LA COMANDANTE
—Así que Lhar Kavjenphen falló —dijo Moriah con calma—. Bien. Será entonces un honor aceptar la misión, Gran Señor.
La conferencia con el Gran Arrio y Helyel concluyó más rápido de lo esperado, pero el resultado fue como ella quería. Por fin la ascendieron. Se levantó del sillón junto a la cama, en su dormitorio del campamento Verken, y suspiró. Apenas podía creer el fracaso de su ex oficial en jefe y que la eligieran para reemplazarlo. Pero le gustaban los desafíos. Así que lo tomaría. Después de todo, aprendió de él cómo dirigir una tropa.
Cogió su peineta de marfil y se recogió el cabello malva en un moño en forma de bola. Sus rasgos se afilaron.
—Quiero ir al sector Zevlen/Ugefer área Monem.
Se materializó en esa ciudad terrestre —Monterrey o como se llamara— un instante después, en las coordenadas desde las cuales partió Lhar. Prefería seguir alejada del campo de batalla. Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que su presencia en él urgía bastante.
—¿Qué hacen todos? —exigió saber.
La respuesta era obvia. Pero, ella soltó la pregunta para llamar la atención de los soldados que Lhar dejó y en esos momentos empacaban el armamento para retirarse. Uno de ellos, que tenía ese horroroso peinado consistente en dos únicas franjas de cabello, le dirigió a Moriah una mirada de la cual podía deducirse que no le agradó descubrir quién sería su nuevo superior. Ella desenfundó la pistola de su cintura, demasiado rápido para ser vista por aquel infeliz, y lo liquidó de un tiro en la frente. Aquel pobre cayó pesadamente, seguro sin darse cuenta de qué lo mató.
—Cuando pregunto algo —dijo como si nada—, espero respuestas rápidas. Díganme, ¿qué hacían?
—Tenemos orden de retirada —respondió otro soldado de nariz larga, dentadura prominente y cara de idiota.
—Pues ya no. El Gran Señor exige que recolecten todos los recursos de este sucio planeta: minerales, plantas comestibles, agua... ¡todo!
—Señora, es mucho trabajo —interrumpió el mismo narizón que enteró a Moriah de las órdenes anteriores.
—¿Y para qué son los esclavos? ¡Reúnan todos los que encuentren y pónganlos a trabajar! ¡Hay poco tiempo!
—¡Sí, señora! —respondieron los veinte o treinta miembros de la tropa que todavía no se retiraban.
—No nos retiraremos hasta que lleguen nuevas órdenes o este planeta quede hecho una roca desolada, lo que ocurra primero. ¿Preguntas?
La respuesta fue un saludo militar de la tropa.
—Muy bien —Moriah les sonrió—. Así me gusta. El Gran Arrio comunicará a los demás regimientos el mandato de reunir esclavos. Si me permiten, iré a la casa del Maestre. ¿Pueden decirme dónde es?
—Ahí —Un soldado de cabello azul señaló una casa de dos plantas, blanca, con un balcón amplio.
Moriah entró.
El mobiliario era tan primitivo que daba ganas de quemarlo todo. Pero, se contuvo. Habría tiempo después para eso. Ahora necesitaba averiguar a dónde huyeron el Maestre y el otro terrestre que sabía cómo sabía viajar entre universos. Parpadeó un par de veces para que su módulo de rastreo espectral diera con la frecuencia de la energía residual que dejaron al irse.
El rastro apareció enseguida. Eran pisadas. Iban hacia la segunda planta por una anticuada escalera fija. Ella las siguió hasta que se terminaron, tras la puerta de un pequeño cuarto que resultó ser el servicio sanitario. Parpadeó de nuevo y pudo ver lo que necesitaba.
—Calcular destino a partir de muestras de espectro —ordenó Moriah a su procesador neuronal.
—Globulo Nem, Cúmulo solar Doarnem, Sistema Vex, planeta Eruwa —respondió el implante en su cerebro un momento después, cuando el cálculo estuvo terminado.
—Conque Eruwa —sonrió satisfecha—. Fue más fácil que vencer ejércitos terrestres.
Ni bien desactivó la herramienta de búsqueda, su implante le advirtió sobre la llegada de un comunicado del Gran Arrio. Lo abrió y leyó deprisa. Era la notificación oficial del mandato de esclavizar a todos los habitantes; entraba en vigor tan pronto fuera recibido. Luego, inició una llamada directa con él.
—¿Qué sucede? —exigió saber el Gran Señor en cuanto su recuadro apareció en el campo visual de Moriah.
—He hallado al Maestre —informó ella—. Está en Eruwa.
—¿Eruwa dices?
—Sí. Eso indica el rastreador de espectro.
—Excelente, Moriah. Tendrán refuerzos en una hora. Tomen todos los recursos mientras decido qué hacer.
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