo el tiempo abierta y, por lo tanto, los oficiales y parte de las tropas a su cargo iban a cualquier hora. En ese lugar apenas cabían cinco ocupantes, una alacena, los asientos y el procesador de alimentos. Nada superaba un buen guiso hogareño. Pero, lejos de casa, ese aparato resultaba lo más cercano.

La pequeña mesa de cuatro plazas aún tenía restos del último festín. Mientras el sistema de autolimpieza arrancaba, Moriah se plantó frente al procesador de alimentos y ordenó su desayuno y almuerzo de una vez. No había tenido tiempo de comer más temprano por dirigir su regimiento tras la destitución de Lhar... y ahora su estómago se quejaba con justa razón. A decir verdad, pudo hallar comida por la mañana. Ella y su tropa atacaron una especie de mercado en donde cazaron muchos esclavos. Pero no le apeteció probar nada cuando notó que ellos habían manoseado todo. Además, también vio ahí varias máquinas parecidas al procesador de alimentos aunque, para su mala suerte, sólo despachaban un líquido negro, caliente y amargo. ¿Qué clase de bazofia era y cómo alguien podía bebérselo... o peor, gustarle?

—Orden lista —anunció el aparato frente a ella—. Su nivel de azúcar simple es ciento cincuenta y dos. Procure alimentarse cuatro veces diarias. Que tenga un excelente día.

—Me siento bien —protestó la comandante.

Recogió el plato y se sentó a almorzar. La mesa ya estaba limpia para entonces.

Durante los siguientes diez minutos, la bandeja de entrada de su neuropro se llenó con mensajes de incredulidad por la traición de Lhar. Pero Moriah ya sospechaba desde hacía rato. Le pareció extraño cómo se le escapó el Maestre al que habían ido a capturar por orden de Helyel. Ni siquiera luchó con él. Por eso ella tenía la impresión de que en realidad lo dejaron ir. Entonces, empezó a redactar un mensaje para responder a los demás. "A mí no me sorprende —escribió en el cuadro de texto dentro de su campo visual—. Hasta pienso que Lhar ya era traidor desde el incidente del sector Algel/Rolev. Esa vez se retiró sin pelear y por eso lo degradaron a comandante.". Enseguida, activó con su mente el botón de envío en la parte inferior.

—Vaya sorpresa —dijo una voz familiar—. Aún te gusta comer a deshora.

—No lo hago por gusto —Moriah parpadeó para apartar de su vista la bandeja de entrada—. Vivimos juntos quince sidéreos; ya deberías saberlo. Dime qué quieres.

—Calma esos ánimos, Morita —Ewang cogió una silla y se sentó a horcajadas.

—Odio ese apodo.

—No era así cuando tú y yo...

—¿Qué quieres? —interrumpió Moriah con brusquedad.

—Avisarte que trasladé a Soro y a Svelna al campamento Verken. Están en el ala de urgencias.

—¿No pudiste enviar un mensaje a mi neuro?

—Sí. Pero andaba cerca. Prefiero decírtelo en persona porque eran nuestras amigas.

—¿O solo querías un pretexto para verme?

—Pues sí, un poco de cada cosa —Ewang apartó un largo fleco anaranjado de sus ojos rojos—. Pero tengo algo más importante que contarte. No me gustaría que los de la división de comunicaciones supieran que tú sabes...

—¿Que yo sé qué? ¡Sé directo!

—Que Lhar es parte del Club del Sueño.

Moriah alzó una ceja. ¿Su ex acababa de adelantarle información sobre una jugosa recompensa?

—Espera —forzó una sonrisa— ¿De dónde sacaste semejante bomba?

Ewang hurgó en el bolsillo de su uniforme. Luego, sacó una laminilla dorada y la puso sobre la mesa.

—Un miembro me contó —dijo en tono burlón—. ¿Recuerdas al hermano de esa novata que entró recomendada a tu regimiento? ¿Cómo se llamaba? ¡Ah, sí! ¡Bami Walshor!

—Pero tú eres de la división de rescate. ¿No se supone que salvan vidas?

—De traidores no. Especialmente si los sorprendes sin querer... y registras sus cosas después de rajarles el cuello por sorpresa con un escalpelo.

—Tú no harías esto porque sí. ¿Qué te propones?

—Vamos. Lo sabes desde el divorcio.

—No deberías estar aquí —Moriah se puso en pie—; estás violando tu orden de alejamiento. —Dio media vuelta y vació las sobras del plato en el incinerador detrás de la silla donde estuvo sentada—. La próxima no seré tan condescendiente, así que no te sorprendas si mi pistola acaba en tu cabeza.

La comandante arrojó el plato en la lavadora y salió de la cocina. No sabía qué le indignaba más: los intentos de reconquista de su ex, especialmente después de haberse revolcado durante tres sidéreos con su propia prima, o enterarse así de dónde estaba la verdadera lealtad de Lhar. Y pensar que lo consideraba su mentor. En fin, debía superarlo. Lamentablemente, si algo distinguía a su ex... era no saber mentir.

Ewang se quedó en la silla, esperando hasta que Moriah estuviese lejos. El característico "ding" del cristal de acceso al otro lado del pasillo le advirtió que el peligro acababa de pasar. Enseguida, sacó una vieja pulsera transportadora del bolsillo del pantalón. Se trataba de un modelo descontinuado quizá cuando Adamu y Ewe aún vivían, lo bastante antiguo como para que a nadie le interesara monitorear su uso. Se la acercó a la boca, como si fuese a susurrarle algún secreto.

—Vado ad Soteria —murmuró antes de desaparecer.

Moriah entró en el área de comunicaciones. Los soldados se pusieron en pie e hicieron el saludo.

—A ver, niñita —dijo al operador de cara infantil y cabello negro—, ¿Qué has encontrado?

—Me llamo Ilsi —respondió éste.

—Pues tienes nombre de chica —replicó Moriah; hubo varias risas por lo bajo—. Ahora habla.

—La llamada provino de una frecuencia fuera de servicio desde hace cien sidéreos —Hizo aparecer una muestra de audio en la pantalla de su estación—. Hablaron sobre la ubicación del Generador de Portales. Y hay otro cómplice.

—Olvida al cómplice; ya vi hace rato quién es. Reproduce los audioregistros.

Ilsi puso la muestra de audio en los altavoces de su estación.

Moriah escuchó la plática entre Lhar Kavjenphen y un Ministro llamado Rashiel. Según parecía, Ewang tenía razón. La lealtad de su antiguo oficial al mando tenía rato de haberse esfumado, pues no sólo tuvo tiempo suficiente para conspirar contra el Gran Arrio sino también refugiar a su esposa en Eruwa. No podía lamentarse por no notarlo antes. Su ex jefe fue bastante discreto y astuto. Casi no hablaba con nadie de su vida privada. Pero le sorprendía más la novata. Se graduó con honores de la academia, e hizo igual durante su estancia en el ciclo educativo. ¿Cómo pudo cambiar de bando?

—Ilsi —dijo Moriah—, encuentra al general Keurner Jaqwal y dile que iré a visitar a mis amigas en el ala de urgencias; estará al mando hasta que vuelva.

Sin dar más explicaciones, accionó su pulsera transportadora para desaparecer del cuartel y reaparecer en su dormitorio del campamento Verken. Esa fue su última ubicación antes de ir al campo de batalla. Luego, salió al pasillo y tomó un ascensor. Descendió directo al nivel de control a encontrarse con el capitán Ar, quien dirigía la división de comunicaciones y había sido su instructor de tiro en la academia.

La sala desde la cual se controlaban las operaciones de la invasión ocupaba un nivel completo. Había casi medio millar de estaciones de trabajo como la de Ilsi, pero separadas entre sí por angostos pasillos. Luego, había cuatro pantallas flotantes muy grandes en medio, situadas de forma que cualquier miembro de la tripulación pudiese monitorear desde cualquier sitio al Generador de Portales puesto en órbita, prácticamente sin desatender los destacamentos a su cargo. El oficial al mando del área se encontraba de pie en un palco con sillón giratorio a unos seeus del ascensor. El veterano capitán vigilaba las comunicaciones de sus hombres y el funcionamiento de la sala de máquinas.

Moriah subió al palco por la rampa transportadora en un costado. El jefe dio la espalda a las pantallas flotantes que tenía enfrente para recibirla.

—¡Qué sorpresa, Moriah! —Una gran sonrisa acentuaba sus incontables arrugas— No pensé verte tan pronto.

—También me alegro. —Ella hizo una pequeña reverencia—. Pero no vengo sólo de visita. Tengo informes de que el Club del Sueño tiene aliados en Soteria y planean algo contra el Generador de Portales.

—¿Y qué necesitas?

—Concentrar a todas las tropas disponibles en este nivel y que los autómatas patrullen el resto.

—Sabes que haría lo que fuera por mi mejor alumna. Pero el Gran Arrio necesitará una justificación para un cambio de operaciones tan importante.

—Y la tendrá.

Enseguida, Moriah copió la muestra del audioregistro que Ilsi consiguió para ella desde su neuropro a la estación de trabajo del capitán y la reprodujo en los altavoces de la sala. Ahí se oía la conversación entre Lhar y el Ministro mucho más fuerte y claro que en su cuartel. "Bien. Olvida lo que he dicho. Transmitiré toda la información a ese neuropro de donde me llamas. También te enviaré un programa para inutilizar el Generador de portales. Yo mismo lo desarrollé", fueron las últimas palabras registradas en audio del comandante traidor. Entonces, la mandíbula de Ar se fue al suelo.

—Supongo que con eso bastará —el veterano posó la mano en el hombro de ella—. Enviaré ese audioregistro directamente a la Torre Nimrod, y me encargaré de que se lo entreguen al Gran Arrio. Te cedo el mando —dijo al fin mientras repasaba los dedos por su bigote despeinado e hirsuto—. Mis tropas son lo más competente de esta invasión y sé que estarán a tu altura. No me decepciones.

—Nunca lo haría —replicó Moriah.

El capitán descendió del palco y salió por el cristal de acceso del ascensor. Enseguida, los cientos de operadores se pusieron en pie y dieron media vuelta para hacer un saludo militar a su nueva oficial en jefe.

—Necesitaremos crear una emboscada —dijo ella por el amplificador de voz instalado en su nueva estación de trabajo—. Quienes vengan con el comandante Lhar Kavjenphen deberán creer que han tenido éxito. Hagan desmontar todos los dormitorios, oficinas y cuartos de servicio de este nivel menos las paredes con vista a los corredores. Reúnan en este nivel todas las tropas disponibles y que los autómatas patrullen el resto de los niveles.

—¿Y qué hacemos con el ala de urgencias? —respondió alguien por medio de su propio amplificador.

—¿Cuántos heridos hay?

—Sólo dos —intervino de la misma forma una chica de cabello marrón, redondo y corto hasta las orejas, que se hallaba en la primera línea de asientos—. Las coronelas Svelna Gwermthedhen y Soro Aken. Su condición es grave.

—Trasládenlas a Elutania de inmediato... y denles mis saludos si están conscientes.

Enseguida, Moriah contempló con satisfacción cómo sus órdenes comenzaban a circular entre las tropas de infantería estacionadas en el campamento Verken y el personal de servicio a instalaciones. Pronto vengaría a sus amigas. Y lo más importante: el Gran Arrio le otorgaría otro ascenso si liquidaba al traidor y sus secuaces.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top